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Quintana, de descender puertos para ir a la escuela a bajar colosos para ganar el Giro
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Gana UNA ETAPA ÉPICA y se viste de líder

Quintana, de descender puertos para ir a la escuela a bajar colosos para ganar el Giro

Nairo Quintana tuvo que aprender a bajar puertos de montaña por obligación para ir a la escuela. El ganó una etapa épica y se enfundó la 'maglia rosa'

Foto: Nairo Quintana es líder del Giro de Italia (Efe).
Nairo Quintana es líder del Giro de Italia (Efe).

El Giro de Italia está diseñado desde el primer centímetro de carrera hasta el último para que la montaña, los grandes colosos como el Gavia, Montecampione, Val Martello, Zoncolán o el mismísimo Stelvio, sean los jueces que dictaminen quien se lleva la ‘maglia’ rosa final a su casa. Sin embargo, y por suerte, Nairo Quintana es de esos ciclistas a los que le gusta hacer añicos el ciclismo científico en el que vivimos.

No es la primera vez que el colombiano del Movistar deja a todos con un palmo de narices al demostrar que su espíritu y sus piernas no responden a la lógica de los potenciómetros que tiranizan el espectáculo del ciclismo moderno. Ayer, en una legendaria etapa de ciclismo, Nairo volvió a romper el guión. Y no porque no entrara en las quinielas como posible ganador en la meta de Val Martello tras previo paso por el Gavia y el Stelvio. Sino porque Quintana, en lugar de dejar a sus rivales –sobre todo al líder hasta ayer Rigo Urán- subiendo, se marcó una exhibición bajando.

Para los amantes de la polémica quedará que si la organización había anunciado que neutralizaría la bajada del Stelvio, impregnada de sal para que la nieve que caía sobre los corredores no cuajara en el asfalto, o no. El mayor damnificado del día, Urán, dijo no saber nada al respecto, ya que desde ‘Radio Corsa’ no se comunicó nada. Para otros, sin embargo, en sus retinas quedará el ataque de lejos y bajando de Quintana, que desobedeciendo a la prudencia se lanzó a ‘tumba abierta’, como se dice en el argot ciclista, para poner tierra de por medio con sus adversarios más directos. Porque Nairo, que sube como pocos en el pelotón internacional, un ángel volador cada vez que la carretera se empina, es también un demonio sin freno en los descensos.

¿Y de dónde le viene a Nairo sus dotes de bajador? Desde sus primeras pedaladas, cuando apenas mantenía el equilibrio sobre la bicicleta, el pequeño Nairo tuvo que aprender a bajar puertos de montaña por obligación para ir cada día a la escuela. Su padre Luis llegó una mañana con un amasijo de hierros que había recompuesto en una bicicleta. La economía de la familia Quintana Rojas no daba para una ‘veló’ nueva, así que no quedaba más remedio que contentarse con lo que había. Ese ‘caballo’ de acero no iba a ser para Dáyer, el hermano menor de Nairo, porque era el más pequeño, ni tampoco para su hermana mayor -por eso de ser chica-, así que el siguiente y el único en la lista era Nairo. El ahora flamante ‘maglia’ rosa del Giro, decidido, montó sobre su bicicleta y cabalgó cada mañana hacia la escuela Alejandro de Humboldt en Atauco.

El camino de ida era sencillo: 17 kilómetros de puro descenso sobre un firme arenoso con rampas del hasta 8% de desnivel, las mismas que subía de vuelta a casa cada tarde con su mochila a cuestas y vestido con un pantalón vaquero y unas zapatillas. Así aprendió a subir y a bajar, como demostró ayer descendiendo el Stelvio. Sus profesores de la escuela, aquellos con los que Nairo se encontraba cada mañana, quizás fueran ayer los menos sorprendidos al ver a Nairo ganar minutos y segundos sobre sus más directos rivales. “Nos adelantaba a nosotros que íbamos en coche y con un golpecito en el capó nos saludaba con esa sonrisa pícara típica de Nairo”, relata su profesora de arte, Doña Mercedes, la misma que guarda una escultura cerámica como proyecto de fin de curso de la sensación colombiana del momento en el pelotón.

“Es un poco abstracto, pero la idea de Nairo es que este pedazo de barro es la carretera empinada que suben los ciclistas y esto tan extraño un corredor con un casco futurista”, explica Doña Mercedes mostrando dos pegotes de barro cocido casi sin forma a los muchos medios que llegan a Atauco queriendo conocer las raíces de Quintana. “Falta la bici, que me prometió que me la daría en otro momento, que esa vez no le dio tiempo”, quizás porque la bicicleta es el arma que utilizó Nairo para cumplir sus sueños y para escapar del servicio militar cuando su padre estaba a punto de mandarlo a filas.

Muchas mañanas llegaba tarde porque, como el propio Quintana ha explicado en alguna entrevista, no contaba con los imprevistos. “Tenía cronometrado el tiempo que tardaba en llegar, así que a veces alargaba el entrenamiento –para el que se levantaba a las 5 de la mañana- y llegaba a la escuela justo a la hora de entrar, pero si un día pinchaba o me caía ya se me hacía tarde”, admitió a Ciclismo a Fondo. A veces hasta le tenían que curar en la misma escuela. Lo hacían sus profesoras de química y biología –Irene y Anita-, que dejaban la enfermería huérfana de vendas para sanar las heridas que masacraban las piernas y los brazos del pequeño Nairo.

Ayer, sin embargo, nadie tuvo que sanar a Quintana porque con el tiempo se ha convertido en un gran bajador. El colombiano ganó la etapa y encarriló un triunfo final en la ronda italiana –puede ser el primer colombiano en lograrlo- que servirá para acrecentar su leyenda. Una leyenda que Nairo se ha empeñado en escribir subiendo… y bajando.

El Giro de Italia está diseñado desde el primer centímetro de carrera hasta el último para que la montaña, los grandes colosos como el Gavia, Montecampione, Val Martello, Zoncolán o el mismísimo Stelvio, sean los jueces que dictaminen quien se lleva la ‘maglia’ rosa final a su casa. Sin embargo, y por suerte, Nairo Quintana es de esos ciclistas a los que le gusta hacer añicos el ciclismo científico en el que vivimos.

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