Adiós, 'Big George': la grandeza de ganarlo todo es que te recuerden por una derrota
Imaginad haber sido campeón del mundo de los pesos pesados con 45 años y que se os recuerde por aquella vez que os tumbaron. La vida en el 'ring' de George Foreman consistió en estar mucho tiempo de pie y muy poco en la lona
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Duele pensar que a George Foreman se le recordará como un fracasado. Si uno lee los obituarios de esta leyenda del boxeo, fallecida a los 76 años el pasado fin de semana, en la mayoría el reclamo es su derrota por KO contra Muhammad Ali en Kinsasa, con el archi famoso eslogan Rumble in the Jungle. Imaginad haber sido campeón del mundo de los pesos pesados con 45 años y que se os recuerde por aquella vez que os tumbaron, que mordisteis la lona, que fracasasteis.
En la biografía de muchos sería difícil escoger un solo fracaso. Podríamos empezar con aquella chica que se rio de nosotros cuando le pedimos salir en quinto de primaria y terminar con la última vez que defraudamos a nuestros hijos. Y sin ser campeones del mundo de nada. Pocos pueden decir que aguantaron hasta el octavo round, como Foreman ante ‘el más grande de todos los tiempos’.
Foreman fue mucho más que el boxeador que cayó frente Ali. Big George encarnó el mito del Cid, que venció a un Ejército desde el mundo de los muertos, gracias a su sola presencia encima del caballo Babieca. Foreman resucitó de entre los muertos 10 años después de aquella derrota contra Cassius Clay, un KO que le dejó tocado el espíritu.
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Aquella pérdida parecía haber echado por la borda la trayectoria de un boxeador legendario, capaz de mandar a la lona hasta en seis ocasiones a Smokin Joe Frazier, un púgil temible (Foreman siempre dijo que fue el contrincante al que más miedo había tenido). Ese combate, que tuvo lugar el 22 de enero de 1973 en Kingston, Jamaica, elevó a Foreman a los altares del pugilismo. Frazier parecía uno de aquellos sacos de boxeo que el originario de Texas solía maltratar como si golpease al mismísimo diablo.
Foreman era una fuerza de la naturaleza. Hay una instantánea de la época en la que sale levantando a una vaca a hombros. Una fotografía que impresionaba al mismísimo Mike Tyson. Tras perder contra Ali el 30 de octubre de 1974 en Kinsasa, Foreman cayó en una profunda depresión, y tras pelear en un par de combates, se retiró en 1977.
Diez años más tarde, regresó. Ya era 1987, con 38 años y un peso de más de 115 kilos. Un nuevo mundo. “Me gusta ser grande, no quiero perder peso, así puedo intimidar al adversario”, afirmó en una entrevista. Aquella mole avanzaba sin retroceder ni cansarse demasiado y propinaba auténticos cañonazos. El mítico Evander Holyfield, con quien disputó el campeonato del mundo en ‘The Battle of the Ages’ (La batalla de las edades), dijo que nadie le había golpeado tan fuerte en su carrera como Foreman, ni siquiera Tyson o Larry Holmes.
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En aquella pelea, Holyfield tenía 28 años y Foreman 42. Aun así, tras uno de los puñetazos de Big George, Holyfield pensó que le había partido los dientes y tuvo que preguntar a su entrenador si seguían todos en su sitio. Foreman perdió por decisión unánime. Segunda caída del gigante.
Dos años después, pelearía con Tommy Morrison, el protagonista de Rocky V. La pelea fue durísima, y Morrison, otro juguete roto del boxeo que acabaría desquiciado por el alcohol y las drogas, venció por decisión de los jueces. Tercera caída.
Su oportunidad llegaría en 1994, con 45 años. Combatió contra Michael Moorer y se alzó con el título de campeón mundial de los pesos pesados unificado de la AMB y la FIB. Muerto y resucitado. Muerto y resucitado. Muerto y resucitado. George Foreman murió y resucitó hasta en tres ocasiones a lo largo de su vida.
Ahora, muchos recuerdan que fracasó, pero hay obligación de destacar que fue capaz de levantarse. Haciendo bueno el guion de Rocky y ese "no importa lo duro que la vida te golpea, sino lo que eres capaz de resistir y seguir avanzando". Hay que resistir sin dejar de avanzar. Y eso hacía Foreman. Resistir golpes y avanzar. En el ring y en la vida.
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Hoy no cuesta imaginarse que, en algún lugar, hay una revancha entre este gigante y Muhammad Ali, que vuelve a ser aquel joven guapo y que rimaba mejor que muchos poetas modernos. Foreman siempre dijo que estaba agradecido a Dios por traerle el boxeo, porque le había regalado la amistad de Ali. Hablaban por teléfono a menudo, y hasta competían cuando la vejez los visitó. “¿Cuántos hijos tienes? ¿Solo cinco? Yo tengo nueve”, le decía Ali.
Hace falta ser muy grande, tanto como el gigante de Foreman, para que termines llamando mejor amigo a quien fue el origen de tus traumas. Solo cabe resistir y avanzar. Hasta el final. Hasta que suene la campana.
Duele pensar que a George Foreman se le recordará como un fracasado. Si uno lee los obituarios de esta leyenda del boxeo, fallecida a los 76 años el pasado fin de semana, en la mayoría el reclamo es su derrota por KO contra Muhammad Ali en Kinsasa, con el archi famoso eslogan Rumble in the Jungle. Imaginad haber sido campeón del mundo de los pesos pesados con 45 años y que se os recuerde por aquella vez que os tumbaron, que mordisteis la lona, que fracasasteis.