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"Hola, me llamo Poli Díaz y pego hostias como tranvías"
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EL POTRO QUIERE VOLVER A PELEAR

"Hola, me llamo Poli Díaz y pego hostias como tranvías"

Inspirado por Tyson, el Potro planea regresar al ring en noviembre del año que viene, con un rival todavía por determinar

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Hubo un tiempo en el que Poli Díaz (Madrid, 1967) fue tan famoso como Rafa Nadal. Más allá de poseer el reconocimiento de todos y cada uno de los españoles, ambos comparten honores reservados solo para la élite de las élites, como reunir varios ministros en primera fila en tus eventos, ganar más que las estrellas del fútbol, tener un videojuego propio o comer a solas con el Emérito en Zarzuela.

La diferencia es que Nadal lleva veinte años en este trono y al Potro de Vallecas le duró un suspiro, apenas unos cuantos meses en el cambio de década. Su popularidad se disparó a finales de 1989, cuando llenó el Palacio de los Deportes con la 'jet set' madrileña para ver su defensa del título europeo ante Boyle, y se estrelló contra los guantes del virginiano Pernell Whitaker en aquel triste verano del 91.

Pero durante ese año y medio, Poli lo fue todo. Fue la lambada, los Izquierdo en Puerto Hurraco y Baltasar Garzón saltando de un helicóptero en la Nécora, condensados en un huracán de 1,67 metros que se había convertido en el gran icono pop.

De aquello han pasado treinta años y hace tanto que perdió las casas, los coches e incluso los cinturones de campeón, que cuesta reconocer a la leyenda en el Poli de hoy. Pese a que está avisado de que haremos fotos, llega al Cerro del Tío Pío, donde se ha citado con este periódico, con un chándal viejo, de trabajo. "Estoy de reformas en el chabolo y acabo guarrísimo, me perdonáis", explica con su desparpajo habitual, mostrando una enorme mancha de lejía en la manga. "Si es que no tengo cuidado con ná, hostia. ¡Y tú que no me dices que me cambie!", le dice entre risas a su novia Lola, de la que no se separa hace tiempo.

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Aunque arrastre la lengua al hablar —y tire a menudo de giros en cheli—, Poli nunca ha encajado en la categoría de boxeador 'sonao'. Sigue siendo rápido, para verlas venir y para devolverlas, y también inesperado, una cualidad de la que sacó gran provecho en sus años sobre el ring. "Esta noche he soñado que me violaban. ¡Qué agobio y qué impotencia, la hostia! Y no era una tía, no, que entonces me habría quedado durmiendo tan contento", suelta mientras toma asiento, como para romper el hielo.

*****

PREGUNTA: Poli, dicen que quieres volver el año que viene al boxeo.

RESPUESTA (Poli). ¡Naturalmente! ¡Si puede volver Tyson, puede volver el Potro! Que nos creemos que los americanos son la hostia en todo, y nosotros también podemos y lo estamos organizando.

P. Ya tendrás 53 años. ¿Has empezado a entrenar?

R (Poli). Sí, llevo ya tres meses. Ahora llevo cuatro días parado, pero estoy entrenando. ¿Por qué lo dices? ¿No me ves fuerte o qué? Que te diga Lola si estoy fuerte.

R (Lola). Está fuerte, sí (ríe).

P. Has estado en Canarias. ¿Dónde vives ahora?

R (Lola). En una casa… bueno, más que una casa es un caos.

R. (Poli). No es una casa, es un chabolo guarrindongo, aquí en Vallecas. Ahora le estamos poniendo un techo nuevo, poniéndola 'pa vivir'. Hemos pasado la pandemia en Gran Canaria, en una casa que tiene Lola. No veas qué luz entraba por la ventana, no pagábamos casi en electricidad. Nos duchábamos en la piscina y cocinábamos con leña, nos ha salido baratísimo.

P. Y has vuelto a Vallecas, de donde nunca te realmente fuiste.

R. (Poli). Sí. Oye, ¿eso que llevas dibujado en el casco de la moto es una hormiga?

*****

Es difícil mantener a Poli centrado durante más de dos minutos. Salta de un tema a otro, aborda cuestiones personales en público, se dispersa, sigue solo por otro camino. Además, no está cómodo entre periodistas: nos acusa, y con cierta razón, de exagerar los acontecimientos y poner el foco en lo negativo. A lo largo de los años, el constante contacto con la prensa ha conseguido que el Potro sepa qué quiere oír un periodista, de modo que ha desarrollado dos versiones de su discurso. Uno sencillo, para los periódicos, con frases y anécdotas recurrentes, y otro 'premium', en el que aborda temas espinosos y en ocasiones da rienda suelta a su imaginación, para las televisiones y revistas que le pagan por ir.

Así que cuando se le pregunta por la infancia o por las drogas, Poli se agacha y esquiva el golpe. De hecho, el escapismo siempre ha formado parte de su forma de ser, desde que levantaba un palmo del suelo. A pocos metros de este parque, en Palomeras, el niño Poli obligaba a su hermana Merce a cargarlo como un saco de patatas para ir al colegio. Él esperaba y, cuando estaban a mitad de camino, empezaba a mear encima de su hermana y tenían que volver a casa para cambiarse de ropa.

Cuando empezó a ir solo al colegio, entraba para inmediatamente saltarse la valla y salir por la parte trasera a la calle, su medio natural. "En mi casa éramos ocho hermanos y mis padres estaban más preocupados por darnos de comer que por otra cosa. Allí cada uno íbamos a nuestra puta bola, a nadie le importaba lo que hacía el otro, así que yo me pasaba 'tol' día en la calle", escribe en sus memorias, que estos días está intentando cobrar de la editorial.

placeholder Un joven Poli, junto a su padre, a las puertas de su casa. (P.D.)
Un joven Poli, junto a su padre, a las puertas de su casa. (P.D.)

El concepto de "la calle" en el Vallecas de los años 80 no se parece al actual, sino más bien al que tenemos de las calles de San Salvador. Lo recuerda así Poli en su biografía: "La gente estaba acostumbrada, pero en Vallecas había mucha delincuencia, tenías que salir a la calle preparado para todo. Más de una vez vi un tiroteo a la salida del colegio, o ibas a cruzar la calle y tenías que tirarte a la acera porque pasaba a toda velocidad un coche que estaba en huida de la policía. En barrios así, o vives, o mueres". El estatus había que definirlo nada más salir de casa, así que un buen día, con diez años, le metió tres navajazos en el culo a un chico mucho mayor que había tenido la osadía de despeinarle. Lo hizo delante de todos, para que nunca más olvidasen quién era Poli Díaz. No lo hicieron.

En Vallecas había ratas y rateros, pero solo empezabas a vivir si eras ratero

En un micromundo así, donde solo había "currelas y delincuentes", el Potro siempre anduvo por el filo de la navaja: "Cuando estás tan abajo, en las alcantarillas, puedes ser rata, ratón o ratero. Pero solo empezabas a vivir cuando estabas con los rateros, por encima de las ratas y los ratones, así que me hice su amigo. Yo nunca iba a los atracos con ellos, que conste, pero me veían picarón y me utilizaban para hacer 'recaos'. Pronto supe lo que era un 'fuco' (pistola), una 'cheira' (navaja) y 'la de los ojos negros' (una recortada)'".

Pero a Poli lo que le gustaba era usar las manos. Durante su adolescencia pasaba el día entero en la calle y, cuando veía alguna pelea, "corría como un loco y le arreaba a uno una patada voladora. Me metía en todas las peleas que pillaba que, en aquella época, eran dos o tres diarias. Así me puse, que estaba fuerte como un toro", dice. En uno de esos recados de puños, en 1982, mientras estaba buscando a uno que no le había pagado el alquiler de la bici, acabó en el gimnasio del campo del Rayo. Al ver que allí todos estaban lanzando puñetazos, se sintió como en casa y su vida cambió para siempre.

*****

PREGUNTA. ¿Cómo fue ese paso de la calle al gimnasio?

R (Poli). De la calle no quiero hablar. Cuando lo quiera contar, lo haré en un libro.

P. En tu libro lo he leído.

R (Poli). Pero ahora me he acordado de muchas cosas más, haciendo memoria con los años, así que voy a sacar otro. Pero tengo cosas más bonitas en mi vida que la calle.

P. ¿Cómo qué?

R (Poli). Como Lola. Mírala qué guapa está.

R. (Lola). Yo es que de joven era muy guapa, trabajaba como vedette.

R. (Poli) Lola, no cuentes eso que vale dinero. Eso, en la tele.

P. Boxeador y vedette, un clásico.

R (Lola). No, no te vayas a creer, nosotros nos conocimos en 2017, en la parroquia del Padre Ángel. ¿Recuerdas lo que me dijiste?

R (Poli). Que nos tomáramos algo, que hablar ya estábamos hablando.

R (Lola). (Ríe) No, no. Yo te decía que qué bonita era esa iglesia por dentro, y tú que cuánto pagarían por esto y por aquello.

R (Poli). ¡Es que había un cartel en la entrada que decía "tome lo que necesite"! Y yo, claro... ¡es broma! (ríe).

R (Lola). Nos encanta ir a iglesias. Siempre que vamos de viaje acabamos en la de la ciudad...

R (Poli). ¡Pero vamos a ver, Lola! ¿A quién están entrevistando, a ti o a mí? (ríe). A ver, siguiente pregunta.

P. Te preguntaba por tu primer gimnasio.

R (Poli). Allí me entrenó un boxeador del que no voy a decir el nombre porque va hablando mal de mí. El tipo era bueno en el ring, pero no sabía enseñar, porque quería que pelease como lo hacía él, que era un tío muy alto, con distancia, y yo soy bajito y si no estoy cerca del rival me llevo todas las hostias.

P. Empezaste como un misil, ganando a chavales más mayores, y en el 84 estuviste en la preselección para los Juegos Olímpicos, pero tarifaste con la federación y...

R (Poli). De la federación tampoco quiero hablar, ni para bien ni para mal.

P. En tus memorias dices que no fuiste a los Juegos porque "no me salió de la polla".

R (Poli). Y es verdad. A lo mejor podía haber ido, pero en la Federación ponían a sus favoritos a pelear contra los más flojos, y cuando venía uno jodido, llamaban a Poli. Para eso me querían, para que algunos ascendiesen en el ranking peleando con tíos flojos y yo me comiese toda la mierda. Luego para los Juegos seleccionaban a otros, así que me largué. En la Federación son sobrecogedores. Además, yo quería saltar a profesionales, que es donde se hacía dinero.

*****

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La relación de Poli y la Federación siempre ha sido tormentosa. En 1984, Díaz ya estaba entre los jóvenes más prometedores del país, el que más en su peso, pero en los despachos del boxeo se le tenía recelo. Veían su estilo muy salvaje, alejado del guante blanco y los protectores del boxeo olímpico. "He de decir que no es nada raro que un boxeador se lleve mal con la Federación, les pasa a casi todos", afirma Javier Ugarte, una de las voces del boxeo más respetadas del país, "si bien es cierto que el estilo de Poli no era olímpico, siempre fue un profesional de libro".

De la mano de Ricardo Sánchez Atocha, entrenador entre otros de Maravilla Martínez y Javier Castillejo, Poli desembarcó en profesionales en 1986 con el mismo ritmo que llevaba como amateur, arrasando a quien se le ponía por delante. En su primer año hizo trece combates, más de uno al mes, algo que tampoco veía bien la federación, que estima que el periodo de recuperación entre combates ha de ser mayor. Los ganó todos, mandando a seis de sus rivales a la lona.

placeholder Poli, comiendo, junto a Sánchez Atocha (P.D.)
Poli, comiendo, junto a Sánchez Atocha (P.D.)

"Poli es uno de los púgiles con más condiciones que he visto para el boxeo", dice Ugarte. "Era muy fuerte y muy listo, intuitivo, siempre sabía por dónde le iba a llegar el próximo golpe y era capaz de plantear cebos para el rival picase y engancharle. Y una vez te enganchaba...". A Sánchez Atocha, lo que le convenció para entrenar a Poli, no fue tanto su fuerza de golpeo, sino que "incluso sin saber boxear, siempre estaba en la distancia correcta. A veces, al esquivar, se iba demasiado lejos, pero había una parte que le salía natural", explicaba su exentrenador en un homenaje. "Era un fuera de serie, el boxeador con más madera que ha dado este país. Y con un carisma especial. Como él hay muy pocos". "El carisma de Poli era impresionante", confirma Ugarte, "es uno de los boxeadores más famosos que hemos tenido, con más fanáticos que otros que, sobre el papel, han conseguido triunfos más importantes. Fue una irrupción tremenda. Era muy espectacular boxísticamente hablando, con un algo especial que enganchaba a la gente. El Tyson español. Lo tenia todo: vivo, familia humilde, el orgullo de Vallecas…".

Por primera vez, con 19 años, el vallecano empezó a tener un flujo constante de ingresos —legales— y a aparecer en la prensa. Se sentía pleno de confianza, incapaz de caer ante nadie, porque, según él mismo explicaba, "a ver quién tiene los cojones que tengo yo". Tanto es así que, en esa época, se presentaba ante los desconocidos con un "hola, soy Poli Díaz y meto hostias como tranvías".

Los días de gloria

Una mañana de octubre de 1987, mientras Poli estaba en la Ciudad Deportiva del Real Madrid viendo entrenar a un amigo del barrio, se acercó a saludarle "un señor bajito y regordete, muy amable". Se cayeron bien y quedaron para comer en la casa del señor, que se ofreció a ayudarle con su carrera. Cuando llegó a su imponente finca en El Espinar, cerca de Segovia, Poli supo que no se había citado con un cualquiera. Aquel hombre era Enrique Sarasola Lertxundi, un empresario íntimamente ligado con el PSOE, y en especial con el presidente González, cuya obsesión eran los caballos. Padre del empresario hotelero del mismo nombre, tenía una explotación de yeguas de carreras en la sierra y quería cuidar al Potro del mismo modo: "Aquí haremos un gimnasio, con su ring y todo. Te contrataremos una cuadrilla de sparrings —entre ellos un jovencísimo Javier Castilejo— que trabaje para ti y te pondré un piso en El Espinar. El objetivo que solo tengas que preocuparte del boxeo; yo me ocuparé de que pelees primero por el título europeo y después del mundo", le dijo a Poli.

placeholder Poli y Sarasola, a finales de los 80. (P.D.)
Poli y Sarasola, a finales de los 80. (P.D.)

En El Espinar, alejado de los chicos del barrio y las tentaciones femeninas, Poli alcanzó su mejor versión. Llevaba una dieta estricta, corría por las rampas de Guadarrama cada mañana y descansaba todas las horas. Ganó técnica y fondo, se convirtió en un ciclón entre las cuerdas. A finales de 1988 combatió contra Luca De Lorenzi en Italia por el cinturón europeo. Lo hizo unos días después de cumplir 21 años, la edad mínima que establecía la Federación Europea para aspirar al título.

Poli se convirtió en campeón de Europa con 21 años recién cumplidos

Aquel combate tuvo una singularidad: fue emitido en directo por Televisión Española. Influido por el libro de estilo de El País, Luis Solana, director 'in pectore' de RTVE, se negaba en redondo a emitir boxeo, ni de Poli ni de ningún otro. "Era una norma sin sentido", dice Jaime Ugarte. "Incluso el propio jefe de Deportes de 'El País' me reconocía que a él le encantaba el boxeo, pero que por órdenes de arriba no se podía ni tocar. Y no es que fuesen neutrales al respecto, porque las noticias negativas sí que se publicaban". Fuentes conocedoras de la situación sostienen que fue necesaria una gestión directa de Sarasola con Moncloa para conseguir que se aprobase la emisión en el último minuto.

Así, el 30 de noviembre de 1988, toda España pudo ver por primera vez cómo el Potro, en mitad de un ambiente muy hostil, ponía a dormir al ídolo local en el quinto asalto. "Y eso que De Lorenzi me dio la hostia más grande que me han dado nunca", dice Poli. "Es el tío que más cerca estuvo de noquearme, lo que no ha conseguido nadie. Pero encajé la hostia dabuten, incluso levanté los brazos como diciéndole 'que no ma dolíooooo'".

Sarasola, que pasaba por ser uno de las personas mejor relacionadas del país, convirtió a Poli en un fenómeno social, el objeto de culto de la societé madrileña, que se pegaba por una entrada de ring para sus combates. Como muestra, el combate de defensa del título contra el danés Gert Bo Jacobsen, en junio del 89. Un Palacio de los Deportes abarrotado para una velada de boxeo, algo que no se veía desde los 70, coreó entregado "¡Poli, Poli!" durante más de una hora. Cerca del ring, invitados por Sarasola estaban, tomen nota: los ministros Corcuera, Chaves y Almunia, los Albertos, Fernández Tapia, Alfredo Fraile, Ramón Mendoza, Vizcaíno Casas, Alaska, Pedro Almodóvar, Norma Duval, El Fary y "Mari Carmen sin sus muñecos", apunta Poli.

El día anterior lo había pasado con el Emérito en Zarzuela. Nada más verle, Poli le preguntó al monarca si le apetecía que se dieran "unas hostias" y después que si quería vender sus condecoraciones en la chatarrería de unos conocidos. Se lo ganó para siempre: "Siempre me he llevado muy bien con el rey, es un tío fenómeno", dice Poli, "aunque me ha jodido un poco lo de la tía esa, Corinna. A mí esa tía no me gusta un pelo, y me sabe muy mal por Sofía, la pobre, que nadie se preocupa por ella".

placeholder Juan Carlos de Borbón y Poli Díaz, en una imagen que fue portada de 'ABC'. (P.D.)
Juan Carlos de Borbón y Poli Díaz, en una imagen que fue portada de 'ABC'. (P.D.)

Contra la creencia popular, el final de la década marca una inflexión en la carrera Poli, y no el combate por el título del mundo contra Pernell Whitaker un año después. Convertido en el boxeador de la 'jet set', o en 'los puños del felipismo', como le chinchaban sus detractores, el Potro empezó a desbocarse en El Espinar. Corrió el rumor entre los periodistas de que Poli se escapaba constantemente y aparecía en reservados de discotecas, que allí había algo más que copazos y, en definitiva, que no estaba cuidándose como debiera para disputar el título del mundo.

Aunque Poli niega que bebiese o consumiese drogas durante esa época, lo cierto es que tanto Sarasola como Sánchez Atocha habían notado un descenso en la calidad de su entrenamiento. En noviembre del 90, mientras iba a Madrid, Poli estrelló un Patrol contra un árbol y tuvo que ser hospitalizado por un golpe en una rodilla, momento en el que Sarasola aprovechó para pedirle al médico un examen de drogas. El resultado fue positivo. En sus memorias, el Potro lo achaca al Bisolvón que se estaba tomando para un resfriado y que "en vez de tomármelo a cucharadas, me lo tomaba a tragos", como hacía con la vida.

Como aquella vez que, con ocho años, se comió un kilo de pipas sin pelar y tuvieron que ingresarlo dos meses, lo más probable es que Poli quisiera llamar la atención con esas escapadas a Madrid. Ahogado por la presión y sintiéndose el centro del mundo, demandaba todo el tiempo que Sánchez Atocha y Sarasola pudieran darle, llegando incluso a protagonizar ataques de celos con los hijos de entrenador y promotor que, según consideraba, le restaban una atención necesaria para ser campeón del mundo.

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Igual que fue el primero en ver un campeón del mundo en un vallecano de apenas 60 kilos, Sarasola también se adelantó a la hora de vislumbrar su caída. El empresario vasco fue poco a poco alejándose del púgil, aunque se ocupó de cumplir la promesa de dejarle a las puertas del título mundial. "Ese combate lo compramos en Telecinco y costó mucho dinero, de modo que yo no podía decir nada, pero es obvio que Poli no llegó al 100% contra Whitaker. Aunque no al nivel que alcanzaría después, el Potro había empezado ya con la mala vida, lo sabíamos todos, y Sarasola el que más, que se marchó harto de que se las liase todos los días", dice Ugarte.

Poli llegaba invicto a medirse con Whitaker, 32-0, pero solo confiaban en él los que le seguían por televisión. Los que sabían, empezaban a dar la situación por perdida. Sarasola no viajó a Norfolk, Virginia, con la comitiva del combate, ni tampoco lo hizo ninguno de sus amigos de la 'jet'. La federación tampoco quiso apoyarle en Estados Unidos debido a los encontronazos que había tenido con Sarasola, que a menudo organizaba las veladas sin el beneplácito institucional. Y el CSD prefirió irse a París a celebrar el primer Tour de Indurain.

En el momento más importante de su carrera, Poli solo estaba en Norfolk con su padre, su hermano de 13 años y un amigo chatarrero de Vallecas. Y con Jaime Ugarte, que se volcó con la preparación del vallecano. "Llegó pasado de peso y por un momento pensamos que no llegaba al combate. Tenía que adelgazar mucho y yo me impliqué: comía con él una dieta baja en calorías, no bebíamos, nos íbamos por la mañana juntos a correr... y al terminar le esperaba Sánchez Atocha en el coche, con la calefacción puesta, para sudar. Fuera había más de 40 grados, no sé ni cómo lo resistió", explica el periodista. "Recuerdo que me dejó impresionado su genética: no llegó muy allá, pero en ocho días se puso fortísimo, hecho un toro".

No bastó con el arreón de última hora. El 27 de julio del 91, con Telecinco cosechando un 72% de share a las 4:30 de la mañana, Poli perdió el título mundial a los puntos ante Whitaker. "Mira, puedes ponerlo así, a mí Whitaker no me tocó ni los cojones", recuerda Poli. "Me rompió esta costilla (toca, toca, aún tengo el bulto) y ná más. Lo que quiero que sepa la gente es que el árbitro me paró el combate cuando le estaba conectando dos hostias. No quiso líos y lo liquidó por la vía rápida. Pero ni paliza ni nada, que la gente dice muchas tonterías, que se vean el combate antes de opinar".

"Siendo justos, aquella pelea la ganó bien Whitaker", afirma Ugarte, "pero hay que reconocerle a Poli muchísimo mérito, porque le aguantó doce asaltos a un púgil que no es que fuera un campeón mundial y campeón olímpico, es que era una leyenda. Un hombre sobresaliente, la percepción hecha boxeo, que fue considerado el mejor luchador del mundo libra por libra durante varios años". ¿Qué hubiera pasado si aquella noche hubiera peleado el Poli de un año antes? "Eso nunca lo sabremos pero, con el tiempo, lo he pensado varias veces y estoy convencido de que el Potro podía haber ganado el campeonato del mundo de haber seguido otro camino".

Tan bueno fue su papel que los hermanos Duva, promotores de Whitaker, le ofrecieron quedarse en Estados Unidos para disputar una serie de seis combates. La bolsa asegurada era de 800 millones de pesetas —en torno a 10 millones de euros actuales, ajustando la inflación— y, si todo iba bien, la idea era que se integrase en su cuadrilla de púgiles. "Ricardo no quería que aceptase. Será porque iba a tener a gente por encima de él o porque no se llevaba mucho dinero, pero el caso es que yo quería que siguiese conmigo y rechacé la oferta. Pudo haber sido la oportunidad de mi vida, cuánto me arrepiento ahora de no haber aceptado", escribía Poli en 2013.

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El infierno a los 24

Con solo 24 años, este episodio debería haber sido un simple traspiés en si carrera, pero Poli nunca más se recuperaría del golpe. Los siguientes dos años los pasó de fiesta en fiesta, irrumpiendo en los prostíbulos de lujo de la Castellana invitando a rayas a todos los presentes. Para 1994 ya había vueto al punto de partida: había tenido que vender las casas, los coches y hasta su colección de motos. En el banco no quedaba nada y el teléfono dejó de sonar.

Tres años después del combate con Whitaker, Poli ya lo había perdido todo

Llevando una vida incompatible con el boxeo, Poli se afanó en buscar dinero fácil con el que pagarse las adicciones, normalmente acudiendo a la televisión a montar un espectáculo. Pero ya no era 'farlopa' sino 'caballo' lo que corría por sus venas, y empezó a aislarse del mundo. "Recuerdo una vez que le invitaron a la Máquina de la Verdad de Julián Lago", dice Jaime Ugarte, "y al enterarme pregunté que a quién habían encargado que le trajese a plató. Me dijeron que nadie, que Poli se había comprometido a estar allí a las cinco de la tarde. Y, con todo preparado para grabar, Poli apagó el teléfono y no apareció".

En sus memorias, Poli reconoce que la heroína pudo con él hasta el punto de que no encontró fuerzas para ir al funeral de su padre. En 1997, al terminar de grabar su papel en el primer Torrente de Santiago Segura, Poli regresaba a su tienda de campaña en el poblao chabolista de La Rosilla, donde brindaba servicios de seguridad a los toxicómanos para que se chutasen tranquilos.

Después, lo que todos conocemos: desintoxicaciones, recaídas, pasos por la cárcel y hasta tres películas porno de las que hoy se siente orgulloso: "No me dio vergüenza en absoluto. Me lo pasé en grande, no veas cómo estaban las tías. Si me lo proponen ahora, ni me lo pienso", dice Poli entre risas.

Foto: Sergio 'Maravilla' Martínez. (Carmen Castellón)
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Para muchos de los que han vivido de cerca su caída a los infiernos, es difícil de creer que Poli siga entre nosotros. Solo una fortaleza física como la suya permite que, después de décadas de excesos, se esté planteando volver al ring. Es su refugio, el lugar donde nadie ha conseguido tumbarle. Fuera de las dieciseis cuerdas, Poli ha recibido muchos más golpes, y en varias ocasiones la vida ha estado a punto de noquearle, pero aquí sigue el Potro, en pie y tomándose zumitos de piña mientras piensa cómo va a enganchar a su próximo rival. "Lo tengo más tieso que una vela", zanja Lola.

*****

Pregunta. ¿No te da miedo volver a pelear veinte años después?

Respuesta. No. Yo nunca he tenido miedo de pelear, no tengo por qué tenerlo ahora, siempre he tenido claro que iba a ganar. Admiro mucho a quienes sienten miedo y aún así se suben en el ring, porque esos son los valientes, pero no es mi caso. ¿Qué me puede pasar? ¿Que me tiren al suelo? Para eso están los enfermeros, para ayudar a levantarme.

P. ¿Quedará todo en un en un guanteo amistoso?

R. Eso sí que no. Cuando llegue el día del combate, me acercaré a mi rival y le diré: "En cuanto suene al campana voy a ir a por ti. Así que más te vale que vayas tú a por mí también, porque si no estás jodío".

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Hubo un tiempo en el que Poli Díaz (Madrid, 1967) fue tan famoso como Rafa Nadal. Más allá de poseer el reconocimiento de todos y cada uno de los españoles, ambos comparten honores reservados solo para la élite de las élites, como reunir varios ministros en primera fila en tus eventos, ganar más que las estrellas del fútbol, tener un videojuego propio o comer a solas con el Emérito en Zarzuela.

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