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El largo camino de Oklahoma City Thunder al anillo: del adiós de Seattle al proyecto de laboratorio
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CAMPEONES DE LA NBA

El largo camino de Oklahoma City Thunder al anillo: del adiós de Seattle al proyecto de laboratorio

Porque si hay una lección que sacar del trayecto de los Thunder desde su traslado en 2008 hasta el éxito de 2025 es que el talento, por sí solo, no tiene por qué significar nada

Foto: Los Thunder son los nuevos campeones de la NBA. (Reuters/Kyle Terada)
Los Thunder son los nuevos campeones de la NBA. (Reuters/Kyle Terada)

Habían pasado apenas unos días del colapso total del proyecto. Paul George había pedido el traspaso para formar tándem con Kawhi Leonard en Los Ángeles y, a continuación, lo hizo Russell Westbrook. En un abrir y cerrar de ojos todo se había desmoronado. La pieza central de la franquicia y quien estaba llamado a llevarles al siguiente nivel.

Pero Sam Presti no es un jugador de ajedrez cualquiera. Si se veía obligado a mover ficha rápido quería ir dos movimientos por delante del resto.

"Para construir un equipo de baloncesto verdaderamente excelente se requiere un método", escribió el ejecutivo para el periódico local en el verano de 2019. "Nos llevará tiempo reposicionar, reponer y finalmente reconstruir nuestro equipo. En algún momento puede que no tengamos el equipo que todos esperan. Pero seremos valientes e incansables en la búsqueda de oportunidades para mejorar nuestra posición a largo plazo".

Seis años después de aquel mensaje y en su segunda incursión en los playoffs los Oklahoma City Thunder se han proclamado campeones por primera vez en la historia del equipo en esta localización. Y es que Presti, en los traspasos de George y Westbrook, consiguió las dos piezas que les llevarían al preciado anillo: Shai Gilgeous-Alexander y Jalen Williams.

Foto: Oklahoma City, recibiendo el título de la NBA. (Reuters/Alonzo Adams)

El arquitecto

Reconstrucción es una palabra muy común en el vocabulario NBA. En ocasiones sirve como eufemismo para hablar de tanking, en otros como cortina de humo y en muy pocos casos como una vía real de futuro. La breve historia de los Thunder se había caracterizado por la constante presencia en la élite. Hasta aquel punto de inflexión, los Thunder solo habían faltado dos ocasiones a la cita en postemporada. Una, en su primer año en Oklahoma, y la otra tras una lesión que dejó a Kevin Durant fuera de juego casi todo el curso.

Por ello, para llevar a cabo una reconstrucción total era preciso tirar abajo todo, dejar el solar completamente vacío y edificar algo nuevo. Sam Presti tenía un plan y lo iba a llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias.

La vida se mueve por casualidades. Basta un pequeño guiño del destino para que todo cambie si los astros se alinean. Y para Sam Presti su vida cambió cuando acudió a un campus de verano en Colorado. Aquel joven de 23 años persiguió al máximo ejecutivo de los Spurs en un partidillo de exhibición mientras este arbitraba con el objetivo de venderse a sí mismo. R.C Buford aceptó tras la insistencia de aquel joven y le dio un puesto menor como coordinador de vídeo. Pronto, Presti crecería al interno de la estructura de San Antonio hasta convertirse en el secreto peor guardado de la franquicia.

placeholder Durant fue uno de los iconos de los Thunder. (Reuters)
Durant fue uno de los iconos de los Thunder. (Reuters)

Por las altas instancias de los Spurs se encontraba un tal Clay Bennett, alguien que se encargaba de representar a San Antonio en las reuniones de propietarios. Un Bennett que por entonces andaba recabando apoyos para llevar la NBA a su Oklahoma natal. Las desavenencias entre la liga, la ciudad de Seattle y los Supersonics harían posible una venta y posterior traslado al emplazamiento actual de los Thunder. Una vez conseguido el objetivo de hacerse con el control de una franquicia, Bennett quiso dar un golpe encima de la mesa y apostó por un Presti que contaba en ese momento con 29 años.

Nada más llegar al cargo, este realizó tres movimientos que supusieron la llegada de Kevin Durant y las salidas de Ray Allen y Rashard Lewis. Por Allen recibió a Jeff Green, quien tiempo después movería de vuelta a Boston a cambio de Kendrick Perkins. Mientras que por Lewis sacó una segunda ronda y generó una excepción salarial, ambas serían claves para hacerse con jugadores de rol y una elección que se convertiría en Serge Ibaka. Igual que pasaría en 2019, Presti conseguiría en apenas dos operaciones los recursos necesarios para crear un contender al título. Este se quedó corto, cayendo a manos de los Heat en 2012, pero en su último intento no fallaría.

En el particular efecto dominó de la NBA, Ibaka tiempo después sería movido a cambio de Sabonis, el cual después saldría por Paul George, que posibilitó el desembarco de Shai Gilgeous-Alexander. De esta manera puede trazarse una línea continua entre el origen y el final de este equipo.

placeholder Ibaka fue uno de los jugadores que salió de los Thunder. (Reuters)
Ibaka fue uno de los jugadores que salió de los Thunder. (Reuters)

La carrera de este ejecutivo ha estado marcada por los gestos audaces. Algunos de gran calibre y otros por debajo del radar. Un alto nivel de perspicacia e inteligencia que ha dejado en más de una ocasión a sus homólogos en una trayectoria de excelencia constante hasta ser considerado el mejor de toda la NBA.

Por eso, cuando se le presentó una nueva oportunidad de empezar de cero, Presti no dudó y volvió a seguir la misma estrategia que una década atrás. Acumular capital en forma de Draft, absorber contratos negativos y dar muchas oportunidades a jugadores y gente bajo el radar. Así llegaría al cargo un desconocido Mark Daigneault que él mismo había reclutado cuando solo tenía 29 años.

El plan era sencillo: construir un equipo ganador mientras se mantenía toda la flexibilidad salarial posible. Pero toda historia necesita un héroe y no tardarían en encontrarlo.

Shai, el pilar del proyecto

La noche en la que Russell Westbrook fue traspasado a los Rockets, Shai Gilgeous-Alexander estaba entrenando en las instalaciones de los Thunder. Acababa de llegar procedente de los Clippers y quería invertir parte de su verano en trabajar y adaptarse a su nuevo destino. Presti oyó el taladro constante del balón contra el suelo y decidió subir a una de las oficinas que ofrecen una visión panorámica de la cancha. En un edificio prácticamente vacío vislumbró a un jugador entregado en cuerpo y alma mientras el resto dormían. Contaría Presti, años después, que fue en ese instante cuando se convenció de que ese chico tenía madera de estrella.

Bajo la aparente imagen de un jugador frío y ausente se esconde un maníaco del entrenamiento, del perfeccionamiento técnico y con una ética de trabajo intachable. Shai Gilgeous-Alexander es todo aquello que David Stern soñó tener como imagen de la NBA.

"Simplemente trabajo duro, mantengo la cabeza baja y soy fiel a quien soy", diría en su presentación con los Thunder en 2019. A su llegada nadie podía presagiar que aquel escuálido guard de origen canadiense, que venía de tener un año rookie positivo iba a convertirse no solo en su jugador franquicia, ni siquiera en un perenne All-NBA, sino que lograría algo inédito desde LeBron James: MVP de la temporada, MVP de las Finales y campeón.

El asalto

Un ascenso que se produjo en el absoluto ostracismo que son las fosas abisales de la liga, ese espacio que año tras año ocupan las franquicias en reconstrucción y aquellas que todavía no han encontrado la manera de salir de ahí. Año tras año Shai pulía cada vez más su juego, hasta el punto de llevarlo a una dimensión desconocida para alguien en su posición. "Ha sido la historia de mi vida. Siempre he ido mejorando", contó en 2024.

Hijo de una atleta olímpica en Barcelona 1992, Shai dio forma a su personalidad en base al ejemplo materno. Consciente de que en este deporte solo hay dos tipos de estrellas, los que nacen con talento y los que trabajan para reducir la diferencia con los primeros, el canadiense supo pronto su lugar en el mundo. La llegada de Chris Paul a OKC sirvió al joven para reafirmar su manera de entender lo que le rodeaba, una influencia que le hizo centrarse no solo en pulir su juego, sino en desarrollar una ética obsesiva con el trabajo físico y mental.

Solo así se explica un cambio tan progresivo que ha pasado de inadvertido para muchos. Las limitaciones ofensivas quedaron atrás, dejando paso a una bomba atómica en ataque, capaz de producir puntos sin aparente esfuerzo, de llevar a las defensas rivales a la desesperación y devolver a la media distancia el esplendor de antaño. Todo ello mientras se consagra como uno de los defensores más incómodos de la competición.

El mejor jugador del momento

El ascenso de Gilgeous-Alexander y su consagración como el mejor jugador del mundo es la prueba de que la élite está repleta de trabajadores y no solo de gente tocada por una varita mágica.

Los errores forman parte del aprendizaje y el proceso. Y desde 2019 los Thunder han cometido bastantes. Traspasar a nombres como Immanuel Quickley o Alperen Sengun, apostar por otros como Ousmane Dieng o Aleksej Pokusevski o bien primar a Gordon Hayward por delante de PJ Washington. Este último pudo ser el más llamativo por el resultado final, con los Mavs de Doncic eliminando a OKC en los playoffs de 2024 en su camino a las Finales y Hayward retirándose semanas después.

En su primera incursión, estos Thunder habían demostrado ser capaces de llegar lejos, pero la plantilla, tal y como estaba configurada, necesitaba algo más, precisaba de oficio y veteranía. En dos operaciones Oklahoma cerró un verano impecable. En primer lugar, realizó la mayor firma en la historia de la agencia libre de la franquicia como fueron los 87 millones en tres temporadas para Isaiah Hartenstein, un pívot sólido, polivalente y de perfil bajo. El segundo, la joya de la corona, el corte de jugador que hace que un equipo pase de aspirante a favorito, Alex Caruso. Y lo adquirió por un precio ridículo, a cambio de un joven pero denostado Josh Giddey que se había visto opacado por el ascenso de Shai y Jalen Williams.

Foto: Holmgren, en su último partido con Gonzaga. (Kyle Terada/USA TODAY Sports)

Aquellos eran unos nuevos Thunder, que junto a Chet Holmgren y un elenco de piezas intercambiables y homogéneas registrarían la mejor fase regular desde los Warriors del 73-9 y una de las mejores defensas del último lustro. Pero los números se quedan cortos para describir la potencia y el alcance del ejército de infantería que ha sido OKC esta campaña sobre la cancha.

La salida por la tangente de Daigneault en términos de aproximación y filosofía de juego es lo que ha posibilitado a este equipo doblegar al equipo indomable, al caos hecho baloncesto, conocidos también como Indiana Pacers. En las mejores Finales en mucho tiempo, ambos contendientes han ofrecido su mejor cara, pero ha sido la dureza de los Thunder y su capacidad defensiva y de solapamiento de sus jugadores lo que ha posibilitado que la fortuna les acompañe.

Porque si hay una lección que sacar del trayecto de Oklahoma City Thunder desde su traslado en 2008 hasta el éxito de 2025 es que el talento, por sí solo, no tiene por qué significar nada. Durant, Harden y Westbrook. Todos ellos fueron MVP y únicamente uno de ellos logró el anillo y para ello tuvo que cometer un pecado capital. Sin embargo, la imagen de este equipo es la constatación de que el oficio también es un tipo diferente de talento. Uno que, en ocasiones como estas, sobrepasa al don innato.

Habían pasado apenas unos días del colapso total del proyecto. Paul George había pedido el traspaso para formar tándem con Kawhi Leonard en Los Ángeles y, a continuación, lo hizo Russell Westbrook. En un abrir y cerrar de ojos todo se había desmoronado. La pieza central de la franquicia y quien estaba llamado a llevarles al siguiente nivel.

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