Phil Jackson, el mejor técnico de todos los tiempos está hundiendo a los Knicks
La última ocurrencia del ganador de 11 anillos como entrenador ha sido poner a la venta a Kristaps Porzingis, lo único salvable de una franquicia que lleva años a la deriva
Tiene algo Nueva York de caos descontrolado que siempre parece impregnar a su principal equipo de baloncesto, los Knicks. Es la gran manzana una ciudad orgullosa de sus Yankees, el principal equipo de béisbol, y acostumbrada a tratar al basket como ocio recreativo a sabiendas de que lo peor siempre está por ocurrir. Son demasiados años de frustraciones como para cambiar repentinamente de opinión. Los Knicks, emblema de la ciudad por antonomasia, son un motivo de risa que bien utilizan en el resto de los Estados Unidos.
La cantidad de desdichas que ha podido sortear esa franquicia no caben en un artículo periodístico, por más extensión que permita el entorno digital. Cabe decir, eso sí, que la mayor de todas ellas se llama James Dolan, es el propietario y uno de los hombres más capaces que se conoce para derribar cualquier proyecto deportivo que tenga visos de ser ilusionante. El tema, sin embargo, ahora no es Dolan, aunque al final la responsabilidad sea suya. El nombre que ahora mismo amarga el café de los neoyorquinos, orgullosos siempre hasta en la derrota, es caza mayor dentro del baloncesto.
Se llama Phil Jackson, y no pocos creen que reinventó este deporte. Suyos son los seis anillos de Jordan. También los cinco de Kobe Bryant. En todas aquellas ocasiones él estaba detrás, marcando la táctica y consiguiendo que las muchas estrellas con la que trabajó rindieran tributos a sus conocimientos. Jordan, de hecho, se peleó varias veces con los gerentes de los Bulls por la mala relación que les unía con Jackson.
El zen no funciona en los despachos
Siempre tuvo algo de gurú, y no hay más que leer su obra cumbre, 'Aros Sagrados', para entenderlo. Le llaman Maestro Zen, no puede ser casualidad. A él se le atribuye el éxito del triángulo ofensivo, una táctica revolucionara que ayudó a sus equipos a conseguir todos esos títulos. Construyó desde ahí el mejor legado baloncestístico posible, pero llegó un punto en el que decidió que el banquillo ya no era para él. Dolores constantes de espalda, la edad, que no perdona. Buscaba una salida a todo eso y la encontró en Nueva York.
Su fama es por ser el mejor entrenador de siempre, quizá solo comparable a Auerbach, pero antes de coger la pizarra y empezar a diagramar jugadas, Jackson fue jugador. No de los mejores, pero sí lo suficientemente bueno para jugar en los Knicks. Y, curiosamente, para ganar campeonatos, pues los únicos dos títulos que tienen los de la gran manzana llegaron en 1970 y en 1973 con él formando parte de la plantilla.
Pedigrí suficiente para darle incluso las llaves del pabellón, pensó Dolan. En qué momento, dicen ahora los sufridos aficionados de los Knicks. Jackson es el presidente de la franquicia y tiene mando absoluto en la actividad deportiva. No tiene, sin embargo, muchas ganas de aparecer por el pabellón, pues sigue viviendo en Los Ángeles, lejos de su ciudad y, consecuentemente, lejos de la plantilla. Como lo que no le falta es autoridad, eso sí, consigue montar unos importantes ciscos. El más gordo, esta misma semana.
Porzingis, una prometedora joya de la NBA
Hay un motivo, solo uno, de ilusión para los Knicks. Se llama Kristaps Porzingis, es un letón de 21 años y juega al baloncesto. Los analistas de la NBA le llama el unicornio, pues no recuerdan jugadores que combinasen su tamaño y capacidad para hacer cosas tan diversas como tirar de tres o asistir. Mide, 2.21 y eso le convierte en una de las torres de todo el campeonato, pero de poco serviría su longitud si no fuese porque ese corpachón se mueve con gracejo.
En una franquicia que más parece un páramo lleno de objetos inservibles él es la alegría. Antes de llegar a Nueva York pasó por Sevilla. Allí conoció a Willy Hernángomez, a quien ha apadrinado en la gran ciudad hasta convertirle en un pívot muy aprovechable para el campeonato. Hasta para eso vale Porzingis. Pues bien, el letón, cuando terminó la temporada, decidió no acudir a las entrevistas de fin de año. No son obligatorias, pero casi. Él estaba cansado, hastiado de tanta derrota y tanta mediocridad. No fue y no dio muchas explicaciones.
Ahora Phil Jackson quiere traspasarle. Dice que nunca vio nada igual, y que esa descortesía le aleja del equipo. Lo cual, por cierto, es mentira, eso mismo ya se lo hizo Shaquille O'Neal en 2003 y nada pasó. Pero este año se lo ha tomado más en serio y amenaza con traspasar a la estrella de la franquicia, que solo tiene 21 años. Una manera rápida de helar la sangre de los habitantes de la ciudad.
"La idiota cruzada de Phil Jackson"
Porque, además, Porzingis se ha adaptado a la urbe muy bien, lo cual no es precisamente sencillo. Los Knicks son una de las franquicias de la NBA más complicadas para cualquier jugador, aún más para una estrella, por esa mezcla extraña entre la obligación de rendir tributo a la ciudad más importante del país y la dificultad de hacerlo en un equipo que siempre parece diseñado por el enemigo. En los Knicks lo habitual es el fracaso, pero no se acepta con facilidad porque están situados en el Madison, en el corazón de Manhattan, y eso, de por sí, cambia la perspectiva.
"El ego de Phil Jackson está destrozando a los Knicks", titula sin duda alguna Sports Illustrated, revista de referencia del deporte americano y, por lo general, centro de moderación y calma. No son tan moderados los tabloides, pero sí más influyentes. El titular de la contraportada, la del deporte, del NY Post deja claro lo que piensan. Empieza con una frase de Phil Jackson "Sabemos lo que estamos haciendo" y lo culmina con un ataque sin paliativos "¿En serio?". Claro, que siempre puede llegar una web como Deadspin para dejar a la competencia en nada titulando "La idiota cruzada de Phil Jackson por arruinar todo lo bueno que tienen los Knicks". Quizá es lógico el hostigamiento, pues cuando se le preguntó que le llevaba a plantearse un traspaso él se limitó a contestar "por el futuro". Lo cual es bastante risible si se tiene en cuenta que es un potencial 'all star' de 21 años que ha promediado casi 20 puntos en su segundo año en la liga. Eso, exactamente, es lo que cualquier otro dirigente deportivo consideraría futuro.
Ha dicho Jackson que exploran las opciones de un traspaso y que está buscando lo mejor para la franquicia, pero no hay analista que entienda que lo mejor para la franquicia sea tener a Porzingis lejos. El tema de la prensa, en este caso, no tiene nada de menor. Nueva York es una hoguera enorme donde los poderes fáticos aún cuentan y la presión mediática se nota de un modo incluso físico. Que la prensa de Manhattan baje su dedo pidiendo la cabeza de alguien, como sin duda está pasando con Jackson, es un problema importante para la franquicia. Y a los medios memoria no les falta para hacer cuentas cuando toque.
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Además, hay algo que Jackson no ha calibrado: las palabras siempre pesan. La valoración de un jugador no es la misma si se dice públicamente que está en el mercado, que es un sujeto prescindible para el equipo. El gurú no ha dejado dudas de ello, lo ha dicho alto y claro en una rueda de prensa. Y eso hace que en la NBA salgan rumores. Y que Embiid, la estrella de los Sixers, le corteje. Que lo haga también la hija del dueño de los Milwaukee Bucks. Todos, sin excepción, querrían tener a Porzingis en su equipo. Todos salvo, quizá, Phil Jackson. Misterios tiene la NBA.
Tiene algo Nueva York de caos descontrolado que siempre parece impregnar a su principal equipo de baloncesto, los Knicks. Es la gran manzana una ciudad orgullosa de sus Yankees, el principal equipo de béisbol, y acostumbrada a tratar al basket como ocio recreativo a sabiendas de que lo peor siempre está por ocurrir. Son demasiados años de frustraciones como para cambiar repentinamente de opinión. Los Knicks, emblema de la ciudad por antonomasia, son un motivo de risa que bien utilizan en el resto de los Estados Unidos.