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Tim Duncan, la leyenda silenciosa que odiaba el frío
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Tim Duncan, la leyenda silenciosa que odiaba el frío

Ni siqueira dará una rueda de prensa para comentar su salida después de 19 años como una de las estrellas máximas de la liga. Él, simplemente, no es una estrella como las demás

Foto: Tim Duncan, esta temporada (Reuters)
Tim Duncan, esta temporada (Reuters)

Nadie que imagine una estrella de la NBA pensaría en alguien como Tim Duncan, y sin embargo es probablemente el mejor jugador de su generación. A buen seguro el más exitoso. Otros tuvieron más nombre, saltaban más, eran más rápidos o tenían la lengua más larga. Pero no eran mejores que él. 19 años después de haber empezado su carrera ha decidido que sus días en el baloncesto han terminado, que no hay más para él. No ha buscado hacer mucho ruido, no ha jugado con el tema ni ha contratado un gran evento para decir la que es, sin duda, una de las noticias más importantes del baloncesto del año. Ni siquiera se espera que de una conferencia de prensa. Él, simplemente, no es así.

Foto: Tras 19 temporadas en la NBA, Tim Duncan anunció su retirada (EFE)
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Tim Duncan es una isla, alguien lejano a todo lo demás. Su carrera en el baloncesto empieza por una casualidad, pues él no iba para dominar en una cancha sino para convertirse en un excelente nadador. Ese era su sueño de infancia, ir a los Juegos y ganar en la piscina, pero entonces llegó el huracán Hugo para cambiar los planes. Se llevó por delante las piscinas de sus Islas Virgenes natales, un diminuto territorio situado en el Caribe. Intentó nadar en el océano, pero el miedo a los tiburones terminó alejándole de su deporte. Se perdió un nadador, acababa de nacer una estrella de la NBA.

placeholder Tim Duncan, con Parker y Ginobili
Tim Duncan, con Parker y Ginobili

Tim Duncan, ya algo más mayor, fue reclutado por la Universidad de Wake Forest para jugar en la NCAA. Medía ya 2.11 y su coordinación y capacidad para el juego eran inmensos. Ganó el premio Wooden al mejor jugador universitario, se convirtió rápidamente en una estrella y todos los equipos del campoenato ammericano pusieron la vista en él. En aquel draft de 1997 no había ninguna duda, Duncan sería el primer apellido pronunciado por David Stern.

La suerte en la lotería fue para los San Antonio Spurs, un equipo que, en buena lógica, no debería de haber caído nunca tan bajo. Si las lesiones pueden ser afortunadas sin duda lo fue la de David Robinson en aquella temporada 96-97. El pívot era uno de los mejores jugadores de la NBA, de esos que aseguran victorias con su sola presencia. Su ausencia esa temporada hizo que el equipo se desplomase y terminase teniendo opciones de conseguir la primera plaza del draft. No lo sabían, porque el futuro es imprevisible incluso en talentos como el de Duncan, pero ese golpe del destino iba a darles el futuro más brillante, el cambio de ser una franquicia más a uno de los referentes de todo el baloncesto mundial.

San Antonio como paraíso

San Antonio no era la opción más atractiva de la NBA. Es lo que llaman un mercado pequeño, un lugar donde el desarrollo de la marca personal no puede asemejarse a lo que se da en Nueva York o Los Ángeles. Por muchos motivos, para Duncan era el lugar perfecto. En primer lugar, el ala pívot odia el frío. En sus contadas entrevistas lo ha contado alguna vez, no deja de ser un caribeño al que las ciudades del norte de Estados Unidos, donde el invierno es inhóspito, le daban demasiado respeto. Ningún problema en San Antonio, en el corazón de Texas hace mucho calor en verano y un frío muy asumible en invierno.

El tiempo era solo una de las variables que le beneficiaban. También estaba Gregg Popovich un entrenador metódico, sereno y brillante, con una enorme capacidad de trabajo y que, en los años posteriores, demostraría al mundo que era muy capaz de ensamblar un equipo ganador. Ambos conectaron rápidamente, desde el respeto, pues ninguno de los dos son la alegría de la huerta, con más silencios que palabras. Uno de los dúos más productivos de la historia del baloncesto que, a pesar de la diferencia de edad, terminó yéndose juntos de vacaciones para hablar de cualquier cosa menos baloncesto. Y por allí se encontraba David Robinson, una estrella, que le hizo ser competitivo desde el primer día. En su segunda temporada en el equipo ya fueron campeones. Luego llegaron otros, que supieron adaptarse al estilo de vida de la ciudad y la filosofía del equipo: Parker, Ginobili, Leonard...

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April 22, 2015; Los Angeles, CA, USA; San Antonio Spurs forward Tim Duncan (21) reacts after being charged with his fifth foul of the game against the Los Angeles Clippers during the second half in game two of the first round of the NBA Playoffs. at Staples Center. Mandatory Credit: Gary A. Vasquez-USA TODAY Sports

Además, en San Antonio podía esconderse mejor. Duncan no es amante de hablar mucho, es el antidivo por naturaleza. En un entorno en el que todo son gritos él representa el susurro, la estrella que no hace nada por serlo. La admiración por él es enorme en toda la liga, como se está viendo en las docenas de elogios que ha recibido al anunciar su final, pero siempre llegó con la misma frialdad que él se conducía por el mundo. No ha tenido grandes ovaciones ni tendrá grandes homenajes, él simplemente no es así. Solo se le conoce un enemigo, Kevin Garnett, uno de los jugadores más importantes de su tiempo que representa todo lo contrario a Duncan. El de las Islas Vírgenes tiene un récord personal tremendo contra él. Casi siempre que se enfrentaron lo superó. Habla el juego, calla Duncan.

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Como jugador es uno de los mejores de siempre. Dicen que el mejor ala-pivot que jamás se vio, aunque es cierto que el final de su carrera lo ha jugado de cinco. Duncan no hace mates, porque no lo necesita. Se eleva 211 centímetros desde el suelo y tiene un juego espectacular, domina la pintura como pocos, mueve bien los pies y tiene un gancho a tabla que es prácticamente infalible. Dos veces ha sido nombrado mejor jugado de la liga, en 15 de sus 19 temporadas fue al all star, diez años apareció en el mejor equipo de la competición.

También ha sido, y esto quizá es más extraño, uno de los mejores defensores que se recuerdan. Ocho veces en el mejor equipo defensivo, siete más en el segundo, Popovich siempre ha dicho que jugar en su equipo era fácil, solo había que saber que el juego empezaba, en ataque y en defensa, por mirar a Duncan. Se supone que había que intentar imitarle, por su entrega y su talento, aunqeu eso, sin duda, siempre fue más complicado.

Duncan es cinco veces campeón, por primera vez lo logró en 1999 y la última lo consiguió en 2014. Quince años separan ambos hitos pero en los dos extremos fue un jugador importante. Con los años fue adaptando, fue cambiando de compañeros y siempre sobresaliendo. Su carrera es un ejemplo, aunque sea un ejemplo silencioso.

Nadie que imagine una estrella de la NBA pensaría en alguien como Tim Duncan, y sin embargo es probablemente el mejor jugador de su generación. A buen seguro el más exitoso. Otros tuvieron más nombre, saltaban más, eran más rápidos o tenían la lengua más larga. Pero no eran mejores que él. 19 años después de haber empezado su carrera ha decidido que sus días en el baloncesto han terminado, que no hay más para él. No ha buscado hacer mucho ruido, no ha jugado con el tema ni ha contratado un gran evento para decir la que es, sin duda, una de las noticias más importantes del baloncesto del año. Ni siquiera se espera que de una conferencia de prensa. Él, simplemente, no es así.

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