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Doug McDermott: el 'francotirador' que escudará a Gasol y Mirotic en los Bulls
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la historia de un anotador compulsivo

Doug McDermott: el 'francotirador' que escudará a Gasol y Mirotic en los Bulls

Ídolo universitario, es uno de los ocho jugadores en la historia de la NCAA en superar los 3000 puntos. Anotador compulsivo, su historia merece ser contada

Foto: Tras cuatro años perforando aros en la NCAA, McDermott será una pieza clave en los Bulls.
Tras cuatro años perforando aros en la NCAA, McDermott será una pieza clave en los Bulls.

Hace menos de un mes, en el habitual baile de traspasos que sigue a la lotería del draft, los Chicago Bulls se hacían con los servicios de Doug McDermott (North Dakota, 1992). Tras ser elegido en el puesto número 11 por los Denver Nuggets, la franquicia de Colorado decidió enviarle a la Ciudad del Viento junto al veterano Anthony Randolph a cambio de sus dos elecciones de primera ronda (el bosnio Jusuf Nurkic y Gary Harris) así como un futuro pick de segunda ronda. Un negocio redondo para la franquicia de Illinois. Desde la modesta Universidad jesuita de Creighton (Omaha, Nebraska) al corazón del United Center. A sus 22 años, este anotador compulsivo aterriza en la NBA con la etiqueta de mejor jugador universitario del pasado curso y uno de los grandes ídolos de la NCAA en los últimos cuatro años.

“Creo que en el poco tiempo que he estado cerca de él, he percibido su gran ética de trabajo y esto suele ser el primer paso. Creemos que va a asimilar las cosas rápido y que casa con nuestros requerimientos”. El técnico de los Bulls, Tom Thibodeau, lo tiene claro. Con Pau Gasol y Nikola Mirotic reforzando el juego interior, la presencia de McDermott como alero (2.03) supone un salto cualitativo para una franquicia que adolece de producción ofensiva desde el perímetro. Algo que ha quedado patente desde el primer día de pretemporada. En los cuatro partidos que ha disputado en la Liga de Verano de Las Vegas ha promediado 18 puntos y 4 rebotes con un más que digno 44% de acierto en el tiro. Mención especial para los 31 puntos (7/12 en triples) que le endosó a Denver o los 20 (con 5 rebotes y 6 asistencias) que consiguió ante los Timberwolves. En contra, una fragilidad defensiva que tratará de corregir para enfrentarse a las exigencias físicas de la mejor liga del mundo.

En un mundo donde los delirios de grandeza y las comparaciones con los grandes mitos están a la orden del día, a McDermott no se le tardó en equiparar con un tal Larry Bird. Fruto de esta histeria, el pasado marzo el jugador protagonizaba la portada de Sports Illustrated. Una primera plana evocaba de forma irremediable a la que en 1977 le dedicaron al ‘Gran Pájaro’ antes de dar el salto desde la modesta Indiana State a los Boston Celtics. Palabras mayores. En su papel de tirador, otras voces algo más sensatas, sitúan su proyección en hombres como Wally Szczerbiak o Kyle Korver. En principio, el nuevo integrante de los Bulls ostenta un repertorio más amplio, sobre todo a la hora de generarse sus propios tiros, que el que fuera destacado escudero en los Timberwolves a principios de la década pasada. Por su parte, el símil con Korver reside en su faceta de refinado tirador.

En este sentido, McDermott emerge de nuevo como un tipo más versátil a la hora de generar buenas opciones de tiro en diferentes situaciones, más allá de su contrastada fiabilidad desde lejos del arco. Con el jugador de los Hawks, quien también se formó en la Universidad de Creighton y jugó en los Bulls durante dos años, le une una gran amistad. “Es un gran amigo y un gran mentor para mí. Él adora Chicago. En sus dos años allí aprendió más defensivamente que en el resto de su carrera. Sólo me dijo ‘ve con la mente abierta, trata de mejorar cada día, escucha al entrenador Thibodeau y todo irá sobre ruedas’”, explica sobre las palabras de Korver.

Para Hersey Hawkins, el eléctrico base de los Braves de la Universidad de Bradley (1984-1988) que disputó 13 temporadas más que notables en la NBA (14,7 puntos de media), donde llegó a jugar en los Sixers de Charles Barkley o en los Sonics de Gary Payton y Shawn Kemp entre otras franquicias, el alero representa una forma pragmática de entender el juego. Una especie sofisticada y ortodoxa que escasea en los tiempos de la fuerza bruto y físicos prominentes. Todo, con permiso de los Spurs, claro. “No es el más rápido y generalmente tiene a un chico más alto y más fuerte defendiéndole. Pero el tiene la gran habilidad de encontrar el ángulo para anotar tiros. Lo consigue y es como ‘Oh, ha metido 31 esta noche’, pero no hay nada de especial en ello. Sólo es él haciendo lo que sabe y siendo metódico en la manera de entender el juego. Lo cual encuentro más gratificante que lo que hacen los chicos que machacan y hacen aquello y lo otro. No tienes que ser ostentoso ni llamar la atención. Sólo tienes que saber cómo meter la pelota en el aro”. Lo dice el hombre que cierra el selecto grupo de ocho jugadores que, hasta la fecha, han conseguido superar el umbral de los 3000 puntos en un ciclo universitario. Un grupo donde McDermott aparece como el quinto máximo anotador de todos los tiempos gracias a los 3.150 puntos cosechados en los 145 encuentros (21,7 por noche) disputados en su ciclo con los ‘Bluejays’ (2010-2014).

Los valores de un ídolo universitario

“Disfruto tanto del juego que no puedo pasar un día sin tocar un balón. Es lo que soy”. Desde que tiene uso de razón el baloncesto ha envuelto la existencia de McDermott. Una vía para expresarse y canalizar la timidez que le define su personalidad. En 1992, su padre, Greg, ocupaba un puesto como asistente en la Universidad de North Dakota. El día que vino al mundo tenía partido aunque estuvo en el hospital para recibir a su segundo hijo. Siempre a expensas del destino elegido por su padre, la familia se movía de un lado a otro de la geografía estadounidense siguiendo sus pasos. Sus comienzos no fueron fáciles. En 2006, antes de que empezara su carrera en el ‘high school’, a Greg le ofrecieron un puesto como entrenador en la Universidad de Iowa State. Y allí, enrolado en el instituto de Ames, tuvo que lidiar con un grupo potente donde destacaba Harrison Barnes, actual jugador de los Golden State Warriors. Con ‘Mr. Buckets’ como sexto hombre en su segundo año, el equipo logró dos campeonatos estatales consecutivos gracias a una racha de 53 partidos sin conocer la derrota.

Tras firmar una carta de intención con la Universidad de Norther Iowa, su padre recibió la llamada de Creighton y McDermott quiso seguirle. Esta vez para jugar a sus órdenes. Ben Jacobson, entrenador de los Panthers y buen amigo de su padre, no opuso resistencia. Ya en Creighton, en la primera sesión con el psicólogo del equipo, los jugadores se quejaron de las duras sesiones de entrenamiento a las que les sometía el nuevo entrenador. Al darse cuenta de que el hijo del entrenador estaba en la sala se callaron. Entonces, el recién llegado McDermott alzó la voz: “Chicos, no quiero que me tratéis de forma diferente porque mi padre sea el entrenador”. Un deseo que sentó los cimientos de unos años de alegrías en el seno de la sencilla institución jesuita.

Derrochando profesionalismo, la dilatada carrera en los banquillos de Greg le impedía ser autocomplaciente con el rendimiento de su hijo. Al contrario, siempre le exigió lo mismo que al resto. Incluso más. Al principio, Theresa, esposa y madre, asumió el papel de mediadora en un conflicto que no tardó en relajarse. “Una vez que Doug aceptó su rol como jugador y no como hijo, y Greg como entrenador y no como padre , todo pareció suavizarse”, destaca. Con el tiempo la relación entre ambos, dentro y fuera de la cancha, fue reforzándose. Tras su tercer año, McDermott estuvo a punto adelantar su salto a la NBA. En unas semanas de profundas reflexiones, los sabios consejos de su padre le hicieron recular. Una decisión que, al tener todas las plazas para becas ocupadas por el regreso de un compañero lesionado, obligó a McDermott padre a asumir la matrícula de su hijo para el pasado curso valorada en 34.000 dólares. Barata teniendo en cuenta el millón y medio de dólares anual que figura en su salario así como el impacto de su vástago. De ser una pequeña Universidad del Medio Oeste a jugar en la Big East, con lo que ello supone en cuanto a contratos televisivos y atención mediática.

Metódico como pocos, durante su etapa universitaria era habitual verle tirando después de cenar. En la soledad del pabellón, el McDermott más perfeccionista trataba de corregir aspectos de su juego que le ayudarían a crecer. Una predisposición y capacidad para mejorar que quedan reflejadas en las palabras de Bruce Rasmussen, director deportivo de la Universidad de Creighton. “No es un portento en cuanto a tamaño, capacidad de salto o fuerza. Doug tiene éxito porque ve el entrenamiento como una mínima descripción del trabajo. Para mí es un gran ejemplo sobre cómo debo conducir mi vida. Habrá un día en el que tenga alguna dificultad. Si fuera Doug, volvería a la oficina y pensarías ‘bien, ¿qué puedo hacer para que esto vaya mejor?”

Porque detrás de ese rostro aniñado y formal se esconde un feroz competidor. Su comportamiento le impide gritar, hacer aspavientos o darse cabezazos contra la taquilla, pero a través de sus ojos puedes notar la sangre que hierve por sus venas y que le convierte en un ganador nato. Un líder natural cuyo protagonismo viene dado por selección natural y no por un hedonismo que no entra en su vocabulario. “Quiero que nuestro equipo tenga más atención. No quiero que todo se centre en torno a mí, que es lo que de alguna manera están haciendo ahora. Somos mucho más que yo. Cuando veo las mejores jugadas y los tiros me molesta un poco”, comentaba en su año senior.

Tras promediar 14,9, 22,9 y 23,2 puntos por partido en sus tres primeras temporadas en la NCAA, el pasado curso sus guarismos explotaron. En los 35 partidos que disputó, McDermott presentó una hoja de servicios brillante: 26,7 con un 52.6% en tiros de campo y un 45% en triples. Una trituradora que causaba estragos en las defensas rivales. El entrenador de Georgetown, John Thompson III, lo explicaba así: “Es imposible de defende porque puede anotar desde cualquier posición de la pista. Es imposible pararle. Sólo te queda esperar que falle y él no hace eso con demasiada frecuencia”.

A finales del mes de enero, en un partido ante St. John’s, McDermott daba el triunfo a los ‘Bluejays’ tras anotar un triple colosal desde ocho metros a falta de dos segundos para el final. Aquella noche, 39 de los 63 puntos de su equipo llevaron su rúbrica. Tras el partido le esperaban unos viejos amigos de su etapa en Iowa. Apenas hablaron del partido. “¿Cómo va todo?”, les preguntó ‘Dougie’ (apelativo cariñoso con el que se dirigen a él sus más allegados) mientras pasaba su brazo por encima de sus hombros para abrazarles. Con el reloj a cero, lejos de la tensión del parqué, el joven discreto que disfrutaba viendo a Jordan y Bugs Bunny en ‘Space Jam’, comiendo tacos o siguiendo alguna pelea ficticia de wrestling, mostraba su naturalidad y cercanía con quienes le vieron dar sus primeros pasos.

En medio de la vorágine, cuando su vástago lucía en los focos y su figura ocupaba minutos de televisión y líneas en la prensa deportiva de todo el país, Greg le escribió un mensaje: “Tu madre y yo estamos viendo ‘Sports Center’ (programa deportivo de referencia que emite la ESPN). No te lo creas mucho”, aconsejaba su progenitor, siempre cauteloso, sobre las bondades y piropos que se vertían desde la caja tonta. Un torrente de expectativas forjado por sus flamantes años en la universidad que, felizmente, han desembocado en un sueño llamado NBA. “Con toda honestidad, se trata de uno de los mejores relatos de la historia del baloncesto universitario”, comentaba Jeff Rutter, asistente de la Universidad de Drake. Fiel a la humildad que le caracteriza, McDermott sabe que los comienzos no serán fáciles. “Trato de disfrutar con ello porque el año que viene no va a ser lo mismo. No voy a ser Kevin Durant o LeBron James”. Primero toca asentarse y confirmar todas las esperanzas puestas en él.

Hace menos de un mes, en el habitual baile de traspasos que sigue a la lotería del draft, los Chicago Bulls se hacían con los servicios de Doug McDermott (North Dakota, 1992). Tras ser elegido en el puesto número 11 por los Denver Nuggets, la franquicia de Colorado decidió enviarle a la Ciudad del Viento junto al veterano Anthony Randolph a cambio de sus dos elecciones de primera ronda (el bosnio Jusuf Nurkic y Gary Harris) así como un futuro pick de segunda ronda. Un negocio redondo para la franquicia de Illinois. Desde la modesta Universidad jesuita de Creighton (Omaha, Nebraska) al corazón del United Center. A sus 22 años, este anotador compulsivo aterriza en la NBA con la etiqueta de mejor jugador universitario del pasado curso y uno de los grandes ídolos de la NCAA en los últimos cuatro años.

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