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El coro de los Spurs desarticula a unos Heat impotentes y toma ventaja en las Finales
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victoria en miami (92-111) y 2-1 en la serie

El coro de los Spurs desarticula a unos Heat impotentes y toma ventaja en las Finales

Con Leonard y Green al frente, los Spurs abren en canal y ponen el 2-1 ante los Heat, que asisten indefensos a un bombardeo sin miramientos (92-111)

Foto: Danny Green penetra ante la oposición de Bosh y Wade durante el tercer partido de las Finales NBA (Reuters).
Danny Green penetra ante la oposición de Bosh y Wade durante el tercer partido de las Finales NBA (Reuters).

Ni venir derrotados en el último suspiro hacía dos días, ni jugar en campo contrario, ni las pesadillas de las pasadas Finales amilanó a unos Spurs que llegaron al American Airlines Arena con todo su arsenal preparado para la batalla. Un excelso Kawhi Leonard (29 puntos, mejor anotación de su carrera) y Danny Green (15 puntos y 5 robos), dos hombres por los que el baloncesto suspiraba de forma enfermiza, lideraron la vuelta a los orígenes de unos Spurs que abrieron en canal y sin miramientos a los Heat, desvalidos e indefensos ante un bombardeo sanguinario desde todos los rincones de la cancha (92-111). El arranque encorajinado del tercer cuarto de los locales no pudo con el recital de una primera mitad fulminante -71 puntos anotados con más del 75% de acierto- que sirve para poner el 2-1 en la serie.

"Si no mueves el balón estás muerto”, se lamentaba Gregg Popovich tras el colapso ofensivo de sus pupilos en el segundo partido. Dinamismo y fluidez que encontraron en la figura del ‘factor X’ de los tejanos: Boris Diaw. El galo posee un IQ descomunal que logran disfrazar unas carencias físicas que no lo son tanto cuando el cerebro rige y aporta más que el músculo. Circulaciones largas y pacientes que buscaban con maestría al hombre abierto. Y fue en ese idílico escenario donde se hizo la luz para Kawhi Leonard, uno de los hombres llamados a marcar la diferencia, más aún con la preponderancia del ‘small ball’ formulada por ambos contendientes. El alero todoterreno de los Spurs andaba vacío, perdido en un limbo del que el blanco impoluto del American Airlines Arena hizo regresar. Omnipresente, además del enérgico vigor en su tarea de frenar a LeBron James (22 puntos, 5 rebotes y 7 asistencias), emergió para hacer algo que no había hecho hasta ahora: anotar. Con pistoleros fiables que tengan automatizado el ‘catch and shoot’, el exuberante juego de los Spurs no tendrían rival.

Si en el tercer partido de las finales del curso pasado el meneo vino del estado de flujo de un Danny Green imperial (7/9 en triples) en la segunda parte, esta vez el asedio no dio un respiro desde el salto inicial. Un chorreo que ilustra la insultante estadística cuajada por los tejanos en un primer cuarto impoluto: 13/15 en tiros de campo (4/4 en triples) y 11/13 desde la personal (25-41, minuto 12). Un vendaval inabordable. El monstruo de las mil cabezas que son los Heat en defensa andaba anestesiado, noqueado, como un púgil tras un gancho. Las ayudas llegaban tarde y de forma desordenada. Sólo LeBron (14 puntos en el cuarto inicial) olía la sangre (cuando el extraterrestre Leonard no estaba cerca) y aprovechaba cualquier acción para demostrar que, en la salud y en la enfermedad, el centro de la diana le corresponde.

El epítome de que lo colectivo siempre está por encima de cualquier individualidad. Una forma de entender el juego que encandila y se antojacomo la mayor garantía para abordar las más altas cimas. Los comentaristas de la televisión americana se tomaban la licencia de recomendar a cualquier chaval que empiece en el baloncesto que repare en el juego de un equipo que, pase lo que pase, ha marcado un antes y después en este deporte. Con la orquesta afinada no había superhéroe que frenara la sangría. Las canastas jarreaban con alegría. Con Popovich frotándose las manos viendo como la maquinaria lucía engrasada y podía permitirse el lujo de mantener sentado a Duncan gran parte del segundo cuarto, Miami se limitaba a mitigar el dolor encomendándose al orgullo de la dupla de veteranos Lewis-Allen.

Los ocho errores en el tiro (25/33) suponen la mejor primera parte en cuanto a acierto (75,8%) en la historia de las Finales. En vista de semejante trance colectivo, todo el mundo se afanaba en buscar la mayor anotación en una primera mitad. Los Spurs se quedaron cerca. Concretamente a ocho puntos (50-71) de los 79 que los Celtics endosaron a los Lakers en las Finales de 1985. Una noche iluminada conocida que pasó a la historia como la ‘Memorial Day Massacre’. Sin llegar a esos niveles, el amor que derrochan los Spurs atronó a unos Heat impotentes.

Momento para arrimar el ascua a su sardina por parte de unos Heat que trataron de perpetrar la reacción apoyados en su condición de mejor defensa de la NBA. Una guerra de guerrillas que tenía por objetivo aplacar de forma sostenida la fortaleza al rival. Agresivos y asfixiando cada línea de pase, los Spurs atisbaron el colapso. Popovich daba entrada a Patty Mills a fin de oxigenar la mente de un Parker (15 puntos y 4 asistencias) más disperso de lo habitual, ofuscado en buscar penetraciones. Aunque Chalmers y Cole no andaban finos en la dirección, el físico de Miami se imponía en el ida y vuelta y la fluidez (que no el orden) cambiaba de acera. Por primera vez desde el primer acto, la distancia entre ambos bajaba de la barrera psicológica de los diez puntos (74-81, minuto 35). Una candidatura atrevida que San Antonio se encargó de reducir al nivel de espejismo. Eso sí, con una cara algo más modesta a que dinamitó la primera mitad. Mientras, LeBron, ‘neutralizado’ de cara al aro, sólo era capaz de sumar ocho puntos tras el primer cuarto. El acordeón que se estiraba y encogía esta vez fue el de la extenuante defensa de los Spurs con Leonard, un chico de 22 años y con un futuro espléndido por delante, a la cabeza.

Tal y como ocurriera en el encuentro inaugural de las pasadas Finales (88-92), tuvieron que ser los Spurs quienes rompieran una racha de 11 victorias consecutivas de los Heat en playoffs ante su público. La importancia histórica del ‘Game 3’ queda reflejada en un dato demoledor: en 30 de las 36 ocasiones previas en las que se llegaba al tercer asalto con la serie iguala a uno, el ganador de este choque ha terminado haciéndose con el anillo. Con las gradas del AAA vaciándose de forma estrepitosa, Popovich retiraba a Parker del campo y le decía: “No metiste 30… gran, gran liderazgo”. Así son los Spurs.

Ficha técnica:

92 - Miami Heat (25+25+25+17): Chalmers (2), Wade (22), Bosh (9), Lewis (14), James (22) -equipo inicial-, Andersen (3), Haslem (-), Battier (-), Jones (-), Oden (-), Douglas (1), Cole (8) y Allen (11).

111 - San Antonio Spurs (41+30+15+25): Parker (15), Green (15), Leonard (29), Duncan (14), Diaw (9) -equipo inicial-, Baynes (2), Bonner (2), Splitter (6), Ayres (-), Mills (5), Joseph (-), Belinelli (3) y Ginóbili (11).

Árbitros: Zach Zarba, Monty McCutchen y Tony Brothers. No señalaron faltas técnicas. No hubo eliminados por personales.

Incidencias: Tercer partido de las Finales de la NBA que se disputó en el American Airlines Arena, de Miami, ante 19.900 espectadores

Ni venir derrotados en el último suspiro hacía dos días, ni jugar en campo contrario, ni las pesadillas de las pasadas Finales amilanó a unos Spurs que llegaron al American Airlines Arena con todo su arsenal preparado para la batalla. Un excelso Kawhi Leonard (29 puntos, mejor anotación de su carrera) y Danny Green (15 puntos y 5 robos), dos hombres por los que el baloncesto suspiraba de forma enfermiza, lideraron la vuelta a los orígenes de unos Spurs que abrieron en canal y sin miramientos a los Heat, desvalidos e indefensos ante un bombardeo sanguinario desde todos los rincones de la cancha (92-111). El arranque encorajinado del tercer cuarto de los locales no pudo con el recital de una primera mitad fulminante -71 puntos anotados con más del 75% de acierto- que sirve para poner el 2-1 en la serie.

LeBron James
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