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El 'presidente' Boris Diaw: amor, entrega y compromiso para una Francia desmejorada
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desde 2003 no ha faltado con la selección

El 'presidente' Boris Diaw: amor, entrega y compromiso para una Francia desmejorada

Unos vienen, otros se van pero él siempre está. Boris Diaw no se pierde una cita con su selección desde 2003. "Es el líder que neceitábamos" dice Collet

Foto: Boris Diaw trata de superar al serbio Nikola Kalinic durante la primera fase del Mundial. (EFE)
Boris Diaw trata de superar al serbio Nikola Kalinic durante la primera fase del Mundial. (EFE)

“La clave sigue estando en Boris Diaw, que es el que maneja el timing del partido cuando aparece. Es el cerebro que hace funcionar a Francia”. En la previa del partido ante Francia del pasado miércoles, Juan Antonio Orenga no se escondió a la hora de desvelar sus temores sobre el rival. En el lado enemigo, las opiniones iban en la misma línea y el técnico galo, Vincent Collet, quiso mostrarse tajante: “Es el líder que necesitamos”. Con 189 internacionalidades a sus espaldas, ‘le ‘président, como le conocen en el país que le vio nacer, es el único integrante de la selección francesa que nunca ha dado la espalda a su país desde que viviera su bautismo con la absoluta allá por 2003.

“El secreto es la felicidad. Cada verano me siento orgulloso de ser seleccionado”, comentaba en una entrevista con el diario L’Équipe antes de que arrancara el Mundial. El caso de Boris Diaw, que en el 2000 se proclamó campeón de Europa júnior junto a Turiaf, Diawara o Mickaël Pietrus, representa la entrega y el compromiso con unos colores que han permanecido imperturbables con el paso del tiempo. Una rara avis que se resiste a engrosar la generosa lista de ausencias, entre lesionados y motivos personales, que ha asolado a la selección francesa de cara al torneo que se disputa en nuestro país. A las destacadas bajas de Tony Parker y Joakim Noah, se fueron uniendo las de Nando De Colo, Kevin Seraphin, Ronny Turiaf, Mickaël Piétrus, Alexis Ajinça y Ian Mahinmi. Unos vienen y otros se van, pero el bueno de Boris sigue ahí, jurando amor eterno a su patria.

"Algunos prefieren descansar y otros necesitan descansar, pero optan por jugar. Todo el mundo no tiene la misma escala. Pero no juzgo a nadie", comentaba dejando entrever su respeto por las decisiones de sus compañeros. No obstante, Tony Parker, el líder ausente, es uno de sus mejores amigos. A sus 32 años, todavía recuerda las clases en la INSEP, el centro de alto rendimiento donde se han forjado muchas de las estrellas del deporte galo. Campeón de Europa en 2011 y de la NBA, nada frena las ansias de representar a su país. En 2006, también sin Parker, Diaw guió a Francia hasta unos cuartos de final donde Grecia, a la postre finalista, cercenó sus aspiraciones. Ante España en este 2014 la cosa no pinta mejor.L'Équipe, la biblia del deporte en el país vecino, lo tenía claro tras ver el meneo acontecido en el Palacio Municipal de Deportes de Granada hace seis días (88-64). "Francia no tiene las armas para hacer frente a España este año", resaltaba. Tocará sobrevivir. Eso sí, siempre con dignidad.

De madre francesa y padre senegalés, el joven Boris mamó el deporte desde pequeño. Elizabeth Riffiod, su madre, es la segunda jugadora del baloncesto francés con más internacionalidades. Su padre, Issa Diaw, fue saltador de alura hasta que decidió dejar a su familia y regresar a Senegal para ganarse la vida como abogado. La figura de Elizabeth, que actualmente ejerce como profesora de Biología en la Universidad de Burdeos, representa a una luchadora incansable, un espejo en el que mirarse cuando vienen mal dadas. Pese a su predilección por el parqué, nunca obligó a sus hijos a jugar al baloncesto. Es más, Boris tuvo que esperar a ver en al ‘Dream Team’ para aparcar el judo y la esgrima por la pelota naranja. Del mejor equipo que jamás pisó una cancha de baloncesto admiraba con fervor a Magic Johnson. Claro, ahora nos lo explicamos todo...

Un don innato para la práctica de este deporte que le ha convertido en una de las piezas más codiciadas en el baloncesto NBA. Su papel preponderante en los Spurs no es casualidad. Si los Spurs encandilan a medio mundo con un juego total es, en buena parte, por contar en sus filas con Boris Diaw. No es el más alto, tampoco el más fuerte. Mucho menos el más atlético. Pero su descomunal IQ (término con el que se define la inteligencia sobre la pista de un jugador) le permite derribar cualquier obstáculo que se interponga en el camino. Diaw es el pase, la finta, la colocación, el tiro de cuatro metros que ningún profesional se perdona fallar, el postear para fijar a la defensa, el base, el alero, el ala-pívot vanguardista que crea y ejecuta sin miramientos… Lo hace todo y casi todo bien.

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En el primer asalto de las últimas Finales, los Spurs abrían la veda ante los Heat en un partido que pasará a la historia por el desfallecimiento de LeBron James presa de la avería del aire acondicionado del AT&T Center. Los tejanos abrieron la eliminatoria con solvencia (95-110) en un partido donde Diaw (1/5 en TC) se quedó en 2 puntos, 10 rebotes y 6 asistencias en 33 minutos en cancha. A la conclusión del choque, al Sargento Popovich le preguntaron por lo que los periodistas consideraron una excesiva presencia del jugador francés sobre el parqué.

Fiel a sus cristalinas y sinceras formas, el técnico de los Spurs no se andó con rodeos a la hora de dar la cara por su ojito derecho. “Es un un jugador muy versátil. Algunos jugadores tienen un mejor sentimiento por el juego que otros. Y él es uno de ellos. Puede pasar la pelota… sabe dónde están los jugadores, sabe dónde debería ir la bola y se anticipa”. Toma, para que vuelvas. Con su primer anillo en el bolsillo, la agencia libre le duró poco. Los Spurs le ataron en corto. 22 millones por las próximas tres temporadas, una oferta irresistible, no ya por el aspecto econónimo sino por el estatus que le otorga seguir siendo uno de los arquitectos del mejor baloncesto del planeta.

Una posición merecida para un hombre que no lo tuvo fácil desde que en 2003 fuera elegido por los Atlanta Hawks en el puesto número 21 del draft. Tras dos años en el Pau Orthez, el vuelo transoceánico no le sentó demasiado bien. En 2005 fue traspasado a los Phoenix Suns a cambio de la estrella Joe Johnson. En Arizona vivió tres años y medio de altos y bajos. Ampliamente criticado un metabolismo con fuerte tendencia a desparramarse, su cabeza no siempre rigió a pleno rendimiento. Al menos cuando no estaba con la selección. Su llegada a Charlotte fue una perdición que a punto estuvo de borrarle del mapa. "Hubo un tiempo en que me faltaba agresividad, adrenalina, me dormía", reconoce. Pero en 2012, las desavenencias con el por entonces técnico de los Bobcats, Paul Silas, supusieron su salvación. Le cortaron y diez días la sabiduría de Popovich echó el guante al epítome del 'all around player', ese que vale para todo. Un error del que los actuales Hornets, con Michael Jordan al frente de sus oficinas, todavía se arrepienten.

“La clave sigue estando en Boris Diaw, que es el que maneja el timing del partido cuando aparece. Es el cerebro que hace funcionar a Francia”. En la previa del partido ante Francia del pasado miércoles, Juan Antonio Orenga no se escondió a la hora de desvelar sus temores sobre el rival. En el lado enemigo, las opiniones iban en la misma línea y el técnico galo, Vincent Collet, quiso mostrarse tajante: “Es el líder que necesitamos”. Con 189 internacionalidades a sus espaldas, ‘le ‘président, como le conocen en el país que le vio nacer, es el único integrante de la selección francesa que nunca ha dado la espalda a su país desde que viviera su bautismo con la absoluta allá por 2003.

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