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Dopaje en Estados Unidos, ¿mito o realidad?
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Dopaje en Estados Unidos, ¿mito o realidad?

Como era de suponer desde mucho antes que se realizara siquiera el sorteo de la fase de grupos del Mundial de Baloncesto, Estados Unidos se ha

Foto: Harden ha sido uno de los líderes del USA Team (EFE).
Harden ha sido uno de los líderes del USA Team (EFE).

Como era de suponer desde mucho antes que se realizara siquiera el sorteo de la fase de grupos del Mundial de Baloncesto, Estados Unidos se ha ‘entrenado’ en estos primeros cinco partidos, en los que ha arrasado sin demasiado esfuerzo aparente, a Finlandia, Ucrania, Nueva Zelanda, Turquía y República Dominicana, para ya pensar ‘más seriamente’ en la fase de eliminación directa, que comienza este mismo sábado y que les enfrenta en octavos a México. Su supremacía en el baloncesto internacional no es discutida por nadie (salvo por la selección española, claro está) y sus capacidades tanto técnicas como físicas están al alcance sólo de algunos pocos elegidos. Pero hay ciertos matices que dejan un pequeño margen para la existencia de una duda razonable sobre su legitimidad.

No es ningún secreto que el trato recibido por casi cualquier jugador NBA en temas relacionados con el control antidopaje es ciertamente diferente al que puede recibir uno afiliado a la FIBA. La presión de las instituciones que tratan de mantener el deporte limpio de drogas es sensiblemente menor para los jugadores de Estados Unidos que para el resto de los implicados en cualquier competición internacional, ya sea europea, asiática, suramericana o global. Sin que por ello se dé por hecho deliberadamente que la gran potencia del baloncesto mundial sea una barra libre de sustancias dopantes, claro está. Que no haya positivos no quiere decir que haya dopaje.

No obstante, resulta algo inquietante desde el punto de vista ético que un baloncestista español, belga o ceilandés tenga que pasar algunos controles y someterse a la jurisprudencia de la FIBA, la Agencia Internacional Antidopaje (WADA) o el Comité Olímpico Internacional (COI), acatando sus dictados y sus potenciales sanciones en caso de encontrar un positivo y que, en cambio, los estadounidenses tengan permitido regular sus casos de dopaje, en el supuesto caso que se diera tal extremo, de manera interna.

¿De manera interna? Sí, tal cual. La protección del deporte limpio en Estados Unidos lo lleva la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA), prácticamente ajena a la WADA en cuanto se refiere a regulación y competencias en la materia. Esta separación de potestades está recogida en el llamado Código de Conducta del USA Basketball, federación de baloncesto americana. Este código permite a cualquier jugador estadounidense poder elegir entre los organismos internacionales (WADA, COI, FIBA) o los suyos propios (USADA y NBA) para adherirse a una legislación antidoping, siendo seleccionada, por unanimidad, la opción ‘casera’.

¿Esto quiere decir que los estadounidenses no tienen por qué pasar controles antidopaje en las competiciones internacionales o en la NBA? No, en absoluto, pero los procedimientos en estos casos son de trascendencia sólo privada, y sólo en última instancia sería la NBA la que, si así lo decide, hacer conocedor a la opinión pública el resultado del análisis. De hecho, varios de los más grandes baloncestistas de la actualidad, como LeBron James, Blake Griffin o el mundialista James Harden se han sometido a varios análisis. La cantidad de veces que han sido visitados por los ‘vampiros’ es pública, pero no así el resultado del análisis, que queda en el ámbito privado.

El procedimiento, muy resumido para que sea inteligible, es el siguiente. La USADA realiza un control rutinario a un jugador que juega en la NBA. Si el resultado del mismo saliese positivo, éste sería transmitido a la federación estadounidense, que a su vez se lo manda a la NBA, empresa privada que tiene legitimidad para obrar a su antojo siempre y cuando respete la legislación estadounidense a tal respecto, y no a las entidades que las mandaría cualquier otra selección, como son la FIBA y el COI. Esta situación, como las explicadas anteriormente, también está recogida en el Código de Conducta que los jugadores firman.

Una vez visto el turbio proceder del baloncesto NBA en cuanto a dopaje se refiere, vale la pena recordar que la lucha contra el dopaje en Estados Unidos no son ‘los mundos de Yupi’ y la felicidad eterna para los tramposos. En absoluto, nada más lejos de la realidad. De hecho, hay varios casos de grandes deportistas estadounidenses que han sido sancionados por consumir sustancias dopantes y al deporte americano no se le han caído los anillos por reconocer tales casos. Sin ir más lejos, uno de sus deportistas más laureados era Lance Armstrong, cuyo caso de dopaje fue investigado por la USADA y derivó en su famosa confesión.

Pero lo de Armstrong no es un caso aislado. Marion Jones reconoció en 2007 que se había dopado para conseguir sus cinco medallas (tres de oro) en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, y su confesión la llevó a la cárcel durante seis meses por haber mentido a las autoridades cuatro años antes. Y en uno de los deportes yankees por excelencia, el béisbol, también ha habido casos muy sonados, como el de Alex Rodriguez, que fue condenado a una suspensión de 211 partidos por ser uno de los cabecillas de una red que suministraba sustancias dopantes.

Como era de suponer desde mucho antes que se realizara siquiera el sorteo de la fase de grupos del Mundial de Baloncesto, Estados Unidos se ha ‘entrenado’ en estos primeros cinco partidos, en los que ha arrasado sin demasiado esfuerzo aparente, a Finlandia, Ucrania, Nueva Zelanda, Turquía y República Dominicana, para ya pensar ‘más seriamente’ en la fase de eliminación directa, que comienza este mismo sábado y que les enfrenta en octavos a México. Su supremacía en el baloncesto internacional no es discutida por nadie (salvo por la selección española, claro está) y sus capacidades tanto técnicas como físicas están al alcance sólo de algunos pocos elegidos. Pero hay ciertos matices que dejan un pequeño margen para la existencia de una duda razonable sobre su legitimidad.

Marion Jones
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