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La canasta de Llull que describe la historia del Madrid en Europa y otras lecciones del campeón
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La canasta de Llull que describe la historia del Madrid en Europa y otras lecciones del campeón

El Real Madrid alcanzó su undécima Euroliga en una última jugada del partido que rememora las grandes noches de gloria del conjunto blanco. "Ahora, ya es un gran entrenador", asegura Florentino Pérez de Chus Mateo

Foto: Llull se llevó a casa la red de la canasta. (EFE/Enric Fontcuberta)
Llull se llevó a casa la red de la canasta. (EFE/Enric Fontcuberta)

Sergio Llull acabó la final de la Euroliga con una valoración de cero. El jugador con peor estadística de todos los que disputaron al menos un minuto en el Real Madrid. Solo anotó una canasta en todo el partido, la segunda que intentaba. Pero esta era la más decisiva. Quedaban doce segundos de reloj, Olympiacos iba por delante en el marcador 68-67. Los griegos habían dominado casi la totalidad del encuentro, pero la chispa de Sergio Rodríguez había tocado los tambores de guerra madridistas en los últimos minutos, provocando una remontada cercana a consumarse. Todos los focos iban para el Chacho, que tenía todas las papeletas para jugarse la última acción. Incluso Georgios Bartzokas, técnico del conjunto helénico, había diseñado la defensa centrándose en el canario. Y ahí apareció Llull. Recibió la pelota en lo que parecía un corte para atraer miradas, mientras que Rodríguez se abría como amenaza exterior. Unos segundos de duda… y la pelota la seguía botando el base de Mahón. Bloqueo de Walter Tavares y cambio de pareja de baile, a Llull ahora le defendía Moustapha Fall. Primer amago, segundo amago, salto hacia atrás desde los tres metros, mecánica de tiro interrumpida para bombear lo máximo posible la bola y que no llegase el punteo de los dos metros y 18 centímetros del pívot francés. Chop. Canasta. Éxtasis. Historia. Llull lo había vuelto a hacer.

Hay pocos argumentos deportivos que puedan explicar esta undécima Euroliga para el Real Madrid. El conjunto dirigido por Chus Mateo era inferior al Partizán de Belgrado, era inferior al FC Barcelona y era inferior al Olympiacos si hablamos de plantilla y estado de forma (incluyendo bajas, lesiones, etc.). El Madrid resurgió de sus cenizas desde el bochorno del Wizink Center —que, irónicamente, comenzó con una falta de Llull— para unir a la plantilla como nunca antes en la temporada. Las (lógicas) dudas durante la temporada sobre la gestión del heredero de Pablo Laso han dado paso al campeonato europeo más épico que se recuerda. Una victoria de leyenda que se condensa en una única canasta, dos puntos que explican a la perfección qué es el Madrid en Europa. Algo más que un equipo, un dominador que no necesita ser el mejor equipo para llevarse la copa a casa.

“Han anotado esos tiros tan punteados como el de Llull”, intentaba razonar, casi como convenciéndose así mismo, Bartzokas, ante la prensa, quien no dudó en felicitar y halagar la mentalidad del conjunto blanco para lograr reponerse en la gran final. Él era consciente: Olympiacos jugaba mejor al baloncesto, e incluso, aunque suene extraño, jugó mejor al baloncesto en el partido contra el Real Madrid. Pero ahí apareció el de siempre. "Cuando el entrenador ha pintado la jugada para mí en el tiempo muerto. Me ha obligado él. Por suerte ha salido bien. Ha entrado ese tiro y hemos podido ganar, así que muy contentos", relató la leyenda viva madridista en los micrófonos de DAZN: "He decidido parar en dos puntos porque su jugador grande estaba dentro, el mío también me había dejado un metro, así que la he elevado, ha entrado, así que genial".

La consagración de Chus Mateo entre lágrimas

“No lo ha pasado bien este año”. Con esas palabras, Florentino Pérez, presidente del Real Madrid que viajó hasta Kaunas para vivir con la sección de baloncesto el final de la Euroliga, rompió una lanza a favor de Chus Mateo. El técnico se hizo con el banquillo madridista tras el despido de Pablo Laso, una decisión deportiva que, aún ahora, nadie acaba de comprender desde el punto de vista deportivo. Por si fuera poco, las cosas no salían bien sobre el parqué. Se perdió la Copa del Rey antes de tiempo y el equipo no parecía un aspirante claro a la Final Four. Un mes más tarde, Mateo entra en la historia de la competición como uno de esos pocos elegidos que han logrado levantar la Copa de Europa.

A Florentino, casi sin querer, se le escapó un comentario sobre Chus Mateo tan dulce como real: “A partir de ahora, ya es un gran entrenador”. ¿Habría sido un mal técnico si la bola de Llull hubiese rebotado en el aro? Ciencia ficción, pero todos conocemos la respuesta. Y lo cierto es que la historia del Real Madrid se escribe en Europa, en noches épicas y victorias indescifrables desde lo racional. Si Chus Mateo necesitaba un punto de inflexión en su carrera como técnico blanco, no hay mejor lugar que Kaunas.

El entrenador madridista, que citó a Pablo Laso en una larga lista de agradecimientos, no pudo contener la emoción cuando, en rueda de prensa, Walter Tavares se deshizo en elogios para explicar su importancia en el equipo. “Vosotros deberíais disculparos con él. Hubo muchas críticas, muchas dudas. Nadie habló de él. No estaríamos aquí sin él. Se lo merece más que nadie. Una de las mejores personas que he conocido”, aseguró el pívot, MVP de la final, provocando las lágrimas de Chus Mateo. El técnico logró que secundarios como Mario Hezonja o Fabien Causeur tuviesen una gran actuación como pilares ofensivos en la gran final, además de minimizar la sangría de la ausencia de Poirer. Su pizarra funcionó en la jugada más importante de su corta carrera como entrenador principal del Real Madrid. La lucha por la ACB, el siguiente paso.

Sergio Llull acabó la final de la Euroliga con una valoración de cero. El jugador con peor estadística de todos los que disputaron al menos un minuto en el Real Madrid. Solo anotó una canasta en todo el partido, la segunda que intentaba. Pero esta era la más decisiva. Quedaban doce segundos de reloj, Olympiacos iba por delante en el marcador 68-67. Los griegos habían dominado casi la totalidad del encuentro, pero la chispa de Sergio Rodríguez había tocado los tambores de guerra madridistas en los últimos minutos, provocando una remontada cercana a consumarse. Todos los focos iban para el Chacho, que tenía todas las papeletas para jugarse la última acción. Incluso Georgios Bartzokas, técnico del conjunto helénico, había diseñado la defensa centrándose en el canario. Y ahí apareció Llull. Recibió la pelota en lo que parecía un corte para atraer miradas, mientras que Rodríguez se abría como amenaza exterior. Unos segundos de duda… y la pelota la seguía botando el base de Mahón. Bloqueo de Walter Tavares y cambio de pareja de baile, a Llull ahora le defendía Moustapha Fall. Primer amago, segundo amago, salto hacia atrás desde los tres metros, mecánica de tiro interrumpida para bombear lo máximo posible la bola y que no llegase el punteo de los dos metros y 18 centímetros del pívot francés. Chop. Canasta. Éxtasis. Historia. Llull lo había vuelto a hacer.

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