El valioso aprendizaje que saca Luka Doncic de su semana más difícil
El joven jugador esloveno fue protagonista del partido por el tercer puesto entre el Real Madrid y el CSKA de Moscú tras recibir una fuerte bronca de Pablo Laso
El Real Madrid de Pablo Laso es un equipo curtido en mil batallas. Sabe lo que es ganar, porque lo ha hecho casi sin parar durante las seis últimas temporadas, pero también lo que es perder. No se puede decir que no sabe lo que es sufrir, porque lo ha hecho. Y mucho. Dos veces perdió la final de la Euroliga y otra más, la de esta semana, cayó en semifinales. Son golpes duros que, bien digeridos, no solo no debilitan, sino que endurecen. Es una situación por la que han pasado todos los jugadores de la plantilla a lo largo de sus carreras, pero no Luka Doncic, que desde su irrupción en el primer equipo madridista aún no había vivido un revés tan importante.
El esloveno no olvidará su primera Final Four, y no solo por lo colectivo. Los dos partidos se encuentran entre los peores que ha hecho en toda la temporada en la Euroliga. El joven jugador de 18 años jugó mal tanto en la semifinal contra el Fenerbahçe como en el partido por el tercer puesto de este domingo contra el CSKA de Moscú. En este encuentro, que el Madrid perdió por un claro 70-94, además fue abroncado por Laso al comienzo del segundo cuarto, lo que le hizo soltar alguna lágrima.
No es la primera bronca que recibe de Laso. Hace año y medio, también en un partido contra el CSKA, el técnico madridista le recriminó su mala dirección en pista. "¡Una jugada! ¡La que quieras! ¡Una puta jugada!", le gritó en un tiempo muerto al esloveno, que por entonces aún tenía solo 16 años. Su reacción, meter tres triples seguidos, fue una pista más para considerar a aquel adolescente un jugador especial.
Una bronca prolongada
La de este domingo en Estambul fue diferente, entre otras cosas porque su importancia en el equipo ha cambiado. Su centelleante evolución le ha convertido en solo unos meses en uno de los jugadores más importantes de la plantilla. Su rendimiento durante toda la temporada, como en la Copa del Rey, donde fue de los mejores, así lo atestigua. Pero en la Final Four, ya fuera por nervios o por falta de experiencia, el esloveno no dio el nivel.
De la bronca llamó la atención lo prolongada que fue. Durante un par de minutos, Laso le gritó casi sin parar. Miraba unos segundos al partido y se giraba de nuevo para seguir recriminándole mientras Doncic escuchaba mirando al suelo. La reprimenda le dejó visiblemente emocionado, a punto de romper a llorar mientras Gustavo Ayón, sentado a su lado, intentaba animarle. El castigo no pasó de ahí, porque cuatro minutos después entró a pista y acabó jugando casi 22 minutos, en los que anotó 6 puntos, cogió 4 rebotes y dio 2 asistencias.
Cada vez que le preguntan por Doncic, Laso repite que lo trata como uno más, que siempre lo ha hecho. Le ha exigido lo mismo que a un veterano y le ha dado mayor responsabilidad de la que tiene la mayoría de los jugadores de su edad. Pero también se ha notado una especial atención por él durante los partidos. Lo demuestran las broncas y también algunos gestos cariñosos, como cuando lo consoló el mes pasado tras sustituirlo en la derrota en casa contra Darussafaka.
No se puede decir que esa manera de guiarlo haya sido un error: Doncic tiene un talento inmenso, pero el trabajo de Laso y el resto del cuerpo técnico ha sido (y es) clave en su crecimiento. Lo que convierte al esloveno en un jugador tan bueno no son sus condiciones técnicas o físicas, excelentes en ambos casos, sino su cabeza, que permite explotar las anteriores. Desde que debutó con el primer equipo, y desde que llegó al Madrid siendo un niño, porque hace un lustro que los focos le apuntan, ha mostrado una madurez inusual que le ha permitido controlar sus impulsos juveniles en un mundo de adultos.
"Te queda mucho por delante"
Pero no es fácil a veces contenerse, como demuestran las lágrimas tras la bronca de Laso o que le pidiera perdón a sus compañeros en el vestuario tras la derrota contra el Fenerbahçe. Él, el menos experimentado del equipo. Al día siguiente, con la cabeza fría, explicaba que había sacado una gran lección, cortesía del Chapu Nocioni, que de esto sabe un rato.
"Cuando se gana muchas veces no aprendes tanto, pero cuando pierdes un partido tan importante como la semifinal ante el Fenerbahçe aprendes mucho", dijo. "Yo he aprendido muchísimo de lo que pasó ayer y me va ayudar mucho en mi futuro. Nadie habló nada más acabar. Después se me acercó el Chapu, que es tan grande tanto fuera como dentro de la pista, y me intentó aconsejar: ‘Tienes 18 años y te queda mucho por delante’ me dijo". Esa es la única certeza con Doncic: solo acaba de empezar.
El Real Madrid de Pablo Laso es un equipo curtido en mil batallas. Sabe lo que es ganar, porque lo ha hecho casi sin parar durante las seis últimas temporadas, pero también lo que es perder. No se puede decir que no sabe lo que es sufrir, porque lo ha hecho. Y mucho. Dos veces perdió la final de la Euroliga y otra más, la de esta semana, cayó en semifinales. Son golpes duros que, bien digeridos, no solo no debilitan, sino que endurecen. Es una situación por la que han pasado todos los jugadores de la plantilla a lo largo de sus carreras, pero no Luka Doncic, que desde su irrupción en el primer equipo madridista aún no había vivido un revés tan importante.