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Unicaja culmina un torneo histórico y logra su segunda Copa tras vencer al Tenerife (83-80)
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Victoria malacitana

Unicaja culmina un torneo histórico y logra su segunda Copa tras vencer al Tenerife (83-80)

El excelente partido de Marcelinho Huertas y Gio Shermadini fueron insuficientes para que el club insular se llevase su primera competición copera. Unicaja logró una gesta increíble tras ejercer como matagigantes del trofeo

Foto: El jugador estadounidense de Unicaja, David Kravish, celebra el triunfo en la final de la Copa del Rey. (EFE/Alejandro García)
El jugador estadounidense de Unicaja, David Kravish, celebra el triunfo en la final de la Copa del Rey. (EFE/Alejandro García)

El templo que acogió la exhibición y coronación del mejor equipo de la historia de baloncesto, en ese esperanzador y feliz agosto de 1992, fue el escenario en que el matagigantes de esta edición, el Unicaja de Málaga, se proclamó campeón de Copa del Rey. Del Dream Team al coral cuadro malacitano. Tres décadas después, Badalona fue el plató del mejor baloncesto, el lugar ideal para certificar el renacer de un equipo al que se le había perdido la pista en los últimos años. Tras vencer a un combativo Lenovo Tenerife, los de Ibón Navarro levantaron su segunda Copa del Rey tras vencer con un igualado 83-80.

Nunca antes se habían enfrentado malacitanos y tinerfeños en una final de Copa del Rey. De hecho, el Lenovo jamás se había enfrentado a nadie en el partido decisivo, pues nunca antes había llegado tan lejos. Hasta en cuatro ocasiones había rozado con los dedos la victoria en semifinales, pero nunca había derribado ese muro. Y no será porque no hayan conocido el éxito en los últimos tiempos, como muestra su palmarés.

En Tenerife se han acostumbrado a ganar de todos los colores entorchados de carácter internacional. Prueba de ello es la reciente Copa Continental, cosechada hace tan solo unos días contra el Sao Paulo, en el pabellón Santiago Martín. La sensación es que faltaba ese título en casa, la culminación de que este club, construido con ladrillos sólidos y firmes desde la Liga LEB, puede empezar a comer en la mesa de los clásicos del baloncesto español, como lo han ido consiguiendo en los últimos lustros el Valencia Basket, el Baskonia o, cómo no, su rival, el Unicaja. Pero el título nacional tendrá que esperar. Sin duda, volverán a tener otra oportunidad muy pronto.

Una primera parte de total igualdad

No almacenaba buenos recuerdos la afición costasoleña de la última vez que ambos equipos se enfrentaron en el torneo. En 2019, bajo la denominación de Iberostar Tenerife, los insulares doblegaron en cuartos a los andaluces (88-78). Ese día, el citado Abromaitis hizo 18 de valoración, siendo uno de los más destacados para su equipo. Curiosamente, en el Unicaja de hace cuatro años, entrenado por Luis Casimiro, jugaban Jaime Fernández y Gio Shermadini, hoy aurinegros. El primero consiguió 13 puntos, mientras que el segundo se quedó en los ocho. Eran dos jugadores ya muy valiosos, pero aun en cocción. Cuatro años después son absolutamente determinantes para su club, y la prueba es la gran Copa del Rey que se han marcado los dos exjugadores del Unicaja.

Era difícil señalar un favorito antes del encuentro. En Liga Tenerife está un paso por delante, y ha eliminado al anfitrión, pero los malacitanos se habían cargado a las dos bestias pardas del basket nacional, con un trabajo coral tan encomiable como el de la Filarmónica de Viena en la mañana de Año Nuevo. La igualdad, en tal contexto, estaba garantizada. Empezó bien Unicaja, con el MVP de las semifinales, David Kravish, entonado. Sasu Salin y Jaime Fernández respondían en la otra canasta, y Shermadini no tardó en clavar la poltrona en la pintura, construirse un salón en ella y empezar a intimidar y anotar sin más dilación. En cualquier caso, el respeto entre ambos clubes era palpable, y los golpes se repartían. El primer cuarto acabó con un igualado 17-16 para los malagueños, con un triplazo de, quién si no, Tyler Kalinoski.

placeholder Andrés Feliz, defendido por Jaime Fernández. (EFE/Alejandro García)
Andrés Feliz, defendido por Jaime Fernández. (EFE/Alejandro García)

El segundo cuarto fue un buen intervalo para el Tenerife en cuanto al juego desplegado, pero no se acabó de cuajar la distancia gracias al arreón final de los de Ibón Navarro. Una de las grandes duplas del campeonato, la que forman el inmortal Marcelinho Huertas y el georgiano Shermadini empezó a martillear la retaguardia rival. La defensa canaria, además, fue mucho más efectiva, y al Unicaja le costaba un mundo tirar. Solo los nueves rebotes ofensivos cazados hacían que la distancia no se agrandase, y un par de buenas acciones de Kalinoski volvieron a igualar el partido. No obstante, un triple de Huertas desde Sao Paulo –el segundo que metía en el partido– mandó a los suyos con una exigua ventaja al vestuario: 39-37.

Una victoria que no se fraguó hasta el final

El partido se convirtió en un toma y daca constante tras el ecuador. Empezó Unicaja mandando, pero un gran parcial tinerfeño –sostenido, de nuevo, por la dupla mágica brasileño-georgiana– elevó a nueve la ventaja para los de Txus Vidorreta. Pero si algún ingenuo creía que el partido se iba a desnivelar aquí, Kalinoski y Carter lo mandaron a callar. De hecho, el de Mississippi empezaría a tomar la manija del encuentro, hasta llegar a los 17 puntos y 17 de valoración, lo que le valió ser nombrado MVP del torneo. El tercer parcial concluyó, como en el caso de los dos anteriores, con inequívoca igualdad: 60-60. La emoción era tremenda, y los diez minutos restantes serían trepidantes.

placeholder Sasu Salin defiende a Tyler Kalinoski durante la final de la Copa del Rey. (EFE/Alejandro García)
Sasu Salin defiende a Tyler Kalinoski durante la final de la Copa del Rey. (EFE/Alejandro García)

Fue aquí donde se empezó a decantar el partido, instante en que Unicaja dio un paso adelante que resultaría determinante. En muchos momentos del encuentro, sobre todo en la primera mitad, a los de Navarro les costaba horrores atacar en jugada estática, pero en el momento decisivo la creatividad crecía y la defensa tinerfeña parecía menos efectiva. De hecho, eran los sospechosos habituales, Shermadini y Huertas, los que sostenían a su equipo. Solo la pareja y el buen hacer de Jaime Fernández parecía sostener al Tenerife, pues sus restantes jugadores desaparecieron. 21 puntos llevaba el veterano base, de 39 años, a falta de cinco minutos para el final. Impresionante.

Solo restaban cuatro minutos, y el encuentro continuaba en los escasos intervalos en que se había movido de forma mayoritaria. Y fue justo en este momento cuando Unicaja dijo basta, con un triple de Jonathan Barreiro y otro de Dylan Osetkowski, que le permitieron irse ocho tantos arriba con tan solo 180 segundos por jugar. Por primera vez en el partido, no iba a haber remontada, y cosechar una mínima ventaja, con tan poco tiempo por jugar, resultaría vital. Lo intentó el cuadro de Vidorreta, pero no fue posible. Un triple en el último segundo de Fernández dejó el marcador final en 83-80. Es la segunda Copa del Rey del cuadro malacitano, tras la lograda en 2005 contra el Real Madrid. Aunque más allá del título, este torneo deja una gran lectura para la lectura: la confirmación de que han vuelto tras más de una década deambulando en el desierto. Los de Ibón Navarro son, de nuevo, un equipo grande.

El templo que acogió la exhibición y coronación del mejor equipo de la historia de baloncesto, en ese esperanzador y feliz agosto de 1992, fue el escenario en que el matagigantes de esta edición, el Unicaja de Málaga, se proclamó campeón de Copa del Rey. Del Dream Team al coral cuadro malacitano. Tres décadas después, Badalona fue el plató del mejor baloncesto, el lugar ideal para certificar el renacer de un equipo al que se le había perdido la pista en los últimos años. Tras vencer a un combativo Lenovo Tenerife, los de Ibón Navarro levantaron su segunda Copa del Rey tras vencer con un igualado 83-80.

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