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El Barcelona gana la Liga Endesa en el triste epílogo de un Real Madrid irreconocible
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Decimoctavo título de Liga (83-81)

El Barcelona gana la Liga Endesa en el triste epílogo de un Real Madrid irreconocible

Llegó a temblar el Barça ante el pundonor del rival pero un triple desde la esquina de Lampe a 21 segundos del final abrió las puertas al título (83-81)

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Llegó a temblar el Barcelona ante el pundonor del rival, pero un triple desde la esquina de Lampe a 21 segundos del final abrió de par en par las puertas el decimoctavo título de Liga ACB para los azulgranas (83-81) tras imponerse en el cuarto partido de la serie (3-1). Con el depósito en reserva y en medio de una debacle anunciada, llegó el Madrid al Palau. Era ganar o la muerte (deportiva, claro está) de un grupo que pasó de cien a cero en un trimestre negro. Lo intentó de todas las maneras, pero no pudo. Extraviados en una lucha arbitral sin fuste alguno, las grietas que han rasgado el vestuario repleto de egos quedaron al descubierto. Una familia que en la victoria era la envidia de toda Europa y que ahora, en medio del mazazo, se desintegra de forma innegociable y trata de salvar el pellejo de la forma más digna posible. Enfrente, un Barcelona crecido que ha sabido sobreponerse con maestría a la adversidad en el tramo final del curso.

Heroicidades al margen, en poco se parece este Madrid al equipo que cautivaba a media Europa con su eléctrico y vibrante frenesí. Dominaba el rebote y corría, aturdiendo y abriendo en canal a las defensas rivales. Un balance tan pulcro como engañoso: 68 victorias y 12 derrotas, 11 de las cuales llegaron en tres meses para olvidar. En el zurrón, una solitaria Copa del Rey ganada en el último segundo. Más allá de defensas agresivas, de orgías anotadoras desde más allá de la línea de tres, en una final marcada por la fatiga (80 partidos de los blancos por 79 de los azulgranas), una vez más la fortaleza mental se erigió como el elemento diferenciador que separó la delgada línea entre la gloria y el fracaso.

La altura de la cita quedó patente desde el arranque. A los tres minutos, la vehemencia del banquillo era castigada con una técnica que caldeaba el asfixiante ambiente propuesto por un Palau entregado a la causa. Los nervios a flor de piel hacían entrar en ebullición a los dos equipos. Lástima que fuera sin el balón en las manos, como había sido en los tres primeros envites de la serie. Una propuesta trabada de la que el Madrid también salía escaldado: Mirotic, con Nachbar como némesis, y Bourousis, mentón apretado y mirada asesina como forma de vida, regresaban al banco con dos faltas y la mirada fija sobre el parqué. Rudy, hiperactivo, sentía la responsabilidad sobre el cogote y asumía el reto, pero sus problemas físicos (dedo y tobillo) lastraban sus prestaciones de forma evidente. Entre reproches al trío arbitral, empujones, carantoñas llenas de sarcasmo y miradas retadoras, el Barcelona navegó imperturbable en su propósito. En estas, el Madrid seguía a rueda más por inercia que por juego (25-19, minuto 10).

Ambos contendientes jugaban al límite del contacto permitido por la ley (29 faltas personales en la primera mitad, 15 para el Barcelona y 14 para el Madrid). Los peritos trataban por todos los medios mantener el control de la situación pero sus esfuerzos eran en vano. Tras la advertencia previa que marcan los cánones, ahora la técnica era para el banco culé ante el enfado de Xavi Pascual con sus jugadores. En medio de la locura, Hierrezuelo, Pérez Pérez y García Ortiz acabaron por no saber con cuántos tiros libres se sanciona una técnica. Ruido y alboroto que deslucía el espectáculo entre dos de los mejores equipos de Europa. Piano, piano, el Barça mantenía prendida la mecha del acierto exterior de la mano de Abrines y Oleson. Aunque empezaron con un imponente 5/6 desde la línea de 6,75, los azulgranas reemplazaron la bacanal del tercer partido por una cordura que sólo permitía lanzar en posiciones óptimas.

El único punto negro eran los balones perdidos (8 al descanso), concesión a la tímida mejoría del Madrid en defensa. El lenguaje corporal de uno y otro eran la noche y el día. El Barcelona mordía y cargaba el rebote con tino y pillería. Si ves a Marcelinho agarrar un rebote ofensivo, ¿cómo no van a querer hacerlo el resto? Signos de la notable recuperación de un grupo que entregado una Copa del Rey en el último suspiro y ha caído humillado en una semifinal de Final Four (45-33, minuto 16). En la difícil tarea de contener los devastadores impulsos de Navarro, Sergio Rodríguez, desaparecido en combate, se retiraba con tres faltas y un mejunje de sensaciones indigesto en su cabeza. El canario no era la llave que abría la puerta del desenfreno. Con los planes iniciales hechos trizas sólo quedaba el orgullo y a él apeló un Madrid que aguantó la tormenta sin deshilacharse (47-42, minuto 20).

A la vuelta de la caseta, la temperatura se mantenía por las nubes. Pablo Laso, tragando saliva desde la debacle de Milán, saltaba como un resorte de su silla inmerso en una absurda lucha. “Es una puta vergüenza”, exclamaba con desatados alaridos mientras recibía una descalificante fraguada a pulso. Tanto él como sus ayudantes, Hugo López y J. Cuspinera, llevaban tiempo limando la paciencia de los colegiados. Querían que a Navarro le señalaran unos pasos que en su vida le pitaron. La imagen del técnico vitoriano abandonando el parqué del Palau en silla de ruedas, empujado por uno de los miembros del equipo era la metáfora de un Madrid alicaído y desquiciado, víctima de una espiral que le ha llevado a perder 11 partidos en los últimos tres meses (61-49, minuto 24).

A la deleznable estampa le siguió una conjura cohibida entre el quinteto blanco en pista. En el improvisado corrillo no figuraba un Mirotic que optaba por descargar su ira desde el banquillo tras ser sustituido. Los últimos tiempos muertos del Real Madrid rayaron lo grotesco. Sergio Rodríguez cuestionaba la decisión que Hugo López dibujaba sobre la pizarra. Antes, Felipe Reyes decidía apartarse del corro y sentarte en su silla con la mirada fija en un horizonte en azul y grana, otro signo de la indiscutible dictadura de las vanidades que ha regido el turbulento final de curso en el seno madridista (65-57, minuto 30).

‘Crash’. Mejri lloraba desconsoladamente tras notar un comportamiento extraño en su rodilla derecha que le obligaba a parar. Una piedra más en un camino escarpado y con una pendiente difícilmente abordable. Sin embargo, bajo el gobierno de lo impredecible y el poder de las emociones, todo podía suceder. Es ahí donde la épica encuentra terreno fértil para crecer. De la mano de Llull y el Chacho y con el Barça en bonus, el Madrid trató de enchufar el ritmo frenético que tantas alegrías le ha proporcionado durante gran parte de la temporada (73-72 minuto 37). El denostado Mirotic resurgió de sus cenizas para apretar los dientes y hacer olvidar todo lo demás. En ese escenario, en el todo o nada, el Barcelona sintió el pánico por primera vez en la serie. Las pérdidas se sucedían (19-6) y el Madrid tomaba dosis de un brebaje fabricado a base de casta.

Con empate a 76, hasta en cuatro ocasiones marró el tiro para ponerse por delante en un resurgir digno de mención. Luego vinieron los inoportunos de Navarro. Se entraba en el último minuto con la esperanza viva y el deseo deforzar un quinto partido al albor del blanco reluciente del Palacio. Llull arrampló con todo, pero Lampe arrebató el caramelo de la boca al menorquín con una ampulosa barrida. Con todos los ojos sobre Navarro, el capitán azulgrana optó por confiar en el hierático Maciej Lampe. Un triple desde la esquina que perforó la red como una puñalada. Los primeros puntos del gélido polaco en el partido. 21 segundos en el electrónico, tiempo muerto y saque en campo contrario. Tras el eterno minuto, el Chacho se apoyó en Bourousis, pero su triple no entró. Carrusel de tiros libres, triple de Darden mediante para prolongar la agonía, y adiós. Triste epílogo paraun curso destinado a cotas mayores.

- Ficha técnica:

83. Barcelona (25+22+18+18): Huertas (9), Navarro (14), Papanikolaou (3), Nachbar (10), Tomic (22) -cinco inicial-, Dorsey (2), Sada (2), Abrines (8), Oleson (10) y Lampe (3).

81. Real Madrid (19+23+15+24): Llull (8), Rudy Fernández (13), Darden (6), Bourousis (12), Mirotic (11) -equipo inicial-, Reyes (11), Dani Díez (-), Sergio Rodríguez (5), Carroll (5), Slaughter (-) y Mejri (10).

Árbitros: Daniel Hierrezuelo, Miguel Ángel Pérez Pérez y José Ramón García Ortiz. Elimiados con cinco personales: Dorsey, Nachbar, Rudy y Mirotic.

Incidencias: cuarto y último partido de la final de la Liga disputado en el Palau Blaugrana ante 7.537 espectadores. Juan Carlos Navarro, capitán azulgrana, recibió al final del partido la copa de campeón de Liga.

Llegó a temblar el Barcelona ante el pundonor del rival, pero un triple desde la esquina de Lampe a 21 segundos del final abrió de par en par las puertas el decimoctavo título de Liga ACB para los azulgranas (83-81) tras imponerse en el cuarto partido de la serie (3-1). Con el depósito en reserva y en medio de una debacle anunciada, llegó el Madrid al Palau. Era ganar o la muerte (deportiva, claro está) de un grupo que pasó de cien a cero en un trimestre negro. Lo intentó de todas las maneras, pero no pudo. Extraviados en una lucha arbitral sin fuste alguno, las grietas que han rasgado el vestuario repleto de egos quedaron al descubierto. Una familia que en la victoria era la envidia de toda Europa y que ahora, en medio del mazazo, se desintegra de forma innegociable y trata de salvar el pellejo de la forma más digna posible. Enfrente, un Barcelona crecido que ha sabido sobreponerse con maestría a la adversidad en el tramo final del curso.

Pablo Laso
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