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El Barça acaricia el título con un bombardeo de triples fulminante que mató al Madrid
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victoria en el palau (94-79) y 2-1 en la serie

El Barça acaricia el título con un bombardeo de triples fulminante que mató al Madrid

Triunfo sin paleativos de los azulgrana en el Palau. Los 16 triples en 28 intentos desarmaron por completo a un Real Madrid contra las cuerdas (94-79)

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Y uno, y dos, y tres… y así hasta 16 triples en 28 intentos, record en una final y a cuatro del registro histórico enACB, para dar forma a un triunfo incontestable en el tercer partido de la final (94-79). Los pupilos de Xavi Pascual exterminaron sin contemplaciones a un Real Madrid inoperante, enfrascado en una lucha contra sí mismo de la que volvió a salir derrotado. Porque a pesar de la inspiración de un Barcelona avasallador desde la línea de tres, los blancos, noqueados ante tal sangría, se quedaron helados, sin capacidad de reacción. Una nueva pájara que llega en el peor momento posible para un grupo que vive al límite de sus fuerzas. ¿Guardarán una bala en la recámara? El jueves, en el mismo escenarioy a la misma hora, aguarda un combate que puede valer un título (2-1).

Por las nubes empezó la confianza de un Barcelona enchufado, dispuesto a hacer valer la primera victoria en el Palacio del pasado jueves y a recordar el triunfo liguero hace poco más de un mes . Nachbar volvió a su ser tras su gris segundo envite. El esloveno, veterano de guerra curtido en mil batallas, presentó sus credenciales desde el inicio. Si metes el primero, hay que tirar el segundo y así hasta que el cuerpo aguante. Las zonas de producción de ambos equipos quedaron delimitadas de manera taxativa desde el principio. El bombardeo desde el 6,75 de los azulgrana era estremecedor (arrancaron con un colosal 10/14) Navarro, que sigue pulverizando registros con la camiseta culé, acompañó a su compañero en un delicioso aperitivo de lo que estaba por venir.

Llull irrumpía en tromba con explosivas penetraciones que sabían a poco. En medio de la vorágine, Mirotic, el gran esperado, enfilaba el camino al banquillo abatido tras errar dos triples cargados de ansiedad. En el ojo del huracán, la presión le agarrota. La desoladora escena precipitó la salida de la segunda unidad a modo de antídoto. Aunque Laso se afanó en pedir calma desde su silla en el banco, una nube negra ensombrecía el panorama en el Palau (31-20, minuto 10).

Los triples del Barça se convirtieron en una pesadilla hasta para los árbtiros. El chorreo era incesante y te elevaba a una posición de prepotencia evitable por completo. Tras encadenar su tercer triple, el de Alaska convirtió en técnica una mera advertencia por abrir las piernas en el tiro. La receta del Madrid fue poner sobre la pista al Chacho, su alma más libertaria. Ese hombre que entiende el baloncesto como diversión. El mismo que reía junto a sus amigos en los 'playgrounds' de La Laguna. Porque para Sergio Rodríguez el Palau siempre será el origen de todo. Aquel lugar donde Pepu Hernández le brindó su debut ACB en el quinto partido de la final de 2004 entre Estudiantes y Barcelona.

Junto a Llull y Carroll, el director de orquesta espoleó a los suyos a una reacción obligada, condición necesaria (que no suficiente) para un hipotético triunfo. A seis y con posesión se colocó el Madrid (42-36). Todo bajo la confusión que generó el ritmo endiablado propuesto por la insolencia del canario. Pero de nuevo el martillo pilón azulgrana reaparecía en escena. Lampe, tipo hierático con cara de primo lejano que pasaba por allí, le dijo a Pascual que su talento está fuera de toda discusión. Con Rudy en su versión más rancia (allende molestias físicas), Mirotic confirmando su retiro espirtual destino ninguna parte y la ‘revolución Mejri’ diluida por las urgencias de Laso, la primera parte que acabó con la impactante estampa de un Bourousis aburguesado en el papel de errático francotirador. Una impostura que daña a la vista (52-40, minuto 20).

A la vuelta de la caseta la vida siguió igual. De tres en tres la vida se ve mejor y el Barça (17 tiros de dos por 16 de tres) lo puso de manifiesto sin pestañear. Kostas Papanikolaou, otro actor secundario del que se esperan grandes cosas, despertó su particular letargo para seguir alimentando las energías de un Barça incombustible (60-45, minuto 24). Por su parte, el Navarro de las grandes citas seguía deleitando a sus allegados presentes en Palau para celebrar el día de San Juan. Cuando hizo su tercera personal, Oleson, aquel tirador ‘bajito’ considerado pura mercancía por el Madrid en su día, volvió a hacer la cobertura a su primer espada y respondió a la llamada con brillo.

Entonces llegó una broma de mal gusto para la parroquia madridista. La respuesta de Laso ante tal vendaval fue cuanto menos desconcertante. El técnico vitoriano siguió exprimiendo a un quinteto desquiciado, víctima del severo correctivo azulgrana. Una vez más despertó tarde. Todo lo que hacía el Madrid era remar sin sentido y, lo que es peor, sin una fe a la que encomendarse para voltear una situación tan extrema. Esta vez la cosa no iba de dominar el rebote o gestionar las pérdidas de balón. Se trataba de aguantar el chaparrón incontrolable de un equipo en trance con la mayor dignidad posible (80-63, minuto 30). Y todavía quedaban 10 minutos antes de enfilar una ducha donde ahogar las penas y frustraciones.

Laso tragaba saliva. No quedaba más opción. El encuentro estaba visto para sentencia. Había que preparar el terreno de cara a una noche tensa, con muchos mentones que aupar y muchos reproches que controlar. Más que la física, la recuperación deberá ser mental. Hasta la estadística de tiros libres (12/19del Barça por el 21/25), fidedigno termómetro para los amantes de la polémica, tampoco era un clavo al que agarrarse. Sin nada que rascar, Slaughter embistió a Nachbar para recriminarle una falta a destiempo.No era momento de sangrar de forma externa, la hemorragia interna lo impedía.

El ánimo de los madridistas estaba destrozado. No había nervio ni brío para acometer la labor de maquillaje que rezan los cánones ante situaciones irreversibles. 22 abajo, sólo la relajación rival permitió un tímido acercamiento con el que no hondar más en la tragedia. A beneficio de inventario, el Palau, la alicaída cancha que vivió en la desdicha durante gran parte del curso, lució resplandeciente. No era para menos ante semejante hostigamiento.

Ficha técnica:

94 - FC Barcelona (31+21+28+14): Marcelinho (12), Navarro (19), Papanikolau (12), Nachbar (14) y Tomic (6) -cinco inicial-, Dorsey (4), Sada (2), Abrines (-), Oleson (15), Lorbek (2) y Lampe (8)

79 - Real Madrid (20+20+23+16): Llull (15), Rudy Fernández (7), Darden (-), Mirotic (11), Bourousis (13) -cinco inicial-, Sergio Rodríguez (9), Carroll (13), Reyes (2), Mejri (4), Slaughter (5) y Díez (-).

Árbitros: Arteaga, Pérez Pizarro y Bultó. Sin eliminados.

Incidencias: Tercer encuentro de la final de la Liga Endesa 2013-2014 disputado en el Palau Blaugrana de Barcelona ante 7.328 espectadores, récord de esta temporada.Antes del inicio del encuentro, el escolta azulgrana Juan Carlos Navarro recibió un cuadro conmemorativo por sus 131 partidos de 'play-off' disputados, récord absoluto de la liga.Tras anotar su séptimo punto en el encuentro de hoy se ha convertido en el máximo encestador de la historia del equipo en las fases finales con 1.718 puntos, superando los 1.716 de Juan Antonio San Epifanio.

Y uno, y dos, y tres… y así hasta 16 triples en 28 intentos, record en una final y a cuatro del registro histórico enACB, para dar forma a un triunfo incontestable en el tercer partido de la final (94-79). Los pupilos de Xavi Pascual exterminaron sin contemplaciones a un Real Madrid inoperante, enfrascado en una lucha contra sí mismo de la que volvió a salir derrotado. Porque a pesar de la inspiración de un Barcelona avasallador desde la línea de tres, los blancos, noqueados ante tal sangría, se quedaron helados, sin capacidad de reacción. Una nueva pájara que llega en el peor momento posible para un grupo que vive al límite de sus fuerzas. ¿Guardarán una bala en la recámara? El jueves, en el mismo escenarioy a la misma hora, aguarda un combate que puede valer un título (2-1).

Sergio Rodríguez