Adiós a Rafa Rullán, el primer pívot moderno que fue leyenda del Real Madrid... y de la Navidad
Se quedan cortas las palabras para describir la aportación vital de Rafael Rullán, una estrella que permanecerá para siempre en el firmamento del baloncesto
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Tenía que suceder. Lo esperaban sus amigos y lo sabía todo aquel que más o menos andaba al tanto de su estado de salud. Hoy es elogiado tras su triste y mal esperado fallecimiento, lo mismo que fue elogiado siempre, porque esta vez, es una de esas ocasiones en las que alguien puede haber transitado por la vida con la satisfacción de haber sido admirado y reconocido por sus acciones. Es bien probable que don Rafael no persiguiera ninguno de esos logros al ser la extraordinaria persona que fue. Pero percibir el respeto y el agradecimiento también engrandece, sobre todo cuando es merecido.
En fin, don Rafael Rullán Ribera ha transitado a mejor vida y hoy recibe los elogios, los recuerdos, las anécdotas y también la extraordinaria valoración de sus méritos personales y deportivos.
No es uno nadie para siquiera ponderar su nombre, pero ya peinando muchas canas, se recuerdan sus relevantes participaciones en ese Real Madrid de los 70 y también de los 80. Cuando era el tipo más espigado del equipo, con permiso de Romay después, aunque el gallego era tremendamente más torpe. Porque Rafa Rullán, con su extraordinaria ligereza de peso y sublime coordinación, se movía con una elegancia impropia de aquellos tiempos, doscientos siete centímetros de delgadez y de clase.
Pasado el tiempo empezaron a llegar moles americanas de ciento veinte kilos o más, así que el juego en la pintura se fue complicando, más incluso que en la época del gran y mítico Dino Meneghin, al que enfrentaba con soltura y del que ganó abiertamente su respeto. De modo que fue abriendo su posición, poco a poco, asido a su enorme clase, esos lanzamientos laterales a una mano, inalcanzables para sus defensores.
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Siguió alejándose del aro según marcaba años en el calendario. Su precisa y preciosa técnica de tiro daba para más y el advenimiento de la línea de tres puntos le confirió un valor extra, anotando porcentajes que hoy serían considerados entre los más brillantes del continente. Sobra dar las cifras.
Debe uno decir que, siendo bien pequeño, las vacaciones de Navidad y el correspondiente asueto nos hacían permanecer inmóviles ante esas pequeñas televisiones en blanco y negro, con los fríos segovianos que no aconsejaban otras alternativas en esos meses invernales. Terminaban los Payasos de laTtele y al poco aparecía el cartel de 'Baloncesto'.
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Era el Torneo de Navidad, que nos inoculó el amor por este deporte, ante equipos extraordinarios de todas las partes del mundo. Específicamente las selecciones nacionales de Brasil, de Yugoslavia, de la Unión Soviética, de Australia o de Nueva Zelanda o de tantos equipos importantes que no cabe aquí enumerar, pues ese grandioso Torneo nos mostró también el espíritu del más icónico Real Madrid de la Historia, donde Rafa Rullán era estrella indiscutible.
Su palmarés es inigualable. Tres Copas de Europa, catorce Ligas, nueve Copas, una Recopa (eran caras en aquellos tiempos)… No se pierdan ustedes (están en internet) esas Copas de Europa de 1978 y 1980, donde lo mismo enfrentó al Varese de Dino Meneghin como a Maccabi, los entonces dominadores de la mano de Miki Bertowitz y sus colegas, siendo estrella en ambos duelos.
Es por eso y por mucho más que ha muerto un buen pedazo de la memoria de esa generación de aficionados al baloncesto.
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Permaneció muchos años en el club, hasta dieciocho como jugador, el récord imbatible que, de nuevo, superó su paisano menorquín, Sergio Llull. Siguió vinculado después. Durante los noventa como delegado, después responsable de escuelas de baloncesto o vinculado al equipo de veteranos. Siempre presente en el club, valorado y respetado como la personalidad histórica e irrepetible que en realidad fue.
Menos mal. Hasta siempre y gracias, señor.
Tenía que suceder. Lo esperaban sus amigos y lo sabía todo aquel que más o menos andaba al tanto de su estado de salud. Hoy es elogiado tras su triste y mal esperado fallecimiento, lo mismo que fue elogiado siempre, porque esta vez, es una de esas ocasiones en las que alguien puede haber transitado por la vida con la satisfacción de haber sido admirado y reconocido por sus acciones. Es bien probable que don Rafael no persiguiera ninguno de esos logros al ser la extraordinaria persona que fue. Pero percibir el respeto y el agradecimiento también engrandece, sobre todo cuando es merecido.