Antes de Antonio Díaz-Miguel, todo era campo: tras los pasos del padre del baloncesto español
El seleccionador manchego, el más longevo de cualquier disciplina nacional tras 27 años en el cargo, no solo llevó a España a los éxitos deportivos, también asumió la difícil tarea de dotar de una estructura a la Federación
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Hubo un tiempo en que todo en España era campo, en sentido literal y figurado. Hubo una época en la que el deporte nacional estaba a una distancia sideral de las grandes potencias. Para reducir esa diferencia, emergieron grandes revolucionarios, personas que no se conformaran con la inferioridad manifiesta. Tipos que soñaron con alcanzar cotas elevadas y lo lograron. Uno de ellos fue Antonio Díaz-Miguel, seleccionador español de baloncesto entre 1965 y 1992, de cuyo fallecimiento se cumplieron 25 años recientemente.
Díaz-Miguel fue mucho más que un entrenador, fue un arquitecto. La paternidad del baloncesto nacional hay que atribuírsela a él porque diseñó la estructura de la Federación. Un técnico cuya importancia es igual o incluso superior a la de Sergio Scariolo, títulos al margen. España apenas contaba con éxitos internacionales en deporte hasta que él y sus chicos se convirtieron en los responsables del insomnio de parte del país, incapaz de dormir durante las madrugadas del verano de 1984 para ver los Juegos Olímpicos y la plata que lograron.
Reducir a 15 días sus 27 años al frente de la Selección es injusto. Díaz-Miguel llegó al cargo por pura coincidencia con el azar, de manera transitoria y temporal. Su estancia tenía fecha de caducidad: dos años. En 1967, se esperaba la incorporación del prestigio Ed Jucker. Pero su aterrizaje nunca se produjo. Y la Federación y el técnico manchego llegaron incluso a las bodas de plata.
Lolo Sainz fue uno de los primeros jugadores que Díaz-Miguel citó y su sucesor en el cargo. "Me convocó y me dijo que me fuera ya para casa, que no valía. Él vio que venía una nueva camada y apenas fui citado porque, además, me retiré pronto", asegura en conversación con El Confidencial.
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Una revolución por hacer
Juan Lagarto de la Cruz, pupilo y a posteriori ayudante del técnico, tampoco ha olvidado la primera vez que fue seleccionado. Lo recuerda en este periódico: "Me llamó para el Europeo de Bélgica de 1977 y me dijo que contaba conmigo para el grupo. No fue un debut muy exitoso, porque nos eliminaron en la primera ronda. Aquel era un equipo veterano y Antonio ya tenía preparada la renovación".
Los inicios, como casi todos, fueron complicados. Los resultados tardaron en llegar, pero ya se habían plantado las semillas. Díaz-Miguel no era el Ché Guevara, pero lideraba la revolución del baloncesto español. Y sus métodos eran poco ortodoxos para la época. En lugar de mirarse en el espejo de Yugoslavia o de la Unión Soviética, lo hacía en el de Estados Unidos. Por eso pasaba dos meses al año en América, dada su amistad con técnicos como Dean Smith y Bobby Knight, que fue tajante: "Fue el mejor entrenador no estadounidense de su tiempo".
Díaz-Miguel jamás mostró inconveniente para cambiar las piezas, como hizo tras el Europeo de Bélgica. Lo cuenta Lagarto: "Hizo modificaciones y nos adaptó a su forma de jugar. Vinieron años muy buenos, porque en los Juegos Olímpicos de Moscú fuimos cuartos. Fue muy positivo, ten en cuenta que nos jugamos el bronce con la Unión Soviética".
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Las innovaciones procedentes de América
Pere Sust conoció a Díaz-Miguel en 1981, pero su relación no se afianzó hasta 1984, justo después de lograr la plata, cuando el catalán accedió a la presidencia de la Federación. Aunque conversaron sobre numerosas cuestiones, las visitas a Estados Unidos nunca estuvieron en peligro. "Desde el principio estuvimos de acuerdo en mantener esos viajes. Iba a universidades y franquicias porque tenía contactos con muchísimos entrenadores. La prueba es que esos técnicos fueron seleccionadores americanos a posteriori y se organizaban partidos contra la Selección por su amistad con Antonio", señala Sust a El Confidencial.
Habla Lagarto: "Fue innovador en muchas cosas porque los entrenamientos los hacía al estilo americano. Eran la cuna del baloncesto y tomó una gran decisión, porque los rusos tenían un juego más opaco. Algunos entrenamientos servían, pero otros eran difíciles adaptarlos a nuestro físico. Lo mejor que hizo fue confiar en un bloque durante diez años. Te hablo de mi generación".
La didáctica acerca del baloncesto americano no se redujo en exclusiva a sus jugadores. Díaz-Miguel charlaba sobre el asunto con los entrenadores nacionales e incluso le ofreció esos conocimientos a los espectadores. Fue comentarista técnico en TVE y hablaba de la manera de hacer las cosas en Estados Unidos.
25 años sin Antonio Díaz Miguel
— EFE LaFototeca (@EFELafototeca) February 21, 2025
Referente del baloncesto en España, también lo fue a nivel mundial: ha sido el entrenador que ha participado en más ediciones del torneo olímpico masculino y el primer español en ingresar en el Hall of Fame de Springfield (USA). #EFEfototeca pic.twitter.com/9MYG2WuWvo
Las peticiones a los hoteles
La obsesión de Díaz-Miguel iba más allá del baloncesto americano. El vídeo siempre fue uno de sus grandes aliados, en ese interés por tenerlo todo bajo control. "Apostó muchísimo por los medios audiovisuales. Siempre que íbamos a los hoteles, les preguntábamos si tenían VHS para analizar a los rivales. Hacíamos el esfuerzo de pagar un poco más para ir a los que lo tuvieran. Las grabaciones las conseguíamos a través de las televisiones extranjeras o nos desplazábamos para grabar", explica Sust.
Los 80 supusieron el boom del baloncesto español. Por mucho que se achaque a la plata de Los Ángeles, en realidad todo empezó con el Mundial de Colombia de 1982, en el que España fue cuarta y venció a Estados Unidos (99-109). "Allí no cambiamos mucho nuestra manera de jugar, más bien hubo jugadores que tuvieron un crecimiento natural como Andrés Jiménez o Fernando Martín. Les ganamos a Francia, Holanda y la Unión Soviética. Y nos empezaron a tener en cuenta", asegura Lagarto.
Sust, sin embargo, achaca el auge del baloncesto a dos factores. "Uno de ellos es la plata de los Ángeles. El segundo, que el Consejo Superior de Deportes tuvo diferencias con la RFEF y apoyaron al baloncesto. No tanto en términos económicos, más bien en el plano mediático".
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La primera plata
El crecimiento exponencial se mantuvo, porque un año más tarde, en 1983, España logró la plata en el Eurobasket de Francia, a pesar de ser una Federación precaria. Sigue Sust: "Parecía del siglo XIX, todo estaba a mano, había poca informatización… Tuvimos que contratar a gente nueva, con conocimientos administrativos, porque necesitábamos modernizarnos".
El éxito del 83 fue muy importante y necesario tras acumular buenas actuaciones, refrendadas por una plata. Luego llegaría la más relevante, la de Los Ángeles. Los jugadores desconocieron el impacto que habían generado en España hasta que les llegaron los telegramas de actores, deportistas y políticas.
Los triunfos llegaron, en parte, por su metodología innovadora. Lo relata Lagarto: "Hacía un trabajo específico con los pívots y eso nos ayudó mucho, también las defensas que hacíamos. Nos hizo crecer. Había cosas que nos costaba, como el 1-3-1, porque no estábamos acostumbrados".
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La previa a Barcelona 92
"La plata de Los Ángeles no lo cambió en absoluto, seguía igual que siempre. La Selección mantuvo sus concentraciones habituales en Castelldefels. Él estaba creciendo como entrenador y tenía más exigencias, pero yo las entendía. No tuvimos problemas porque era una excelente persona, mejor estratega que director de partidos. Teníamos una relación familiar y sus jugadores lo apreciaban muchísimo", asegura Sust.
Lagarto abandonó la Selección en el 86 y no tenía pretensión alguna de regresar… hasta que le llegó una propuesta de Díaz-Miguel. "Recuerdo que él nos llamaba equipo nacional, no Selección. Para el Mundial de Argentina de 1990, me propuso integrar su cuerpo técnico y fue una experiencia inolvidable. Fui un intermediario entre los jugadores y él. Nos fue bien en el 91 y muy mal en el 92".
España logró el bronce en el Eurobasket de 1991, pero la decepción mayúscula llegó en 1992, en los Juegos Olímpicos de Barcelona. La derrota ante Angola (63-83), calificada como Angolazo, dejó a la Selección fuera de la cita olímpica. El fracaso vino acompañado de una sonora pitada del Pabellón Olímpico de Badalona y supuso el epílogo de Díaz-Miguel como seleccionador.
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La derrota ante Angola
El tiempo en el cargo fue un motivo de debate en la directiva de Pere Sust, como él mismo explica. "Es un tema que nos planteamos, porque hubo alguna situación complicada previa a Barcelona 92. No te hablo de lo ocurrido en Argentina en 1990, allí tuvimos mala suerte. Fue una época de transición y, además, habíamos perdido a Fernando Martín. El bronce del 91 fue un buen augurio para los Juegos Olímpicos, pero salió mal".
"Fue una impotencia para el staff no poder hacer nada. Para Antonio fue un palo, porque la Selección era su vida. Él se alimentaba espiritualmente del equipo. Estuvo 27 años en el cargo, porque tuvo éxito. Dijeron que tendría que haberlo dejado tras Argentina, pero luego ganó una medalla. Algunos jugadores le fallaron en la etapa final, no dieron un paso adelante", señala Lagarto.
Hubo un hecho clave para el final de Antonio Díaz-Miguel. Una huelga de jugadores que Sust no pudo evitar. "Ocurrió en el 91 por un tema económico. Yo alcancé dos acuerdos distintos con ellos, uno relativo a la clasificación a los Juegos Olímpicos y otro para la cita olímpica en sí. Pero tuve problemas con el CSD porque dijeron que era demasiado dinero y nos pararon la subvención de la que dependíamos para pagarles. Aquello fue la causa de la huelga, decisiva para el fiasco del 92 y el final de Antonio".
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27 años sin roces
"Parte de la prensa que tanto lo había halagado luego lo apuñalaron con malas formas", asegura Lagarto. La despedida de Díaz-Miguel fue dura porque la Selección era su vida. El Angolazo fue suficiente para que Ernesto Segura de Luna, predecesor y sucesor de Pere Sust, lo destituyera.
Los años, sin embargo, no se había convertido en una losa para él. Habla Sust: "No hacíamos un baloncesto anticuado, porque Antonio tenía un espíritu de renovación constante. Lo digo muy alto: estaba muy contento con él y nunca tuve dudas a la hora de renovarlo. Me dijo que se planteaba dejarlo después de Barcelona, pero era complicado porque vivía de esto. Y porque la Selección era su vida".
Segura de Luna apostó por Lolo Sainz, célebre por sus éxitos en el Madrid, para reemplazar a Díaz-Miguel. "Fue el primero que me llamó. Me dijo que estaba encantado de que fuera su sucesor y de que iba a hacerlo bien. Él tuvo una buena camada y a mí me tocó hacer una renovación. Me encontré con buenos jugadores, pero no del nivelazo de Epi, Corbalán…", señala Sainz.
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La precariedad de los 80 había desaparecido cuando se produjo el aterrizaje de Sainz. "Era una Federación bastante moderna, porque él se movía muy bien. Antonio le había dado un empuje muy grande".
Los más jóvenes son inmunes a su carisma y a su legado. Y da lástima, por la figura que se perdieron. "Ha pasado mucho tiempo desde que nos dejó, pero su figura sigue reconocida a nivel nacional e internacional. Igual por parte de la prensa no, pero los jugadores lo valoramos", asegura Lagarto. 25 años después de su deceso, todavía se recuerdan sus hazañas. Porque llevar a España a la élite del baloncesto fue algo más que una simple epopeya.
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