El regreso al 'modo ofuscación': el Madrid de Chus Mateo alarga su mala racha en Europa
No pueden los blancos luchar contra el ambiente, la furibunda defensa local, un arbitraje demoledor y las angustiosas limitaciones de su propio juego en la Euroliga
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Han sido necesarios dos visionados, darle a la moviola y meditar un rato para describir lo sucedido en el Gaston Medecin de Mónaco, pequeña olla a presión donde 5.000 bulliciosos seguidores pusieron también de su parte para contemplar una dolorosa derrota del Real Madrid. Era un partido que se podía (y se necesitaba, y se preveía) ganar, tanto más ante el duro calendario que se avecina.
La crónica del partido se reduce a una impotencia soberbia de los blancos sobre el parquet monegasco, salvo dos periodos concretos de dominio, los cinco minutos exultantes que precedieron al descanso y la habitual remontada final, de nuevo fallida en este caso. El resto del encuentro fue un ejercicio de querer y no poder afrontar la oposición ejercida por sus propias limitaciones ante el juego rival y la pelea emocional contra el trío de naranja.
La única esperanza que cabía esperar residía más en el escaso nivel ofrecido ayer por el ataque del Mónaco, que en los recursos propios. De acuerdo, podrá aceptarse que la defensa madridista se empleó lo suficiente para reducir el rendimiento de sus contrincantes, con una especial vigilancia sobre Mike James, la estrella local, especialmente teniendo en cuenta que contaba con la ausencia de dos de los más habituales en minutos y anotación: Elie Okobo y Jordan Loyd. Aunque este equipo, con una excelente prestación este año, cuenta con una plantilla amplia y coral.
Así es que en ausencia de James (3/15 en tiros de campo) fueron otros los que tomaron el relevo, con el escaso acierto antes mencionado y que motivó el hecho de que hasta el último momento hubiese opciones de victoria. Debe concederse, por tanto, el cierto valor que merece la entrega madridista en tareas defensivas, pero sin exagerar, por aquello de la desactivación de James y con el debe del destrozo producido por Calathes que dio y repartió juego a mansalva sin antídoto merengue a la vista.
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La gestión de la plantilla y el ineficaz juego colectivo
Analizando el juego del Real Madrid, son unas cuantas las cuestiones mayores a considerar. La primera fue hacer debutar al nuevo fichaje Bruno Fernando justamente en un partido de la importancia del de ayer, fuera de casa y en un escenario semejante. Su falta de conexión con los compañeros fue evidente, blando de manos y en la lucha por el rebote… cada estancia suya en cancha se correspondió con agujeros negros en el rendimiento blanco, en defensa y en ataque. Y no estuvo solo en esa tarea el angoleño, porque alguno de los referentes del equipo tuvo también un día negado: Facu Campazzo (2/10 en tiros de campo) y Dzanan Musa (1/8 en tiros de campo), acompañaron su pobre rendimiento en ataque con un evidente desacierto defensivo, por no mencionar su frustración emocional.
En todo caso, la incorporación de Fernando al roster provocó el efecto dominó de dejar fuera de la convocatoria a Ibaka y reducir a cero los minutos de Garuba. Se echó mucho de menos a ambos y este error es solamente reprochable a Chus Mateo.
Tampoco queda nadie librado de crítica, sea el coach o los jugadores, por su incapacidad manifiesta de conducir el balón a una distancia aceptable del aro rival, en un tiempo razonable. No supo el Madrid sortear la defensa alta presionante planteada por Spanoulis, técnico local. Las evidentes dificultades provocaron una reducción intolerable del tiempo de juego en ataque, cuando no se cometieron numerosas pérdidas por robos o campo atrás. Nadie fue capaz de resolver esa cuestión, que uno considera la causa principal del desastre anoche. 19 pérdidas de todos los tipos que muestra el amplio catálogo de este deporte.
En esas condiciones, es inevitable la posterior precipitación, malas selecciones de tiro, falta de apoyo al rebote ofensivo y en definitiva, un rendimiento final muy por debajo de lo exigible. Claro que es necesario valorar la entrega de los monegascos en fase defensiva, pero debe esperarse del Madrid una calidad suficiente para afrontarla con cierto éxito.
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El método Hezonja
Por lo demás, las cifras colectivas, además de las pérdidas, ofrecieron algunos llamativos contrastes, como que entre Hugo González y Andrés Feliz aportaran diez rebotes por solamente siete de Walter Tavares y Bruno Fernando en los mismos minutos, o que Sergio Llull y el mencionado Feliz tuviesen que aportar la anotación que se esperaba en otros, todo ello más allá de Mario Hezonja, claro está.
Porque no todo fue desesperación e ineficacia en el Real. De nuevo apareció el faro, el genio de Dubrovnik, que vino a aparecer de nuevo sobre el parquet del Principado. La exhibición que dio fue tan extraordinaria que el tormentoso final de su participación inundó de pena los corazones de cualquier ser vivo que ame el baloncesto.
Cuando decidió tomar las riendas del partido, Super Mario demostró estar en ese nivel superior en el que reside su extraordinario talento y su carácter ganador. No solamente estuvo, una vez más, prodigioso en el tiro lejano, sino que aparecía como un jabato en el rebote propio, con ocho capturas y corriendo como un búfalo hacia arriba y hacia abajo. Maravilló de nuevo al planeta Tierra con un alley-hoop imposible, de espaldas al aro y sin referencia de su posición. Un prodigio que ya había ofrecido recientemente.
Después decidió el croata dejar de tomar las riendas de ese mismo partido, o quizá tomarlas definitivamente. Porque ese fue el final probable del encuentro, además de liquidar de paso la ilusión de los corazones madridistas. Sin Mario no quedaba ya mucho que ver. La cosa fue más o menos así: Spanoulis avisó a los árbitros de sangre en los brazos de Hezonja y aquellos, solícitos, le hicieron una revisión que ya quisieran muchos cuando van al traumatólogo. Y le mandaron al banquillo, ornamentado todo ello con una tormenta de protestas de Super Mario, que por supuesto fue premiado con una técnica que tuvo el efecto contrario al deseado: la tormenta se convirtió en terremoto, en tsunami, en cólera de los dioses, un desastre castigado con la segunda técnica y descalificación de la única esperanza blanca. Al fin y al cabo, fue un error manifiesto de Mario Hezonja, que debe aprender a controlar la ira, por más injusta que sea la situación, porque así es la cosa, que diría Jon Fosse. Y eso que da un poco de timidez criticar siquiera algo sobre este extraordinario jugador. Porque teniendo (sus) razones para ello, en ningún caso debió hacer uso de esa táctica.
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La nueva polémica arbitral
Lo que lleva a analizar la actuación arbitral de anoche. Y eso es algo que no apetece nunca hacer. Porque, al fin y al cabo, un puñado de posibles errores en las decisiones arbitrales no son más que un puñado de posibles acciones, que pueden ser falladas o acertadas, o compensadas con otras. Etc.
Así que, de nuevo, no pasaron muchos minutos antes de que el Madrid activase su conocido modo ofuscación y empezase a ver gigantes donde antes existían solamente molinos. Claro que es cierto que algunas decisiones eran discutibles. Y cuando se van sucediendo, pues algunos dejan de poner el foco donde no debe dejar de estar: en el juego. Porque al fin y al cabo este deporte siempre ha sido así. Los pabellones cerrados, ruidosos, presionantes, el nivel de contactos que permite el juego, la sucesión constante de jugadas arbitrables, en definitiva, no es más que lo de siempre, no es más que un factor adicional que ha de entrenarse, siempre y en todo lugar. Por eso, la mejor manera de minimizar los efectos de un arbitraje desfavorable reside en el cerebro propio, en la fortaleza mental, en desconectar de esos asuntos y dedicarse uno a jugar de la mejor manera posible.
Es verdad que al final, anoche fueron discutibles un buen número de decisiones, que se acusó la influencia de Spanoulis en algunas de ellas, que no se midió de igual forma determinadas acciones, incluso con evidentes tomas en la vídeo-revisión, sobre todo una increíble antideportiva sobre Tavares, primero pitada y luego, sorprendentemente corregida. U otra sobre Llull, por un manotazo en el pecho de Calathes que no se comprende por qué no fue reclamada desde el banquillo. En fin. Es posible que sobre la cuestión arbitral, hoy exista un cierto consenso entre los opinadores: anoche, hasta Piti Hurtado (poco sospechoso en este sentido) reconocía la influencia de este factor sobre el desarrollo del juego.
Han sido necesarios dos visionados, darle a la moviola y meditar un rato para describir lo sucedido en el Gaston Medecin de Mónaco, pequeña olla a presión donde 5.000 bulliciosos seguidores pusieron también de su parte para contemplar una dolorosa derrota del Real Madrid. Era un partido que se podía (y se necesitaba, y se preveía) ganar, tanto más ante el duro calendario que se avecina.