Diagnóstico blanco: un Madrid desactivado, huérfano de Rudy y con ecos de tiempos oscuros
La mayor renovación de la plantilla durante los últimos años da como resultado una situación desconocida desde hace veinte años. Chus Mateo, cuestionado
La temporada 2003-2004 de la ACB culminó, para el Real Madrid, un ciclo de cuatro años sin vencer la competición doméstica. Ese año 2004, el equipo completó la fase regular en 5º posición, con un balance de 20 victorias y 14 derrotas, para terminar perdiendo la primera ronda de play-off ante Estudiantes, por un contundente resultado de 3-1.
En dicho curso, la Euroliga ni siquiera contaba con la presencia del equipo blanco, siendo Valencia, Baskonia, Barcelona y Málaga los representantes españoles en la competición continental. Desde el año 1994, cuando se proclamó campeón de la ACB, el Real Madrid solamente había anotado la Euroliga de 1995 en Zaragoza (Sabonis mediante) y la ACB del año 2000, la famosa final de Djordevic intentando celebrar en el mismísimo Palau Blaugrana con la recordada recriminación de Nacho Rodríguez. Eran otros tiempos.
Tal vez la situación actual no llegue todavía a ser comparable con aquella. El equipo transita en la zona alta de la liga nacional, aunque naufraga por el momento en una Euroliga que es siempre la competición preferida por sus aficionados, como la Champions de los del fútbol. A día de hoy, 9 derrotas en 15 partidos adornan su participación en Europa, sumando 3 castañazos adicionales en la ACB. La última, una dolorosa derrota en el WiZink contra el Zalgiris (83-92).
Un club como el madrileño, por plantilla y presupuesto, el mayor o casi mayor de Europa estos años, exige de partida un rendimiento máximo desde el inicio de cada temporada. La cosecha ha sido razonable, con tres trofeos continentales en la última década, además de otras tres finales perdidas, que no es mal bagaje.
Sirve esta introducción para ilustrar dos cuestiones de partida: la exigencia que es inseparable de este club, así como la existencia de momentos en la historia donde su situación ya distaba de sus propios objetivos.
El adiós a la época Rudy
Puede decirse que la presente temporada supone la renovación más significativa de la plantilla durante los últimos años. La salida (esperada) de algunos jugadores veteranos (Chacho Rodríguez, Rudy Fernández, Fabien Causeur), además de la ya sospechada marcha del gran pívot francés Vincent Poirier y la escapada de última hora de Gherson Yabusele, supone de facto un impacto máximo en la acostumbrada y triunfal dinámica de banquillo del roster madridista. Y no eran pocas las voces que abogaban en los foros, acerca de la necesidad de acometer esta renovación, a pesar de los buenos resultados obtenidos (en 2024, campeones de la ACB y subcampeones de Euroliga).
La llegada del pívot Serge Ibaka, que pasó fugazmente por Madrid en 2011 con ocasión del lock-out de la NBA y que ha regresado a Europa tras un exitoso periplo estadounidense, no ha conseguido opacar la sombra de la espléndida aportación de Poirier. Por otra parte, el elegido para aportar descanso a Facundo Campazzo, el dominicano Andrés Feliz, se lesionó apenas comenzada la temporada y los pocos partidos que ha jugado recientemente, apenas ha aportado al equipo, ni en ataque ni en defensa.
El tercer gran fichaje, Xavier Rathan-Mayes, que arribó con la aureola de ser el máximo anotador en la liga rusa, ha mostrado su talento con irregularidad, tanto en su juego como por los minutos de los que disfruta por parte del entrenador Chus Mateo. Finalmente, el regreso de Usman Garuba no ha podido apenas constatarse, por la lesión que le ha aquejado prácticamente desde el pitido inicial y que en su regreso parece limitar su conexión competitiva, ya sea en la dimensión física o emocional de un jugador deseado en casa.
De la gestión de Mateo a las dificultades sobrevenidas
En concreto, la labor del entrenador es uno de los elementos que presenta un mayor grado de discusión. Aunque no puede dudarse de su capacidad técnica y muestra ya un importante palmarés, la gestión de los minutos de la plantilla y el planteamiento técnico de los partidos está suscitando muchas dudas entre la parroquia blanca, que detecta una excesiva dependencia del talento individual de los jugadores y una peligrosa carga de minutos para las estrellas del equipo.
Como suele decirse, lo que mal empieza, mal acaba. El comienzo del año no fue precisamente positivo, a pesar de la victoria en semifinales ante el eterno rival en la Supercopa, para después sucumbir con claridad en la final ante Unicaja. Posteriormente, las sucesivas lesiones de unos, problemas físicos o las puntuales ausencias de otros, no han permitido a Mateo contar de manera habitual con la totalidad de sus jugadores. Los jóvenes han aparecido para tapar esos huecos, con una aportación excelente, pero discontinua. Los talentosos Eli Ndiaye y Hugo González, reclamados por la afición y que forman parte de la primera plantilla, no están contando con la presencia que sería deseable, a pesar de ofrecer una aportación notable hasta la fecha. Sidi Gueye, que apareció fugazmente algunos partidos en que el equipo estaba en cuadro, cumplió su papel y se esperará su retorno a medio plazo (si no consuma su marcha a EEUU como sus compañeros Baba Miller o Izan Almansa, entre otros).
Algunos partidos brillantes, como la reciente victoria en Barcelona (Euroliga) han sido acallados con rapidez por una inmediata sucesión de derrotas que generan un ruido importante en el ambiente madridista (Joventut en Badalona, Villeurbanne en Francia y Fenerbahce en Madrid). Por tanto, no puede fiarse la cuestión a la notable imagen ofrecida ante Unicaja este mismo domingo. El hecho de que un gran partido puede cambiar la narrativa no se ha puesto de manifiesto a lo largo de este año. Así, la postrera llamada a la acción por parte del Facu Campazzo tras el duelo contra Fenerbahce es creíble, pues la competitividad del argentino, así como su extraordinario liderazgo este año, queda fuera de toda duda. Sin embargo, ya hay sospechas de una posible divergencia entre los planteamientos del entrenador y su plasmación en el campo por parte de la plantilla. Lo que parece claro es que los resultados no se abrazan con las expectativas depositadas en la sección de baloncesto del Real Madrid.
Así las cosas, el equipo enfrenta el segmento central de la temporada regular con más sombras que luces. Nadie duda que, llegando en condiciones a la primavera, los play-offs de la ACB están en el bolsillo.
En la Euroliga es otro cantar y el advenimiento de notables sorpresas (Paris Basketball, Bayern Múnich) reducen los huecos para la fase final de la competición o el acceso a la Final Four. Esto ya se consideraría todo un éxito para este año en curso, especialmente si se adorna con un título nacional (Copa, ACB) y siempre que el Barcelona no sea capaz de prolongar la tristeza blanca con grandes éxitos. Aspecto este que, siendo absurdo en cierto sentido, no puede negarse la evidencia de que ser, es.
Afrontar el futuro con prudencia
Numerosas voces están abogando por incorporar nuevas piezas a la escuadra blanca. Ya no es tan sencillo a estas alturas de la temporada, más teniendo en cuenta el contexto de contención de gasto que se hace evidente a estas alturas, por parte del equipo gestor capitaneado por Juan Carlos Sánchez, con Alberto Herreros en el flanco derecho.
No existe evidencia alguna de falta de confianza en el coach Mateo, cuyo contrato finaliza en 2026. Una eventual incorporación no sería para seis meses, lo que implicaría un gasto extra de siete cifras, que por el momento no parece ni mucho menos cercano a las expectativas del club en las circunstancias actuales.
En cuanto al reclutamiento de nuevos refuerzos para el engranaje madridista, han sido varios los nombres que han ido apareciendo, y desapareciendo. No puede negarse la evidencia de que cuando abandonan la pista los dos jugadores franquicia, el equipo se desinfla con estrépito. Pero las opciones son escasas: los que juegan en Europa implican el pago de cláusulas de salida adicionales, y los extracomunitarios vendrían a pisar las plazas que actualmente ocupan XRM y Gaby Deck, que es intocable por motivos evidentes. En todo caso, su coste sería alto y su rendimiento desconocido, siendo el Real Madrid poco dado a fichar talentos que no hayan sido previamente testados en el ecosistema europeo.
Corresponde tomar las decisiones a los responsables del club. Dicho esto, tanto la parroquia que puntualmente acude y llena el Palacio de los Deportes, como los que siguen al equipo a través de otros medios, demuestra una lealtad inquebrantable que debería ser tomada en cuenta desde las alturas.
Desde luego, el retorno deportivo actual por cada euro invertido, dista de ser aceptable. Uno podría maliciarse que el presidente Florentino Pérez, difícilmente aceptaría este resultado en cualquiera del resto de proyectos en los que está involucrado, tanto en la esfera deportiva, como en otros ámbitos empresariales.
La temporada 2003-2004 de la ACB culminó, para el Real Madrid, un ciclo de cuatro años sin vencer la competición doméstica. Ese año 2004, el equipo completó la fase regular en 5º posición, con un balance de 20 victorias y 14 derrotas, para terminar perdiendo la primera ronda de play-off ante Estudiantes, por un contundente resultado de 3-1.