Juan Orenga: "En Pekín ganamos la plata y en Londres perdimos el oro"
Fue icono del Estudiantes de los 90, donde logró la segunda Copa de la historia del club. También es recordado por ser el entrenador de la Selección durante el Mundial de 2014
La vida de Juan Orenga (Castellón de la Plana, 1966) cambió cuando tenía 15 años. Todavía era la España en blanco y negro, no la que no iba a reconocer "ni la madre que la parió". A esa edad, se mudó a la capital para entrar en la cantera del Madrid. Sus padres fueron valientes, pues solo unos meses antes Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados al grito de "se sienten, coño".
Tres años en la cantera fueron suficientes para llegar al primer equipo. Allí se encontró con un vestuario en el que estaban Juan Antonio Corbalán, Fernando Romay, Juanma López Iturriaga... A pesar del debut, se dio cuenta de que no tenía sitio y se marchó cedido al Collado Villalba y luego al Cajamadrid para posteriormente recalar en Estudiantes. En el Estu se convirtió en un ídolo tras conseguir la segunda Copa del Rey de la historia del club.
El valenciano tuvo claro su futuro: los banquillos. Tras una primera experiencia de primer nivel en Estudiantes, regresó a la Selección para entrenar a las categorías inferiores. Ahí se convirtió en ayudante del seleccionador absoluto, un puesto que heredó de manera interina y luego definitiva. Fue el entrenador con el que España disputó el Mundial de 2014, en casa. El fiasco llegó en cuartos, en la derrota ante Francia (66-54). "Me mataron tras aquello", dice Orenga. Actualmente está de regreso en España tras su experiencia en China.
PREGUNTA. ¿A qué se dedica ahora Juan Orenga?
RESPUESTA. Acabo de volver de China. He estado tres temporadas antes de la pandemia y una después. El coronavirus nos dejó fuera de competición a todos y me quedé en España con la familia. Aquí había más seguridad porque yo regresé en mitad de la temporada, ya que tras el año nuevo chino no pudimos regresar.
P. ¿Fue una de esas personas que alertó a su familia de lo que podía pasar con el coronavirus?
R. Yo volví a mediados de enero por el año nuevo chino y nos dijeron que no regresásemos. Pospusimos el viaje una semana y luego nos dijeron que se suspendía la competición. Por tanto, sabíamos que algo gordo estaba pasando. Y que había que tomar medidas. Por eso me quedé aquí.
P. Usted se marchó a la capital con 15 años para entrar en la cantera del Real Madrid. ¿Qué valores se pregonaban en el club en aquella época?
R. Eran muy importante el esfuerzo y la superación tanto en el deporte como en los estudios, especialmente para los que veníamos de fuera. Yo vine de Castellón a Madrid para entrar en la cantera. Si no tenías un alto nivel de estudios, te volvías a casa; si no tenías nivel baloncestístico, para casa. Estoy muy agradecido con esos tres años en la capital.
P. ¿Cómo fue salir de casa?
R. Mis padres fueron muy valientes cuando me dejaron venir porque en 1981 hubo un golpe de Estado. Todos estaban con dudas en torno a Madrid. Además, en aquella época no había móviles y nos comunicábamos una vez a la semana, en una llamada de cinco o diez minutos. Cada dos o tres meses, ellos venían con el coche a verme. Por mi parte, llegué con muchísima ilusión por descubrir la ciudad y por jugar en un equipo como el Madrid. Fueron años muy bonitos. Viví junto a dos compañeros en casa de un matrimonio que nos cuidó.
P. ¿Cómo lo veían a usted en el colegio? El baloncesto era un deporte minoritario en aquella época.
R. Yo tuve la suerte de que estudié en los Agustinos, un colegio ubicado enfrente del estadio del Madrid. Había mucha tradición de baloncesto en el cole porque por allí pasaron los hermanos Llorente. Allí estudiábamos los chavales que estábamos en la cantera y se armaban buenos partidos.
P. ¿La plata lograda en Los Ángeles 84 fue clave para el auge del baloncesto en España?
R. Por supuesto. Fue cuando el baloncesto adquirió notoriedad en el país. Es importante que haya un éxito importante porque tú puedes ser brillante en algo, pero si no triunfas a nivel internacional… También fue importante el cuarto puesto logrado cuatro años antes en el Mundial de Cali.
P. Usted debutó en el Madrid en 1983. ¿Cómo era aquel vestuario con los Corbalán, Romay, Iturriaga…?
R. Entonces no era como ahora. Los jugadores no teníamos las facilidades de ahora. No te hablo de la cantera, sino del primer equipo. Corbalán nos vendaba en muchas ocasiones porque no teníamos fisioterapeuta. Tampoco teníamos un médico fijo, venía un doctor algunas veces a la semana. Era un vestuario de mucho carácter, con mucha historia y con buenos valores. Fue una gran experiencia, aunque no consiguiera tener mi hueco en ese equipo.
"Corbalán nos vendaba en muchas ocasiones porque no teníamos fisio"
P. ¿Ha beneficiado o perjudicado a los jugadores esa profesionalización del baloncesto?
R. Ha beneficiado porque ha aumentado el rendimiento de los jugadores, que están mejor preparados físicamente. Ahora se hace un seguimiento exhaustivo de los jugadores porque hay dietistas, preparadores físicos, entrenadores personales… Ellos se encargan de que el rendimiento del jugador sea óptimo. Por eso, a nivel internacional, hemos superado a muchos países en competitividad. Antes teníamos el talento y nos faltaba el físico, pero ahora tenemos ambas cosas.
P. Usted salió del Madrid en 1984 y tardó 13 años en regresar. ¿Cómo fue esa salida de la zona de confort?
R. En el primer equipo estaban Romay, Fernando Martín… Yo no tenía espacio y el entrenador me dijo que necesitaba que yo jugase minutos para volver allí. Me fui al Collado Villalba y tuve un par de lesiones en los tobillos que me cortaron la proyección. Luego pasé por el Cajamadrid, pero donde me asenté fue en Estudiantes.
P. Corbalán me dijo que Fernando Martín fue víctima de su propio éxito. ¿Coincide?
R. No, no. Yo no llegué a conocer tanto a Fernando Martín, pero tuve buena relación con él. A mí me recogía por las mañanas en la Casa de Campo para ir al entrenamiento. Con quien sí tuve más relación fue con su hermano (Juan Antonio) porque somos de la misma generación. De hecho, compartimos habitación alguna vez, estuvimos en Madrid juntos… Fernando era el ejemplo a seguir para los chavales de la cantera.
P. Usted se convirtió en todo un ídolo en Estudiantes. ¿Fue un amor a primera vista?
R. Sí. En ese momento, Estudiantes era un equipo al que llegaban los júnior del Madrid para terminar su formación y luego regresar. Eso no lo entendía la afición. Cuando llegué al club, me sentí muy a gusto porque era un equipo de gente muy joven. Jugábamos un baloncesto muy agresivo en defensa y de mucha velocidad en ataque. Coincidí con Pinone, un norteamericano que fue superimportante para mí. Era bajito y gordito, pero era la leche. Tenía un tiro y una finta extraordinarios.
P. Ha hablado de Pinone. ¿Es el compañero con el que mejor tándem ha hecho?
R. Sí, estuvimos juntos siete años. Yo llegué muy joven y aprendí muchísimo de él. Nos complementamos muy bien el tiempo que jugamos juntos.
P. Tras tres años siendo eliminados en los cuartos de la Copa del Rey, llegó la final de 1991 que perdieron ante el Barcelona. ¿Qué les faltó para ganar ese título?
R. Que no nos metieran un triple sobre la bocina (risas). Fue un año tremendo para nosotros a pesar de no ganar nada. Un año después, terminamos lo que habíamos empezado. Lo que logramos era impensable porque era un equipo formado por jugadores de segundo año. En 1992, llegamos a la Final Four de la Euroliga, ganamos la Copa… Jugábamos con mucho descaro y con mucha confianza.
P. A usted le dieron el MVP de esa Copa y parecía que estaba para torear en mejores plazas, pero continuó en Estudiantes. ¿No tuvo ofertas de equipos más grandes?
R. Sí, sí, pude moverme. Tuve una oferta del Barça, pero yo estaba cómodo en Estudiantes y me quedé. Además, hicieron un esfuerzo importante por retenernos a Alberto (Herreros) y a mí. Formaron un equipo serio y competitivo, por eso también continué allí.
P. Su apuesta le salió bien porque al año siguiente no se les escapó la Copa. ¿Cómo recuerda ese título?
R. Al Madrid le ganamos en cuartos, donde sufrimos hasta el final. Las semifinales frente al Joventut también nos la jugamos en la última canasta. La final fue frente al Zaragoza, un partido extraño y correoso. Ahí ganamos más holgados. Aunque veníamos de sufrir en Barcelona una paliza importante en Liga, llegamos a Granada como locos pensando que las cosas nos podían salir.
P. ¿Esa venda cubrió la herida de la temporada anterior?
R. Claro. Yo recuerdo la vuelta a Madrid, en la que la gente estaba desatada. Nos siguieron hasta plaza de los Delfines y luego hasta el pabellón. Fue una maravilla. Después de la Copa del Rey, jugamos la Final Four de Estambul. Si repasas las fotos de esos días, no se ve el pabellón, solo se ve a los aficionados.
P. ¿Qué le faltó a ese Estudiantes para ganar una Liga? Durante cuatro años fueron eliminados en semifinales (tres por el Barcelona).
R. Nos faltó la experiencia de jugar juntos más años, tener más solera, más confianza, ser más jugadores… Éramos muy jóvenes y no teníamos el potencial económico del Madrid o el Barcelona. ¿Qué es lo que hacía siempre Estudiantes? Vender jugadores para seguir tirando de cantera y sobrevivir.
"Díaz Miguel fue el gran valedor del baloncesto en España"
P. ¿La revolución del baloncesto español llegó con Díaz Miguel?
R. Fue el gran valedor del baloncesto en España, junto a otros míticos como Moncho González. En su momento, viajaban a Estados Unidos, se entrevistaban con entrenadores de la universidad y traían las novedades de allí. Eso ahora lo tienes con un clic. La plata lograda en Los Ángeles fue un remate de lujo.
P. ¿Cómo fue el regreso al Real Madrid?
R. Creía que mi ciclo en Estudiantes se había acabado porque ya habían pasado ocho años y la gente se cansó de vernos las caras. El club contaba conmigo, pero yo pensé que era bueno para ellos que me fuera. Cuando lo decido, surgió la posibilidad de volver al Madrid y me marché. Lo hice con ganas y con la confianza de aportar cosas al equipo.
P. Uno de sus compañeros en ese Madrid fue Pablo Laso. ¿Se le veían ya maneras de entrenador?
R. Sí, a tus compañeros los vas viendo según pasan los años. A Pablo se le veía que tenía la inquietud, igual que yo, de ser entrenador. Cuando yo me retiré, ya era técnico porque me saqué la licencia durante mis tres últimos años en activo.
P. A pesar de tener protagonismo en el Madrid, a los dos años se marchó a Unicaja. ¿Por qué tomó esa decisión?
R. Hubo cambio de entrenador, que me dijo que no contaba conmigo. Entonces busqué las posibilidades que tenía y surgió la posibilidad de ir a Italia. Esa opción era complicada por la familia. Cuando estaba concentrado con la Selección, apareció Unicaja y me comprometí con ellos. En ese momento, el Madrid se interesó de nuevo por mí y me dijeron que había sido un error. Yo, en cambio, había firmado en Málaga. No tenía sentido volver atrás.
"Cuando me comprometí con Unicaja, el Madrid apareció de nuevo"
P. ¿Qué tal la adaptación a Málaga?
R. Muy buena. Es una ciudad a la que llegas y te enamoras. Y en la que te quedarías para siempre. De hecho, cuando llegamos enseguida nos compramos una casa. Cuando luego me fui a Cáceres, la familia siguió viviendo allí porque estábamos muy a gusto.
P. Su última etapa fue en Cáceres. No sé si allí comprobó el deficiente estado de los trenes extremeños.
R. Lo que comprobé fue la carretera de la Ruta de La Plata. Siempre conducía por la noche. Hasta Sevilla llegaba bien, pero luego recogía a Carlos Montes, que vivía allí, y se me hacía largo el camino.
P. Tras su debut como entrenador en Estudiantes, usted entrenó a la Selección sub-20. ¿Optó por los chavales porque no le gustó su primera experiencia?
R. No. Yo ya había estado en la federación anteriormente como ayudante de Joan Creus. Como surgió la oportunidad de irme a Estudiantes, me marché. Cuando regresé me ofrecieron la sub-20, no porque hubiera estado antes con los jóvenes, sino porque estaba en el equipo de seguimiento de los jugadores. En 2007 jugamos el Europeo de Italia y logramos la medalla de plata. Fue una experiencia maravillosa.
P. ¿Cómo se produjo su entrada en el cuerpo técnico de Scariolo?
R. Después de la experiencia sub-20, seguí con ellos. En 2008, me convertí en ayudante de Aíto (García Reneses) en los Juegos Olímpicos de Pekín. Compaginé mi labor en la absoluta con mi trabajo en la sub-20. Con los chavales jugamos otro campeonato de Europa en Croacia y logramos el bronce. Luego continué con Scariolo en el organigrama de la Selección: asistente en la absoluta y primer entrenador de la sub-20.
P. Usted entrenó de cerca a los Júnior de Oro. ¿Qué cambió esa generación?
P. ¿Pesará con el tiempo no haber logrado el oro olímpico?
R. Hay que valorar todo lo que has ganado y no poner ningún pero. Han sido dos platas olímpicas, tres campeonatos de Europa, dos Mundiales…
P. ¿Cómo recuerda las dos finales olímpicas ante Estados Unidos?
R. En Pekín fue un éxito llegar a la final. La de China la disfrutamos y ganamos la medalla de plata, pero en Londres perdimos la de oro. En la primera, estábamos contentos por el hecho de haberles competido, aunque no pudimos pararles. En la segunda, sin embargo, sí pudimos ganarles. Lo tuvimos en nuestra mano, pero hubo dos o tres acciones consecutivas de Lebron y de Carmelo que nos mataron.
P. Usted fue el seleccionador tras aquellos Juegos Olímpicos. Dio la sensación de que el equipo arrolló en algunos partidos del Eurobasket 2013, pero que en otros le costó muchísimo.
R. Así es. Italia tuvo muchos problemas frente a nosotros porque jugó en casa y frente a Francia tuvimos muchos problemas. Y nos ganaron las semifinales. Era un equipo que competía por primera vez sin Pau. Además, tampoco estuvieron Navarro, Calderón, Felipe Reyes… Vinieron Xavi Rabaseda, Germán Gabriel, Xavi Rey… Renovamos el equipo y logramos una meritoria medalla de bronce. En la semifinal frente a Francia, hubo tres faltas que no se pitaron en el rebote, pero son cosas que pasan. Marc fue básico para nosotros en aquel torneo.
P. ¿Qué falló en el Mundial de 2014? Usted, tiempo después, declaró que lo mataron tras aquel fiasco.
R. Ya hace mucho de aquello. Fue un torneo muy brillante hasta cuartos y un mal partido ese día. Aquel día fue complicado y nos dejó fuera del sueño que teníamos todos. Fue un mal partido de todos en un Mundial que era extraordinario hasta ese momento. Luego la vida siguió y yo continué en la Selección, al frente de la sub-20.
P. ¿Por qué dijo que cambiaría cosas de esas 72 horas previas al partido frente a Francia?
R. Porque siempre que pierdes hay cosas que mejorar. Si hubiéramos ganado, no cambiaría nada.
P. ¿Qué tal la experiencia en El Cario sin la familia?
R. La recuerdo con mucho cariño, quizá por haber llegado con un gran desconocimiento del país y de la cultura. Además, está relativamente cerca de España: son cuatro horas de avión. La familia vino a verme y los amigos también. Allí tuve muy buena relación con los jugadores. Intenté mejorar la federación y cambiarla, porque me encontré una muy distinta a la española. Conseguimos grandes logros allí. Me hubiera gustado continuar, pero hubo cambios políticos y no fue posible.
P. ¿Qué es lo que más le sorprendió de la cultura china? Imagino que allí no le faltaría traductor…
R. Primero tienes que entender cómo es la cultura china, su forma de hacer las cosas, el contexto de la competición… Tuvimos que contratar a un traductor para que nos dijera la información en inglés. Si no, era imposible. Al cabo de los años, intentas aprender chino, siempre más de lo que ellos te exigen a ti. Ahora he regresado con la idea de quedarme aquí el mayor tiempo posible. Tengo ganas de volver a casa y de ver si se cierran algunas posibilidades para quedarme aquí.
P. ¿Quiere entrenar de nuevo a una selección o a equipos?
R. A un equipo. Me he llevado cuatro o cinco años con equipos en China y me atrae más el día a día de la competición. Ir semana a semana. Ten en cuenta que en China hay partidos cada dos días. Es muy estresante, pero a la vez muy bonito.
P. ¿Le paraban en China para pedirle fotos?
R. China es un mundo distinto. En cuanto se te conoce en algún momento, pasas a ser muy conocido. Allí mandan mucho las redes y el baloncesto es muy conocido, así que los seguidores están por todos sitios. No solo por ser occidentales nos paraban para hacerse fotos. He sido de los pocos entrenadores extranjeros en el campeonato chino.
La vida de Juan Orenga (Castellón de la Plana, 1966) cambió cuando tenía 15 años. Todavía era la España en blanco y negro, no la que no iba a reconocer "ni la madre que la parió". A esa edad, se mudó a la capital para entrar en la cantera del Madrid. Sus padres fueron valientes, pues solo unos meses antes Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados al grito de "se sienten, coño".