"¿Y ahora quién va a escuchar a Juan Luis Guerra?". Una despedida a Chicho Sibilio
Juan Domingo de la Cruz, que jugó y vivió con él en Barcelona y la selección española, homenajea a Chicho Sibilio, fallecido hace unos días en la República Dominicana
A finales de los 70 y principios de los 80, dos bigardos, uno con pelo afro y pantalones de campana y otro con chupa de cuero y gorra, se paseaban por las calles de Barcelona como si fueran una pareja de detectives de una serie de televisión americana. "Ese era el look de la época. Íbamos a la moda: esos pantalones de pata de elefante, las camisetas, el afro...", recuerda Juan Domingo de la Cruz. Él era de la gorra y el del afro era su amigo, su hermano, Chicho Sibilio, su compañero en el FC Barcelona, donde compartieron más de una década.
"Yo, como buen argentino, era de ropa de cuero. Chicho miraba mucho lo que yo traía de allá y me decía que le trajera a él", continúa De la Cruz, conocido como Lagarto. "Éramos jóvenes. Salíamos a dar una vuelta, íbamos a la discoteca, siempre cuando teníamos tiempo, evidentemente, después de los partidos. No éramos bebedores. Yo me pegué a él porque el del ritmo era Chicho". Y no solo fuera de la cancha. Sibilio bailaba igual de bien o mejor sobre el parqué. "Nació para jugar al baloncesto, era letal. Lo hacía con una facilidad que parecía un bailarín", describe Lagarto. El pasado sábado, ese bailarín se apagó para siempre en la República Dominicana, donde residía desde que se retiró en 1993.
Cuando recibes una Foto especial !! Que recuerdos querido hermano !!! 💙💙❤️❤️💙💙 pic.twitter.com/zzOChYkQaM
— juan de la cruz (@lagartodelacruz) December 31, 2018
"Yo llegué en septiembre del 75 a Barcelona y Chicho llegó a casa en febrero del 76", cuenta De la Cruz a El Confidencial por teléfono desde Costa Rica, donde conoció la noticia nada más aterrizar procedente de España. "Yo llevaba unos meses viviendo con la familia de Chus Rodríguez, un jugador júnior del Barcelona. Una familia típica catalana: la yaya, el perro, dos hijos y los padres. Estaba bien, cómodo, me atendían muy bien. Y apareció Chicho: un negrito delgado, largo, joven, muy altivo, muy distante, muy desconfiado. Me lo gané enseguida porque soy como soy, si algo me caracteriza es que doy el primer paso siempre. Se convirtió en mi sombra, en mi hermano pequeño, en todo. Lo hacíamos todo juntos y solo se fiaba de mí. Le costó adaptarse a la comida y la vida en Barcelona. Se hizo una amistad muy grande. Yo soy padrino de su primer y segundo matrimonio y de su primera hija; él fue padrino de mi primer matrimonio. Fíjate la relación. Y después de todo lo que estuvimos juntos en Barcelona, luego nos volvimos a encontrar en la temporada 90-91 en Vitoria".
"Vivíamos juntos en un piso y nunca tuvimos problemas. Chicho ponía la música a tope. Cuando nos fuimos, los vecinos me decían: "¿Y ahora quién va a escuchar a Juan Luis Guerra?". Porque desde la mañana hasta la tarde lo tenía puesto y nos lo comíamos todos", continúa Lagarto, que dice tener anécdotas con Chicho para escribir un libro. "Hacíamos muchas cosas juntos. Nos gustaba mucho la Fórmula 1, por ejemplo. Me acuerdo de que hicimos un viaje y nos fuimos al Jarama con el coche de Chicho. Después de la carrera hacíamos noche, pero Chicho fue padre de su primera hija y tuvo que irse en avión. Me dejó con su coche, que era un desastre. Tardé 18 horas de Madrid a Barcelona. Le tenía que poner gasolina cada 50 km".
De la Cruz penetró en Chicho, un tipo peculiar. "Era una persona muy especial. Si no le gustabas, te lo decía. No tenía caretas. Era un tipo muy especial en cuanto a sus amistades, en cuanto a los consejos que aceptaba, que era muy difícil que aceptara alguno. Chicho era Chicho y lo queríamos así. Fue una estrella del baloncesto. Aportó lo que aportó tanto al Barcelona y la Selección como a su querida República Dominicana. Cuando volvía a su tierra, desaparecía por completo", dice.
Su apego por su tierra era tan grande que llegó a renunciar a la Selección en 1984. Podría haber estado en el podio de Los Ángeles 1984. "Nos sorprendió un poco porque era un fijo. Le dije: 'Chicho, qué estás haciendo'. 'Bueno, Juanito...'. ¿Se arrepintió? "El orgullo y Chicho eran una misma cosa. Él nunca iba a reconocer si se equivocó o no. Chicho era eso. Pasó y ya está".
"Dominicana era su oasis, su sitio de desconectar. Él no terminó nunca de adaptarse al 100% a España. Amaba Barcelona y el Barcelona, se encontró bien, pero su familia la tenía allí. Estaba muy apegado a todo eso. Su tierra era su tierra. Entrábamos al piso y teníamos una bandera dominicana colgada en el comedor. Entonces yo puse al lado la argentina para no ser menos. Siempre comparaba. Yo le decía que no lo hiciera, porque iba a sufrir. Yo lo hice. Me olvidé de todo: el asado, el mate... 'Lo que pasa es que el mango en la República Dominicana está mejor', me decía. 'Ya lo sé, Chicho'. 'Lo que pasa es que el aguacate...'. 'Ya lo sé, Chicho'. Necesitaba irse cada verano", cuenta.
Cuando lo hacía, contactar con él era una prueba de paciencia. "Había un filtro para llegar a Chicho. Tenías que hablar primer con su sobrino, su sobrino hablaba con su madre y ella hablaba con Chicho. Llegaba allí y era como si desapareciera", dice De la Cruz.
¿Abrimos la caja nostálgica de básket un ratito? 😅 ¡Grandes recuerdos de grandes días con grandes amigos! 🏀🏀🏀 pic.twitter.com/86Z3QR4Vjh
— Chicho Sibilio (@chichosibilio) April 19, 2019
Otra anécdota: "Nos íbamos a Andorra, que para nosotros en aquella época era la miel: comprabas todo muy barato. Nos fuimos en mi coche y volvíamos con discos, un televisor, radios... No era contrabando, pero era sin impuestos. Podías tener problemas porque te revisaban, y por eso dimos una vuelta del carajo y volvimos por Perpiñán. Pillamos a una chica rasta con mochila y la llevamos. Yo me cansé y Chicho cogió el coche. Y cuando estamos llegando a la frontera... "Chicho, afloja. Chicho, que está la aduana". Iba tan lanzado que se pasó el primer control. En el otro lado nos vieron y nos pararon. Nos esperaban tres o cuatro policías armados. ¡No veas la que se lio! Me desarmaron el coche. Hasta que apareció un sargento que nos reconoció, y nos dejaron pasar".
Chicho fue uno de los mejores jugadores de la década de los 80. Un clásico en una época clásica, quizá la más mítica de este deporte en España. "Nació para jugar al baloncesto, era letal. Daba gusto verlo jugar. A mí Durant me recuerda a Chicho. Esa forma elegante de jugar, ese tiro fácil de sacar... Chicho era un tipo con una gran facilidad para jugar al baloncesto", resume De la Cruz. "Te sacaba las castañas del fuego, no tenías que buscar muchas opciones para él. Si le dabas el balón, era capaz de definir sin muchas más opciones".
"Con respecto a los entrenadores, no le recuerdo relaciones complicadas. Chicho era como era y Aíto (García Reneses) era como era. Hubo momentos en los que, quizá acostumbrado a jugar muchos más minutos, le costó adaptarse a las rotaciones que creó Aíto. Le costó asimilar ese cambio", dice De la Cruz, muy crítico con el reconocimiento recibido por parte del Barcelona. "No quiero ser duro. A mí me ofende ir al Palau y no ver alguna camiseta colgada. Chicho se lo merece mucho. Lo dio todo por el club y tiene más títulos que algunos que la tienen colgada, y no solo hablo de baloncesto. Pero conozco a Chicho y sé que si le dicen que a modo póstumo van a retirar su camiseta, diría: '¿Ahora?".
"Para mi está desaparecido, como tantas veces, en su finca", dice Lagarto de la Cruz, a quien le cuesta hablar de su amigo en pasado. "Debajo de un árbol, en una tumbona, leyendo un libro o escuchando música. Yo lo voy a recordar así porque me niego a recordarlo de otra forma. Para mí Chicho sigue ahí, lo que pasa es que no me llama porque está tranquilo y está bien con sus cosas".
A finales de los 70 y principios de los 80, dos bigardos, uno con pelo afro y pantalones de campana y otro con chupa de cuero y gorra, se paseaban por las calles de Barcelona como si fueran una pareja de detectives de una serie de televisión americana. "Ese era el look de la época. Íbamos a la moda: esos pantalones de pata de elefante, las camisetas, el afro...", recuerda Juan Domingo de la Cruz. Él era de la gorra y el del afro era su amigo, su hermano, Chicho Sibilio, su compañero en el FC Barcelona, donde compartieron más de una década.