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Historias universitarias: el tiro fratricida, la pena de Jordan y el héroe improbable
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Historias universitarias: el tiro fratricida, la pena de Jordan y el héroe improbable

Kris Jenkins consiguió que Villanova ganase a Carolina del Norte, el equipo del legendario jugador, gracias a un triple sobre la bocina. Su hermano formaba parte del equipo rival

"!Arch, Arch, estoy abierto¡". Estas fueron las últimas palabras de Kris Jenkins justo antes de convertirse en un mito para un montón de gente. Villanova estaba empatada a 74 puntos con Carolina del Norte, jugándose la final del campeonato universitario con solo 4.7 segundos por delante. Arcidiacono escuchó su ruego, le entregó el balón a la bombila y... ¡chof! campeones. No hay más tiempo.

Jenkins tiene un futuro difícil en el baloncesto. Las páginas especializadas en el draft no le colocan elegido por ninguna franquicia de la NBA y a sus 22 años no parece que la pelota naranja vaya a ser su futuro. Pero tendrá las mejores anécdotas para contar a los nietos. Dirá que fue un mito, que consiguió el tiro decisivo con el que todos los niños sueñan alguna vez. Es más, les dirá, y no será mentira, que puso a Michael Jordan al borde de la lágrima.

Porque allí estaba la leyenda, sentada en un sitio del Reliant Stadium de Houston. Rodeado de 74.000 personas más que estaban vibrando con un partido de jovenzuelos. Allí el deporte universitario representa la pasión más que ninguna otra disciplina. Y por eso Jordan, enfudando en una camiseta azul claro representativa de su universidad, que antes de reinar en la NBA fue campeón con Carolina del Norte, vio lo que ocurría. Se levantó, exclamó "¡Buen tiro!" y puso cara de circunstancias. Acababa de ver historia del baloncesto.

Laettner pasa el testigo

Christian Laettner, que fue compañero de Jordan en el Dream Team -nada más y nada menos- también tenía algo que decir. Él fue un jugador discreto de la NBA, un pívot grande con buen historial pero sin despuntar nunca entre profesionales. También es uno de los deportistas más odiados en Estados Unidos gracias a su paso por la universidad de Duke. Allí si fue una estrella, y con ellos consiguió uno de los tiros más recordados de la historia del deporte. Ahora Laettner, que incluso tiene un documental de ESPN en el que explican su fama de villano, quería remarcar la importancia del momento y, de paso, incluirse en el chorro de noticias del día.

"Vaya partidazo, le paso la corona a Kris Jenkins", decía en un tuit acompañado por una foto de Jenkins coronado -con un montaje cutre de una corona, para ser más precisos-. Laettner sabe que su tiro fue importante, que aún hoy se recuerda y eso que sucedió en 1992. También que el jugador de Villanova dio un paso más, nunca antes se había visto un tiro así en el último partido de la temporada.

Jenkins es ahora una leyenda gracias a Arcidiacono, el mejor jugador del equipo. Lleva cuatro años en Villanova, sus padres también estudiaron allí y ha conseguido el premio al mejor jugador del torneo. Él llevaba el balón a falta de cuatro segundos y bien podría haberse tirado el tiro ganador, haber probado suerte en la ruleta del momento soñado. Y no lo hizo, porque consideró que Jenkins estaba en mejor posición. Son muy pocos los que hubiesen optado, con 23 años, a dejar la glora al de al lado. Arch lo hizo.

"No nos sorprendió, Arch es así, y por eso nosotros somos así también", contaba un eufórico Jenkins tras el encuentro.

Ni siquiera tenía mucha lógica que Jenkins estuviese allí, que haya jugado en Villanova. Si la universidad de Pennsilvania le reclutó fue porque quería por todos los medios que Nate Britt jugase con ellos y Jenkins era casi como su hermano, pues vivía en su casa después de que su madre pidiese a los padres de Britt que le acogiesen, al ver que el chaval se estaba saliendo del recto camino. Son íntimos amigos, en una relación extremadamente cercana que no fue suficiente para que Britt fuese a Villanova. ¿Dónde terminó? Efectivamente, en Carolina del Norte.

La desgracia del hermano

Britt es otra de las historias de un partido en el que se suceden los momentos para el recuerdo. Porque fue un espectador de excepción de como su mejor amigo, alguien a quien casi considera un hermano, pasaba a ser una leyenda. Una muy improbable. La madre de Britt apareció en el estadio con una camiseta en la que en el frontal se veía el emblema de Carolina del Norte y la camiseta de su hijo. Tenía truco, la espalda estaba dedicada a su hijo legal, Jenkins, con los mismos motivos que tenía la de su medio hermano.

"Cuando le vi corriendo hacia allí sabía que la iba a meter", confesaba Britt después. Nadie mejor que él podría saber de lo que hablaba. Nadie ha jugado más uno contra a uno, ni le ha visto tirar más, ni ha disputado más pachangas junto a él. Nadie ha competido tanto, ha intentado llegar el primero al restaurante o ser el mejor de los dos. Cosas de hermanos. "Estaré contento por él, pero al mismo tiempo me duele", dice el jugador de Carolina del Norte. Utiliza el futuro porque difícilmente en esa noche, en esa ciudad, tenía el ánimo para alegrarse por nada. Acababa de perder la única opción de ser campeón en el último tiro, en un desenlace casi imposible. Sí, fue su hermano, pero eso no reduce su desdicha.

"Solo le dije que felicidades, él me diijo que me quería y que volveremos el próximo año, obviamente ahora mismo me duele más que nada, los dos queríamos ganar este partido y él ha terminado en lo más alto. Estoy contento con él y contento porque fuese él quien marcase el tiro decisivo, pero todo esto me duele más que nada". Palabra de hermano.

"!Arch, Arch, estoy abierto¡". Estas fueron las últimas palabras de Kris Jenkins justo antes de convertirse en un mito para un montón de gente. Villanova estaba empatada a 74 puntos con Carolina del Norte, jugándose la final del campeonato universitario con solo 4.7 segundos por delante. Arcidiacono escuchó su ruego, le entregó el balón a la bombila y... ¡chof! campeones. No hay más tiempo.

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