Militares, voluntarios y guiris perdidos por Valencia: así fue correr el maratón de la DANA
Este domingo, Valencia ha celebrado su maratón más polémico. Muchos pedían que se cancelase y quizá habría sido lo mejor, aunque también es fácil comprender por qué se mantuvo
En la mañana de este sábado, Víctor lleva a su hijo en un sencillo carrito. Ambos, de origen latinoamericano, pero vecinos del extrarradio de Valencia, esperan pacientemente en una parada improvisada llena de extranjeros extrañados. Todos aguardan al autobús que les debería llevar a Feria de Valencia para recoger su dorsal para la maratón. Pero el vehículo no aparece por ningún lado. "Yo habría ido en coche a la feria, pero se lo llevó la DANA", cuenta el joven latino con una pequeña sonrisa. 30 minutos después y tras hora y media en cola, desiste y busca un taxi como la mayoría de los que lo rodean.
Este fin de semana, la ciudad del Turia ha celebrado finalmente su gran carrera. Tras años batiendo récords de velocidad y con el mecenas Juan Roig como principal valedor, la Maratón de Valencia Trinidad Alfonso (Roig está detrás de la fundación que lleva ese nombre, el de su madre) se ha hecho un hueco entre las grandes citas del atletismo mundial, pero esta ha sido una edición diferente, sin duda la más polémica. Muchos vecinos pedían su cancelación por la DANA. La ciudad carece de metro hasta, al menos, el 6 de diciembre, tiene los servicios bajo mínimos y está tomada por militares, voluntarios y muchos refugiados de los alrededores. Vista la escena de la parada del bus y otras tantas similares, quizá la suspensión o el aplazamiento habría sido lo mejor. Pero tampoco es difícil comprender qué ha llevado a mantenerla.
Este periodista tardó más de cinco horas en poder recoger el dorsal de la feria de Valencia y volver a la ciudad. Sin líneas de metro y con autobuses, taxis y servicios como el de Policía menguados por el impacto del temporal de octubre, moverse por la ciudad se ha convertido en una yinkana interminable, solo aplacada por la labor de los vecinos. Algo que confirman los propios taxistas. "Estamos colapsados absolutamente. Valencia es una ciudad en la que normalmente hay poco tráfico, ahora estás todo el rato en atascos. Y encima no tenemos efectivos para controlar porque está todo el mundo en el sur, ayudando en la reconstrucción", cuenta uno de ellos.
Por si fuera poco, este sábado se unió a la ecuación una multitudinaria manifestación contra Mazón con más de 100.000 asistentes, según cifras de Delegación de Gobierno y que contó con gente de todas las zonas afectadas. Entonces, viendo el panorama, ¿cómo se defiende mantener la fecha? La organización tardó en confirmar que la carrera se hacía, pues lo anunció hace solo un par de semanas. Para convencer de esta polémica decisión, tiró de apoyo y patriotismo. Prometieron una donación de 3 euros por cada corredor que terminase el maratón y lanzaron un dorsal 0 y una campaña de donaciones que ha recaudado hasta hoy casi 200.000 euros. Pero también hay que valorar otras cifras.
Sobre todo destacan dos: según números de la organización, de los cerca de 36.000 corredores apuntados, el 77% son de fuera de la Comunidad Valenciana (el 60% de fuera de España) y calculan que el impacto económico de la prueba ronda los 32 millones. No se conoce el ticket medio de gasto de cada corredor, pero solo el dorsal va de los 90 a los 190 euros, a lo que hay que añadir hotel (difícil encontrar la noche por menos de 100 euros y se esperaba un 90% de ocupación), las comidas y, claro, el transporte.
Fuera de billetes de avión o tren, un Uber desde el centro a Feria de Valencia podía rondar los 30 euros este sábado en hora punta. Para el domingo, la organización daba a cada runner un bono de Metrovalencia que no valía para el bus, solo para el tranvía, y algunas empresas de motosharing ofrecían descuentos. Entre cortes y demanda, tras la carrera era imposible dar con algún tipo de transporte como el taxi.
Emotividad y voluntarismo para salvar la carrera
Con miles de corredores perdidos y enfadados, la organización, que, entre otras cosas, ha sido criticada por no ofrecer soluciones como lanzaderas para mover a sus inscritos, intentó tirar de emotividad y voluntarismo para salvar la carrera. El domingo, todo estaba centrado en mostrar que era el día en el que todo el mundo corría por Valencia. Carreras como la celebrada en Madrid daban apoyo a ese lema.
En un segundo plano quedaron los premios de la carrera, como el millón de euros que ofrece Juan Roig al corredor o corredora que bata en Valencia el récord del mundo. Más allá de esa cifra, del primer al duodécimo clasificado, tanto de mujeres como de hombres, cobran de 75.000 a 1.000 euros y se pagan también los récord de España y de la prueba. 30.000 se lleva el que bata el crono de la maratón de Valencia y 25.000 el que bata allí el récord de España.
Esas jugosas recompensas y la velocidad del maratón atraen a una ristra interesante de profesionales. Este 2024 destacaban nombres como Kenenisa Bekele o Sisay Lema, en hombres, y Megertu Alemu o Stella Chesang en mujeres, escoltados por muchos otros plusmarquistas nacionales. Pero el protagonismo se lo llevó Valencia. Antes de cada pistoletazo de salida, ejecutado por distintos cargos de la protección civil regional, sonó el himno de la región y se guardó un minuto de silencio. El dueño de Mercadona, en la grada principal, aplaudía a cada corredor junto a una senyera, bandera que no faltó en todo el recorrido.
El resto del éxito de la cita se encargó a empleados municipales y, sobre todo, miles de voluntarios entregados. Ya fuese organizando o animando, aparecieron en cada esquina de los 42 kilómetros y doscientos metros del circuito de una ciudad llena de pancartas recordando la DANA, pero que salió a la calle para vivir uno de sus días grandes.
Al final ganaron el keniano Sebastian Sawe y la etíope Megertu Alemu. Ninguno hizo el soñado récord que da acceso a un premio que supera por mucho cualquier gran trofeo que ofrecen las grandes carreras globales, ni tampoco superaron el mejor crono de la prueba. Los españoles tampoco lo hicieron. Pero todos se envolvieron en la senyera y mostraron su apoyo a las víctimas en la ciudad de las artes y las ciencias. Lo hicieron en una meta a unos 5 kilómetros de los pueblos inundados.
Alguno quizá se preguntara con los resultados si mereció la pena todo esto. Víctor, al que el agua le dejó sin coche, hizo, como este periodista y muchos otros corredores anónimos, marca personal.
En la mañana de este sábado, Víctor lleva a su hijo en un sencillo carrito. Ambos, de origen latinoamericano, pero vecinos del extrarradio de Valencia, esperan pacientemente en una parada improvisada llena de extranjeros extrañados. Todos aguardan al autobús que les debería llevar a Feria de Valencia para recoger su dorsal para la maratón. Pero el vehículo no aparece por ningún lado. "Yo habría ido en coche a la feria, pero se lo llevó la DANA", cuenta el joven latino con una pequeña sonrisa. 30 minutos después y tras hora y media en cola, desiste y busca un taxi como la mayoría de los que lo rodean.
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