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Veinte años de la inesperada muerte de Diego García: "Para, para, que me siento mal"
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SE DESPLOMÓ MIENTRAS ENTRENABA

Veinte años de la inesperada muerte de Diego García: "Para, para, que me siento mal"

El maratoniano se desplomó una mañana de 2001 y nunca volvería a levantarse. Protagonizó, junto a Fiz y Juzdado, uno de los mejores momentos del atletismo español

Foto: El maratoniano Diego García (Efe)
El maratoniano Diego García (Efe)

El drama se presentó de repente, hace ahora 20 años, en medio de un trote suave preparatorio del medio maratón Azkoitia Azpeitia. En unos instantes, un atleta en forma, Diego García, subcampeón de Europa de maratón siete años antes, se convirtió en un cuerpo inerte para desesperación de su amigo Alejandro Gómez, que presenció su muerte. "Para, para, que me encuentro mal", fueron sus últimas palabras, reclamando la atención del fondista vigués, que al principio -relató entonces, pues falleció en enero pasado- pensó que era una broma. A las 13.15 horas, en la Avenida de Loyola, Diego sintió que las fuerzas le abandonaban, se apoyó en un árbol, con el rostro tocado ya de lividez cadavérica, y se desplomó sin vida.

Foto: El doctor Eufemiano Fuentes (Atresmedia)

Ningún indicio había presagiado el fatal desenlace. Gómez reveló que se estaban entrenando con total normalidad cuando Diego García se empezó a marear. "Se puso pálido, no podía hablar y yo empecé a ponerme nervioso. Intenté aflojarle las ropas, pedí ayuda a la gente que nos rodeaba, pero cuando vino la ambulancia ya no se pudo hacer nada", relató. Una dotación de la Ertzaintza y una ambulancia medicalizada acudieron al lugar, pero no pudieron salvar la vida de Diego.

Aquél 31 de marzo de 2001, la muerte, según reveló la autopsia, le sobrevino como consecuencia de una miocardiopatía arritmogénica, probablemente congénita. La sustitución de fibras musculares cardíacas por grasa o tejido fibroso, que termina provocando alteraciones en el ritmo cardíaco, estaba muy extendida y ocupaba ya los dos ventrículos.

García padecía una miocardiopatía arritmogénica biventricular sin diagnosticar

El informe del Instituto Nacional de Toxicología de Madrid confirmó que Diego García había muerto a consecuencia de una fibrilación ventricular y que el atleta guipuzcoano padecía una miocardiopatía arritmogénica biventricular. Como los grandes actores en sus más recónditos anhelos, Diego García había muerto sobre el escenario, practicando su gran pasión, en pleno ejercicio de su profesión de atleta, la víspera de su participación en el clásico medio maratón que discurre entre Azkoitica, su localidad natal, y Azpeitia.

El entonces presidente de la Federación Española de Atletismo, José María Odriozola, atribuyó su muerte a una fatalidad y negó que hubiera sido consecuencia de un esfuerzo excesivo. Los 39 maratones que había corrido Diego García no habían sido, a su juicio, la causa de su muerte. "Yo mismo he corrido 30 y otros han corrido muchos más. No hay que buscar las explicaciones por ahí", dijo.

Nacido el 12 de octubre de 1961, García tenía un historial médico impecable y se beneficiaba, como el resto de los maratonistas de elite españoles, de un seguimiento científico a cargo de expertos en el que nunca se había detectado la menor anomalía física. Después de haber sido plusmarquista nacional de maratón (2h10:30), noveno en el maratón olímpico de Barcelona'92 y subcampeón de Europa en Helsinki'94, la carrera de Diego García como fondista, aún tenía por delante, a sus 39 años, un largo recorrido, aunque ya como un simple atleta popular.

La tragedia causó una enorme conmoción en el atletismo español. Abel Antón y Martín Fiz, campeones del mundo de maratón, Alberto Juzdado, Isaac Viciosa, José Manuel García y el propio Alejandro asistieron a las honras fúnebres, entre otros muchos atletas y miles de personas. Diego García fue un personaje muy querido, una bella persona, un tipo alegre y divertido, como le describían quienes le conocieron, un atleta carismático que, con su ejemplo, indujo a Martín Fiz y a otros fondistas españoles a pasarse al maratón.

Fue el precursor de la eclosión que elevó el maratón español a la cumbre universal. Primero Martín Fiz (en Gotemburgo'95) y luego Abel Antón (en Atenas'97 y Sevilla'99) fueron campeones del mundo, y el propio Diego García había participado en el triplete de los campeonatos de Europa de Helsinki'94. Su imagen quedó asociada para siempre a una de las escenas más emocionantes del atletismo español: aquella en que, de rodillas junto al ganador, Martín Fiz, recibía la llegada a la meta de Alberto Juzdado para completar un triplete histórico español en el estadio Olímpico de Helsinki.

Hasta el kilómetro 30 los atletas españoles y portugueses habían controlado la carrera en una mañana lluviosa, pero en ese punto un grito de Diego García movilizó a Fiz y a Juzdado, que asestaron el golpe decisivo y se fueron los tres por delante. Fiz fue el más fuerte, seguido de Diego, y Alberto completó el famoso podio español.

El checo Emil Zatopek, la "locomotora humana", entregó las medallas a los tres héroes españoles, en una escena que Diego García guardó para siempre en su corazón.

El corredor de la cinta en la frente corrió 39 maratones antes de retirarse, seis meses antes de su muerte, en la carrera Behovia-San Sebastián, y siempre reconoció que para haber alcanzado registros parecidos a los de Fabián Roncero, Abel Antón o Martín Fiz le faltaba calidad. "Soy un buen atleta, no un extraordinario atleta como Martín", decía. Era, ante todo, un luchador, que obtuvo a base de coraje resultados deportivos por encima de su capacidad física.

Nunca envidió a sus amigos Martín Fiz o Abel Antón, que eclipsaron su carrera. Siempre se sintió orgulloso de haber coincidido con ellos y de haber contribuido, con su noveno puesto en los Juegos Olímpicos de Barcelona, a que los fondistas españoles, con pocas opciones en 5.000 y 10.000 ante los africanos, dirigieran su mirada al maratón.

El drama se presentó de repente, hace ahora 20 años, en medio de un trote suave preparatorio del medio maratón Azkoitia Azpeitia. En unos instantes, un atleta en forma, Diego García, subcampeón de Europa de maratón siete años antes, se convirtió en un cuerpo inerte para desesperación de su amigo Alejandro Gómez, que presenció su muerte. "Para, para, que me encuentro mal", fueron sus últimas palabras, reclamando la atención del fondista vigués, que al principio -relató entonces, pues falleció en enero pasado- pensó que era una broma. A las 13.15 horas, en la Avenida de Loyola, Diego sintió que las fuerzas le abandonaban, se apoyó en un árbol, con el rostro tocado ya de lividez cadavérica, y se desplomó sin vida.