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Heike Drechsler, la leyenda manchada por el dopaje que pasa el rastrillo en la longitud
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Heike Drechsler, la leyenda manchada por el dopaje que pasa el rastrillo en la longitud

Heike Drechsler es juez esta semana en el foso de longitud del Campeonato de Europa. En su carrera, RDA y la Alemania unificada, lo ganó todo. Unos éxitos ensombrecidos por el dopaje

Foto: Heike Drechsler (d) pasa el rastrillo en el foso de longitud del Estadio Olímpico de Berlín. (Imago)
Heike Drechsler (d) pasa el rastrillo en el foso de longitud del Estadio Olímpico de Berlín. (Imago)

El miércoles sucedió algo inusual en la prueba masculina del salto de longitud de los Campeonatos de Europa de Berlín. El último salto del griego Miltiádis Tentóglou fue malo, apenas unos centímetros más allá de los siete metros, pero daba igual porque su anterior intento, de 8,25 m, le había asegurado el oro. El atleta se fue a la grada a celebrarlo con los integrantes de su equipo, pero en vez de darle la habitual bandera, le hicieron gestos para que volviera al foso. Tentóglou obedeció, se dio media vuelta, se acercó a una de las juezas, la saludó y le dio dos besos. Y luego continuó con la tradicional celebración. Esa persona era Heike Drechsler (Gera, 1964), una de las mejores atletas de todos los tiempos.

Estos días, la atleta más laureada en el Estadio Olímpico no compite, pero sí está en la pista preparada para dejar la arena en perfecto estado con su rastrillo después de cada salto en el foso. Durante casi dos décadas, era ella la que saltaba. Drechsler lo ganó todo: fue campeona olímpica, mundial y europea. Su primer título lo logró con 19 años. El último, con 35. Ganó con la República Democrática Alemana y tras la reunificación. Pero lo hizo, al menos antes de la caída del muro, con la ayuda del dopaje, lo que siempre ha esparcido una sombra de duda sobre sus éxitos aunque nunca diera positivo.

Drechsler (nacida Daute) logró en 1983 su primer gran éxito, el título mundial de salto de longitud en Helsinki. En 1986 fue campeona de Europa en esa misma prueba y en el 200, distancia en la que también destacó en los 80 antes de centrarse en el foso. En 1987 ganó la plata en el 100 y el bronce en el salto de longitud en los Mundiales de Roma. Y un año más tarde, en los Juegos Olímpicos de Seúl, se llevó tres medallas: plata en el salto de longitud y bronces en 100 y 200. Sus últimas medallas con RDA las ganó en 1990: oro en salto de longitud y plata en el 200 en los Mundiales de Split.

En los Mundiales de Tokio 1991, ya representando a la Alemania reunificada y centrada en el salto de longitud, ganó la plata en esa prueba y el bronce en el relevo 4x100. Un año después, en los Juegos de Barcelona logró su primer oro olímpico en longitud. Con sus triunfos en los Mundiales de Stuttugart 1993 y el Campeonato de Europa de Helsinki 1994 conquistó la triple corona en el foso. Aún le quedaban dos medallas más: el oro europeo en Budapest 1998 y el oro olímpico en Sídney 2000. Sus marcas fueron excepcionales. En 1986 igualó dos veces el 20,71 que su compatriota Marita Koch había establecido como récord del mundo de 200. Y en 1992 saltó más que cualquier otra mujer en la historia: 7,63 metros, aunque con viento ilegal.

placeholder Heike Drechsler ganó en Sídney 2000 su segundo oro olímpico. (Imago)
Heike Drechsler ganó en Sídney 2000 su segundo oro olímpico. (Imago)

Ese palmarés la convierte en una atleta única, pero sus primeros años le han perseguido siempre. Drechsler fue un producto de la máquina deportiva de la RDA, un apéndice más del aparato de propaganda que dio como resultado algunas de las marcas más sospechosas de la historia del atletismo (también en otros deportes, sobre todo la natación). Para ganar, la Alemania oriental puso en pie un programa de dopaje que comenzaba desde edades muy tempranas y que afectaba a todos los deportistas que representaban al país. También Drechsler, aunque durante mucho tiempo lo negó.

Hasta que no cayó el Muro de Berlín no se supo con certeza el alcance de esa maquinaria de dopaje. Dos de las personas que más hicieron por sacar todo a la luz fueron Brigitte Berendonk, una atleta que huyó de la RDA junto a su familia en su juventud, y su marido, el profesor Werner Franke. A principios de los 90, ambos lograron recuperar varios archivos que detallaban nombres de atletas, médicos, medicamentos, intituciones, etc. Con esos datos pudieron reconstruir el programa de dopaje en la RDA, que contaba con la aprobación del Gobierno y la participación de la Stasi.

placeholder Una joven Heike Drechsler en 1982, antes de cumplir los 18 años. (Imago)
Una joven Heike Drechsler en 1982, antes de cumplir los 18 años. (Imago)

Entre los nombres que aparecieron en esos archivos estaba el de Heike Drechsler, que denunció a Berendonk y perdió. A mitad de los 90, la atleta alemana dijo que si había tomado esteroides, había sido sin saberlo. En 2001 lo admitió por primera vez: "Ahora sabemos que nos daban drogas. Cuando los médicos decían 'Toma esto, son vitaminas, es bueno para ti', los creías. Me pongo mala solo de pensarlo. Aceptamos que no teníamos otra opción. Pero ahora lo piensas y fue estúpido (...) Estaba convencida de que todo lo que pasaba en mi terreno era lo correcto. No tenía motivos para quejarme. Podía viajar al extranjero. No me cuestionaba nada porque era muy joven", explicó. Drechsler también ha sido acusada de haber sido informante de la Stasi con el nombre en código 'jump' (salto), algo que siempre ha negado.

"No necesito esteroides. Soy un gran talento", decía en 1998 para defenderse de los que sospechaban de su rendimiento bien superados los 30 años. Dos años después coronó su carrera con el oro olímpico en Sídney, aunque no se retiró hasta 2004. Nunca dio positivo y se ha manifestado en repetidas ocasiones en contra del dopaje, pero su nombre aún hoy sigue provocando discrepancias. Hay quien la considera una víctima del sistema porque no sabía lo que tomaba y quien cree que sí era consciente y que podía haberse negado.

El miércoles sucedió algo inusual en la prueba masculina del salto de longitud de los Campeonatos de Europa de Berlín. El último salto del griego Miltiádis Tentóglou fue malo, apenas unos centímetros más allá de los siete metros, pero daba igual porque su anterior intento, de 8,25 m, le había asegurado el oro. El atleta se fue a la grada a celebrarlo con los integrantes de su equipo, pero en vez de darle la habitual bandera, le hicieron gestos para que volviera al foso. Tentóglou obedeció, se dio media vuelta, se acercó a una de las juezas, la saludó y le dio dos besos. Y luego continuó con la tradicional celebración. Esa persona era Heike Drechsler (Gera, 1964), una de las mejores atletas de todos los tiempos.

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