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La cara de piedra de Husillos, descalificado tras haber sido campeón del mundo de 400
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44.92, era la mejor marca euroepa de siempre

La cara de piedra de Husillos, descalificado tras haber sido campeón del mundo de 400

Óscar Husillos logró el récord de España en la final y demostró que había llegado a Birmingham fortísimo, pero una descalificación rompió todo este sueño ante la cámara de TVE

Foto: Óscar Husillos tras cruzar la línea de meta de Birmingham. (EFE)
Óscar Husillos tras cruzar la línea de meta de Birmingham. (EFE)

Óscar Husillos fue una estatua de piedra delante de una cámara de televisión. La reportera de Televisión Española era la encargada circunstancial de decirle que el sueño era solo eso, un sueño, que no era campeón del mundo de 400 metros, que su récord de Europa no valía, que el marcón que acababa de hacer era poco más que una ficción. No es de extrañar que su gesto, hasta ese momento una sonrisa de oreja a oreja, se tornase de repente en la mayor de las penas. Había sido el mejor, el más fuerte. También, según los jueces, había pisado la calle contigua por unos milímetros (la RFEA puso una reclamación). Y por eso, por un mal paso milimétrico, se quedó sin resultado, sin oro y sin felicidad.

Oscar Husillos corrió con máxima autoridad desde el primer metro. Demostró que es el mejor en esta prueba, que corre sin estar atrancado. Logró la mejor marca española de siempre. Lo hizo a lo grande, con récord de Europa incluido, con un muy meritorio 44.92. Pero no valió. "No se puede pedir nada más, no sé que decir, perfecto", decía en los micrófonos de TVE con una sonrisa que no le cabía en la cara. "Estoy sorprendido, la idea era salir fuerte y aguantar, he mantenido el ritmo y mira, es inesperado todo esto, todo lo demás es recompensa". En ese momento llegó la noticia, en ese momento quedó congelado el rostro de quien ya no era campeón.

En la grada, un debutante de 70 años

Su entrenador, Luis Ángel Caballero, miraba desde la grada. Él era el debutante más improbable en los Mundiales de Birmingham. Con más de 70 años es difícil aquello de la primera vez. Pero es el caso. El entrenador de Óscar Husillos es uno de esos amantes totales del atletismo, de los que se emocionan cuando ven un niño que se desvive por correr. Ha pasado su vida en Palencia, dirigiendo un pequeño club, buscando al mejor deportista posible con poco éxito. Nunca hubo grandes aspiraciones, el atletismo era el ocio, era su vida, pero vivía lejos de la élite. Hasta que descubrió en Astudillo, un pueblo de poco más de 1.000 habitantes, un chico con ganas, con gusto y, sobre todo, con un potencial nunca visto en España. Este sábado, pese a la descalificación, ha demostrado que en sus piernas tiene mucho por dar. Y con 24 años es de esperar que le queden muchas más historias por contar. La más amarga de todas es probable que ya la haya vivido. Deportivamente es casi imposible tener un momento más duro que el suyo en Birmingham.

placeholder Óscar Husillos con su tiempo. (Reuters)
Óscar Husillos con su tiempo. (Reuters)

El jueves había hecho la parte más difícil, pues tuvo que sobrepasar las series y las semifinales, dos pruebas muy competitivas hasta llegar a la última prueba. Es el 400 una prueba de exigencia extrema, dispara el lactato, pincha los músculos y requiere de una recuperación especial. Correr dos veces en el mismo día a tope es inusual y solo los muy buenos sortean esa prueba con esmero. Husillos tiene que estar en ese punto, pues en la segunda prueba no solo ganó a todos sus rivales, también logró el récord nacional. Y logró llegar fresco a la final, corriendo con facilidad, con una potencia que le convierte en un atleta muy suelto. Lo que no deja duda es la calidad, que está ahí. El resultado, administrativamente, es el peor posible, por más que las imágenes le tengan a él entrando primero en meta.

Foto: Ana Peleteiro, en el Mundial de Birmingham.

El molde en el que hay que fijarse de cara al futuro es en Pavel Maslek. Tres veces campeón del mundo bajo techo, el checo es un atleta colosal. También es el que, en la reunión de Madrid de hace unas pocas semanas, le entorpecía en la curva. Se lo tuvo que quitar de en medio saliendo a la calle dos, haciendo más metros, algo que odian todos los velocistas pero que era necesario para ganarle. Y le ganó, a todo un campeón. Porque a veces la medida del atleta es el rival y competir de cara y ganar a un genio es lo que te lleva a una dimensión superior.

Husillos corre con manguitos negros, dice que le ayudan a estabilizar. Cualquier cosa es buena en la psicología. Antes se los hacía un amigo, que ahora está muy agradecido porque vendió unas cuantas partidas gracias al éxito del palentino. Ahora ya no, Adidas, la marca, le mima y quiere que se ponga todos los complementos que vienen de Alemania. Es un poco lo mismo, no llevar los brazos desnudos. Y no hay quejas de los de siempre, porque Óscar sigue viviendo por allí y siendo importante.

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El cariño de Adidas

En su pueblo, de hecho, se ha convertido en una suerte de icono pop. En los últimos carnavales se pudo ver por las calles a unos cuantos chavales vestidos de Husillos, marcando tendencia, con su camiseta roja de España, su pantalón corto -con el frío mediante, que Palencia en febrero es cosa seria- y, por supuesto, los manguitos del amigo que ahora no son del amigo sino de una gran firma deportiva, pero que da un poco lo mismo porque la imagen no ha cambiado.

Y Óscar está ya ahí, entre los mejores del mundo, con una carrera enorme y pese a la descalificación. Hace poco más de dos años todo esto era imposible. De niño era futbolista, pero no un corretón de banda sino un portero con poca fortuna. Le gustaba correr, como a tanta gente, y empezó a participar en carreras populares. Físico tiene, así que lo empezó a hacer bien, mejor de lo que se esperaba, de hecho.

Foto: Ordoñez, entrando tercero en meta. (Reuters)

El siguiente a Bruno Hortelano

Corría distancias largas porque eso es lo que se estila en ese tipo de carreras. También porque la velocidad, en España, es poco más que una rareza. Un día Luis Ángel Caballero se dio cuenta de que en esas piernas había mucha velocidad. Y le invitó a correr en corto. Pronto funcionó, primero en 100 y en 200, pero pronto estuvo claro que esa no era la distancia. Además de rápido, que lo es -recientemente batió el récord de Bruno Hortelano en el doble hectómetro- tiene una gran resistencia a la velocidad. Y eso es una cualidad única para el cuatrocentista.

Es una prueba cruel, casi caníbal. Y más tras este final. Las piernas duelen al final, los atletas llegan exhaustos. En el 800, la distancia superior, hay táctica, aquí no, lo único que se le pide al atleta es que suelte la cadena, que no deje de correr. Cuando ha terminado el recorrido duele todo y es una de las pruebas en las que recuperar es más complicado. Y ahora, además de la recuperación física, tendrá también que reestablecerse mentalmente. Porque el palo es durísimo, pero la grandeza es subir y saber que fue el más rápido del mundo.

Óscar Husillos fue una estatua de piedra delante de una cámara de televisión. La reportera de Televisión Española era la encargada circunstancial de decirle que el sueño era solo eso, un sueño, que no era campeón del mundo de 400 metros, que su récord de Europa no valía, que el marcón que acababa de hacer era poco más que una ficción. No es de extrañar que su gesto, hasta ese momento una sonrisa de oreja a oreja, se tornase de repente en la mayor de las penas. Había sido el mejor, el más fuerte. También, según los jueces, había pisado la calle contigua por unos milímetros (la RFEA puso una reclamación). Y por eso, por un mal paso milimétrico, se quedó sin resultado, sin oro y sin felicidad.