Se aleja la esperanza de un rescate con vida de Sadpara, Mohr y Snorri en el K2
“Un operativo de rescate sería para recuperar los cadáveres”, reconoce el hijo de uno de los tres montañeros extraviados. El segundo vuelo de exploración en helicóptero no ha encontrado rastro alguno de los extraviados.
“Un operativo de rescate sería para recuperar los cadáveres”. En declaraciones reproducidas en sus redes sociales por el diario Daily K2 de Gilgit Baltstan, Said Sadpara, el hijo de Ali Sadpara, agradecía el importante despliegue de medios efectuado por el Ejercito paquistaní y reconocía la dureza de la realidad: las escasas posibilidades de encontrar con vida a su padre, a Juan Pablo Mohr y a John Snorri.
میتوں کی تلاش کیلئے ریسکو آپریشن کیا جائے لیکن سرمائی مہم جوئی میں اتنے وقت تک زندہ رہنے کی امید نہیں ۔ علی سدپارہ کے فرزند ساجد سدپارہ کی گفتگو
— Daily K2 (@Dailyk2_GB) February 7, 2021
فوٹیچ ۔ محمد علی انجم pic.twitter.com/zLtutJ7iNT
El Confidencial le ha pedido a Akbar Syed, el fundador de la agencia paquistaní Lela Peak Expedition, que nos resumiese el contenido de las declaraciones de Said. Esto es lo que nos ha dicho: “Los Sadpara trabajaban para su cliente, el islandés John Snorri. En el ataque a la cumbre los tres subían sin usar oxígeno. Llevaban una botella para una emergencia. Al llegar al Cuello de Botella, Said se sintió mal e intentó acoplar el regulador a la botella; no lo consiguió y se produjo una importante pérdida de oxígeno. En esas circunstancias, tomaron la decisión de que descendiese y les esperase en el Campo 3, a 7.300 metros de altitud. En sus declaraciones, Said afirma que los vio superar el Cuello de Botella y continuar hacia la cumbre. Si llegaron a ella no lo sabremos. El chileno Juan Pablo Mohr se había unido a ellos. Tras la muerte de Sergi Mingote, con el que formó cordada al inicio de la expedición, se propuso conseguir la cumbre del K2 en memoria del alpinista español.
Las declaraciones del hijo de Sadpara se realizaron en la ciudad de Skardu, una vez concluido el segundo vuelo de reconocimiento. En esta ocasión los helicópteros que participaron en la misión alcanzaron su límite máximo de altura.
“Lamentablemente, ningún rastro”
Las fotografías publicadas por Dawa Sherpa, el líder de Seven Summit Treck, no parecen mostrar señales de una avalancha que hubiese podido arrastrarlos en su regreso. “El segundo vuelo por la tarde, con dos helicópteros del Ejército de Pakistán, hizo una búsqueda durante una hora hasta su límite máximo: 7.800m. El equipo pasó por los Abruzos y otras rutas; tuvimos menos visibilidad meteorológica por encima del Campo 4. Lamentablemente, ningún rastro. El viento por encima de los 6.400m sigue siendo de 40 km/h. Muchas gracias al Ejército de Pakistán y a todo el equipo de gestión de tierra”, ha explicado en su cuenta de Facebook.
El Nanga Parbat con Txikon
En la tarde del sábado El Confidencial contactó con Alex Txikon, que se encuentra actualmente en el Campo Base del Manaslu. Alex y Alí, junto a Simone Moro, lograron la primera ascensión invernal sin oxígeno al Nanga Parbat (8.126 m) en febrero de 2016. El Nanga y el K2, eran los dos únicos ochomiles que no habían sido escalados en la época más fría del año y en las condiciones más extremas.
Alex, abatido, prefirió esperar a hablar con nosotros. Este redactor convivió durante 13 días con Txikon y Ali en el Campo Base del Everest en el invierno de 2018. La dureza de ese entorno forja una sólida amistad. Ayer, 7 de febrero, Alex nos envió su respuesta. Una foto en la que se le ve hablando con Said, el hijo de Ali, que se encontraba sano y salvo en el Campo Base del K2. Y un único comentario: “Pedro, mi cara lo dice todo”.
Iñigo Soteras, médico de rescate en montaña y colaborador de El Confidencial, habla sobre los efectos de esa altitud superior a los 8.000 metros que se denomina Zona de la Muerte. “Este es un término muy conocido entre alpinistas y médicos. Proviene de la palabra alemana Todeszone y fue acuñada por primera vez por el Dr. Edouard Wyss-Dunant, líder y médico de la expedición suiza al Everest en 1952. En sus crónicas, sitúa esta zona por encima de los 7.800 metros y explica, como una vez sobrepasada dicha altura, los expedicionarios encaran innumerables riesgos y dificultades. Nos enfrentaremos a los límites de la supervivencia humana".
Un alpinista aclimatado puede ser fisiológicamente capaz de permanecer a grandes alturas durante días, semanas o meses, pero por encima de la Zona de la Muerte únicamente podrá permanecer unas horas o como mucho algunos días. El récord de permanencia lo posee el austriaco Willi Bauer, quien permaneció durante 10 días de tormenta por encima de 8.000 metros, precisamente en el K2.
A esta altitud la hipoxia juega un papel importante, pero no el único; incluso con oxígeno suplementario no hay garantías de sobrevivir. A la hipoxia se asocian otros factores como el frío, la exposición al viento, el aumento de demanda cardio-respiratoria y la carga de trabajo, el déficit energético por no poder alimentarse correctamente, la deshidratación, el desgaste muscular acumulado y los problemas de aclimatación habituales que se aceleran y exacerbarán: deterioro por altitud, mal agudo de montaña, edema pulmonar y cerebral de altitud.
En esta expedición invernal al K2, que está finalizando de manera dramática, la Zona de la Muerte comenzó mucho antes y a menor altura. En invierno, la presión barométrica es más baja, lo que afecta al transporte sistémico de oxígeno. La primera consecuencia es que los alpinistas sufren hipoxia anticipadamente. Por otra parte, se considera que consumen un 10% más de sus botellas de oxígeno en comparación con lo que sucede en primavera. Además, durante una expedición invernal se agravan todos los demás factores anteriormente citados (frío, viento, deshidratación, etc.) que hacen que la Zona de Muerte, donde necesitamos todo nuestro empeño para sobrevivir, esté esperando antes de lo previsto.
“Un operativo de rescate sería para recuperar los cadáveres”. En declaraciones reproducidas en sus redes sociales por el diario Daily K2 de Gilgit Baltstan, Said Sadpara, el hijo de Ali Sadpara, agradecía el importante despliegue de medios efectuado por el Ejercito paquistaní y reconocía la dureza de la realidad: las escasas posibilidades de encontrar con vida a su padre, a Juan Pablo Mohr y a John Snorri.