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El teleférico del Everest, la última perversión
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El teleférico del Everest, la última perversión

Los trabajadores de la zona del valle del Khumbu hablan con naturalidad de la posibilidad de que se construya un teleférico en la zona que aumente la llegada de turistas a la zona

Foto: El valle del Khumbu, con los 'ochomiles' Everest y Lotse al fondo. (Foto: Víctor García)
El valle del Khumbu, con los 'ochomiles' Everest y Lotse al fondo. (Foto: Víctor García)

“Están viendo viabilidad del estudio. No sería la primera vez que se haga. Hay teleféricos en Suecia, Italia, los Himalayas...”. El ministro de turismo de Tanzania, Constantine Kanyasu, despachó así las críticas sobre el teleférico que previsiblemente se construirá hasta la cima del monte Kilimanjaro, el techo de África. No sería descabellado escuchar algo similar dentro de unas fechas de su homólogo de Nepal para cubrir la distancia entre Lukla y Namche Bazar, las dos localidades más importantes del valle del Khumbu y por las que se debe transitar hasta pisar el campo base del Everest.

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Se estima que unos 20.000 porteadores trabajan entre el Kilimanjaro y un monte cercano, el Meru. “Un turista de Estados Unidos puede llevar un máximo de 15 personas detrás de él, 13 son porteadores, un cocinero y un guía. Estos trabajos se verían afectados si se construye el teleférico”, señala Loishiye Mollel, portavoz de los porteadores de Tanzania, quien apunta que, normalmente, un turista está una semana por la zona hasta el ascenso de la montaña. Ese tiempo, con una cabina y un cable de metal, también se reduciría.

En las faldas del Annapurna, dentro de unos meses, se terminarán las obras del teleférico que unirá Sedibagar–Sarangkot desde el lago Phewa, en Pokhara y seguramente sea una atracción de altura que compita con el cable que ya hay para ascender a las Chandragiri Hills (2,551m), desde donde se ve el valle de Katmandú. El negocio de colocar un teleférico parece que funciona y quizás este sea sólo el principio puesto que los trabajadores del Khumbu Valley hablan con normalidad de las consecuencias que traerían la instalación de un teleférico por allí, a los pies del Everest.

"El turismo ha sido bueno para los sherpas"

“El turismo ha sido muy bueno para los sherpas… pero es malo para los dioses”. Kanchha Sherpa, de 86 años, es el último superviviente que queda de la primera vez que se coronó el Everest en la famosa expedición liderada por Edmun Hillary y Tenzing Norgay. Ha sido testigo directo, como narra en una amplia entrevista reciente para National Geographic, de la transformación del valle del Khumbu. El turismo ha conllevado a la región algo de dinero y mejor 'calidad de vida', algo que va entre comillas cuando se habla de una de las zonas habitadas más duras y complejas del Planeta para residir. La instalación de un teleférico, ¿'pisaría' a la población del Khumbu como ya hace en la cima del Everest?

Si ascender al Everest se ha convertido en una atracción turística, el trekking que transcurre por pequeñas localidades hasta llegar al Campo Base es una especie de romería en los meses en los que el frío desaparece. Por allí también hay porteadores, aunque no cobran tanto como los que van en expediciones hacia el Sagarmatha ('La frente del cielo' en nepalí, que es como se le conoce al Everest), pero son la esencia de Khumbu. La ingente cantidad de dinero que se paga por subir al Everest (entre 30.000 y 150.000 euros) se reparte entre pocos y buena parte van a manos extranjeras que llevan a esos 'alpinistas' hasta allí, mientras que los turistas del trekking (más abundantes que los mencionados 'alpinistas') reparten de manera más equilibrada el capital que gastan por el valle.

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Desde hace tres décadas, cuando comenzó a ser más famoso este trekking en el que se superan los 5.000 metros de altura, las condiciones del camino y los alojamientos se han ido mejorando. La gran revolución llegó cuando en Namche Bazar se instaló una pequeña central hidroeléctrica que comenzó a dar luz durante unas horas al día. Poco a poco, los establecimientos han ido invirtiendo en el bienestar de los turistas y las habitaciones de algunos 'lodges' ya cuentan incluso con calefacción o agua caliente. Un lujo y algo impensable hace no mucho tiempo. Se gana calidad aunque se pierde esencia, pero nada comparable a que directamente te lleven allí en una cabina.

A pesar de la romería que se forma en buena parte del año, el desarrollo de la región se acerca a lo que se podría considerar sostenible porque el pastel está repartido entre porteadores, guías, tenderos, trabajadores y propietarios de alojamientos o los dueños de mulas y yaks. ¿Respetaría estos puestos de trabajo un cable que une los 2.800 metros de Lukla con los 3.500 de Namche Bazar? Otra cuestión, más peligrosa para el alpinismo, es si este sería el principio de algo más ambicioso.

Menos expediciones y más caras

Tras el golpe mediático de las muertes en menos de una semana en el Everest, el editorial del periódico más importante de Nepal, 'The Himalaya Times', se ha preguntado si toda esa canibalización del pico más alto del mundo era buena y planteaba una reflexión con una ecuación que incluía también los beneficios para el Estado: “El Gobierno hace buen dinero con las expediciones -11.000 dólares por cabeza en tasas-. Pero para crear una situación de win-win, se debe encontrar una solución y lograr monetizar el Everest sin poner demasiada presión en él. Una opción es limitar el número de expediciones y subir el precio de las tasas por escalador. Para recuperar el encanto del alpinismo se debería poner límites a los amateurs y que no sea para alguien con efectivo en su cuenta bancaria. El Everest debería ser exclusivo y se debería dar permisos a quienes hayan escalado ya algunos pequeños picos antes”.

Por arriba y por abajo, que el Everest y su valle del Khumbu se convierta en un parque temático depende de las decisiones que se tomen en esta época. Nepal debe resolver un problema matemático en el que el resultado sea el crecimiento económico de esa parte del país, el daño 'cero' del Everest y la permanencia de los valores del alpinismo y la naturaleza. En China, de otra cultura, directamente han pasado a construir una autopista hasta su campo base del Everest. Quien quiera tener fácil una foto para sus redes sociales que vayan a esa cara norte del Sagarmatha, aunque mole menos.

“Están viendo viabilidad del estudio. No sería la primera vez que se haga. Hay teleféricos en Suecia, Italia, los Himalayas...”. El ministro de turismo de Tanzania, Constantine Kanyasu, despachó así las críticas sobre el teleférico que previsiblemente se construirá hasta la cima del monte Kilimanjaro, el techo de África. No sería descabellado escuchar algo similar dentro de unas fechas de su homólogo de Nepal para cubrir la distancia entre Lukla y Namche Bazar, las dos localidades más importantes del valle del Khumbu y por las que se debe transitar hasta pisar el campo base del Everest.

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