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Milagro en el Jannu: 18 días de agonía para escapar de la montaña del horror
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NO CONSIGUIERON ABRIR LA VÍA QUE BUSCABAN

Milagro en el Jannu: 18 días de agonía para escapar de la montaña del horror

Dmitry Golovchenko y Serguei Nilov, dos de los mejores alpinistas rusos, buscaban el milagro de abrir un vía nunca explorada, pero tuvieron que improvisar para sobrevivir

Foto: La cara norte del Jannu, por la zona en que Golovchenko y Nilov trataron de abrir la vía. (CC)
La cara norte del Jannu, por la zona en que Golovchenko y Nilov trataron de abrir la vía. (CC)

La montaña siempre es una cuestión de vida o muerte, donde las grandes hazañas perduran de por vida y quedan escritas con letras de fuego. Prácticamente sin quererlo es lo que consiguieron dos alpinistas rusos de elite, Dmitry Golovchenko y Serguei Nilov. Ambos estaban convencidos de ser capaces de abrir una ruta hasta ahora desconocida en el temible Jannu nepalí, pero terminaron viviendo una historia de sufrimiento extremo con final feliz.

El Jannu se trata de una de las montañas más peligrosas del Himalaya, en Nepal. Sus 7.710 metros no son su única complicación, sino que puede presumir de ser uno de los picos más difíciles de escalar por culpa de la técnica necesaria para poder escalarlo. Su abrupta estructura y las grandes rampas de sus últimos metros hacen que su dificultad sea realmente alta. Si a eso le sumamos la idea de abrir una ruta inexplorada, el reto era realmente elevado.

Foto: Mariona Aubert en una pared de hielo.

La idea surgió hace unos meses, cuando Golovchenko, Nilov y un tercer componente, el polaco Marcin Tomaszewski, visualizaron cuál sería su próximo reto. Hasta la fecha, el peligroso Jannu solo había sido coronado en su cara norte por dos vías: una japonesa y otra rusa, ambas realizadas por cada uno de los extremos de la vertiente. ¿Por qué no intentar abrir un camino nunca antes explorado por la zona central de la pared?

Se trataba de un camino peligroso y con muchas dificultades, donde la verticalidad de la pared y los escasos espacios horizontales en los que poder tomar descanso hacían que el ascenso fuera realmente complicado. Los tres alpinistas serían los protagonistas de un documental grabado por Eliza Kubarska, cuyo equipo también acompañó a la cordada al campo base. Pero las dificultades para llegar allí les retrasaron, lo que provocó una ascensión más rápida de lo debido.

Las malas previsiones meteorológicas y el retraso acumulado dio lugar a que la expedición decidiera acometer la exploración de esta vía virgen sin una aclimatación apropiada, lo que dio lugar a que Tomaszewski decidiera no emprender la subida (también, en parte, debido a una pequeña herida en un pie que terminó requiriendo una visita al hospital). Mano a mano, el 16 de marzo Golovchenko y Nilov, cargados de alimentos, gas, saco de dormir y tienda de campaña, iniciaron el ascenso.

Pronto descubrieron las grandes dificultades que entrañaba el ascenso, pues los limitados espacios para poder descansar y el mal tiempo iban complicando su proyecto. Pero, llenos de ilusión, iban ganando metro a metro a la montaña... hasta que ocurrió lo inesperado. Recién superados los 7.000 metros, a poco menos de 700 de conseguir su sueño, una enorme avalancha les cortó la retirada, sepultando la vía que habían abierto y complicando lo más importante: su supervivencia.

placeholder Golovchenko (i) y Nilov (d), junto a Eliza Kubarska tras reecontrarse en el descenso del Jannu. (Mountain.ru).
Golovchenko (i) y Nilov (d), junto a Eliza Kubarska tras reecontrarse en el descenso del Jannu. (Mountain.ru).

Cambio de planes

Conscientes de que no podrían descender por donde habían subido, decidieron seguir adelante, tratando al menos de coronar para descender por la otra cara. Lograron alcanzar los 7.360 metros, a poco menos de 350 metros de la cima, pero la falta de provisiones les hizo tomar una decisión drástica: llegar a lo más alto les llevaría dos días y, sin posibilidades de descender por donde habían venido, la mejor opción era buscar una salida antes de que fuera tarde.

La falta de visibilidad se convirtió en un grave problema, haciéndoles perder un tiempo muy valioso a la hora de encontrar una ruta de descenso. Finalmente, decidieron acudir a la arista sur, la primera ruta que se abrió en el Jannu (Lionel Terray, 1962): por delante, seis días de peligrosos descenso, sin casi alimentos, por un camino muy peligroso que obligaba a atravesar unos pasos muy concretos para poder llegar a tierra firme, que incluso les hizo volver a ascender en algunos momentos.

Los últimos dos días fueron épicos, ya sin alimentos y sin gas para calentarse, lo que provocó que las últimas horas fueran un verdadero suplicio para Golovchenko y Nilov. En contacto permanente a través de satélite con los compañeros que se habían quedado en el campo base, estos decidieron acudir al pie de la arista sur para esperarle: el encuentro fue épico, después 18 días de esfuerzo al límite para conseguir su verdadero objetivo: sobrevivir.

Ya con la ayuda de la parte polaca de la expedición, la cordada logró descender los glaciares Jeunes y Yamatari, una vez bien alimentados y de nuevo con gas suficiente como para calentar los hornillos. Tras un par de días más de expedición, consiguieron alcanzar la aldea de Ghunsa, a un par de kilómetros del inicio del ascenso del Jennu, la montaña del horror que tanto hace sufrir a los alpinistas para conquistar su cima. Y, esta vez, con milagro incluido.

La montaña siempre es una cuestión de vida o muerte, donde las grandes hazañas perduran de por vida y quedan escritas con letras de fuego. Prácticamente sin quererlo es lo que consiguieron dos alpinistas rusos de elite, Dmitry Golovchenko y Serguei Nilov. Ambos estaban convencidos de ser capaces de abrir una ruta hasta ahora desconocida en el temible Jannu nepalí, pero terminaron viviendo una historia de sufrimiento extremo con final feliz.

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