Cuando el alpinista Alex Txikon dio zapatilla a la estupidez humana
El Confidencial ha narrado durante dos semanas el intento de Alex Txikon (no ha tirado la toalla aún) de subir el Everest en invierno y sin oxígeno. Hasta el último día se aprendió una lección
Si la montaña dice no, es que no. Lo malo es que la montaña no habla castellano, inglés, chino o yoruba, tiene un lenguaje universal que mezcla con un dialecto propio e intrínseco a cada una. No comprender sus mensajes puede llevar a que un ser humano se lleve un susto, sufra un accidente, pierda alguna parte de su cuerpo o muera. El Everest, este fin de semana, sugirió a Alex Txikon que no subiera a su cumbre poniéndole vientos de hasta 100 km/h. Alex pudo haber insistido, pero la humildad, responsabilidad y sabiduría aconsejaron abandonar un intento histórico de coronar el techo del mundo en invierno y sin oxígeno, algo que no ha hecho nadie todavía. No hay sitio para la frustración o el orgullo cuando la máxima del alpinismo es volver a casa sano. Y esta lección no es sólo para subir un 8.000, si no para cualquier paseo por el campo.
—Somos los chicos que estamos aquí en L’Angliru.
—¿Llamaron ya anteriormente?
—Sí, llamamos anteriormente pero es que llevamos toda la noche aquí. Llevamos aquí cinco horas y empezamos a estar un poco angustiados.
—Un momento, no cuelgue. [Pasan unos segundos]. ¿Ustedes están esperando la grúa todavía?
—El chico de la grúa llegó y me mandó la ubicación y está a cuatro kilómetros. Lo que no podemos hacer es que un chico baje en camisa, sin chaquetas…
Hace unos meses se hizo mediática y viral la surrealista conversación entre el 112 y los ya famosos ‘chicos de L’Angliru’, a quienes les pareció buena idea subir en un 4x4 a un puerto con rampas de hasta el 23% durante una madrugada con amenaza de temporal (y equipados con zapatillas y camisa). La sorna y los 'memes' no se hicieron esperar y por los móviles de media España circularon bromas sobre su intrepidez. Afortunadamente no pasó nada y el caso se ha podido utilizar como ejemplo (de imbecilidad) en la montaña, del que debe huir quien tenga como prioridad volver a casa sano.
Difícil decir no a una gesta histórica
La decisión de los chicos de L’Angliru es diametralmente opuesta a la de Txikon. Pongamos en contexto el momento vital en que el vizcaíno de 36 dijo no: es el segundo intento tras el del año pasado, llevaba dos meses en el Campo Base y tras abandonar el Campo Base 3 (a más de 7.100 metros y la penúltima parada antes de la cumbre) es cuando más cerca ha estado de realizar la gesta, su estado de forma física y mental podían afrontar unos amenazantes vientos que como llegaron de repente se podían ir… En definitiva, que el olimpo del alpinismo y la historia estaban detrás de esa puerta. Era cuestión de unas horas más caminando. Podía haber un antes y un después en su vida, pero para bien o para mal. ¡La tentación de continuar estaba ahí! Sin embargo, la veteranía de Alex Txikon señaló rápidamente que la gloria debía esperar porque la vida, un dedo o la salud de él o alguno de sus compañeros son más importantes que cualquier épica, premio, homenaje, Piolet de Oro (Oscar del alpinismo) o castillo en el aire.
Hay veces que la vida te pone ante decisiones complicadas que debes tomar en una milésima de segundo y que lo agradeces toda tu vida y la de todos tus compañeros.
— Alex Txikon (@AlexTxikon) 25 de febrero de 2018
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Muchas gracias por estar ahí, un abrazo! pic.twitter.com/wcaYhKMayT
En El Confidencial, durante 13 días, se ha intentado trasladar al lector la aventura de Txikon como ejemplo de superación del ser humano. Una hazaña pionera y con una exquisita narración llevada a cabo por Pedro Gil desde el mismo Campo Base que muestra los valores de una disciplina llamada alpinismo y que, en el fondo, no se trata más que de subir Y BAJAR una montaña. Un deporte que se asemeja al devenir de la vida, en la que se deben tomar decisiones, subir pendientes, sortear obstáculos, saber cuándo hay que retroceder, cambiar de rumbo, experimentar el sufrimiento del camino, sentir el apoyo de los compañeros de viaje y, sobre todo, saborear cada paso y disfrutar mientras se cumplen los objetivos que cada uno se pone por delante. Sus protagonistas suelen escribir cuentos inspiradores.
El fracaso hubiera sido no volver
También, como en la vida, la dosis de realidad siempre está presente y si las circunstancias que rodean al alpinista aconsejan darse media vuelta, se vuelve. Como así ha sido. No está escrito si serán dos, tres, cuatro, cinco o 10 intentos los que necesita Alex Txikon para realizar la primera cumbre invernal en el Everest. O quizá nadie lo consiga en la historia. Lo que sí está más claro es que en este invierno, el Everest le ha dicho a Txikon que debía poner su vida en juego para tal coronación y el de Lemoa ha dicho que regresaría otro día (todavía está en el Campo Base decidiendo si regresa definitivamente a España o surge la remota posibilidad en estas próximas horas de hacer un último intento).
Valga este gesto de Alex para que haya más concienciación sobre la montaña y para que la próxima vez los chicos de L’Angliru echen unas botas, linternas, crampones, piolets, polainas, guantes, abrigos, latas de comida, agua, gorros, pantalones y calcetines de montaña, camisetas térmicas, etc. si su espíritu aventurero les obliga a ir una madrugada de invierno a subir una montaña… Y lo mismo para cualquiera que se aventure a rodearse de la naturaleza, donde la previsión meteorológica siempre es relativa (como ejemplo, todos los años muere gente en las aparentemente tranquilas y sencillas sierras de Gredos o Guadarrama).
Quizás Alex Txikon no haya logrado su objetivo, pero sí El Confidencial a través de la palabra de Pedro Gil de seguir contando las aventuras de la montaña como experiencias vitales de un ser humano. Hay días en los que se gana, otros en los que se pierde, pero detrás de cada uno de ellos hay un aprendizaje para continuar disfrutando del camino que es la vida.
PD: muchas gracias a Alex Txikon por la experiencia de dejarnos contar su historia en primera persona y, en especial, a Pedro Gil por ‘traducir’, humanizar y acercar con sus palabras al lector de El Confidencial una gesta más compleja —por lo imprevisible— que la de pisar la Luna.
Si la montaña dice no, es que no. Lo malo es que la montaña no habla castellano, inglés, chino o yoruba, tiene un lenguaje universal que mezcla con un dialecto propio e intrínseco a cada una. No comprender sus mensajes puede llevar a que un ser humano se lleve un susto, sufra un accidente, pierda alguna parte de su cuerpo o muera. El Everest, este fin de semana, sugirió a Alex Txikon que no subiera a su cumbre poniéndole vientos de hasta 100 km/h. Alex pudo haber insistido, pero la humildad, responsabilidad y sabiduría aconsejaron abandonar un intento histórico de coronar el techo del mundo en invierno y sin oxígeno, algo que no ha hecho nadie todavía. No hay sitio para la frustración o el orgullo cuando la máxima del alpinismo es volver a casa sano. Y esta lección no es sólo para subir un 8.000, si no para cualquier paseo por el campo.