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Una avalancha mortal inesperada o cuando la mala suerte es una falacia
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FALLECEN SIETE ALPINISTAS EN FRANCIA

Una avalancha mortal inesperada o cuando la mala suerte es una falacia

Era una montaña asequible para un alpinista no experto. Sin embargo, el peligro no estaba en la inclinación o dificultad de ascenso y/o descenso, sino en la nieve acumulada en la ladera del macizo

Foto: Macizo de Ecrins, donde tuvo lugar el accidente.
Macizo de Ecrins, donde tuvo lugar el accidente.

“Es una de las paradojas del riesgo en esta sociedad actual. Buscamos con anhelo la seguridad y a la vez nos arriesgamos. Razón y emoción. Por eso cuando se produce un accidente somos incapaces de analizar el porqué y de decir claramente sus causas. Simplificamos, generalizamos y desviamos nuestra conciencia hacia esa excusa mediocre y llena de ambigüedad que es la de la mala suerte”. Alberto Ayora, responsable del Comité de Seguridad de la Federación Española de Deportes de Montaña, se refería en estos términos hace unos años cuando estableció una serie de puntos para disminuir los accidentes en la montaña. Este martes, al trágico suceso que acabó con la vida de siete alpinistas en Francia por una avalancha no se puede describir simplemente como un accidente cargado de “mala suerte”.

El macizo de Ecrins, donde sucedió el desprendimiento que causó el quinto accidente con más fallecidos en los Alpes desde 1990, es una cima frecuentada por alpinistas no expertos dado que su ascensión no es particularmente complicada, pero no deja de ser Alta Montaña. El siniestro se registró a unos 3.900 metros y hay que tener en cuenta que las palabras 'nieve' o 'hielo' van ligadas a la de 'riesgo'. Los aludes son normales cuando las temperaturas empiezan a subir. Sin embargo, hay otros tipos de aludes que no necesariamente responden a variaciones térmicas y que se pueden producir en cualquier momento: caídas de seracs -bloques de hielo resultantes de las fracturas del glaciar- o desprendimiento de placas venteadas -superficies sin un anclaje sólido a capas de nieve asentadas-.

“En esta sociedad crítica que en ocasiones es dada a sacar conclusiones fáciles y buscar rápidamente culpables, supone un reto de envergadura. Parece que en la mayoría de las ocasiones los accidentes son fruto de la mala suerte. Y hay que decirlo claramente y con valentía: eso es una falacia”. Ayora, dentro de su libro 'Gestión del riesgo en montaña y actividades al aire libre' es tajante. “¿Existe el riesgo cero en la vida? Casi un 60% de los accidentes que se producen en España acaecen en el interior del hogar”. En la montaña, el caso que nos ocupa, “la mayor parte de los accidentes son evitables; lo cual no significa que sean fácilmente previsibles”.

Tirar del hilo para conocer las causas

¿Cómo se hubiera podido prevenir este alud en Francia? Según explica el libro del máximo responsable de seguridad en las montañas de nuestro país, no hay que cuestionarse el mero hecho del desprendimiento en sí, sino remontarse a unos cuántos porqués previos a ese desenlace. “En la cadena de acontecimientos que se producen antes de un accidente hay unas causas en origen, lejanas en el tiempo, y que denominamos causas básicas. Sin embargo, cuando sucede el accidente son las causas directas o inmediatas en las que nos fijamos; pero previamente ha habido muchas fichas que han ido cayendo una tras otra”.

En este punto, quizás se encuentre una de las posibles respuestas en las declaraciones que recogió hace unos días The Associated Press de Ludovic Ravanel, investigador del laboratorio Edytem (Environnements, Dynamiques et Territoires de la Montagne): “En 2015 se ha producido el récord de derrumbes en estas montañas por el alza en temperaturas (150 hasta la fecha). No hay que considerar las altas montañas como algo sumamente sólido. A menudo, se trata solamente de una maraña de elementos rocosos cuya estabilidad es posibilitada por la presencia de hielo. Si se derrite el cemento de las montañas, segmentos enteros de las vertientes pueden quedar desestabilizados. A principios de agosto estábamos ya casi al nivel de deshielo del mes de octubre, es decir el nivel máximo de deshielo de los años precedentes. Lo que es de temer es la multiplicación de ese tipo de veranos caniculares que aceleren la degradación del permafrost. Todo el hielo no se reconstituye necesariamente de un año al otro, y al año siguiente el deshielo es más rápido y más profundo”.

Sin 'curro' para subir al Mont Blanc

También, hace dos semanas, El Correo recogió la voz del alpinista vasco Martín Elorza, recién llegado de aquellas montañas: “A la vista está que los glaciares de los Alpes están, irremediablemente, en una regresión importante”. Opiniones en consonancia a lo escrito en Barrabés también en este verano: “Las condiciones en los Alpes, en general, están entre lo malo y lo horroroso, con desprendimientos constantes. La práctica del alpinismo está restringida a lugares seguros”. Elorza, por cierto, también apuntó que no había acompañado “este año a ningún alpinista a la cumbre del Mont Blanc” y “no me he quedado con ganas... La cosa ha estado fea-fea y la seguridad es lo primero”.

Como señaló el alpinista de los 70 y 80 Roger Baxter-Jones: “Regresad vivos, regresad como amigos, llegad a la cumbre. Por este orden”.

“Es una de las paradojas del riesgo en esta sociedad actual. Buscamos con anhelo la seguridad y a la vez nos arriesgamos. Razón y emoción. Por eso cuando se produce un accidente somos incapaces de analizar el porqué y de decir claramente sus causas. Simplificamos, generalizamos y desviamos nuestra conciencia hacia esa excusa mediocre y llena de ambigüedad que es la de la mala suerte”. Alberto Ayora, responsable del Comité de Seguridad de la Federación Española de Deportes de Montaña, se refería en estos términos hace unos años cuando estableció una serie de puntos para disminuir los accidentes en la montaña. Este martes, al trágico suceso que acabó con la vida de siete alpinistas en Francia por una avalancha no se puede describir simplemente como un accidente cargado de “mala suerte”.

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