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El calvario más inesperado de Vicente Rodríguez: "No puedo estar mucho de pie"
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El dolor de una estrella

El calvario más inesperado de Vicente Rodríguez: "No puedo estar mucho de pie"

El exfutbolista del Valencia ha confesado que las lesiones le han dejado con molestias tras abandonar el fútbol. Ahora vive con dolor, pero feliz y sin rencor alguno al deporte

Foto: Vicente todavía tiene molestias. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
Vicente todavía tiene molestias. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)

Vicente Rodríguez habló de manera parsimoniosa, sin prisas, para dejar un relato que ha asombrado a muchos por desconocido. En una entrevista con la cadena SER, el exfutbolista del Valencia se abrió como nunca antes y realizó confesiones inesperadas, relacionadas con las secuelas que el fútbol deja cuando se apagan los focos. "He pasado por cinco operaciones en tres años". No había dramatismo en su tono, solo la serenidad de aquel que ha comprendido que el dolor también se resiste.

Durante años fue el extremo más elegante de Mestalla, el zurdo que volaba por la banda sin despeinarse. Pero aquel cuerpo que parecía liviano era, en realidad, una maquinaria forzada al límite. Hoy, Vicente tiene esfuerzos aún repetidos en su memoria. Habla de la cadera, de los pies, de las madrugadas en las que el dolor no lo deja dormir. Habla como si todavía le doliera calzarse las botas.

Lo interesante no es tanto la descripción de las lesiones, como lo que se desprende de ellas: la idea de que el fútbol, detrás de la gloria, deja grietas invisibles. Vicente no se queja; simplemente constata. "Nadie te explica cómo gestionar el cuerpo cuando se apaga todo eso". La retirada, en realidad, no fue el final, sino el principio de otro partido más largo.

El fútbol profesional —ese universo que todo lo consume— rara vez deja espacio para la fragilidad. Sin embargo, en la voz de Vicente hay algo profundamente humano: el reconocimiento de que la identidad de un jugador no se desactiva cuando cuelga las botas. Él sigue siendo Vicente, el del Valencia, incluso cuando ya no corre por la banda izquierda.

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Su etapa en los despachos

Habla del club con el respeto de quien lo siente como casa, pero también con la distancia del que ya no pertenece del todo. Reconoce que el Valencia actual compite con dignidad, que los jóvenes tienen hambre, pero advierte que "el sentimiento no se compra". Es una frase que suena a advertencia más que a reproche. En el fondo, lo que le duele no es el paso del tiempo, sino la pérdida de una identidad compartida entre jugador, afición y club.

También hay espacio para el desencanto. Cuando recuerda su etapa en la dirección deportiva, asoma una sombra: decisiones que se tomaban sin él, proyectos que se diluían en la burocracia, la sensación de haber sido apartado sin explicación. No hay rencor, pero sí decepción. Vicente no apunta a nadie, pero el mensaje es claro: la transparencia, en el fútbol moderno, es un lujo que pocos pueden permitirse.

placeholder Vicente, tras sufrir una lesión en 2006. (Getty)
Vicente, tras sufrir una lesión en 2006. (Getty)

El precio del fútbol

El relato de Vicente, más que una entrevista, es un ajuste de cuentas con el silencio. Habla porque ya no necesita agradar a nadie. Habla para poner orden en el pasado, para entenderse. En su discurso hay una calma madura, la de quien ya no corre detrás del balón, sino detrás de la verdad.

Cuando se despide, uno entiende que lo que dice no va solo de lesiones, ni de operaciones, ni de fútbol. Habla del precio de vivir de lo que se ama. De cómo el cuerpo se convierte en memoria y la memoria en herida. Vicente Rodríguez no busca titulares; busca descanso. Y quizás, por primera vez, empieza a encontrarlo.

Vicente Rodríguez habló de manera parsimoniosa, sin prisas, para dejar un relato que ha asombrado a muchos por desconocido. En una entrevista con la cadena SER, el exfutbolista del Valencia se abrió como nunca antes y realizó confesiones inesperadas, relacionadas con las secuelas que el fútbol deja cuando se apagan los focos. "He pasado por cinco operaciones en tres años". No había dramatismo en su tono, solo la serenidad de aquel que ha comprendido que el dolor también se resiste.

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