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García Candau: "No fui capaz de guardar la imagen de los que me mandaron una bomba"
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ENTREVISTA AL PERIODISTA

García Candau: "No fui capaz de guardar la imagen de los que me mandaron una bomba"

Fue jefe de deportes de 'Ya, 'El País, 'EFE', TVE y director de 'As' y se convirtió en uno de los profesionales de la información deportiva más célebre de la historia del periodismo nacional. Repasa su carrera en El Confidencial

Foto: Julián García Candau, en la biblioteca de su casa. (Alejandro Martínez Vélez)
Julián García Candau, en la biblioteca de su casa. (Alejandro Martínez Vélez)

La Ciudad de los Periodistas está ubicada al norte de Madrid. Se trata de cinco torres en las que todavía residen personas que han desempeñado el oficio. Uno de ellos es Julián García Candau (Vila-real, 1939), que fue jefe de deportes de El País, Ya, Efe y TVE, además de director de As.

Candau abre la puerta de su vivienda con vistas a las torres de la Castellana. Está bien decorada, con numerosas habitaciones repletas de libros que accede a enseñarnos. Lector voraz, siempre apreció las buenas plumas y les dio oportunidades a aquellos en los que observó maneras. También invitó a intelectuales, como Manuel Vázquez Montalbán, a que escribieran de fútbol, superando así los prejuicios existentes.

Su despacho está repleto de maletines que contienen tantos papeles como hay en su escritorio. En la mesa del salón, hay ejemplares de El País, porque es suscriptor y fue miembro fundacional, y de As. Candau mantiene la costumbre de leer la prensa en papel, en la que dejó su marca de identidad. Una de esas ocasiones fue la entrevista a Curro Romero disfrazado de camarero cuando el torero fue encarcelado por su negativa a matar a un sobrero de la ganadería de Cortijoliva.

Los toros, sin embargo, se habían cruzado previamente en su camino para que escalara en el periodismo. Fue a Valencia con su padre para ver una corrida, pero solo tenían una entrada y no quería que se gastara el dinero en la reventa. Por eso Candau lo dejó solo y se marchó a la redacción de Las Provincias para convencer al director de colaborar desde Castellón, en pleno 1959. 66 años más tarde mantiene el vínculo con el diario porque mantiene una colaboración con ellos, con la que se niega a abandonar su idilio con el periodismo.

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PREGUNTA. A usted le quedaron pocas secciones de deportes por dirigir.

RESPUESTA. Así es. La primera que dirigí fue la del extinto Ya. A deportes llegué de manera fortuita, porque antes de cubrir el Mundial de México 70 era un reportero de calle encargado de cuestiones de actualidad, como el primer secuestro de ETA. Como los partidos eran de madrugada, me pidieron que les echase una mano. Más tarde, el jefe de deportes se marchó porque le ofrecieron un puesto en el Ministerio de Educación. A él le preguntaron quién debía sustituirlo y dijo mi nombre.

P. ¿Qué tal le sentó el cambio?

R. No me sentó mal, porque el deporte lo había practicado siempre. En Castellón, de hecho, hice mucho atletismo. Cuando íbamos al instituto, el camino lo hacíamos en bicicleta y a la vuelta parábamos en el velódromo para correr un poco. No tuve problemas para adaptarme, entre otras cosas porque íbamos cuatro periodistas al Bernabéu.

P. ¿Tuvo usted trato con Santiago Bernabéu?

R. Sí, con él y con Agustín Domínguez, el secretario general, y Antonio Calderón, el gerente. De hecho, Calderón se jubiló y un día lo llamé para ir a comer. Me dijo que desde su jubilación no lo había llamado nadie, así que mantuvimos mucho el contacto.

P. Hábleme de don Santiago.

R. A él lo colocó el presidente de la Federación, que era muy amigo suyo. Don Santiago me contó que lo eligió a él porque se iban de putas juntos.

P. ¿Cómo era aquel Real Madrid?

R. Yo conocí la primera oficina del Madrid, que estaba en el frontón Vistalegre, y que no era más grande que este piso. Siempre recuerdo que en el estadio se ponían en alerta cuando venía don Santiago y decían: "Cuidado con las luces". Siempre buscaba el ahorro y, en ese caso concreto, argumentaba que uno en su casa no tiene la luz encendida todo el día.

"Yo conocí la primera oficina del Madrid, que no era más grande que este piso"

P. ¿Qué recuerda de esa vida como enviado especial?

R. Era una época en la que viajábamos cuatro literalmente e íbamos siempre juntos. Nos movíamos juntos, comíamos, merendábamos… Era gente que siempre estaba disponible por si te pasaba algo. Recuerdo que me dio un cólico nefrítico en Budapest y al rato estaban todos conmigo en el hospital. Al día siguiente, antes de volver, llamaron al médico del hotel para que me atendiera y me puso una inyección. En el avión, me dejaron el mejor sitio para que estuviera cómodo.

P. Había camaradería.

R. Existía, existía. El Madrid, por ejemplo, tenía la costumbre de mantenerle el pase de prensa a los periodistas jubilados. En cuanto a los jugadores, teníamos relación con todos y tomábamos café. Manteníamos el trato incluso cuando se retiraban. Ahora es imposible, porque es muy complicado para un futbolista conocer a todos los reporteros. En cambio, como éramos tan pocos, siempre sabían qué se había contado y quién había sido.

P. ¿Alguna anécdota que recuerde de esos viajes?

R. Hay una de cuando entrevisté a Videla en Argentina.

P. Cuente, cuente.

R. Fui al Mundial del 78 cuando era redactor jefe de El País. Entré en el periódico para ocupar ese puesto, pero le había dicho a Cebrián que quería seguir viajando. Antes del torneo, pedí una entrevista con Videla que no me concedieron y me fui de vacaciones.

P. ¿Qué ocurrió?

R. Me llamaron del periódico cuando estaba en Benicassim y me dijeron que tenía que regresar a Madrid, porque me habían concedido la entrevista y tenía un billete ya reservado para Buenos Aires. La anécdota llega porque quedé con Enrique Pérez Hernández, el embajador de España en Argentina, que había tenido relación con todos los periodistas españoles.

placeholder Las portadas argentinas del fallecimiento de Videla. (EFE/Miguel Estévez)
Las portadas argentinas del fallecimiento de Videla. (EFE/Miguel Estévez)

P. ¿Qué le pidió?

R. Fui a su despacho y no se atrevía a hablar. Nos fuimos a una dependencia en la que estuvimos tranquilos porque allí no había micrófonos. Me pidió que le hiciera un gran favor: los reyes venían en unos días de visita a Buenos Aires y había una lista de siete españoles presos. Me dijo que si sería capaz de pedirle a Videla que los liberara, porque no constaban delitos de sangre.

P. Siga.

R. Llegué a la Casa Rosada y allí me recibió el coronel Blasco antes de entrar en su despacho. Grabé aquella charla y quedó una buena entrevista. Cuando concluimos, le dije que suponía que él se consideraba un gran patriota argentina. "Naturalmente", me contestó. Entonces le comenté que entendería que yo me consideraba un gran patriota español. Y le dije que venían los reyes y que había una lista de siete españoles sin delitos y que si podía liberarlos.

P. ¿Qué contestó Videla?

R. No recuerdo si me respondió, pero todavía me acuerdo de cómo se le hincharon las venas porque le sentó mal. En la salida, el coronel Blasco casi me saca a guantazos; me dijo de todo, que le había traicionado la confianza. Lo peor llegó después, porque no tenía manera de regresar a España; todos los aviones estaban ocupados. Fui a comprarle un regalo a mi mujer y en la tienda, charlando con el dependiente, le comenté lo ocurrido y me pidió que no me preocupara. Llamó a su hijo, que tenía un amigo en una aerolínea, y esa misma tarde regresé a Madrid.

P. ¿Liberaron a los presos?

R. Un día estaba en la redacción y de pronto llegó uno de Nacional para decirme que había que ir a Barajas porque Videla había liberado a un preso y llegaba a Madrid. Pregunté el nombre y era el primero de la lista. Todavía estoy esperando una carta de agradecimiento del Ministerio de Exteriores, pero debe ser que el correo funciona muy mal [risas].

P. Esto ocurrió en El País, cuyo equipo fundacional usted integró.

R. El periódico encontró un espacio para hacer un periodismo más libre y políticamente de centro-izquierda, porque no era muy de izquierdas. A los pocos meses de nacer, nombraron a Adolfo Suárez como nuevo presidente del Gobierno. Tengo una anécdota sobre ello.

P. Adelante.

R. Llamaron a mi teléfono y me dijeron: "Dígale a su director que Adolfo Suárez será el próximo presidente del Gobierno". Dudé de la información y se lo dije a mi fuente. "¿Yo le he mentido alguna vez", me contestó. No lo había hecho. Por eso me acerqué a los de Nacional para comentárselo, pero se lo tomaron a risa. También avisé a Cebrián y le comenté que me había dicho una persona que merecía toda la confianza.

P. ¿Quién se lo dijo?

R. Raimundo Saporta. En el bullicio de Nacional, se escuchó de repente la máquina de teletipos y confirmaba mi información. Me di una vuelta por la redacción cargada de aplausos.

P. Usted acercó a los intelectuales al fútbol.

R. En el Mundial de Argentina, yo sabía quiénes eran Rafael Alberti y Miguel Hernández, que habían escrito cosas dedicadas al fútbol que había leído. No tenía asumido que el fútbol tuviese una concepción literaria, pero más tarde me percaté de que podía ser así, de que tenía literatura. Por eso en El País apoyé un concepto distinto y tuve a gente como Vázquez Montalbán, a Alfredo Relaño, a Elías Querejeta, Juan García Hortelano…

placeholder Candau, en el salón de su casa. (Alejandro Martínez Vélez)
Candau, en el salón de su casa. (Alejandro Martínez Vélez)

P. Ha hablado de Relaño, que lo reemplazó en la dirección de As. ¿Qué tal fue su relación?

R. Se enfadó un poco conmigo cuando yo era redactor jefe porque fui al Mundial de México y él también quería ir. Después tuvimos una mala época. Lo que no yo no le he contado es por qué fue director de As.

P. Cuente, cuente.

R. Yo sabía que el periódico se iba a pique, era un diario que me encontré en una decadencia total. Las cosas se hacían mal y se argumentaba que seguirían así porque siempre se habían hecho de esa manera. Quité la chica en bragas de la última página porque no me parecía serio. A Michael Robinson, de hecho, le di una última página.

P. Me hablaba del cambio de Relaño por usted.

R. Le dije a la dueña que venderíamos menos ejemplares de un año para otro porque llegábamos más tarde que el Marca a los quioscos de Castellón, Alicante y Santander. Como aquello iba mal, hablé con una persona intermedia que era amiga de Jesús Polanco y le dije que si podía preguntarle si le interesaba comprar el periódico. Yo sabía que me iba a ir de allí, pero había 300 familias que no se podían quedar en la calle. Se hizo la transacción, Prisa eligió a Relaño para la dirección y el periódico continuó vivo.

P. Aquel As no era el mismo que luego fue con Prisa.

R. No, no, ojalá hubiera estado yo con Prisa. El problema de esa empresa era que estaban divididos los hijos de don Vicente Montiel con los de Luis Montiel. Nosotros tuvimos muchos inconvenientes, especialmente con la impresión de las páginas.

Foto: Alfredo Relaño. (EFE)

P. ¿Por qué?

R. Cuando llegué, era un motorista el que llevaba las páginas a una imprenta de Getafe. Y más de una vez dio problemas porque se perdieron por el camino. Contratamos un servicio para transmitir vía telefónica las páginas y la plantilla se portó de maravilla el día del estreno. A las 23:45 estaba todo cerrado, pero la empresa había contratado el servicio más barato y cada página tardaba media hora en imprimirse.

P. ¿Qué tal llevó la salida?

R. Bien, porque poco después trabajé en La Razón. Cuando salí del As, me llamó Paco González para que trabajara con ellos en Carrusel deportivo. Pero los Montiel me hicieron la liquidación con el sueldo de un redactor raso, no con el mío de director. Tuve que hablar con mi abogado, que me dijo que estaba ganado. Sin embargo, me resaltó que iba a pleitear con Prisa y con los Montiel, con ambas, pero que yo iba a enfrentarme a la empresa en la que iba a trabajar.

P. ¿Qué hizo?

R. Fui a juicio igualmente, porque la dignidad es más importante que el dinero. Aquello era un atropello y se demostró en el pleito, que lo ganamos.

P. Usted fue muy célebre por su entrevista a Curro Romero.

R. Es una de las cosas más bonitas que he hecho en mi vida. Yo con Curro tenía relación porque una vez fui rey mago junto a él. Hubo un accidente en Nochebuena de un matrimonio valenciano que murieron en el acto y se salvó su hijo. Fuimos a llevarle los regalos Curro, Gento y yo, porque falló el rey Baltasar. Me pintaron de negro y fuimos.

"Llamaron a mi teléfono y me dijeron: 'Dígale a su director que Adolfo Suárez será el próximo presidente del Gobierno'"

P. ¿Qué recuerda de la entrevista?

R. Fui a la cafetería La Tropical y había muchísima gente, en Sol, donde estaba detenido Curro. Pidieron la cena al restaurante y le pedí al camarero que me dejara la chaquetilla. Primero fui acompañado por uno de sus compañeros. La segunda vez fui solo y vi que estaba allí Romero con su suegro. Estuve muy nervioso y apenas pude abrir la botella de vino. "Qué torpe es este camarero", decía su suegro, que estaba allí. Curro le pedía que se callara porque dijo un par de cosas al aire para que yo las escuchara y las publicara. Él me reconoció enseguida. Hace unos años le hicieron un homenaje y salió mi portada.

P. A usted le mandaron una bomba a la redacción de El País. ¿Cómo fue aquello?

R. Fue la extrema derecha. No me la mandaron por ser yo, sino por mi puesto. Supusieron que un redactor jefe estaría en el centro de la redacción y así estallaría afectando a más gente. Uno de los chavales vio el paquete y los cables. Él se echó al suelo, pero su compañero se quedó de pie y murió. El otro, afortunadamente, se salvó, aunque se quedó sordo. Imagínate cómo fue ese entierro.

P. Imagino que le costó asimilarlo.

R. Un poco. En aquella época, tenía perro y por las noches bajaba siempre a pasearlo. Pasaba miedo porque igual venían a buscarme, pero tenía que disimular delante de mi familia. Mi mujer y yo tuvimos que irnos a Alicante de vacaciones para salir de esa atmósfera. Recuerdo que un día fuimos al cine y la película que proyectaron era de nazis en un campo de concentración. A pesar de que luego hubo juicio, y se descubrió que uno de los dos autores era funcionario de prisiones, no fui capaz de guardar la imagen de ellos.

placeholder Candau enseña una lista en un evento. (EFE)
Candau enseña una lista en un evento. (EFE)

P. ¿Cómo eran esas redacciones de los 70 y 80?

R. Había gente que bebía en El País, pero aquella era una redacción muy limpia porque no había mucho alcohol ni drogas. A la cafetería íbamos a por café y por té, aunque algunos también tiraban de whisky.

P. ¿Se ha perdido el gusto por las buenas plumas en la prensa?

R. No lo creo, hay gente que escribe bien ahora. Me gustan Rafa Cabeleira y Manuel Jabois. No creo que esta época sea mejor o peor que otros tiempos.

P. En su época destacaba gente como Antonio Valencia.

R. Él podía hacer la crónica del partido de fútbol, del estreno de una zarzuela y de una obra de teatro.

"Yo sabía que el periódico se iba a pique, era un diario que me encontré en una decadencia total"

P. Usted detectaba bien el talento. ¿Hay alguna receta para encontrarlo?

R. Lo primero es encontrar que alguien tiene voluntad de trabajo. Había gente que cuando nos reuníamos para hacer el planning de la semana preguntaba qué día libraba en lugar de preguntar por su trabajo. En los periódicos, en determinadas épocas, era muy difícil librar. Por ejemplo, yo me pasé un mes entero en San Sebastián por un secuestro de ETA. Recuerdo que los cuatro periodistas que lo cubrimos, de medios distintos, íbamos siempre juntos por miedo a que la policía nos pegase.

P. ¿Qué es escribir bien?

R. Utilizar sujeto, verbo y predicado, no decir delante mía ni detrás mía, no decir pasa sobre Piqué… Hemos perdido palabras porque, por ejemplo, ahora todo es golpeo, cuando también existe despeja, chuta, remata, rechaza… El problema es que casi todo lo que se dice en la televisión o en la radio se convierte en dogma de fe.

P. La independencia es imposible en TVE. ¿Verdadero o falso?

R. Falso. Confieso que TVE y EFE han sido los lugares en los que más independencia he tenido. En TVE, eso sí, el problema no está en tu propia independencia, sino en los condicionantes. En mi etapa tuve que gestionar los contratos con el fútbol y establecer cuántos millones de pesetas iban para cada equipo. ¿Qué libertad tenía entonces? Yo quería elegir el partido sin que tuviera que ser el que convenciese a la audiencia.

P. Usted empezó en Valencia, pero luego llegó a Madrid. ¿Se puede ser un periodista de éxito en provincias?

R. Sí, sí, perfectamente. Hay algunos que, a través de la fama lograda en provincias, han sido gente muy apreciada y lo han mantenido durante toda su vida.

La Ciudad de los Periodistas está ubicada al norte de Madrid. Se trata de cinco torres en las que todavía residen personas que han desempeñado el oficio. Uno de ellos es Julián García Candau (Vila-real, 1939), que fue jefe de deportes de El País, Ya, Efe y TVE, además de director de As.

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