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El sueño de un dakariano español: que tu bebé sea tu copiloto por el desierto
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Manuel y Mónica Plaza

El sueño de un dakariano español: que tu bebé sea tu copiloto por el desierto

En su día, Manolo Plaza fue uno de los mejores dakarianos españoles, con larga experiencia en la prueba. Se reenganchó con 60 años para competir con su hija Mónica. Este es su segundo Dakar juntos

Foto: Mónica y Manolo Plaza, hija y padre, compiten juntos en el Dakar por segunda vez
Mónica y Manolo Plaza, hija y padre, compiten juntos en el Dakar por segunda vez

Volver al Dakar, con sesenta años, y por tu hija. También por la pasión que nunca le faltó a Manuel Plaza. Solo necesitaba el empuje de Mónica para reengancharse en 2020. Para el piloto conquense esta es su decimocuarta participación, por eso los organizadores le distinguen con la vitola de ‘Legend’ con la que aparece en las clasificaciones. Por segunda vez compite con su hija Mónica, su copiloto desde la derecha. Como el pasado año, las aventuras y peripecias tampoco están faltando en esta edición. De todos los colores.

Manuel y Mónica cuentan su experiencia a El Confidencial mientras completan el enlace de la etapa maratón. También seguían conmocionados por el accidente que sufrieron durante la jornada, cuando atropellaron a un participante en moto. Los problemas físicos de Mónica, las averías mecánicas en la pista, las penalidades en fin habituales en la prueba más dura del mundo… “El Dakar te da alegrías, pero por cada una te da muchas penas y momentos amargos que superar. Es una carrera de altibajos, hoy estás pletórico de alegría y al día siguiente estás hundido en la miseria con ganas de abandonar…” justifica el conquense. Pero con tu hija se llevan con otro espíritu.

Con su amplia experiencia, Manolo Plaza también puede comparar el moderno Dakar con el conocido desde hace veinticinco años, cuando su hija Mónica era una recién nacida. “Cuando entones corrí mi primer Dakar, mi hija tenía tres meses y medio, y desde siempre pensé que me haría ilusión algún día competir con mi hija”. Una ilusión que es de nuevo realidad.

"Eso se arregla con dos dedos"

“Para mí es un orgullo poder compartir con mis hijas la pasión que tenemos al mundo del motor y la gasolina, los coches y las motos. Desde que mis dos hijas eran pequeñitas me decía: “a ver si algún día puedo compartir esta experiencia y compartir esta pasión con ellas”. Y mira, después de tantos años, al final lo hemos conseguido. Es muy bonito. Porque compartir en dos metros cuadrados 24 horas cada día, o te une mucho la relación, o salen chispas, porque la tensión que se lleva dentro de un coche es muy grande, y si no hay buena relación es muy complicado. Al revés también, si hay una buena compenetración lo que hace es fortalecerte mucho más los lazos de unión entre copiloto y piloto”.

Que se lo pregunten a Mónica. En una de las primeras etapas, las cámaras de los organizadores recogían a la hija en lágrimas, fuera del coche, con fuertes dolores y problemas en el estómago. “Hija, eso se arregla con dos dedos”, le decía el padre, “adentro, a la campanilla…”, incitándola a vomitar. Allá que fue Mónica, apoyada en el coche, a devolver. Al final, la hija se dejaba caer en brazos del veterano padre. Y para adelante. Pasó dos días malos. “Nos cuidamos uno al otro, nos preocupamos el uno por el otro”, cuenta Mónica, le preguntas si se ha tomado las pastillas, cómo ha descansado, te preocupas de pequeños detalles del día a día, si hay agua caliente en las duchas. En mi caso, hay pocas chicas en el vivac, aunque este año hay alguna más…”.

"No os vamos a dejar solos"

Mónica quería ser copiloto en el Dakar. Lo intentó por su cuenta, y en 2020 estuvo a punto de lograrlo con Dani Sola, un reconocido piloto español de rallies. El tema no cuajó. El padre se despidió cuando la prueba emigró a Sudamérica, pero se lio la manta a la cabeza para reengancharse con su hija a la derecha. Este año han vuelto para repetir la aventura. El Dakar no es fácil para un equipo privado con pocos medios, se viven a fondo todo tipo de sensaciones y experiencias. Más, si el padre tiene al lado a su hija. Se nota ese vínculo cuando se escuchan los diálogos entre ambos dentro del coche…

“En la segunda etapa nos quedamos tirados con el palier roto en mitad de las dunas, y nos atascamos. Nos sacó un coche de las dunas, porque solo traccionaba con una rueda, necesitábamos que alguien nos sacara para poder reparar”, explica Mónica, una de entre las muchas aventuras que están viviendo juntos, acompañadas de la camaradería con la que también se protegen entre sí los equipos privados. “No podíamos reparar con nuestro palier de recambio, porque nos faltaba la parte que estaba rota, que es la que no se suele romper nunca. Otro coche nos dejó la pieza, reparamos, y seguimos. Pero al final de esa etapa nos encontramos a ese mismo coche tirado, y les ayudamos a salir de las dunas. Mi padre les dijo: “no os vamos a dejar solos porque estamos aquí gracias a vosotros, hasta que no acaben las dunas poneos detrás nuestro, que os vamos a ir esperando hasta salir”. Y esperaron, claro.

"Lo pasamos por encima de la moto"

Desde el segundo día se quedaron sin el camión de la asistencia, con lo que suponía de incertidumbre para los días siguientes. “Hoy estamos con el enlace de la etapa maratón, y esta noche nos tenemos que hacer entre Mónica y yo la mecánica”, explica el padre, “ninguno de los dos somos mecánicos, aunque yo tengo un poco más conocimiento por la experiencia por tantos años”, explica el padre, “hemos tenido que salir con tres ruedas que pesan mucho en el coche, y esta noche nos tendremos que hacer el mantenimiento, comprobar que todo esté bien, descansaremos poco, pero esto es parte de la aventura y de lo que es el Dakar”.

Una experiencia que ya fuerza las costuras físicas y mentales también puede llevar al extremo. “Ayer tuvimos un accidente a 45 km de la meta. De repente, en una zona rápida me apareció un motero por la parte izquierda cruzando el camino, porque se asustó de otro coche que iba a la izquierda, justo por donde pasamos nosotros. Lo atropellamos, lo pasamos por encima de la moto. Afortunadamente solo fue el tren delantero, pero fueron unos momentos de mucha angustia porque pensábamos que estaba muy mal. Gracias a Dios no fue tanto, pero sí unos momentos muy difíciles hasta que llegó el helicóptero, que tardó solo quince minutos. Hemos pasado una noche fatal, dándole vueltas a la cabeza. Este es un deporte de riesgo, que entraña un peligro del que a veces no somos conscientes, pero ese peligró está ahí en cualquier momento”.

"Cómo es posible ese ritmo"

Manolo Plaza fue en su día uno de los grandes dakarianos españoles. Llegó a competir con Marcos de Quinto como copiloto, otro gran aficionado al Dakar y el desierto. Plaza era famoso por su tremenda habilidad para sortear las dunas, hasta el punto de que los pilotos oficiales le dejaban pasar por delante para que marcara el camino. Nunca se quedaba atascado. Con su experiencia y perspectiva, nadie como el conquense para explicar hasta qué punto ha cambiado el Dakar en tantas facetas.

“Todo esto ha cambiado muchísimo, se ha encarecido muchísimo, lo que era el concepto antes de un Dakar de aventura ha cambiado mucho”, explica Plaza. Para empezar, la parte mecánica. “Ahora llevamos vehículos mucho más competitivos. Nosotros corremos con un buggie V8 de tracción trasera, con una punta de 160 km/h. Y da miedo que algunas veces nos pasan a 180 en 190 km/h en zonas rotas, y te preguntas cómo es posible mantenerse a ese ritmo. El nivel y calidad de los coches y pilotos ha aumentado muchísimo, casi parece un tramo de rallie de tierra. En el Dakar los tramos son de 500 km, pero aquí se va a un ritmo de tramos de 50 km”. De aquí también la dinámica de las clasificaciones. “Antes los tiempos se medían de hora en horas, y ahora de minuto en minuto, e incluso en caso de los primeros, es cuestión de segundos”.

Todavía en tienda de campaña

La tecnología ha transformado la navegación, factor que ha recibido otra vuelta de tuerca en esta edición. “Este año tiene importancia la navegación sobre otros años, ya no puedes estudiar la cartografía por la noche la etapa antes, como los equipos oficiales en el pasado, que llevaban personal solo para estudiar la cartografía. Ahora el copiloto tiene quince o veinte minutos para anotar las incidencias y no tiene ayuda externa, por lo que su labor es todavía más importante, y encima con menos referencias de navegación. Antes era un concepto de aventura, y no teníamos los medios de comunicación que tenemos ahora. Ahora nos tienen localizados, saben donde estamos en todo momento, y antes era muy difícil”.

Sin embargo, algunas cosas no han cambiado para los Plaza. “El confort, tampoco es lo mismo. Otro detalle importante que ha variado mucho es la hora del descanso. Este año, nosotros seguimos como hace 25 años, tienda de campaña para dormir. Pero en nuestro equipo, menos nosotros, todos llevan autocaravana, se duchan y duermen en la caravana. A la hora de descansar y afrontar cada etapa siempre hay mucha diferencia”.

Sin embargo, para quien lo vivió todo al máximo nivel en esta prueba, el Dakar ofrece ahora a Manolo Plaza aquello que soñaba hace 25 años, cuando Mónica era todavía era un bebé, una dimensión humana que pocos participantes pueden experimentar. “Estoy muy orgulloso de seguir viviendo estas experiencias, y compartirlas con mi hija. Tanto los momentos buenos como los malos. Porque el Dakar es una prueba muy dura".

Volver al Dakar, con sesenta años, y por tu hija. También por la pasión que nunca le faltó a Manuel Plaza. Solo necesitaba el empuje de Mónica para reengancharse en 2020. Para el piloto conquense esta es su decimocuarta participación, por eso los organizadores le distinguen con la vitola de ‘Legend’ con la que aparece en las clasificaciones. Por segunda vez compite con su hija Mónica, su copiloto desde la derecha. Como el pasado año, las aventuras y peripecias tampoco están faltando en esta edición. De todos los colores.

Marcos de Quinto
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