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El salvaje oeste de los rallies en España o cuando entrenar era un desmadre
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ARRANCA EL WRC con el rally de MONTECARLO

El salvaje oeste de los rallies en España o cuando entrenar era un desmadre

Hoy en día un rally -tanto del WRC (el campeonato del mundo) como uno a nivel local o nacional en España-, cuenta con buenas medidas de seguridad, pero no siempre ha sido así...

Foto: Carlos Sainz compitiendo en el Rally Príncipe de Asturias de 1985.
Carlos Sainz compitiendo en el Rally Príncipe de Asturias de 1985.

“Antes era un territorio sin ley. Todo muy salvaje. No había limitación de pasadas por un tramo y entrenabas con el propio coche de carreras e ibas a 'contratramo' -porque los que terminaban volvía por la misma carretera- y con tráfico abierto: te encontrabas con vecinos que iban a comprar el pan y los tenías que esquivar”. Era la España de los 80 y 90, cuando prepararse para correr un rally era un ejercicio más peligroso que la propia competición. Este fin de semana arranca el Mundial de Rallies -el WRC-, con el Rally de Montecarlo y unas medidas de seguridad que alejan a una época remota las anécdotas que diferentes pilotos de rallies españoles (de asfalto) de finales del siglo XX han narrado a El Confidencial.

A principios de esta semana -lunes y martes- Hyundai puso a disposición tanto de Dani Sordo como de Sebastian Loeb un coche de entrenamiento para reconocer los tramos del rally más prestigioso del mundo, el de Montecarlo, junto a sus respectivos copilotos, Carlos del Barrio y Daniel Elena. Notas detalladas para describir al piloto posteriormente cómo debe trazar cada metro de las carreteras que transcurren por los Alpes Mediterráneos. Este es uno de los trabajos imprescindibles para preparar un rally y que ha evolucionado en materia de seguridad hasta lo que es hoy en día.

Esquivando a tus rivales

Dista mucho del 'wild west' en el que se convertía el tramo de una carretera española seleccionado para un rally -local y nacional- hace tres o cuatro décadas, cuando “no había limitación de pasadas y se podía ir a entrenar un mes antes. Allí podía ir una persona de la organización del rally, pero no había un control estricto de nada. Al principio se podían hacer las pasadas con los propios coches de las carreras, sin limitación de veces y la gente que lo hacía volvía a 'contratramo', por la misma carretera, y tenías que esquivarles”.

“Con esa libertad, las notas no eran tan importantes porque terminabas por aprenderte el tramo y cogías hasta referencias del tiempo”, explica este piloto anónimo. Luego se comenzó “'humanizar' este aspecto y de un mes de entrenamientos se pasó a una semana (en torno a 1995). Posteriormente a un par de días… Esto generó que los pilotos quisieran realizar todo el trabajo que antes hacían en un mes y apenas dormían 3 horas: ¡estaban todo el día haciendo pasadas!”. Era una época en la que la organización del rally había establecido un libro de ruta para que al completar un tramo se volviera por otra carretera (dando un rodeo importante), pero en el que el tráfico seguía abierto. El único control férreo seguía siendo el de la Guardia Civil y sus multas. “Si se enteraban de que se iba a realizar un rally, muchas veces iban a los tramos para ver si 'cazaban' a alguno”.

De ese todavía desmadre se pasó a tener un control de velocidad por GPS y de ahí a prohibir los coches de carreras para los reconocimientos. “Los había más locos y más cuerdos. Muchos hemos tenido accidentes, pequeños, pero casi todos hemos tenido con el tráfico abierto. Podías esquivar coches, pero alguna vez te golpeabas en un costado, o tenías un arañazo con el otro coche… Era muy típico contar la 'batallita' de cómo habías librado por fuera de la carretera un accidente”. Desde fuera, da pánico pensar en circular por esos tramos en aquella época al mismo tiempo que uno reflexiona cuánta pasión existe en este deporte para poner en riesgo su pellejo en tantas ocasiones. Nunca pasaba nada grave.

Y llegaron los disfraces y la picaresca

Afortunadamente para (casi) todos, llegó el momento en el que la Federación limitó los entrenamientos a tres pasadas. Aquí las notas cobraban la importancia de la actualidad porque el piloto prácticamente no se iba a acordar de por dónde había pasado. Y con este cambio llegó la picaresca: me disfrazo para pasar más veces por el tramo. Y la Federación puso vigilantes de incógnito. “Había quien se ponía barba, cogía otros coches… Hubo uno que, además de barba y gafas de sol, cogió una Berlingo con una escalera de electricista en el techo, pero le pillaron. Al final, la organización fichaba a un coche que pasaba de repente siete veces en poco tiempo por una misma carretera...”. La sanción por intentar escabullirse iban desde la descalificación de un rally a la retirada de la licencia. “Hasta que domaron a la gente y dejaron de disfrazarse e ir de extranjis”.

Hoy en día, sobre todo por el norte de España, en madrugadas previas a un rally local se pueden todavía escuchar petardeos y ruedas derrapando: son participantes entrenando. A pesar de lo llamativo que pueda resultar desde fuera cómo se las deben ingeniar estos apasionados del mundo del motor, las únicas (y puntuales) desgracias que ha habido en España con los rallies han venido por la mala ubicación de espectadores en una prueba oficial.

Este fin de semana, Dani Sordo no participará en el Rally de Montecarlo por ceder su asiento en Hyundai al mejor piloto de rallies de toda la historia, Sebastian Loeb. España, a través de la RFEdA, está intentando potenciar su cantera -entre otros proyectos con marcas- a través del programa Rally Team Spain que inició en 2017. En el futuro se verá si hay algún sucesor del cántabro o, quién sabe, de alguien que recoja el testigo que dejó Carlos Sainz, quien también probó en su día el 'wild west' español que nos han descrito varios pilotos a este medio. Hasta que eso ocurra, el WRC y sus catorce pruebas arrancan este fin de semana para -de una manera segura- no perder detalle de los pilotos de automovilismo más completos del mundo por tierra, asfalto, nieve… y aire.

PD: En rallies de tierra dentro de territorio español, las pruebas de reconocimiento se han hecho desde los 90 siempre con tráfico cerrado.

“Antes era un territorio sin ley. Todo muy salvaje. No había limitación de pasadas por un tramo y entrenabas con el propio coche de carreras e ibas a 'contratramo' -porque los que terminaban volvía por la misma carretera- y con tráfico abierto: te encontrabas con vecinos que iban a comprar el pan y los tenías que esquivar”. Era la España de los 80 y 90, cuando prepararse para correr un rally era un ejercicio más peligroso que la propia competición. Este fin de semana arranca el Mundial de Rallies -el WRC-, con el Rally de Montecarlo y unas medidas de seguridad que alejan a una época remota las anécdotas que diferentes pilotos de rallies españoles (de asfalto) de finales del siglo XX han narrado a El Confidencial.

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