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La guerra de la piscina: las estrellas de la natación se rebelan para ganar más dinero
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La guerra de la piscina: las estrellas de la natación se rebelan para ganar más dinero

Konstantin Grigorishin quiere montar una Liga Natación en la que las estrellas disparen sus ingresos actuales, pero la FINA se cierra en banda y amenaza con dejarles sin Juegos Olímpicos

Foto: Los nadadores se preparan para nada el mundial de piscina corta. (EFE)
Los nadadores se preparan para nada el mundial de piscina corta. (EFE)

El año que está a punto de acabar será recordado como el que el mundo de la natación se dio la vuelta como un calcetín. Porque es muy probable que sea el último en el que la Federación Internacional de Natación (FINA) tenga el monopolio sobre las competiciones. Los nadadores, en una rebelión sin precedentes en su deporte, se han unido para defender sus derechos y poder participar en la Liga Internacional de Natación (ISL) que ha creado el billonario ucraniano Konstantin Grigorishin y que promete repartir el 50% de los ingresos que se estiman en unos 15 millones de dólares con los deportistas en lugar del tradicional 10% de la FINA.

Grigorishin ideó la ISL como una competición en la que los mejores nadadores del mundo se inscriban en 12 equipos. Las sedes de los europeos estarían en el Energy Standard (el club del magnate) Stuttgart, Roma, Marsella, Budapest y Londres y los americanos en Los Ángeles, San Francisco, Atlanta, Austin, Washington y Phoenix. Los australianos y asiáticos podrían participar con cualquiera de los dos equipos, el torneo se celebraría de agosto a diciembre y la gran traca final sería un evento en Las Vegas anual.

Estaba previsto que, como aperitivo, el pasado 20 de diciembre se celebrara en Turín la primera prueba de la ISL, la Energy for Swim, en la que las grandes estrellas habían confirmado su presencia, pero la respuesta de la FINA fue, como era de esperar para alguien que pretende que nadie meta las narices en su negocio, implacable: amenazó a los nadadores que participaran en el encuentro de Turín con sancionarles prohibiéndoles participar en el Mundial de Doha del próximo verano y, sobre todo, en los Juegos Olímpicos de Tokio.

placeholder Katinka Hosszu, estrella de la natación mundial. (Reuters)
Katinka Hosszu, estrella de la natación mundial. (Reuters)

Los nadadores no se han callado

La amenaza de la FINA pretendía aplacar los ánimos y aplastar la ISL de Grigorishin, pero sucedió algo con lo que no contaban; lejos de amilanarse, los nadadores han puesto el grito en el cielo, se han unido, hasta les han demandado judicialmente y la semana pasada 30 de los más importantes se reunieron en un hotel de Londres para emprender acciones conjuntas. Es un hecho sin precedentes en la historia de la natación.

El pistoletazo de salida fue a principios de diciembre, una semana antes del Mundial de piscina corta que se celebró en China, cuando Katinka Hosszu, Michael Andrew y Tom Shields presentaron en un juzgado de California una propuesta de demanda colectiva contra la FINA por violar las leyes antimonopolio de Estados Unidos. Estaban asesorados legalmente, claro está, por Grigorishin. A partir de ahí han sido muchos los nadadores que han levantado la voz y no son precisamente unos cualquieras. Adam Peaty, por ejemplo, el campeón olímpico y mundial de braza que ha destrozado los récords en su especialidad, ha llegado a declarar a la BBC: “Que me sancionen, no me importa. ¿Por qué la FINA se gasta millones en sus sedes y los deportistas tenemos que buscar un segundo trabajo? Tengo facturas que pagar y en el futuro una familia que mantener”.

El cuatro veces medallista olímpico Chad le Clos tampoco se ha mordido la lengua. Primero lo hizo a través de sus redes sociales en las que publicó que era “muy decepcionante que nuestro deporte no esté abierto al cambio” y en una entrevista concedida al diario ‘El País’ hace cuatro días manifestó: “Todavía necesitamos los Mundiales y los Juegos Olímpicos. Solo estamos haciendo un nuevo formato. Creo que podemos hacerlo bien, para ganar un dinero decente y conseguir la proyección que merecemos. Yo soy muy afortunado, porque derroté a Michael Phelps, pero hablo en nombre de los otros nadadores que están llamando ahora a la puerta, no solo por mí. Hay tipos que son finalistas olímpicos y que nadan en la Copa del Mundo para poder cubrir los gastos. Y eso está mal”.

El sudafricano, que junto a Katinka Hosszu han sido nombrados como los mejores del año por la FINA, lleva dos años en el club de natación de Grigorishin, el Energy Standard, y como la húngara y Peaty han puesto sobre el tapete la necesidad urgente de remodelar la natación para poder cobrar más. Hay que tener en cuenta que su vida profesional no suele ser muy larga y que, sin embargo, el esfuerzo que hacen es durísimo. Estamos hablando de seis días a la semana de entrenamiento y de seis a ocho horas en los nadadores de elite. Viven por y para el deporte, pero la FINA no les corresponde económicamente como se merecen. Las cifras les dan la razón: generaron unos 165 millones de euros en ingresos brutos en 2016-17, pero gastaron menos de 30 millones en premios.

placeholder El bracista Adam Peaty. (EFE)
El bracista Adam Peaty. (EFE)

La respuesta de la FINA

La Federación Internacional de Natación se ha dado cuenta de que le ha salido el tiro por la culata y del tremendo error de amenazar a los deportistas, así que hizo un último intento desesperado y el 13 de diciembre anunció la creación de una nueva competición, la ‘FINA Champions Swim Series’, que entraría en funcionamiento a partir de 2019 y estará dotada con casi cuatro millones de dólares en premios, el doble de lo que se pagó en los recientes mundiales de piscina corta.

Primero fue el palo, después la zanahoria, pero todo apunta a que la ofrenda de paz ha llegado demasiado tarde porque la reunión de la semana pasada en Londres de una treintena de nadadores, entre los que estaban Katinka Hoszzu, Chad le Clos, Federica Pellegrini, Cameron van der Burgh, Emily Seebohm, James Guy, Ben Proud o Sarah Sjostrom y la respuesta de Adam Peaty que calificó la propuesta de la FINA de “vergonzosa y ofensiva” auguran que la liga privada de equipos de la ISL será una realidad el próximo año. El modelo de natación, tal y como lo hemos conocido hasta ahora, tiene los días contados.

El año que está a punto de acabar será recordado como el que el mundo de la natación se dio la vuelta como un calcetín. Porque es muy probable que sea el último en el que la Federación Internacional de Natación (FINA) tenga el monopolio sobre las competiciones. Los nadadores, en una rebelión sin precedentes en su deporte, se han unido para defender sus derechos y poder participar en la Liga Internacional de Natación (ISL) que ha creado el billonario ucraniano Konstantin Grigorishin y que promete repartir el 50% de los ingresos que se estiman en unos 15 millones de dólares con los deportistas en lugar del tradicional 10% de la FINA.

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