"En la halterofilia ves chicas que se afeitan cada mañana y, claro, sospechas"
No hay deporte con más problemas de dopaje que el levantamiento de peso. De los Juegos de Pekín y Londres se han desposeído once oros, diez platas y trece bronces
"Ser cuarta está muy bien, porque si pasa algo iré al podium, siempre hay que esperar a los controles antidopaje", explicaba Mercedes Isabel Pérez, de Colombia, después de haberse quedado a solo unos kilos de la medalla. La haltera hablaba con total normalidad sobre algo que, en otros deportes, sería impensable: la opción de descalificaciones producto del uso de sustancias ilegales.
Los datos que publica el COI son abrumadores. En los Juegos de Pekín y Londres, once oros, diez platas y trece bronces estuvieron manchados por la lacra del dopaje. Condecoraciones que nunca debieron caer en las manos equivocadas, deportistas que escucharon los himnos y se emocionaron con ello a pesar de saber que habían tomado atajos para alcanzar esos honores. No hay deporte sin algún caso de dopaje sonado, incluso los que parecen más ajenos a esta historia tienen alguna mácula en su pasado. Y aunque esto es así, también existen grados.
La incidencia del dopaje varía según el deporte, pero hay una disciplina qe sobresale de manera evidente en los datos: la halterofilia. Más del 40% de los nuevos positivos de esos dos Juegos fueron cosa de levantadores de peso, forzudos deportistas que encontraron en las sustancias prohibidas una manera de elevar más kilos sobre sus cabezas. Con más de 30 disciplinas olímpicas, todas ellas sometidas, se supone, a muy rigurosos controles, el porcentaje de la halterofilia es apabullante.
"El doping puede aumentar más la fuerza, y hay países que tienen el dopaje como una cosa natural, no como algo contrario al deporte", explica Emilio Estarlik, presidente de la Federación Española de Halterofilia y vicepresidente de la europea. No despeja balones, no intenta muinusvalorar el dato ni intentar ampliar la culpa a otros deportes. Sabe bien que el levantamiento de pesos tiene un problema de dopaje, uno incomparable con cualquier otra disciplina.
"El origen, como se sabe, viene de países del este. Empezó en Rusia y desde ahí se expandió a otros lugares como Bulgaria", explica Estarlik, que promete no quedarse quieto: "El día 2 de diciembre hay el primer comité de dopaje de la europea y yo voy a proponer que las sanciones sean más fuertes". Su idea es seguir la línea de los últimos Juegos, donde se descalificó a Rusia como país, sin entrar a valorar cada caso, con positivos o sin ellos de por medio.
Esto es la consideración técnica, los fríos datos, los orígenes y las medidas a tomar para revertir tan difícil solución. El dopaje, en todo caso, no es solo eso. Detrás de cada positivo hay la frustración de un deportista que vio como se llevaba la gloria alguien que no lo merecía. Lydia Valentín, la mejor haltera española de todos los tiempos, quedó cuarta en los Juegos de Londres. Hoy sabe que fue la primera de los limpios. Nadie le devolverá aquel momento en el que tuvo que ser protagonista pero no lo fue. "Salimos con lágrimas en los ojos de ver que se nos escapaba", recuerda Estarlik.
La voz y la barba
El dolor es mayor cuando no ves la justicia. El problema, en la halterofilia, no era solo quedar cuarta, sino maliciarse de las rivales que han quedado por encima. "En la femenina ves a Lidia con su voz de mujer, femenina, pero también a chicas que se acaban de afeitar por la mañana y tienen la voz más gorda que yo, sabiendo eso y la cantidad de kilos que mueven, por lo menos sospechas. No lo puedes afirmar, pero sospechas", explica Estarlik, presente en aquellos días luctuosos. La sensación se puede definir en una palabra que verbaliza poco después: "rabia".
Las ideas se agolpan cuando se habla de la necesidad de compensar el daño de los damnificados. "Queremos que, en cuanto tengamos aquí las medallas y todo esté acordado, se haga un acto en el Comité Olímpico que sirva para paliar un poco la ausencia de esa experiencia. Ya tuvimos una alegría enorme en Brasil, imagínate lo que hubiese sido con el oro en Londres", desarrolla el mandatario federativo.
En Río, Lidia ganó su tercera medalla olímpica, aunque por aquellos días tan solo se apuntaba como la primera. Las otras llegaron después, fruto de sanciones y descalificaciones. Ese bronce, conseguido un viernes en un pabellón a medio llenar -la falta de credibilidad afecta al público-, es también para Estarlik uno de los motivos para pensar que en esta cuestión hay brotes verdes. "Cada vez se va viendo menos, hay países que no utilizan el dopaje y están arriba, nosotros estamos cada vez más arriba y eso demuestra cosas", asegura, rotundamente convencido de la honorabilidad de la halterofilia española.
El dopaje endémico es un problema que puede tener consecuencias muy profundas para el deporte. La acumulación de casos pone a la disciplina en una difícil situación dentro del movimiento olímpico, que está hastiado de casos de dopaje, que saben que es uno de sus puntos débiles y se encuentran ante uno de sus miembros que nunca hace los deberes. Y eso, por supuesto, podría tener consecuencias. "Es que es vergonzoso, asqueroso, siempre se ha oído que si hay muchos positivos se puede poner en riesgo la presencia del deporte en el movimiento olímpico", explica Estarlik. "Es normal que haya ultimatumos para que esto se termine, pero sería muy lamentable que lo pagásemos todos por unos desaprensivos. Hay que cambiar la forma de hacer las cosas, el deporte tiene que ser limpieza y honorabilidad, no puede ser esto", remarca el federativo.
El objetivo es ambicioso: que cuando se vean atletas levantando pesas no se asocie directamente con el uso de productos dopantes. Un camino complicado que lleve a que quien quede cuarto esté apenado y no esperanzado por la posibilidad de un control positivo.
"Ser cuarta está muy bien, porque si pasa algo iré al podium, siempre hay que esperar a los controles antidopaje", explicaba Mercedes Isabel Pérez, de Colombia, después de haberse quedado a solo unos kilos de la medalla. La haltera hablaba con total normalidad sobre algo que, en otros deportes, sería impensable: la opción de descalificaciones producto del uso de sustancias ilegales.