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Spanoulis y su Olympiacos acaban con el sueño europeo del Real Madrid
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EL EQUIPO GRIEGO REEDITA TÍTULO TRAS LLEGAR A LA FINAL FOUR SIN HACER RUIDO (100-88)

Spanoulis y su Olympiacos acaban con el sueño europeo del Real Madrid

Lo volvió a hacer. Olympiacos se proclamó de nuevo campeón de Europa cuando no contaba en ninguna quiniela al inicio de esta Final Four. Y lo hizo a costa de un

Lo volvió a hacer. Olympiacos se proclamó de nuevo campeón de Europa cuando no contaba en ninguna quiniela al inicio de esta Final Four. Y lo hizo a costa de un Real Madrid (100-88) que pensaba que, esta vez sí, era su gran oportunidad de colocar la novena Copa de Europa en las vitrinas de Concha Espina. Los griegos manejaron mejor el tempo del partido y echaron por tierra el sueño madridista, que esta vez estuvo más cerca que nunca.

Ni el guión más optimista planteado por Pablo Laso se hubiera asemejado, ni de lejos, a lo que realmente se produjo en los primeros diez minutos de la final. El Madrid era una apisonadora, tanto en ataque, donde apareció el Rudy Fernández que no vimos en semifinales contra el Barcelona Regal, como en defensa, donde todos los jugadores se implicaron más allá del 100%. El técnico griego, Giorgios Bartzokas, pedía tiempo muerto tras tiempo muerto después de cada rejonazo que recibía por parte madridista en forma de sonrojantes parciales. Hasta la estruendosa afición de Olympiacos había enmudecido después de más de una hora martilleando los oídos de todos los presentes en el O2 Arena. Ahora tomaba el relevo la hinchada española, que se frotaba los ojos viendo el marcador al final del primer cuarto (10-27).

Pero si hay un equipo con espíritu competitivo, ése es Olympiacos. Jamás se le puede dar muerto, y si no que se lo digan a CSKA de Moscú, quien tiene dos buenas heridas de guerra a costa de los atenienses. Y así fue. Los de Bartzokas empezaron a atacar mejor, pero sobre todo supieron parar el ritmo infernal que había impuesto el Real Madrid en el primer tramo del partido. Las canastas comenzaban a llegar para el equipo griego, y eso venía acompañado del griterío ensordecedor de una afición absolutamente de locura. A medida que Olympiacos recortaba distancias, la hinchada de Atenas se hacía con el pabellón. La verdad es que acojona, con perdón.

El Madrid había desaparecido, pero debía mantener la serenidad, había demostrado en el primer cuarto ser mejor que su rival. Todo el trabajo no se podía venir abajo por un asunto meramente psicológico. Por cierto, atendiendo a esto último, brutal batalla dialéctica entre Rudy y Spanoulis, dos que saben de qué va esto. Se dijeron de todo. Pero en este tipo de guerras siempre van a ganar los griegos, y el marcador al llegar al descanso ya estaba prácticamente igualado (37-41). Olympiacos había volteado un marcador por enésima vez.

Y faltaba un invitado a esta fiesta. El MVP de la presente Euroliga, Vasielios Spanoulis, parecía que no estaba. Error. De su privilegiada muñeca salieron tres triples consecutivos para volver a poner a su equipo por delante en el marcador tras la canasta inicial. Los diecisiete de ventaja del Madrid se habían esfumado, tocaba sufrir, algo inherente a jugar contra Olympiacos. Necesitaban los blancos urgentemente volver a la defensa sobre Spanoulis y que alguien apareciera para liderar la parcela ofensiva, donde el Madrid estaba tremendamente espeso. Para lo primero, Laso puso en cancha a Draper; de lo segundo se encargaba Rudy.

Se hundió el Madrid

El partido no podía estar más equilibrado. Los nervios ya eran patentes en los dos bandos, fallando ataques y pases producto de la tensión de un partido de estas características. Y aún no habíamos llegado al último cuarto. Una antideportiva a escasos segundos de concluir el tercer período permitió al Madrid dejar el marcador en tablas (61-61) a falta de disputarse los diez minutos más importantes de la temporada. Las caras de concentración y tensión en los jugadores eran brutales, similares al nerviosismo que se veía en los aficionados españoles y griegos que abarrotaron, esta vez sí, el pabellón londinense.

Pero una vez más el oficio del equipo griego salió a relucir en los primeros compases del capítulo final. Un parcial de 9-1 ponía las cosas francamente complicadas al equipo de Pablo Laso (70-62), pero peor se iban a poner cuando a falta de tres minutos la distancia en el marcador se disparaba hasta los catorce favorable a los griegos (87-73). Sólo quedaba la heroica, y a esta trato de apelar Sergio Rodríguez, con seis puntos consecutivos. ¿Y quién se encargó de acabar con cualquier atisbo de reacción merengue? Sí, Spanoulis. El base de Olympiacos anotó un triple para terminar de matar al Madrid para regocijo de los enloquecidos hinchas atenienses. Había llegado como ‘cenicienta’ a esta Final Four y se iban a embolsar un nuevo título continental. Ver para creer. El espíritu competitivo de este equipo no tiene parangón. Los últimos segundos de partido fueron una agonía para un Madrid que se quedaba con la miel en los labios.

Ficha técnica

Olympiacos: (10-27-24-38) Law (20), Spanoulis (22), Powell (2), Printezis (5), Papanikolaou (5) - Quinteto inicial - Hines (12), Antic (10), Perperoglou (10), Shermadini (3), Sloukas (11), Gecevicius (-), Papanikolaou (5), Katsivelis (-).

Real Madrid: (27-14-20-27) Rudy Fernández (21), Suárez (5), Mirotic (7), Begic (6), Llull (14) - Quinteto inicial - Reyes (4), Rodríguez (17) Hettsheimeir (-), Carroll (5), Slaughter (9).

Árbitros: Guerrino Cerebuch (Italia), Ilija Belosevic (Serbia), Borys Ryzhyk (Ucrania). Antideportiva a Sloukas (m.30) y Rudy Fernández (m.39)

Incidencias: Final de la Euroliga de baloncesto disputada en el pabellón O2 Arena de Londres ante 15.169 espectadores.

Lo volvió a hacer. Olympiacos se proclamó de nuevo campeón de Europa cuando no contaba en ninguna quiniela al inicio de esta Final Four. Y lo hizo a costa de un Real Madrid (100-88) que pensaba que, esta vez sí, era su gran oportunidad de colocar la novena Copa de Europa en las vitrinas de Concha Espina. Los griegos manejaron mejor el tempo del partido y echaron por tierra el sueño madridista, que esta vez estuvo más cerca que nunca.