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Caminero al mercado
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Caminero al mercado

No sé si es de hiper o de tienda de barrio pero no, no voy a describir las habilidades del gran Cami haciendo la cesta de

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Caminero al mercado

No sé si es de hiper o de tienda de barrio pero no, no voy a describir las habilidades del gran Cami haciendo la cesta de la compra. A lo que me quiero dedicar en estas líneas es al caché que se ha ganado como hombre que viste traje y corbata pero que sigue calzándose el mejor fútbol eligiendo a las futuras estrellas. Reconozco que me pierde la pasión aunque ahí está el Milagro Caminero con un Real Valladolid que juega con música propia y que encima hace plantillas pagando con bolsas de Sugus.

El año pasado el Pucela ascendió casi en la tercera jornada de 2ª, con un insultante dominio que enseguida levantó la envida de los gallitos de una categoría hecha a golpe de sustos y de tendencias que se quiebran: el día que analicemos los que están bien al inicio, al medio y al final de la temporada, alucinaremos de cómo cambian las tornas con una facilidad tremenda en esta división plateada. Subió el Real Valladolid con un Mendilíbar efectivo y preciosista en ocasiones (un entrenador que, quiero recordar, no valía para el Athletic Club ¿?) y con un Director Deportivo que rascaba por todos los campos mientras le hacía miles de kilómetros a su coche. Pero esto ya es conocido, es público, lo que muchos desconocen es la faceta humana del tío que está posibilitando como nadie que la intuición se haga carne en un equipo que vuela.

Vicente es un artista del Calderón, pero no actúa en el verde, actúa en uno de los soportales del estadio con sus alicates y su mono azul poniendo equipos de sonido en los grandes carros de los que sí trabajan dentro vestiditos de corto. Un día me contaba que Cami se "olvidaba" con facilidad de objetos personales y dinero en el coche y que, con naturalidad, le decía que lo cogiera y que lo guardara. Que no pasaba nada. Si te acercas a Humanes, una localidad madrileña cercana a Fuenlabrada, y charlas un rato con los responsables de la tienda de quads en la que José Luís pone su granito de arena, te pasas la mañana escuchando lo último en atvs y cilindros… y lo último en piropos hacia un ser que adoran por su naturalidad y su manera de confiar en la gente.

Fui un virtuoso del balón, fue un defensor del fútbol con mayúsculas, de la gente con sentimientos y de las penurias de todos esos que, cómo él con Leganés o Iker con Móstoles, luchan por llegar a lo más alto y por no olvidarse jamás de las paradas de metro que cogieron y de las chupas de agua que se llevaron en el empeño de conquistar su sueño. Hoy su despacho es una jauría de vídeos, de Dvds, de tarjetas de representantes, hoy Caminero vive rodeado de talentos por descubrir que él pasa por su olfato con bastante acierto. Se conoce el nombre de cada empleado de la entidad, babea incesantemente al enseñarte cada cuarto y cada sala de la residencia de jóvenes promesas, se para con cada aficionado que le interpela por tal o cual maniobra. Con el corazón en la mano, se ha erigido en un ejecutivo que late y que mira a los ojos. Que adelanta el futuro y que acerca al presente. Que confía, que apoya, que avala. Que sufre, que lo pasa mal con cada tropiezo. Y que (guárdenme el secreto) es incapaz de darle la mano a la mascota que se pasea por el estadio porque dicen las malas lenguas que es… ¡gafe!

No sé si es de hiper o de tienda de barrio pero no, no voy a describir las habilidades del gran Cami haciendo la cesta de la compra. A lo que me quiero dedicar en estas líneas es al caché que se ha ganado como hombre que viste traje y corbata pero que sigue calzándose el mejor fútbol eligiendo a las futuras estrellas. Reconozco que me pierde la pasión aunque ahí está el Milagro Caminero con un Real Valladolid que juega con música propia y que encima hace plantillas pagando con bolsas de Sugus.

José Luis Pérez Caminero