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Álex de la Iglesia celebra su 'derrota' hasta altas horas de la madrugada
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Álex de la Iglesia celebra su 'derrota' hasta altas horas de la madrugada

A pesar de que reconoció mediante Twitter que hoy mismo volvía a rodar, Álex de la Iglesia celebró por todo lo alto su último discurso como

A pesar de que reconoció mediante Twitter que hoy mismo volvía a rodar, Álex de la Iglesia celebró por todo lo alto su último discurso como presidente de la Academia y su victoria moral contra Sinde junto a Carolina Bang. La fiesta organizada por la revista Esquire en el hotel ME de Madrid fue su lugar de reunión.

Allí estuvieron también Andreu Buenafuente con su pareja Silvia Abril, Alberto Ammán o Jorge Drexler, que a pesar de haber estado acompañado toda la gala por Leonor Watling –visiblemente embarazada- se acercó hasta el hotel acompañado únicamente por su Goya a la Mejor Canción, el primero de su carrera.

Por allí también pasaron Olivia Molina, acompañada por Sergio Mur y medio reparto de Los hombres de Paco. A saber: Paco Tous, Hugo Silva, Pepón Nieto y Carlos Santos. Ellos formaron parte del reparto de la post fiesta, que estuvo marcada por la ley antitabaco y por los comentarios sobre una gala en la que el 25 aniversario de los premios quedó en un segundo plano.

Ni tan siquiera Bardem, ese Javier Bardem transoceánico, que dejó a su mujer y su hijo en Los Ángeles, consiguió ser el protagonista. Las caretas de V de vendetta, los panfletos y la lluvia –la de huevos, no la atmosférica- se convirtieron, tal y como esperaban los manifestantes antidescargas agolpados a las puertas del Teatro Real, en el centro de la noticia y el chascarrillo.

Precisamente la manifestación y los papeles que repartían –que contenían la lista de nominados acompañados de los links en los que se podían descargar las películas- sacaron de sus casillas a Carlos Bardem, el único de la familia que no guardó silencio. El hermanísimo de Javier acudió a la gala acompañado por la estrella del porno Celia Blanco –perdón Cecilia Gessa, su nombre real, como puntualizó Carlos- y se paró para asegurar que lo que estaba sucediendo fuera era “una vergüenza” porque, según decía: “Hay mucha gente, no sólo los que estamos delante de la cámara, hay muchos proletarios que viven de esto”.

Sólo habló de eso. Sobre su sobrino ni una palabra. “Que hablen los padres”, aseguraba. Y es que la familia parecía sufrir un episodio de mudez transitoria. Ni Javier, que huyó sin dar más declaraciones que las que otorgó al Telediario de TVE, ni mamá Bardem pasaron más allá de hacerse una fotografía. Ni una sola palabra hasta la dedicatoria a su mujer y a su hijo cuando recibió el Goya al Mejor Actor.

Mientras tanto, los Anonymous (quienes protestaban) seguían con su manifestación y la ex integrante de la familia Bardem, Dafne Fernández (ex pareja de Carlos), twitteaba el lanzamiento de huevos. Y es que la yema no casa con un traje de alta costura, la tendencia entre las féminas esa noche. Tan sólo Icíar Bollaín e Irene Meritxell, novia de Imanol Arias, optaron por el traje pantalón. Ataviada con un dos piezas de la firma El Caballo se atrevió a complementarlo con un echarpe diseñado por ella misma con el rostro de Francisco de Goya estampado. Muy oportuno.

 

Pocos vestidos cortos y alta costura para la primera alfombra roja

Quizá el hecho de haber cambiado de escenario –de IFEMA al Teato Real- hizo que todos buscaran sus mejores galas para acudir. Por eso muy pocas vistieron de corto. Entre las atrevidas, María Valverde. Su traje en nude de Cindy Figueroa con gasas en forma de cola que llegaban a los pies no dejó indiferente a nadie. “Voy con cuidado para que nadie me pise el vestido porque me puedo quedar en pelotas”, comentaba la actriz con guasa.

Entre las mejor vestidas, al menos para la prensa allí congregada, destacó la nominada a mejor actriz revelación Aura Garrido, que deslumbró con un Oscar de la Renta dorado que recordó al que lucía Olivia Wilde en los Globos de Oro. También la modelo reconvertida en actriz Natasha Yarovenko, de Cavalli, atrajo las miradas a su llegada. No se hizo con el galardón, sin embargo, tras la gala, durante la fiesta ofrecida por Yo Dona, la actriz confesaba a Vanitatis que estaba muy feliz por haber estado nominada.

Por su parte, Silvia Abascal volvió a dejar claro con su Caprile por qué está siempre en las listas de las mejor vestidas de los Goya. Y eso que el perro Pancho y su esmoquin de Adolfo Domínguez con collar de Swarovski hizo olvidar todo lo demás. Sus impecables modales en brazos de Noelia López, otrora novia de Guti, hicieron que la educación de otros quedara a la altura del betún.

Pancho fue el rey hasta que Álex de la Iglesia, que llegó sobre las 20.30 horas acompañado de Carolina Bang, su musa y pareja, se dispuso a salir a la calle para esperar a las autoridades, léase, cuatro portadores de una cartera ministerial. Entre ellos estaba, como no podía ser de otra forma, Ángeles González-Sinde, enfundada en un voluminoso Jesús del Pozo y con un rictus sonriente.

Junto a ella llegaban Miguel Sebastián, que bromeaba con su esmoquin, Elena Salgado, vestida por Juanjo Oliva, que había diseñado el traje exclusivamente para ella y para esa ocasión, y Leire Pajín del alicantino Hannibal Laguna, por aquello de no olvidar las raíces. Todos posaron con De la Iglesia e Icíar Bollaín, ante las bromas de los fotógrafos, que gritaban a Sinde y al presidente de la Academia aquella cantinela nupcial del ‘que se besen’.

Pascual Maragall, Elena Ochoa y Norman Foster, una irreconocible y amabilísima Lydia Bosch con su nuevo corte de pelo, y un Emilio Aragón acompañado de su esposa pasearon por una alfombra roja en la que Belén Rueda se demoró. La actriz, ataviada con un Gucci y acompañada por su novio –que no posó ante los fotógrafos- fue la última en abandonar el photocall.

Unos minutos antes, había salido Maribel Verdú, que traía como partenaire a Luis Merlo. Él tampoco posó. Venía del teatro donde acababa de terminar su función. “No poso porque yo soy actor de teatro y esto es cine”, se excusaba antes de preguntar: “¿Ya ha posado Javier Bardem?”. Y sí, ya había posado. Al saber de la actitud del actor, rompía una lanza en favor de la prensa y hablaba de la labor mediática en las promociones de las películas, esas que tan bien le van a Bardem últimamente.

Pero da igual, el cine español se ha rendido a él y, aunque no hable, su foto parece dignificar y magnificar la visión de la cinematografía patria. Al menos así lo afirma su Goya, preludio de un Oscar que todas las papeletas sitúan en manos de otro. El caso es que pase por la alfombra roja, aunque este año se haya teñido de amarillo huevo y para el actor no haya fiesta, si no vuelo directo a los Ángeles en la post-party.

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