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Y usted... ¿ha leído 'El día del Watusi'? Francisco Casavella: un mito en construcción
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Alberto Olmos

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Y usted... ¿ha leído 'El día del Watusi'? Francisco Casavella: un mito en construcción

Reedición con honores de 'El día del Watusi', la trilogía del autor barcelonés que busca hacerse un sitio entre las novelas fundamentales del siglo XXI en lengua española. Pero, ¿es para tanto?

Foto: Francisco Casavella
Francisco Casavella

“Quise leer esta novela hace años porque conocí a un chico que tenía la portada tatuada en la espalda”.

Quien nos pone sobre la pista de la leyenda Casavella es la joven escritora Ainhoa Rebolledo, que además participó el año pasado en la fiesta 'El Día del Watusi' organizada en León por el bar Belmondo, local que regenta el poeta Yago Ferreiro. Ambos han residido en Barcelona, condición al parecer indispensable para volverse fan absoluto de Francisco Casavella y de su novela 'El día del Watusi'.

Si uno pregunta por esta obra a escritores y periodistas, su respuesta se vuelve de inmediato previsible: los de Barcelona la adoran y los de Madrid no la han leído. De hecho, los de Barcelona adoran a Casavella incluso sin haberlo leído, como reconoce Carlos Zanón en su prólogo a la nueva edición (Anagrama, 2016).

También declara Zanón que leyó 'El día del Watusi' en 2015 y que “es el mejor libro que he leído este año”. (Sin embargo, ya sabemos lo bajo que voló la literatura española el año pasado.)

Kiko Amat, en el segundo prólogo inútil añadido a la novela, afirma que Casavella “era el mejor” y, su obra a debate, “tan GRANDE en intención y ambición y resultados que es para dejarlo (lo de escribir; no lo de leer)”. Miqui Otero (a la sazón, primo de Casavella) también aporta un texto a la nueva edición, en forma de epílogo; en él dice que el autor del Watusi “era la gran promesa de nuestras letras” y que “no tenía lectores, tenía seguidores”.

Si uno pregunta por Casavella a escritores y periodistas, su respuesta se vuelve previsible: los de Barcelona lo adoran y los de Madrid no lo han leído

Los tres panegíricos, junto con la novela misma, dan cuerpo a las casi 900 páginas que tiene 'El día del Watusi' en su edición de 2016, tercer empeño editorial por hacer de este libro la gran novela española de principios del siglo XXI.

Una carrera truncada

Francisco Casavella (Barcelona, 1963-2008) se llamaba Francisco García Hortelano, pero ideó una firma literaria pseudónima para no ser confundido con el narrador realista Juan García Hortelano. Debutó con la novela 'El triunfo', y después recaló en Anagrama con 'Un enano español se suicida en Las Vegas', título tan gracioso que nadie debió de sospechar que su autor albergara ambiciones mayores.

Éstas se cifraban en 'El día del Watusi', torrencial novela sobre la Transición en Barcelona que acabó publicando Mondadori en tres tomos, entre 2002 y 2003. Claudio López de Lamadrid, editor fundacional del Watusi, recuerda que fue idea suya partir la obra en tres volúmenes, y que idearon una campaña de cartelería que pudo verse por las calles de Madrid y Barcelona. Los carteles estaban protagonizados por una gran W, letra ya simbólica del casavellismo y sus derivados.

El libro se consideró entonces “la consagración” de su autor, aunque nadie fuera del mundo literario (de Barcelona) pareció enterarse.

Casavella firmó su siguiente novela con ediciones Destino, sello que a su muerte reunió los tres tomos del Watusi en un único volumen (2009).

La editora de la reunificación fue Silvia Sesé, hoy en día en Anagrama. La nueva edición y ubicación de 'El día del Watusi' entendemos que tiene que ver con esta migración profesional.

Pero, ¿alguien ha leído a Casavella?

“Lo confieso: no he leído a Casavella”, afirma vía mail el periodista y escritor barcelonés Álvaro Colomer. Lo mismo me dice el fino crítico Ismael Belda. “No sé quién es Francisco Casavella. No me insultes en tu blog por ello”, me contesta por su parte la joven narradora Aixa de la Cruz.

Los “no” se suceden: “no he leído nada de Casavella”, “he leído poco a Casavella”, “no lo he leído”, “he de confesarte que no he leído ningún libro de Casavella”, “en diagonal, sí. Saqué su libro de la biblioteca, el del Watusi, y lo tuve en casa unas semanas”... Son correos electrónicos de escritores españoles de edades comprendidas entre los 35 y los 55 años.

Gonzalo Torné sí lo ha leído. “Casavella sobresale como un crítico muy temprano de los compadreos tolerados por la transición, del maridaje de corrupción institucional y nacionalismo entre cuyos estragos vivimos los barceloneses.”

Casavella sobresale como un crítico muy temprano de los compadreos tolerados por la transición, del maridaje de corrupción institucional y nacionalismo

A este análisis hermenéutico pocos más pueden añadírsele, pues la mayoría de los elogios que recojo sobre Casavella tienen que ver con lo buen tío que era. “Le echo mucho de menos”, confiesa Luis Magrinyà, que destaca su figura sobre todo como intelectual: “bueno, lo que a mí me gustaría que fueran los intelectuales”, puntualiza.

La clave la da Álvaro Colomer: “Casavella tenía algo que lo emparentaba con el otro escritor que nos abandonó más o menos por la misma época: Félix Romeo. Y es que los dos eran tremendamente divertidos por la noche y tremendamente amables durante el día. Y, de alguna forma, no hacía falta que hubieras leído sus libros para que los adoraras.” Y añade: “Casavella ya era una leyenda en Barcelona mucho antes de morir. Cuando él movía un dedo, todo el mundo se callaba para ver lo que iba a decir. Y muchas veces no iba a decir nada: simplemente había movido un dedo.”

Construcción de un mito

Leí 'El día del Watusi' hace algunos años, antes de su segunda resurrección (Destino). Entiendo que es una proeza irregular en la línea de 'La verdad sobre el caso Savolta', de Eduardo Mendoza, con la particularidad a su favor de radiografiar la vida de las gentes de los barrios humildes con mayor precisión que su veterano modelo, algo que lo acerca al Marsé de 'La oscura historia de la prima Montse' y a la obra de autores posteriores como Javier Pérez Andújar o el propio Kiko Amat.

Sin embargo, el “era el mejor” de Amat es difícil de secundar. Ya sólo nacidos en torno al año 1963 hay demasiados buenos escritores como para plegarse a una entrega tan ufana de la medalla de oro: pensemos en Belén Gopegui, Rafael Reig, Antonio Orejudo, Eloy Tizón, Andrés Ibáñez o Ray Loriga. ¿Quién es el mejor?

O hay que preguntarse: ¿quién nos cae mejor?

Dice Colomer: “Casavella era un escritor enorme, de acuerdo, pero hay muchos escritores enormes a quienes nadie presta atención. Por eso es importante destacar que su leyenda se construye también a través de su personalidad, y no sólo de su obra.”

Quizá lo que las copas dan por hecho, el tiempo -tan sobrio- lo reduzca a nada. Veremos.

“Quise leer esta novela hace años porque conocí a un chico que tenía la portada tatuada en la espalda”.

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