Ricardo Darín: "Las secuelas y los remakes son una equivocación"

“Algo se muere en el alma cuando un amigo se va” reza la famosa sevillana. Puede sonar folclórico, tópico e incluso evidente, pero no es fácil explicar lo difícil que resulta decir adiós a un ser querido. Tampoco en el cine. Encontrar el tono, no caer en el melodrama, que las miradas hablen tanto como las palabras… De amistad y de lo que cuesta despedirse habla Truman, la última película de Cesc Gay, que se estrena hoy tras presentarse en el Festival de Cine de San Sebastián, donde se llevó el premio al Mejor actor para Ricardo Darín y Javier Cámara.

Gay hace que todo parezca sencillo. Pocas veces la relación entre dos amigos había respirado tanta verdad. Mérito de su guion de hierro, pero también de dos actores pletóricos que se completan en cada escena sacando el uno lo mejor del otro. Tras la Concha de Plata el argentino ya es el favorito para el Goya, aunque él no quiere ni oír hablar de galardones. Ya lo ha vivido demasiadas veces y sabe “cómo funcionan las cosas”. “Los premios no me interesan lo más mínimo. Honestamente, no hay nada mejor que la devolución de la audiencia. Si además de eso quieres premios, eso es soberbia”, cuenta el actor a El Confidencial.

En medio de la relación de estos dos amigos Cesc Gay ha colocado a Truman, un perro de 80 kilos, único apoyo del personaje protagonista, y que finalmente ha dado nombre al filme, ha centrado su póster y hasta robó el corazón de un Ricardo Darín que se emociona al hablar del animal, que falleció poco después de terminar el rodaje. Tiene que incluso contener la emoción al recordarle, aunque rápidamente desengrasa con un par de bromas para volver a la conversación. “Yo creo que he sido perro en otra vida, nos olfateábamos y los dos movíamos la cola”, continúa.

Con Javier Cámara todo parece sencillo, cuando llega se encienden las luces, es todo energía positiva, no para

Para su papel confiesa no haber investigado, ya que en su “mochila” tiene decenas de experiencias similares que sólo tenía que rescatar. Más tuvo que trabajar su relación con Javier Cámara, el otro pilar de Truman, y para el que no tiene más que palabras de elogio, aunque al principio les costara acoplarse porque pensaba que le “estaba serruchando el piso”. “Con él todo parece sencillo, cuando llega se encienden las luces, es todo energía positiva, no para. Es clown, autor, todo, y además es muy gracioso. Nos sentimos en contacto desde que conocimos”, cuenta Darín que recuerda que incluso se emocionaban en escenas en las que no tocaba.

Ni secuelas ni remakes

En un mundo cinematográfico colonizado por las secuelas y los remakes, Ricardo Darín cree que son las “historias sencillas” las que conectan con la gente. Ahí radica en su opinión el éxito del cine argentino que está viendo cómo cada año se rompen nuevos récords de recaudación. Eso unido a “un esfuerzo de guionistas que se atreven con otras temáticas” y un público que “las apoya”, algo que cree que también está ocurriendo en el cine español.

Las secuelas y los remakes son una equivocación, a mí no se me ocurriría hacer 'Taxi driver' al estilo latino. Si me gustó tanto para qué la voy a tocar

Preguntado por una posible secuela de Relatos Salvajes, Darín opina que sería un error: ”Si volviéramos sobre eso, y no estoy diciendo que no vaya a ocurrir, estaríamos detrás de una repetición. Me gustan esos fenómenos que ocurren de golpe, que surgen de la aceptación de la prensa y del público, y eso ocurre pocas veces. Sería una equivocación, como los remakes. A mí no se me ocurriría hacer Taxi driver al estilo latino. Si me gustó tanto para qué la voy a tocar”.

El actor tendrá que ver cómo en unos meses Hollywood estrenará el remake de su filme El secreto de sus ojos, con Nicole Kidman y Julia Roberts al frente, pero prefiere no saber nada. “Seguro que la hacen genial y ponen toda la parafernalia y bla bla bla, pero va a ser otra cosa”, zanja.

Estos días Truman vive su puesta de gala, y lo hace con un espectador de excepción, el propio Darín que confiesa que le encanta entrar a “hurtadillas” en la sala para “vibrar con la gente”. Sólo cuando ve la cara de satisfacción del público descansa y ve su trabajo realmente completado.