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El diablo y los detalles
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UNA NOCHE SIN ORIGINALIDAD CÓMICA, NI SORPRESAS EN LOS GALARDONES

El diablo y los detalles

El diablo está en los detalles. Es un dicho que me fascina, que para mí tiene una sonoridad y un significado muy potente. Y está en

El diablo está en los detalles. Es un dicho que me fascina, que para mí tiene una sonoridad y un significado muy potente. Y está en los detalles porque la gala de los Goya de este año no ha destacado ni por la originalidad cómica, ni las sorpresas en los galardones, ni por las reivindicaciones, ni por los raps (una pena que no se arriesgara tanto en este sentido, con lo que divertido que hubiera sido, mucho más que una caída con especialista).

La ceremonia ha sido sencilla, larga (como siempre, es imposible que sea de otra manera) y mucho menos sonora en lo reivindicativo de lo esperado. Medios de comunicación e instituciones habían alertado acerca de los peligros pancarteros del evento, pero curiosamente han sido las partes que apelaban a una protesta más tranquila las que más puyas han metido al gobierno. En su discurso el presidente de la Academia de Cine (actorazo, por cierto, en la pieza berlaguiana que servía de prólogo a la entrega de premios) ha sido quien más caña ha metido a un ministro de Educación y Cultura que miraba el móvil mientras se le interpelaba (¿falta de educación 2.0?).

Y la presentadora Eva Hache ha sido la que más puyas ha colado en el conjunto de la gala. Es verdad que ciertos chistes políticos sobre Amy Martin, recortes y la caligrafía de los médicos sonaban a chanzas sobre Hacienda, Boyer y UCD propias de la Transición democrática, pero hay que agradecer que no se produjesen demasiadas gracietas acerca de sobres (el primero ha llegado a las 22:50, según mis notas). En este sentido, la imagen que ha quedado en mi retina es la de Ernesto Alterio haciendo un Tommy Lee Jones (porte serio, expresión pétrea, gesto severo) ante el aluvión de poco originales chistes sobre la crisis que se soltaban por allí. ¿Gracietas sobre ¨brotes verdes” en el año 2013? ¿En serio? Incluso los más reivindicativos como Candela Peña o Javier Bardem han sido de lo más elegante en sus discursos.

Sin sorpresas

Pero, como he dicho, el diablo está en los detalles. Y en una gala que no ha destacado por las sorpresas en los premios hay que resaltar el gran momento de la ceremonia, que parecía parte de una comedia sórdida de Todd Solonz, Alexander Payne o, en su versión más alocada, de Ben Stiller. Se anuncian nominados, se proclama un ganador y se celebra el premio. Lo hemos visto en televisión: varias personas han celebrado un premio que... finalmente no les correspondía. El diablo está en los detalles. El premio no era suyo. Un error. Como en la leyenda urbana de Marisa Tomei proclamada mejor actriz secundaria por Jack Palance en los Oscar pero en este caso con corrección inmediata.

Parecido al comienzo de “Zoolander”, pero la parodia y la realidad en este caso se confundían. Lo ha dicho un amigo: “Ha sido como presenciar un accidente de tráfico”. Me refiero a la entrega del Goya a Mejor Canción. No sé si esto había pasado antes en los Goya o en cualquier otro premio... Un accidente de tráfico. Celebraciones locas abortadas en pocos segundos. Caras desencajadas. Premiados (los que habían ganado de verdad) que suben por el Goya pidiendo perdón. Cuesta mucho diseñar un momento de comedia que aúne tanta vergüenza ajena e incomodidad. Estas cosas no pueden pasar. Es muy duro.

Normalmente no soporto cuando alguien empieza un texto con “la película de...”. Me refiero a periodistas deportivos que elaboran metáforas de baja estofa con “la película del partido”, cronistas políticas que sueltan a la primera de cambio “la película del pleno parlamentario”. Pero ojo, que la película de esta gala no estaba en el claro triunfo de “Blancanieves”, ni en el (supongo que inesperado) galardón de J.A. Bayona por la dirección de “Lo Imposible” (creo que su emotivo discurso ha demostrado que no lo tenía preparado en absoluto), ni en los merecidísimos premios conseguidos por “Grupo 7”, ni en la confirmación con premios de un fenómeno de taquilla como “Tadeo Jones”.

El tropiezo

La película de los Goya está en los nominados a mejor canción por “Los niños salvajes” que por 8 segundos han pensado que se llevaban el Goya a Mejor Canción Original. Como guionista imagino los momentos previos a la gala, los nervios, los ajustes de corbata/traje/vestido. Las nominaciones llegan en esta fantaseada película a mitad de metraje. Y el error conduce a una película mucho más desoladora.

Las bromas de la presentadora que confundió el premio tampoco ayudan mucho a superar el trago, imagino. Pienso en el resto de la gala, con los damnificados sentados en el patio de butacas, bramando, maldiciendo con toda la razón al fallo mecánico de declaración de vencedores. Y lo que queda de noche, recibiendo llamadas de familiares que no se han enterado muy bien de si han ganado o no. En una gala mustia, sucesos como éste son los que destacan.

Lo normal es que premien a Sacristán por “El muerto y ser feliz”, a Maribel Verdú por “Blancanieves”, a Sandra Hermida por la dirección de producción de “Lo Imposible”, a las actuaciones de Julián Villagrán y Joaquín Nuñez en “Grupo 7”. Por poner algunos ejemplos. De lo normal poco se puede comentar. Siempre seremos una panda de cínicos con mala leche que hablaremos de lo que se sale de lo habitual.

El diablo está en los detalles. Es un dicho que me fascina, que para mí tiene una sonoridad y un significado muy potente. Y está en los detalles porque la gala de los Goya de este año no ha destacado ni por la originalidad cómica, ni las sorpresas en los galardones, ni por las reivindicaciones, ni por los raps (una pena que no se arriesgara tanto en este sentido, con lo que divertido que hubiera sido, mucho más que una caída con especialista).