La hermanastra de Cenicienta protagoniza la película más brutal y sangrienta del año
Si 'La sustancia' te dio arcadas, mejor no te acerques a este filme noruego que, utilizando el clásico cuento, compone un body horror sobre las brutalidades a las que se someten las mujeres para estar bellas
Lea Myren y Ane Dahl Torp en 'La hermanastra fea'. (Cedida)
Más de mil años antes de que a Walt Disney se le ocurriera adaptar cuentos de hadas, en China se contaba a los niños más pequeños la historia de Ye-Hsien, una joven maltratada por su familia que pierde el zapato en una fiesta. Las similitudes son demasiadas como para pensar que se trata de una simple coincidencia —recordemos que Cenicienta tenía los pies anormalmente pequeños, un rasgo de belleza que remite a los pies de loto o la práctica de vendar los pies desde la dinastía Song—, pero a nosotros el cuento nos llegó gracias a los hermanos Grimm y a Perrault. Sus versiones son bastante más gore y sangrientas que el mítico cuento de Disney: Cenicienta decapita a su madrastra con un baúl, sus hermanastras se cortan los dedos de los pies y los talones para que les entre el zapato y, además, acaban ciegas porque unas palomas les pican los ojos a la salida de la iglesia. Vamos, lo habitual en aquella época.
Desde entonces, hemos visto multitud de variaciones del cuento de Cenicienta, por lo general endulzadas y adaptadas a los tiempos actuales (hay hasta una versión con Jennifer López), porque si algo caracteriza a los cuentos de hadas es que se pueden contar una y otra vez. Pero ahora llega la versión más oscura, sangrienta y gore desde que los Grimm decidieron coger pluma y papel: La hermanastra fea, producción noruega que aterriza en cines este viernes y que es la ópera prima de Emilie Blichfeldt. La joven directora viene a sumarse a las listas junto a las francesas Coralie Fargeat (La sustancia) y Julia Ducournau (Titane) para demostrarnos que son las mujeres las que en los últimos tiempos están concibiendo el body horror más brutal. Si La sustancia te dio arcadas, mejor no te acerques a esta película.
En esta ocasión, Blichfeldt ha decidido centrarse en la historia de una de las hermanastras de Cenicienta en lugar de en la protagonista habitual del cuento. Elvira (Lea Myren, una actriz canónicamente guapa a la que han tenido que poner muchas prótesis para que aparente ser poco agraciada) es la hija mayor de una viuda bastante desalmada (Ane Dahl Torp), la cual decide casarse con un viudo aparentemente rico que muere nada menos que en la noche de bodas y al que dejan pudriéndose en una habitación durante el resto de la película, porque por algún incomprensible motivo no les apetece pagarle un entierro digno.
Cuando tanto la madre de Elvira como Agnes-Cenicienta, la hija del viudo (Thea Sofie Loch Næss) descubren que ninguna de las dos familias recientemente emparentadas en realidad tiene nada de dinero, todas deciden poner sus esfuerzos en el loable trabajo de enamorar al príncipe Julian (príncipe del reino, interpretado por Isaac Calmroth) en los bailes de palacio. Hasta ahí, todo es parecido al cuento, solo que el príncipe es una persona horrible, Cenicienta no es tan virginal como aparenta y la envidia que Elvira siente hacia su hermanastra se va cocinando a fuego lento hasta explotar, lógicamente, en la última parte de la película.
Con mucho feísmo, tonos pastel un poco kitsch (Maria Antonieta de Sofia Coppola ha hecho mucho daño), y zooms de cámara que parecen de serie B,La hermanastra fea critica los cánones de belleza y las brutalidades que las mujeres hacen por estar bellas y gustar a los hombres con extra de sangre y operaciones estéticas de una época aparentemente eduardiana. Porque algunos de los procedimientos a los que Elvira se somete a lo largo de la película para poder estar bonita y conquistar al príncipe existieron: antes de que se inventaran las rinoplastias ya se hacían (o intentaban) realizar rudimentarias operaciones de nariz, y aunque fue una "moda" posterior, también se muestra la famosa dieta de ingerir huevos de tenia con el propósito de adelgazar (y quizá morir en el intento).
Elvira sometiéndose a una clásica rinoplastia eduardiana. (Cedida)
No es la primera vez ni será la última que se transforma un cuento de hadas en una historia de terror o en una fábula negra.Snow White, a tale of terror (1997),Hansel y Gretel cazadores de brujas (2013), The Lure (2015, La sirenita convertida en musical de terror) o Beauty and the Beast (Panna a netvor) de 1978 son solo algunos ejemplos, aunque hay muchísimos más. Hay muchas razones que lo explican: son universales y fáciles de reinterpretar, el público contemporáneo busca cosas nuevas, pero familiares, en las que puedan revisionar de manera nostálgica los cuentos que marcaron su infancia, pero de manera adulta y, como señalábamos al principio del artículo, los cuentos de hadas ya eran oscuros en su origen aunque Disney los dulcificara posteriormente.
Algunos de los procedimientos a los que Elvira se somete para poder estar bonita y conquistar al príncipe existieron en la época eduardiana
Cumple con creces en todos esos aspectos La hermanastra fea, aunque para cualquier estómago sensible puede ser una experiencia desagradable, con un final bastante apoteósico y con una metáfora poco sutil y demasiado grotesca, en algunos casos incluso pornográfica. Blichfeldt nos escupe (casi literalmente) sangre en la cara para recordarnos que la vanidad y las obsesiones estéticas, tan frecuentes en la era de TikTok, pueden acabar verdaderamente mal, pese a que no vayamos a cortarnos los dedos de los pies para que nos entren los zapatos. Aunque el final engaña, ¿quién sale peor parada realmente, Cenicienta, que por ser guapa acaba con el príncipe que es un ser humano espantoso, o Elvira, que al menos cuenta con el apoyo (y la sororidad) de su hermana pequeña? El espectador tendrá que elegir, entre dosis de gritos parturientos y música de sintetizadores. Este viernes en cines.
Más de mil años antes de que a Walt Disney se le ocurriera adaptar cuentos de hadas, en China se contaba a los niños más pequeños la historia de Ye-Hsien, una joven maltratada por su familia que pierde el zapato en una fiesta. Las similitudes son demasiadas como para pensar que se trata de una simple coincidencia —recordemos que Cenicienta tenía los pies anormalmente pequeños, un rasgo de belleza que remite a los pies de loto o la práctica de vendar los pies desde la dinastía Song—, pero a nosotros el cuento nos llegó gracias a los hermanos Grimm y a Perrault. Sus versiones son bastante más gore y sangrientas que el mítico cuento de Disney: Cenicienta decapita a su madrastra con un baúl, sus hermanastras se cortan los dedos de los pies y los talones para que les entre el zapato y, además, acaban ciegas porque unas palomas les pican los ojos a la salida de la iglesia. Vamos, lo habitual en aquella época.