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Tuvo un estreno silencioso, se convirtió en un clásico de Disney y ahora cumple 30 años
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JUNTOS DE EXCURSIÓN

Tuvo un estreno silencioso, se convirtió en un clásico de Disney y ahora cumple 30 años

La película animada de Kevin Lima se estrenó en 1996 en cines españoles, y es un cruce entre el musical, las películas de instituto, y el género de las 'road movies'

Foto: Roxanne, uno de los personajes de 'Goofy e hijo'. (Disney)
Roxanne, uno de los personajes de 'Goofy e hijo'. (Disney)

Aquellos que crecieron en la generación de los noventa pudieron asistir a una etapa dorada de los estudios de animación Disney, gracias a títulos que navegaban desde la más clasicista La sirenita (1989) hasta la odisea glam, Hércules (1997), ambas musicalizadas, precisamente, por Alan Menken, uno de los compositores responsables del nuevo despegar de la franquicia del ratón.

Entre la notoria producción, el estudio resbaló al querer recuperar uno de sus personajes clásicos, actualizándolo para los nuevos tiempos. Así surgió Goofy e hijo (1995), una propuesta que no obtuvo la mayor de las suertes en taquilla (en España se estrenó un año después, en 1996), pero que con los años se ha ido reivindicando como una de las obras más icónicas, y también desconocidas, de la franquicia.

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Treinta años después de su lanzamiento, en 1995, la cinta animada de Kevin Lima, disponible en la plataforma de streaming Disney+, se erige como una clara referencia de su década, cuya vigente mirada sobre la adolescencia y la falta de comunicación en las relaciones paterno-filiales provocan que parezca actualizada. Con tantas obras que reflexionan sobre aquellas generaciones mileniales, como Minari (2020), Aftersun (2022) o la todavía sin estrenar, Dìdi (2024), Goofy e hijo lo supo plasmar naturalmente desde su signo de los tiempos.

Un viaje demencial

En un cruce entre el musical, la película de instituto, y la road movie, cuenta el intento fallido del clásico personaje de Disney por reconectar con su hijo adolescente, Max. Goofy, reconvertido en padre soltero y trabajador en una tienda de fotografía, planifica un viaje de verano en coche a través de los Estados Unidos para enseñarle a su hijo a pescar en el Lago Destino, sin ser consciente de que Max únicamente tiene dos cosas en la cabeza: su amada compañera de instituto, Roxanne, y asistir al concierto de su ídolo musical, Powerline.

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Lo que debía ser una relajada escapada familiar se acaba convirtiendo en una aventura humorística de las que solo Goofy podría protagonizar. Pero no todo está al servicio del entretenimiento de los más jóvenes de la casa: entre gags cómicos y las estupendas canciones, algunas de ellas interpretadas por ese personaje que recuerda a un Michael Jackson pasado por el filtro Disney, Lima se preocupó para que también hubiese espacio para las emociones.

El viaje no solo cuida los lazos entretejidos entre el padre y su hijo, sino que también le presta gran atención a todos los personajes secundarios, que si bien no cuentan con una trama tan completa, están dibujados de una manera detallada. El recorrido por la América más profunda da paso a los momentos más graciosos del filme, en el que paletos, monjas, patriarcas que parecen influencers de la criptomoneda, e incluso el propio Big Foot comparten la carretera.

Tal ha sido el legado que la película ha llegado a establecer, años después de aquel silencioso estreno, que un documental, Not just a goof, de próximo estreno en Disney+, analizará el éxito de la película como el fenómeno en el que ha llegado a transformarse. Mientras tanto, Goofy e hijo sigue siendo esa película que apela directamente a aquellos que vivieron los noventa, cuya nostalgia no podría hablar mejor de un presente sobre las apariencias, la falta de herramientas emocionales, el legado que se traspasa entre generaciones y, hasta de las coreografías de TikTok.

Aquellos que crecieron en la generación de los noventa pudieron asistir a una etapa dorada de los estudios de animación Disney, gracias a títulos que navegaban desde la más clasicista La sirenita (1989) hasta la odisea glam, Hércules (1997), ambas musicalizadas, precisamente, por Alan Menken, uno de los compositores responsables del nuevo despegar de la franquicia del ratón.

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