"Algunos transexuales son gilipollas". La incómoda biografía olvidada de Karla Sofía Gascón
En 2018, la actriz publicó unas memorias literarias que profetizaban el futuro follón tuitero que desestabilizaría su carrera al Oscar. ¿Icono o enemiga de las minorías? La cruda verdad de una actriz vehemente
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Sinopsis de la novela: “Un afamado actor aparece ahorcado en su departamento, lo que desencadena un enigmático viaje hacia el pasado en el que se revelarán partes transcendentales de su vida, dejando al descubierto lo que le ha llevado hasta allí. Una travesía llena de interrogantes que mueven al lector entre la realidad y la imaginación y lo acercan a los pensamientos y sentimientos de alguien a punto de morir… Una aventura extraordinaria que ahonda en la profundidad del ser humano y destaca su complejidad. ¿Es posible morir de amor?"
La novela se llama Karsia, tiene 444 páginas, se publicó en México (2018) y la firma Carlos Gascón, identidad de Karla Sofía Gascón antes de convertirse en mujer. Karla Sofía Gascón, ya saben, la actriz trans de Alcobendas nominada al Oscar por Emilia Pérez, y envuelta en una gigantesca polémica por un puñado de tuits antiguos contra el islam, el black power, los independentistas catalanes, Podemos, el Hollywood inclusivo, sus compañeras de reparto y lo que te rondaré morena.
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Si Karsia pasó desapercibida entonces —cuando Sofía Gascón solo era conocida en México— no debería hacerlo ahora: bajo la fachada de una novela, se esconden las memorias salvajes de la actriz. En efecto, más allá de cambiar los nombres de películas y personas, y de alguna licencia poética, Gascón repasa en el libro su vida (y su visión del mundo) con su vehemencia habitual.
Si usted no entiende cómo un follón tuitero descarriló la carrera de Sofía Gascón en su mejor momento, o cómo un icono de las minorías mataba su tiempo libre cargando contra las minorías, en Karsia encontrará respuestas al enigma Sofía Gascón. Aquí hay tomate.
A vueltas con el género
En Karsia, para empezar, hay reflexiones sobre la identidad sexual mutante de Gascón (y la consiguiente incomprensión social):
“Recuerdo, de niña, lo bien que me sentía en casa de mi vecina, jugando con ella, excitada por la verdad que la vida me ponía enfrente. Me veía guapísima con sus vestidos, jugaba con sus cosas y me divertía como nunca, hasta que un día, no se sabe por qué, dejó de abrirme la puerta. Parece que mi padre ya se había cansado de que su hija jugara a lo que según él 'no era' y el miedo se instaló en la familia, porque ¿qué hay peor que enfrentarse a algo tan horrible en la vida? Muchos padres son capaces de confrontar cualquier situación con sus hijos, pero parece que el género es la que les puede taladrar más el cerebro”.
“Entonces haces tuyos los miedos de los demás y empiezas a contestar al pescadero, que te dice 'qué guapa eres', con un 'soy un niño'. Empiezas a ver cómo desaparecen de tu alcance los vestidos de tu madre, las pinturas, las cosas que encontrabas para disfrazarte en casa de tu abuela; todo lo que era gracioso en un principio empieza a convertirse en algo molesto”.
"Puedes ser atracador, drogadicto, maltratador... pero que nadie piense que eres maricón"
“Puedes ser atracador, drogadicto, maltratador o narcotraficante, lo que sea, pero que nadie piense que eres maricón o algo que no eres”.
“No sabía muy bien a quién quería parecerme, si a Samantha Fox o a Stallone. Al final decidí parecerme más a Stallone, quizá por la violencia del mundo en el que me desenvolvía, que me hacía sentir que necesitaba protección (no vivía en el Bronx, pero casi), y qué mejor que proporcionársela una misma”.
“El servicio militar era obligatorio para los varones mayores de dieciocho años y, aunque a mí siempre me ha atraído todo el rollo armamentístico, me parecía injusto que yo tuviera que perder un año de mi vida mientras cualquier chica de mi edad hacía lo que le viniera en gana. La verdad, siempre me ha parecido algo muy machista”, escribe Gascón.
En Karsia, por tanto, hay ejemplos variados de empanada política. Aunque la Gascón previa al escándalo tuitero fue elevada a los altares de la igualdad, su novela refleja más bien un ni machismo ni feminismo. Pura guerra de sexos. La única ideología innegociable de Gascón parece ser: pobre del que se cruce en mi camino, porque ella es así y ese es su carácter…
“Siempre me ha parecido desastrosa la incongruencia en los actos: las mujeres quieren igualdad, pero no quieren perder los privilegios adquiridos, y los hombres intentan mantener la desigualdad porque les da poder. Pagar las cenas da poder, ser el que lleva el dinero a la casa da poder, tener el mando sobre cuándo se tiene sexo o no da poder… Todo, al final, se reduce a un juego de poder en el que ninguna de las partes quiere perder sus armas. Estos dos grupos tan definidos en la Humanidad no tienen ningún interés en ser iguales por mucho que digan. Solo se quiere conseguir más poder sobre el otro grupo… y yo siempre he luchado por la igualdad de las personas y por sus diferencias únicas e individuales, jamás he luchado por grupo alguno, se llame como se llame, eso sí, los he combatido a todos, hasta por los que he sentido más empatía. Si hasta llegué a pelearme con mis compañeros budistas por las diferentes imposiciones que inculcaban a la chita callando, imaginen si hay alguien con quien no haya discutido. Es lo que tiene no callarse y expresar la verdad cuando te preguntan (y a veces cuando no); siempre sales tarifando con alguien”.
Bienvenidos pues al festival del todos contra todos y del Karla contra todos (sobre todo contra los de abajo).
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Gran Reemplazo
Si sus tuits repescados más incendiarios eran contra el islam, en la novela también dispara en esa dirección: “Menos mal que no nací en el seno de una familia integrista islámica… de otra manera me habría llevado por delante a no sé cuántos pasajeros de cualquier medio de transporte”. Contra el islam y contra las religiones en general: “Yo nunca he tenido ese afán de dioses y mazmorras… A los cinco años le pregunté a mi profesor: 'Si Dios existe, ¿quién creó a Dios?'. El hombre me dio una bofetada y me dijo: 'Aquí no se viene a dudar, que sea la última vez'. Menos mal que era el dios de los ositos, que si llega a ser el de las bombas no habría llegado a los seis años. Seguro que me habrían tirado al río con cuatro, a mi vecina y a mí, a mí por ponerme sus vestidos y a ella por prestármelos”.
La actriz, de hecho, salta con facilidad pasmosa del 11-M al Gran Reemplazo (teoría conspirativa de extrema derecha sobre un programa europeo para sustituir a los viejos cristianos por los nuevos islamistas): “Trescientas personas habían muerto [191 en realidad] en un ataque yihadista con mochilas cargadas de explosivos. Era mi tren, el tren que yo tomaba, el tren que recorría Alcalá de Henares-Alcobendas haciendo parada en Atocha. Si de por sí una ya le tenía manía al comportamiento de tanto fanático suelto, en ese momento se reafirmó para siempre. Las pocas veces que he visitado los territorios donde tienen ramificaciones los extremistas, he notado el odio a lo occidental en su mirada, estoy harta del trato y la sumisión a la que someten a las mujeres; ¡he visto cosas tan absurdas como carteles que les prohíben el paso, y hasta intentaron cambiarme a la mía por unos camellos!... Muchos fundamentalistas llegan a Occidente con el afán de aprovecharse de todas las ventajas sociales que ha conseguido la sociedad occidental, interesados en una conquista sutil, desde dentro, sin dejar atrás ninguna de sus costumbres… Nunca se me olvidarán las caras sonrientes, unas semanas después de los atentados, de algunos indeseables que viajaban en los mismos trenes y que jugaban con los pasajeros enseñándoles sus mochilas a modo de burla”.
Ampliando un poco el foco, la novela refleja una mirada del mundo como duelo a garrotazos. De matar o morir.
“Mi madre utilizaba zapatilla o palo de escoba, dependiendo de la gravedad del asunto. Los hermanos y primos utilizaban la fuerza bruta... Afortunadamente, siempre he sido una chica fuerte; sobre todo porque antes era un chico, no corpulento, pero sí definido, con grandes dosis de testosterona que me evitaron ser sometido en más de una ocasión. El caso es que la violencia se aprende… Empiezas a saber lo que es el odio porque te obligan a hacer lo que tú no quieres, empiezas a tener envidia por los regalos que los putos reyes (estos sí putos, por las pintas y los pajes) han traído a tu hermano, y te levantas en la noche y los cambias a tu favor. Empiezas a convertirte en un delincuente en potencia, vaya. Y después llegas al colegio y comienzas a sentir la violencia, la palpas. Quien no te insulta se mete contigo, quien no se mete contigo se quiere comer tu bocadillo, quien no se quiere comer tu bocadillo te quiere robar tus lápices de colores, quien no quiere tus lápices te quiere pegar. Un completo desastre”.
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La violencia que Gascón ve a diario en familias y colegios, salta luego a las relaciones sentimentales: “Cuando tienes pareja comienzas a comprender hasta qué punto la violencia va ligada al sexo y al “amor”. Una al principio es más tranquila, no pasa nada, pero a la cuarta vez que haces la comida, lavas los trastos, barres, haces la cama y quitas todo lo que va dejando tirado o la mierda que acumula la otra persona, ¡ay, amiga!, ahí empiezas a quemarte por dentro. No digamos si empieza a llegar tarde, o hay muchas risas y tiempos con otras personas y no contigo… Entonces comienzan los gritos, las peleas, los arañazos y los objetos que salen volando. Con suerte todo se queda en un show de aspavientos, pero si no, se jode todo… Nos llenamos de celos y rompemos nuestras relaciones para al final acabar todos cogiendo con cualquiera menos con quien amábamos. Eso con suerte de no haberse matado antes. Pedimos respeto para poder apalear y pisotear a los demás, pero nadie consiente que le pisoteen ni apaleen. ¿En qué quedamos?”.
El consejos vendo que para mí no tengo, también juega un papel relevante en la novela, pues la tuitera salvaje Gascón alecciona sobre, ¡ay!, el uso alienante y compulsivo del móvil: “Odio los teléfonos, más bien los smartphones, o comoquiera que se llamen… Todos necesitamos atención y, la verdad, estos cacharros la desvían, la roban, se apropian de toda ella”.
El amor
La segunda parte de Karsia va sobre los amores de la actriz. Al principio de la década pasada, tuvo un hijo con una española (su mujer, con la que sigue manteniendo relación). Pero, tras despegar su carrera en México y afincarse allí, con su mujer y su hija en Madrid, Carlos Gascón inició una relación con una política emergente del PRI, antiguo partido alfa del establishment mexicano, el del México de toda la vida. Relación sentimental poco woke que coincidió con la mayor popularidad de Gascón tras el pelotazo de la película Nosotros los Nobles. El libro pinta el romance con la política como culebronesco, de amor pasional, celos y paranoias locas. Alto voltaje sentimental.
Entonces, Gascón inició su proceso de transición de género en España. “Estábamos pensando qué nombre era adecuado para mi cambio y le pregunté a mi mujer qué le parecía el nombre de Sonya. De repente, sonó mi celular: “Hola, buenos días, le llamo del Banco Popular, ¿tengo el gusto de hablar con la señorita Sonya?” Nos quedamos alucinadas, era una señal divina, me acababan de ratificar cómo debía llamarme”.
Siempre lanzada, Gascón quedó contenta con su cambio físico. “Yo misma me habría follado si hubiera podido, estaba fantástica. Había cumplido mis sueños, mis metas y esa premonición que había tenido con diecinueve años, cuando, en un mirador que daba al mar, le había dicho a mi mujer: “Algún día tú y yo seremos dos mujeres y estaremos en ese sitio”.
Su transición vino acompañada de rechazo social: “Me impactó un comentario de un tipo que, al vernos pasar, dijo: [La transexualidad] está de moda”. Hijo de puta, ¿crees que alguien iba a pasar por lo que yo he pasado en la vida por moda o por gusto?, ¿crees que alguien iba a arriesgarse a perder su trabajo, a su familia, a las personas que ama o su vida por un capricho? La gente a veces no sabe lo que dice. Yo no sabía lo que iba a tener que soportar, por lo que iba a tener que pasar. Sabía que iba a ser un camino duro, pero pensaba que tenía la fuerza suficiente. Sobre todo, había confiado en el amor”.
Pero su transición desestabilizó la relación con la política mexicana. Rechazo que da pie a varias reflexiones políticas a martillazos:
"La sociedad va destrozando por épocas a diferentes tipos de personas, hasta que esas personas se unen al destrozo de otras"
1) “A mí no me gusta la banda que va haciendo daño porque ha recibido daño de la sociedad. Pero esto es un problema grave del que no nos damos cuenta: haciendo daño solo se recibe daño y se pueden llegar a crear auténticos psicópatas por la opresión de la sociedad. A todos nos han machacado de una u otra manera, pero hay grupos con los que todos se ceban y ya está bien de hacerlo. La Humanidad no se merece esto. Antes era la gente de color, luego las mujeres, los gordos, los flacos, los gais … y ahora la cosa más repudiada es ser transexual. El nuevo monstruo con el que descargar nuestras frustraciones".
2) "A todos estos que abogan por lo natural y la naturaleza cuando tienen que exponer alguno de sus argumentos retrógrados, les quitaba yo sus coches, sus aviones, sus ropas, sus pinturas, sus fecundaciones in vitro, sus medicinas, sus jabones y champús, sus centros comerciales, sus aparatos electrónicos, sus televisores, sus alarmas, sus casas con agua corriente, su electricidad y sus fábricas. A estos señores y señoras tan naturales, les quitaba todo lo que tienen producto de los avances de la Humanidad, y los dejaba desnudos y naturales en medio del campo. A lo mejor así comprendían el significado de las palabras que usan y las utilizarían con propiedad. No hay nada más natural que lo que ocurre dentro de la naturaleza… El miedo de la sociedad a todo lo que es nuevo o diferente es tremendo… A principios de siglo, ¡ay! de aquel negro que tuviera intención de casarse con una blanca; más tarde, ¡ay! de aquel que intentase casarse con una divorciada; más adelante, ¡ay! de aquel hombre que quisiera casarse con otro hombre … y ahora, ¡ay! de aquellos que quisieran tener una relación con un transexual”.
"Me quejo del rechazo, pero yo rechazo el doble"
3) “La sociedad va destrozando por épocas a diferentes tipos de personas, hasta que esas personas forman parte del sistema y se unen al destrozo de otras. Así encontraremos a negros que se quejaban de que les consideraran inferiores despreciando a otros por ser gais, por ejemplo; encontraremos a mujeres que lucharon por poder trabajar y votar, como cualquier hombre, poniendo a parir a otras personas excluidas, y así vemos a numerosos gais tachar despectivamente a quien no viste acorde a su sexo biológico … Los seres humanos somos así, unos cabrones sin memoria”.
¿Acabó Gascón cayendo en la trampa que ella misma denunciaba sobre víctimas que se rebelan haciendo daño al de más abajo? O los vasos comunicantes entre rechazo y venganza: “Vivimos en un constante rechazo en el que somos rechazados y rechazadores compulsivos, ¿o acaso quienes se sienten rechazados no han rechazado nunca?... Solo una vez pude salir con mi familia a cenar con un vestido… Y es que a nadie le gusta sentirse observado por ir con alguien que no es acorde a lo que se espera, mi familia no es distinta en eso… ¿Quién no ha rechazado alguna vez?... ¡Yo también he rechazado!... ¿Y tú? No seas hipócrita, piensa, piensa cuántas veces has rehuido a tus amigos, renegado de tus parejas, no te has arrimado a cojos, minusválidos, a enfermos, a gente extraña. Cuántas veces has olvidado tus raíces, de dónde vienes, quién eres. Cuántas veces has agachado la cabeza para que no vieran quiénes eran tus padres, porque a lo mejor no tenían un trabajo bonito, como el de otros. En fin, cómo está el patio, me quejo del rechazo, pero yo rechazo el doble”.
Leído esto, lo siguiente que viene a la cabeza es, claro, la Gascón trans cargando en redes contra todas las minorías que en el mundo han sido. Cierre de círculo. “Será que es algo innato en el ser humano el tener a alguien a quien atacar para sentirse superior: eres gordo y arremetes contra los rubios, eres rubio y arremetes contra los negros, eres negro y arremetes contra los flacos… a menudo no somos capaces ni de respetar a otros como nosotros”, escribe en la novela.
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Como no podía ser de otro modo en este mundo de teatralidad desgarrada, el egotrip también tiene un sitio en el libro:
“Miguel Bosé coincidió conmigo sobre lo poco que en España valoraban los éxitos de sus paisanos. Siempre he observado que los españoles no valoramos el trabajo de los demás, sobre todo si son compatriotas: cualquier cosa que haga otro, nosotros la hacemos mejor y sin esfuerzo, con la punta de la polla, vamos. Que has hecho una película que te cagas, me la pela. Que llenas conciertos, me la pela. Que descubres la penicilina, me la pela. Me da mucha pena tener que decir esto, pero es así”.
“Con el tiempo, me he dado cuenta de que, si algo ha sido una constante en mi vida desde mi infancia, es llamar la atención. Algo que se ha venido repitiendo, de una manera u otra, hasta el día de hoy; algo de lo que no me he podido librar, ni creo que ya quiera, porque se ha convertido en mi compañero de viaje. Siempre, mi vida, mi persona, ha estado expuesta o ha sido motivo de interés por una u otra razón. Nunca he podido librarme de dedos que me señalan, por buenas o malas causas, a gusto del consumidor. Nunca he podido librarme de las miradas de otros, de mi aura, tan carismática como provocadora. ¿Qué pensarán de mí?, me he preguntado en muchas ocasiones. ¿Tan rara soy?, ¿tan raro es lo que hago o lo que me pasa? Sí, esa es mi virtud, hacer cosas que nadie espera, hacer cosas extrañas, conseguir lo que pocos … y eso, por mucho que haya querido ocultarlo en muchas ocasiones, es lo que me define y lo que, quizá, tantos ojos ven en mí”.
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Se cierra el telón
La novela, por tanto, refleja una Sofía Gascón entre el ardor y el divismo, el ego y el sufrimiento, la justiciera y la bocachancla, es decir, parecida a la que vemos hoy defendiendo con uñas y dientes su candidatura al Oscar, denunciando una campaña contra su película y negando haber escrito muchos de los tuits.
Puede sonar brusco, pero leída Karsia, y vista la increíble pirueta narrativa del icono de la diversidad al que soliviantaban las minorías, solo se puede concluir esto: Karla Sofía Gascón, el drama de un hombre conservador atrapado en el cuerpo de una mujer woke. Cuando estaba a punto de tocar el olimpo tras no pocos sufrimientos y vaivenes emocionales, la contradicción le estalló encima.
Karla Sofía Gascón ha sido declarada persona contaminante en EEUU, con Netflix encabezando el pelotón.
“El karma siempre actúa cuando menos te lo esperas, lo que generas lo recibes, sin ninguna duda y sin paliativos. Te puedes poner como te pongas, puedes patalear lo que quieras, que la ley de la causa y efecto no te la quita nadie. Te quejas de que no tienes un hijo y no miras atrás cuando le quitaste la vida a otro. Te quejas de cómo te traicionaron y no ves cuántas traiciones dejaste a tus espaldas. Te quejas de cómo te engañaron y no ves los engaños que hiciste en el pasado. Te quejas de cómo te desprecian y no te acuerdas de a cuántos has despreciado. Te quejas, te quejas y te quejas de lo que te pasa, y quizá a veces pienses que el daño que se te infringe es muy superior al que tú has causado”, profetiza en el libro.
Lo escribe en la novela: “En todos los grupos y estamentos cuecen habas, pendejos hay en todos lados y de eso se agarran otros pendejos para señalar al grupo entero. Por ejemplo, en la transexualidad hay gente que es gilipollas, como en todos los demás colectivos del mundo y no porque pertenezca a un grupo, con el que te puedas sentir más o menos identificado, vas a decir que las pendejadas que hagan están bien hechas”.
Sinopsis de la novela: “Un afamado actor aparece ahorcado en su departamento, lo que desencadena un enigmático viaje hacia el pasado en el que se revelarán partes transcendentales de su vida, dejando al descubierto lo que le ha llevado hasta allí. Una travesía llena de interrogantes que mueven al lector entre la realidad y la imaginación y lo acercan a los pensamientos y sentimientos de alguien a punto de morir… Una aventura extraordinaria que ahonda en la profundidad del ser humano y destaca su complejidad. ¿Es posible morir de amor?"