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'From My Cold Dead Hands': demasiado poca gente muere a balazos en la América de Trump
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'From My Cold Dead Hands': demasiado poca gente muere a balazos en la América de Trump

Javier Horcajado Fontecha presenta un documental a partir de vídeos de YouTube en el que los fanáticos de la Segunda enmienda demuestran que puntería e inteligencia no siempre van de la mano

Foto: Una mujer vestida de Cenicienta canta las virtudes de las armas automáticas. (Sideral)
Una mujer vestida de Cenicienta canta las virtudes de las armas automáticas. (Sideral)

"I will give you my gun when you take it from my cold dead hands (Te daré mi arma por encima de mi cadáver)"; así cerró Charlton Heston su sonada intervención en la convención del 2000 de la Asociación Nacional del Rifle. Un eslogan grabado a fuego y plomo en la corteza prefrontal de los incondicionales de la Segunda Enmienda, ese comodín sagrado tras el que se parapetan quienes salvaguardan ya no el derecho, sino el deber de poseer armas de fuego de los americanos de bien, los patriotas, "God bless 'Murica". En el año 2022, en Estados Unidos se contabilizaron unos 500 millones de armas en circulación -legal-, una cifra que supera a la de población y que refrenda la idea de que los rifles, las metralletas, las pistolas y hasta los lanzallamas están profundamente enraizados en un país que ha diseñado su bandera y su identidad nacional en torno al derecho de llevar una pipa guardada en los calzoncillos. Porque sí, porque tanto los datos como el documental From My Cold Dead Hands demuestran que hay mucha testosterona disparada entre los militantes balísticos de la tierra de las libertades.

El español Javier Horcajada Fontecha, quien trabaja habitualmente como coordinador de posproducción de mucho del cine de autor patrio, ha navegado durante horas y días y meses a través de YouTube, surfeando de vídeo disparatado en vídeo disparatado hasta encontrar las joyas del absurdo que engarzan su primer largometraje como director, una muestra del costumbrismo surrealista en el que se ha convertido el país del ¿primer? mundo que más muertes por arma de fuego registra. Cuatro años después del asalto al Capitolio y con el regreso de Trump a la vuelta de la esquina, From My Cold Dead Hands dibuja un retrato deforme y monstruoso de una parte de la sociedad estadounidense cuya defensa de las armas hace equilibrios entre la solemnidad y la genética y el despiporre descerebrado.

El documental arranca con el símbolo perfecto: un hombre estadounidense, frente a una bandera enorme de barras y estrellas, toca, con una mano en la trompeta, el himno de Estados Unidos; con la otra dispara una pistola semiautomática marcando el ritmo de la percusión. Porque de esto va este documental, de lo simbólico y de lo grotesco, de una cultura que ha normalizado tanto las balas que el juego de la ruleta rusa parece un pasatiempo más. Por el programa de edición de Horcajada pasan niños carilampiños probándose chalecos antibalas, disparando rifles de asalto y enseñando el campo de tiro donde suelen entrenar. No hay voz en off ni texto; las imágenes se bastan por sí solas.

placeholder Unas niñan enseñan el campo de tiro donde entrenan. (Sideral)
Unas niñan enseñan el campo de tiro donde entrenan. (Sideral)

Guardar un percutor en la entrepierna se ha convertido en un fetiche pop. Como en los noventa jugar con la mano loca, en los 2000 llevar un tribal tatuado en la rabadilla, la precariedad laboral en 2010 y la ansiedad pre fin del mundo de hoy. Jijí jajá, vamos a pegar unos tiros como si estuviésemos en el Metal Gear Solid, pero de verdad. Y entonces tenemos a un grupo de veinteañeros borrachos de los que uno, que apenas se tiene en pie y que confunde una navaja con una bala, dispara y cae terraplén abajo, bajo las chanzas de sus colegas. U otro hombre que deja su rifle apostado en un tocón de madera que acaba venciéndose y con el arma disparando al tirador al caer al suelo. O un par de amigos bien entraditos en canas que, para cosechar likes, deciden quitar la nieve de la rampa de entrada a la casa con un lanzallamas.

From My Cold Dead Hands se construye a partir de un decálogo (más o menos) de dos youtubers que enumeran las bondades para el alma y el patriotismo de una libre circulación de armas, mientras las imágenes que siguen a cada punto (llamado bulletpoint, qué ironía) refutan aquella majestad que le atribuyen a su uso. Frases grandilocuentes de los youtubers rodeados de pipas como "es tu derecho y tu deber llevar armas", "muchos hombres y mujeres valientes han muerto por proteger tu derecho a llevar armas", "las armas son una inversión financiera que incrementa su valor" o "las armas sirven para educar a nuestros hijos en la responsabilidad individual" se contestan con los vídeos de hombres -casi siempre hombres y habitualmente blancos- demostrando comportamientos que, lamentablemente, refuerzan el estereotipo del redneck. Imaginen si el Dandy de Barcelona tuviera a mano un AK-15: viviríamos en el tren de la bruja.

Aquellos que viven perpetuamente con Dios y un palillo en la boca. "Ahora los disparos llenan nuestras aulas y mueren niños inocentes, buscas respuestas en todos lados y te preguntas por qué. Reguláis leyes restrictivas por vuestra codicia legislativa y, aun así, falláis en entender que lo que necesitamos es a Dios", rima un tipo vestido de cowboy. El problema es el defecto de fe, no el exceso de metralletas.

placeholder Una niña monta y desmonta las armas que tiene delante con los ojos tapados. (Sideral)
Una niña monta y desmonta las armas que tiene delante con los ojos tapados. (Sideral)

También aparecen perfiles misóginos, que bajo el humor cuñado despliegan la mentalidad más reaccionaria de quienes todavía justifican el uso de armas con una ley creada en época revolucionaria hace casi 240 años. Como propone el siempre certero Homer Simpson, "si no tuviera un arma, el rey de Inglaterra podría entrar en nuestra casa cuando él quisiera y ordenarnos lo que quisiera". La visión apocalíptica del mundo como un lugar hostil en el que cada uno es responsable de su propia supervivencia y donde no se puede confiar ni en el Estado ni en nadie salvo en sí mismo refuerza este sistema en el que la industria armamentística se alimenta del miedo. Como las herramientas antiinquiokupación, pero con gatillo.

El documental es sencillo, ligeramente pobre, incluso, pero la selección de imágenes es fascinante, hipnótica, dadaísta. Un hombre elige el gender reveal -revelar el sexo de su futuro hijo- a balazo limpio, otros fríen unas tiras de bacon alrededor del cañón de sus metralletas. Todo parece escenificado -y lo está, porque todos se han grabado con la idea de llegar a las redes- pero su sustrato se percibe muy real. Un espectáculo bufo que anticipa una población -o una parte de ella- entre aterrada y disociada, como si viviesen dentro de una película o un videojuego de acción. "¡Para habernos matado!", piensa una en cada secuencia. Porque pocas parecen las muertes cuando se contempla el sinfín de situaciones de riesgo inconsciente absolutamente inimaginables a ojos europeos. "Pim, pam, pum, tengo una pistola que dispara sola", que canta Belén Esteban, la princesa del pueblo.

placeholder Otro momento de 'From My Cold Dead Hands'. (Sideral)
Otro momento de 'From My Cold Dead Hands'. (Sideral)

También aparecen teorías conspiranoicas -como la de que los baños públicos deberían disponer de reposapistolas y que hay un complot para que los hombres no puedan llevar allí sus pistolas- que es difícil discernir si quien las propone habla en serio o en broma. Quizás una mezcla de las dos. Lo terrorífico es nuestra incapacidad palmaria de diferenciar la parodia de la realidad parodiada, porque nos deslizamos cada vez más hacia una distopía escrita por Millán Salcedo.

"I will give you my gun when you take it from my cold dead hands (Te daré mi arma por encima de mi cadáver)"; así cerró Charlton Heston su sonada intervención en la convención del 2000 de la Asociación Nacional del Rifle. Un eslogan grabado a fuego y plomo en la corteza prefrontal de los incondicionales de la Segunda Enmienda, ese comodín sagrado tras el que se parapetan quienes salvaguardan ya no el derecho, sino el deber de poseer armas de fuego de los americanos de bien, los patriotas, "God bless 'Murica". En el año 2022, en Estados Unidos se contabilizaron unos 500 millones de armas en circulación -legal-, una cifra que supera a la de población y que refrenda la idea de que los rifles, las metralletas, las pistolas y hasta los lanzallamas están profundamente enraizados en un país que ha diseñado su bandera y su identidad nacional en torno al derecho de llevar una pipa guardada en los calzoncillos. Porque sí, porque tanto los datos como el documental From My Cold Dead Hands demuestran que hay mucha testosterona disparada entre los militantes balísticos de la tierra de las libertades.

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