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'Número 24': Tan pocos fueron los noruegos que se enfrentaron a los nazis
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'Número 24': Tan pocos fueron los noruegos que se enfrentaron a los nazis

La historia del héroe Gunnar Sonsteby retrata la pasividad defensiva de su país en la II Guerra Mundial

Foto: Fotograma de 'Número 24'.
Fotograma de 'Número 24'.

Noruega era un país tan feliz que cuando fue invadido por los nazis los noruegos no quisieron darse cuenta. Quizá estaban deseando que les invadieran, porque entre la vida nazi y la vida neutral no había una gran diferencia. En dos semanas, Noruega se puso al servicio de Alemania, y los más nazis de entre los noruegos treparon hasta los puestos de mando y la vida siguió como si no hubiera pasado nada. Jugarse la vida por tu país es algo que no nos sale a todos; a los noruegos les sale poco.

Sobre la mínima chispa patriótica del país nórdico ha estrenado ahora una película Netflix. Se título Número 24, muy apropiadamente. Gunnar Sonsteby, joven contable, no está conforme con ver su país humillado por Hitler, y se une a la resistencia. Son tan pocos los resistentes que los puedes contar con un ábaco infantil. Por eso él fue bautizado como “número 24”. Seguramente, no había muchos más valientes en Noruega.

Gunnar es una figura histórica y la película empieza con una de las charlas que daba a los adolescentes en los colegios. Número 24 entrevera este material hiper-realista (el desarrollo de una conferencia en un instituto) con la reconstrucción de esos años de sabotaje a los nazis, que incluyeron huidas, traiciones, torturas y, en fin, los suplicios habituales en las organizaciones clandestinas de resistencia.

“Hoy hablaremos de valores”, dice Gunnar en el comienzo de su charla. Este arranque resulta un tanto ofensivo para la audiencia (de la película), pues nos sitúa en el mismo escalafón que unos chavales a los que tienes que enseñar historia de Noruega. La película se ve perjudicada por este escoramiento didáctico, que alcanza puntas de propaganda en algunas escenas.

Jugarse la vida por tu país es algo que no nos sale a todos; a los noruegos les sale poco

Con todo, es un filme sólido. Europa, según parece, anda haciendo cine sólido en los últimos años, un cine que sólo está un par de centímetros más arriba artísticamente que una telenovela de sobremesa. Número 24 tiene esa falta de originalidad, esa corrección en la producción que vemos en Acacias 38. Pasa lo mismo con El conde de Montecristo o El ministro de propaganda. Son buenas películas, pero se habrían rodado exactamente igual antes de que se inventara el cine en color.

Algo bueno de Número 24 es que nos presenta a una héroe clásico, de una pieza. No es el anti-héroe ubicuo del cine contemporáneo; o el héroe que no quiere serlo; o el héroe guasón o irónico o despeinado. No: es un héroe de arriba abajo, valentía pura, iluminación épica. Lo curioso de esta historia es que, cuando alguien tiene que defender un país, resulta ser un contable de veinteipocos años, y no la policía, el ejército o, en fin, los funcionarios. Todos ellos han entregado Noruega a los nazis, muy gustosamente debemos decir. Sólo el contable salva al pueblo, con la ayuda de una panadera.

'Número 24' tiene esa corrección en la producción que vemos en 'Acacias 38'. Pasa lo mismo con 'El conde de Montecristo'

Nuestro héroe tiene que contactar con el gobierno en el exilio, con el rey y con algunos altos cargos de la administración. Aquí la película rechina un poco. Todos estos mandatarios orillados son retratados como almas patrióticas, y nada se dice o insinúa sobre su ventajosa posición (han podido salir de Noruega y vivir a todo trapo en Inglaterra o Suecia) o sobre sus flaquezas humanas o su cobardía. Están muy interesados en salvar Noruega, parece, lo que pasa que sólo cuentan con un puñado de ciudadanos anónimos a los que exigen jugarse la vida mientras ellos cenan sobre manteles de hilo.

Lo mejor de la cinta es la descripción de la resistencia clandestina. Ahí afloran los matices morales, las decisiones complicadas y la necesidad de mancharse las manos de sangre. Es curioso cómo en algunos momentos la película nos hace pensar en ETA. Basta creerse una motivación histórica para ser capaz de cualquier cosa. Como es obvio, unos tuvieron motivaciones menos delirantes que otros.

Otra cosa que he pensado viendo Número 24 es en los jóvenes. En por qué son los jóvenes los que han de salvar los países, jugarse la vida (cuando les queda tanto por vivir) e ir al frente o, como es el caso, a las cloacas de la resistencia. A los viejos no sólo les pagamos las pensiones, además no tienen que ir a una guerra si llega el caso.

placeholder Fotograma de los protagonistas de 'Número 24'.
Fotograma de los protagonistas de 'Número 24'.

Con todo, los jóvenes de hoy cuestionan al joven héroe que fue Gunnar. En la ronda de preguntas de la charla, le pinchan a ver si confiesa que mató gente, y qué gente, quizá también noruegos. Además, piensan que tal vez es peor resistir con atentados y asesinatos y sabotajes que dejarse invadir. La juventud de hoy cree que todo se soluciona hablando. Si vuelven los nazis, haremos un observatorio y pondremos bancos de color azul contra el nazismo. Es un poco el espíritu de la ronda de preguntas de la charla.

“Bastaron 800 soldados nazis para tomar la ciudad de Oslo”, dice Gunnar en su exposición. Hoy seguramente no harían falta más de dieciséis.

Noruega era un país tan feliz que cuando fue invadido por los nazis los noruegos no quisieron darse cuenta. Quizá estaban deseando que les invadieran, porque entre la vida nazi y la vida neutral no había una gran diferencia. En dos semanas, Noruega se puso al servicio de Alemania, y los más nazis de entre los noruegos treparon hasta los puestos de mando y la vida siguió como si no hubiera pasado nada. Jugarse la vida por tu país es algo que no nos sale a todos; a los noruegos les sale poco.

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