Los asesinos que cantaban y bailaban (y que tienen papeletas para ir a los Oscar)
La película cuenta la historia real de un grupo de reos que montaron un taller de teatro. Hablamos con su director acerca de una historia que apunta fuerte para los Oscar
Construida en 1825 (este año su museo conmemorará su aniversario) y con un curioso nombre, Sing Sing se alza como la tercera prisión del estado de Nueva York, una de las más famosas de todos los tiempos, tanto por su seguridad máxima como por su importancia en la cultura popular. De Lucky Luciano a Albert Fish, todo tipo de criminales vivieron tras sus rejas, se menciona al final de
La película dirigida por Greg Kwedar lleva un recorrido prometedor en su camino hacia los Oscar y parte, además, de una historia real (lo que siempre convence en los premios). Cuenta la historia de un pequeño grupo de presos encarcelados en la mencionada Sing Sing (profético nombre para el tema al que nos referimos), que se propuso montar sus propias obras teatrales a partir de un taller de teatro que se organizaba en la propia prisión. Ver a asesinos cantar y bailar era suficientemente llamativo como para que en 2005 la revista Esquire sacara un detallado reportaje al respecto. Fue la primera vez que se oyó hablar de ellos. Por aquel entonces, Brian Fischer, uno de los vigilantes de la prisión, daba una respuesta satisfactoria a las razones detrás de la iniciativa: este tipo de talleres ayudaban a los presos a aprender a trabajar duro, a comprometerse con algo y a adquirir autodisciplina.
Este tipo de talleres ayudan a los presos a aprender a trabajar duro, a comprometerse con algo y a adquirir autodisciplina
La idea de Sing Sing siempre ha sido clara: el castigo es ir a la cárcel, pero dentro de la cárcel no tienen por qué castigarte más, sino que podrás tener instalaciones seguras y limpias y, además, te darán la oportunidad de cambiar. Siempre que quieras. De eso mismo trata la película de Kwedar (El Jockey, Transpecos) que pone el foco concretamente en el pequeño grupo de teatro que, alrededor de los 90 —fue la trabajadora social Katherine Vockins en 1996 quien tuvo la idea de montar una obra de teatro tras haber visitado por primera vez Sing Sing— se dedicó a hacer sus propias versiones de obras tan complejas como El sueño de una noche de verano o Hamlet de Shakespeare. Con pequeñas variaciones, como puede verse en la película, ¿quién dice que en una nueva versión del príncipe danés más famoso de la historia no puede haber, por ejemplo, viajes en el tiempo?
A la fuerza que de por sí tiene la historia y la ternura intrínseca de cada uno de los personajes que forman parte de Las vidas de Sing Sing se une también un hecho bastante insólito: la película está rodada por una mezcla de actores profesionales (Paul Raci como el entrañable profesor de arte dramático, Colman Domingo, nominado en el pasado al Oscar y también nominado al Globo de Oro por interpretar aquí a Divine G, encarcelado en Sing Sing por un crimen que no cometió) y actores que, en realidad, se interpretan a sí mismos (un brillante Clarence Divine Eye Maclin o JJ Velázquez, exonerado recientemente tras haber estado encarcelado en Sing Sing por un asesinato que no cometió en 1998, entre otros).
"Contamos con vídeos de las actuaciones reales, lo que fue esencial para introducir elementos reales en la narrativa", explica el propio Greg Kwedar al teléfono a este periódico. (De hecho, los vídeos de las actuaciones reales aparecen en el propio filme). "No hubo ningún momento particularmente complicado. Estábamos trabajando con actores que se interpretaban a sí mismos, por lo que todo fluyó de manera natural y facilitó la transición entre la realidad y la ficción. Hubo momentos en los que realmente conseguimos capturar la esencia de estar presentes, viviendo el momento. Tenía muchas ganas de grabar una película que pudiera conectar con las personas de manera profunda, me fascinaba contar la historia de la prisión de Sing Sing porque me parece increíble que haya espacios así, que sirvan para explorar la creatividad y fortalecer vínculos sociales".
Las vidas de Sing Sing oscila constantemente entre las propias vidas de los presos (pausadas, prácticamente muertas, expectantes del momento en que puedan al fin salir y comenzar a vivir de verdad de nuevo) y las vidas que pueden interpretar cuando encarnan a los personajes del taller de teatro. Antes de ensayar, respiran, cierran los ojos y recuerdan quiénes eran en un pasado remoto, a través de instantes que se quedaron grabados en su cabeza (el sonido del carrito de los helados, una isla a la que pertenecen pero jamás visitaron). Algunos, como el personaje de Maclin, necesitan el teatro para canalizar la frustración y la ira. Otros, como el de Colman Domingo, lo necesitan para encontrar un momento de libertad y esperanza tras haberse convertido él mismo en una cárcel humana.
"Trabajamos con actores que se interpretaban a sí mismos, lo que facilitó la transición entre la realidad y la ficción"
Es cruda, es sincera y es sencilla. Aunque Colman Domingo finalmente no se llevó el Globo de Oro (lo tenía complicado compitiendo contra Adrien Brody por The Brutalist), todavía tiene muchas papeletas para encaminarse hacia los Oscar. La historia de la redención está suficientemente trillada a estas alturas (ya existe Cadena Perpetua), pero cuenta con dos interpretaciones maravillosas, tanto la de Clarence Maclin haciendo una versión más joven y bravucona de sí mismo, como el propio Domingo, que grabó las escenas de su personaje en tan solo 18 días, lo que de por sí es bastante inusual. Veremos si finalmente convence en los premios.
Señala además Kwedar que "a través de estas historias reales, no solo observamos, sino que también nos convertimos en voluntarios para entender mejor las experiencias de las personas involucradas". Las vidas de Sing Sing muestra, con todos esos presos interpretando líneas de teatro clásico, que el arte a veces puede redimirnos, tal vez sanarnos. Y si no hace nada de eso, al menos puede liberarnos un poco de las cadenas que arrastramos por la vida. Y eso ya es bastante.
Construida en 1825 (este año su museo conmemorará su aniversario) y con un curioso nombre, Sing Sing se alza como la tercera prisión del estado de Nueva York, una de las más famosas de todos los tiempos, tanto por su seguridad máxima como por su importancia en la cultura popular. De Lucky Luciano a Albert Fish, todo tipo de criminales vivieron tras sus rejas, se menciona al final de
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