'Heretic (Hereje)': terror religioso con un Hugh Grant de miedo
Lo que empieza como aquella discusión sobre Kant entre dos rusos borrachos acaba como el pasaje bíblico de los hermanos Macabeos
En septiembre de 2013 dos moscovitas acabaron a tiros -con balas de goma, eso sí- para saldar una discusión sobre el pensamiento de Kant. El punto de partida de Heretic (Hereje) -el nuevo film de la cada vez más poderosa y más popular A24, la productora independiente que se ha propuesto renovar el cine de autor estadounidense- podría ser prima hermana de aquella noticia, aunque trasladada al campo de la teología y con dos jóvenes mormonas como protagonistas. Y con el gran reclamo de un Hugh Grant maduro y alejado de los roles de rompecorazones insulínico que le convirtieron en icono de la comedia romántica de los noventa. Su último papel está emparentado más bien con la figura pública socarrona que ha exhibido en los últimos tiempos -el wit inglés, lo llaman-; en la première de Heretic (Hereje) en Los Ángeles hizo un guiño a su arresto en 1995 mientras recibía una felación por parte de una trabajadora sexual en Sunset Boulevard: "Sólo tengo que decir que estoy muy feliz de estar aquí. Hollywood Boulevard es un lugar que siempre me ha traído suerte".
Coescrita y codirigida por Scott Beck y Brian Woods -guionistas de Un lugar tranquilo (2018)-, Heretic (Hereje) rompe con muchas convenciones del cine de terror. Primero porque confía radicalmente en los diálogos para construir el suspense, en vez de apostar por una acción más física o una ambientación más sugerente. También porque su villano se despega del arquetipo de asesino en serie de la tradición slasher -de esos que se lían a machetazon con jóvenes núbiles-, sino que presenta a un sádico intelectual que disfruta con la tortura psicológica. A lo que hay que añadir una aproximación pop e irreverente a una cuestión tan universal como la fe y las creencias.
Sobre el papel, una propuesta muy hablada, constreñida a apenas tres espacios, con tres únicos personajes relevantes y largas disertaciones sobre cómo las principales religiones son iteraciones -sucedáneos- de otras creencias previas no parecía carne de taquillazo. Pero la aparición de Grant en su primer papel en un film de terror desde La guarida del gusano blanco (1988), una adaptación psicodélica a cargo de Ken Russell de la novela homónima de Bram Stoker, eleva la propuesta al tono desenfadado que se impone desde hace un tiempo en un Hollywood deseoso de resurrecciones, intrahistorias y estrellas desubicadas. Además, Grant demuestra por fin lo cómodo que se siente con un personaje mucho más adecuado a su sentido del humor negro, juguetón y transgresor. Adiós a los cafés en vaso de cartón en la librería y hola a los chupitos de absenta en el sótano.
Como si nos encontráramos en un episodio de Cifras y letras, el magro de Heretic (Hereje) es una larguísima, rebuscada y ,sorprendentemente, divertidísima disquisición sobre la -falta de- originalidad de los relatos sagrados, que roban personajes, situaciones y normas de religiones previas y cuyo objetivo principal tiene muy poco que ver con la iluminación, sino con la coacción del individuo frente a la sociedad. Llama la atención que los creadores de Un lugar tranquilo, una película de terror basada en el silencio, hayan decidido darle rienda suelta a la lengua en su quinto largometraje para el cine, después de las mucho más convencionales -y no muy aplaudidas- La casa del terror (2018) y 65 (2023), esta última con un Adam Driver perdido en un planeta desconocido.
En el fondo, explica el villano, las religiones no son más que un concurso de popularidad instigado por factores ajenos a la propia fe y repletos de inconsistencias difícilmente defendibles por el devoto de a pie. Como ejemplo, la película desarrolla una teoría ingeniosa que implica canciones pop y juegos de mesa y que desarrolla el antagonista frente a los crédulos espectadores, tan crédulos como las dos jóvenes pertenecientes a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que interpretan Sophie Thatcher y Chloe East.
Heretic arranca dejando claro el tono de la película que vamos a ver, entre lo sublime y lo petardo. Las mormonas son la hermana Paxton (East) y la hermana Barnes (Thatcher), y la primera confiesa a la segunda que ha visto por error una película pornográfica y que la expresión de desesperanza de la actriz la llevó a asegurarse de que el único camino hacia la salvación del alma es la virtud. Y lo hace sentada en un banco público en el que se anuncia una marca de preservativos. El mundo es un lugar peligroso, lleno de tentaciones, hasta en los lugares más insospechados.
Las dos evangelizadoras visitan casa por casa a los vecinos de la ciudad cantando -a quien no les cierre la puerta en las narices- las virtudes de la Biblia mormona, muy de moda en la cultura pop contemporánea gracias al musical satírico The Book of Mormon, de Trey Parker, Robert Lopez y Matt Stone, que llegó a España en 2023 de la mano de David Serrano.
Acostrumbradas al rechazo, las hermanas se sorprenden cuando Mr. Reeds (Grant) les invita a pasar a casa para discutir de teología y comer pastel de arándanos. La hermana Paxton, más desconfiada, duda, pero la hermanas Barnes se toma su cometido con Dios demasiado en serio para desconfianzas. Mr. Reed, además, demuestra unos modales exquisitamente británicos y un genuino interés sobre la más moderna de las religiones, fundada en 1830 en Estados Unidos por un tal Joseph Smith. A Smith se le apareció el ángel Moroni, que le desveló la existencia de unas tablas de oro que, supuestamente, revelaban la verdadera religión, un batiburrillo entre la fe cristiana, profecías de las culturas antiguas americanas e, incluso, tradiciones egipcias.
La hermana Barnes es pía, transparente, pragmática, mientras que la hermana Paxton guarda un pasado intrigante en los ojos. La interpretación de East es magnética, misteriosa, y lleva gran parte del peso en la primera parte, reforzando el suspense sostenido sobre la ambigüedad del personaje de Grant. Heretic (Hereje), en su primera mitad, bebe de teatro inglés al estilo Agatha Christie: plantea una serie de situaciones y misterios que las jóvenes tienen que resolver, primero como un juego y luego como una necesidad. Incluso el diseño de producción y la fotografía recuerdan a los films setenteros protagonizados por el detective Hercules Poirot, con las librerías de madera oscura, la mullida tapicería de colores pardos y esa difusión que embellecía cualquier espacio como en una postal antigua.
Pero es a partir de la mitad cuando la película entra de lleno en el espacio del terror de supervivencia, donde se rompe la propuesta formal y estética y en la que las protagonistas descienden al inframundo de su fe, donde tendrán que ponerla definitivamente a prueba. Lo que empieza como aquella discusión de borrachos sobre Kant acaba como el pasaje bíblico de los hermanos Macabeos, a los que el rey Antíoco IV Epífanes instigó a comer cerdo y renunciar a su fe judía para sobrevivir. Y es en esta parte cuando la película se pierde dentro de sí misma, donde los puntos de giro y los recursos resultan más gratuitos y más perezosos, para llegar a una resolución extraña y sin demasiado sentido.
Aun así, la película trata de sorprender y transgredir sus propios códigos, planteando si es más terrorífico, en realidad, un dios sobrenatural, propagador de plagas y castigos multitudinarios, o un hombre con gafas de pasta y jersey de punto empeñado en hacer mansplaining. Aquí, la que escribe lo tiene claro.
En septiembre de 2013 dos moscovitas acabaron a tiros -con balas de goma, eso sí- para saldar una discusión sobre el pensamiento de Kant. El punto de partida de Heretic (Hereje) -el nuevo film de la cada vez más poderosa y más popular A24, la productora independiente que se ha propuesto renovar el cine de autor estadounidense- podría ser prima hermana de aquella noticia, aunque trasladada al campo de la teología y con dos jóvenes mormonas como protagonistas. Y con el gran reclamo de un Hugh Grant maduro y alejado de los roles de rompecorazones insulínico que le convirtieron en icono de la comedia romántica de los noventa. Su último papel está emparentado más bien con la figura pública socarrona que ha exhibido en los últimos tiempos -el wit inglés, lo llaman-; en la première de Heretic (Hereje) en Los Ángeles hizo un guiño a su arresto en 1995 mientras recibía una felación por parte de una trabajadora sexual en Sunset Boulevard: "Sólo tengo que decir que estoy muy feliz de estar aquí. Hollywood Boulevard es un lugar que siempre me ha traído suerte".